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LUCIANO

Joseph Lombardo llegó a la mansión donde Luciano vivía. Traía importantes noticias que debía comunicarle a su nieto. El joven había visto desde la ventana que la limusina de su abuelo se estacionaba frente a su casa, por lo que se apresuró a salir a su encuentro. En cuanto el anciano entró en la mansión, su nieto se dispuso a darle la bienvenida con una pequeña reverencia para después acercarse a abrazarlo.

Luciano no solo tenía un enorme respeto hacía su abuelo, sino que lo amaba profundamente y estaba muy agradecido con él, pues el anciano había sido el único que se había hecho cargo de su crianza tras la muerte de sus padres y por eso sentía que le debía todo lo que era ahora.

– No esperaba verte por aquí hoy –le dijo Luciano con una sonrisa.

– Lo sé, pero ha pasado algo importante que debía comunicarte de inmediato.

– Muy bien –exclamó confundido mientras observaba el rostro serio de su abuelo. Luciano ayudó al anciano a tomar asiento en el sofá del recibidor y tras pedir a los empleados que se retiraran, Joseph retomó la conversación.

– Un gran amigo mío ha muerto recientemente –aquella noticia no era tan impactante para Luciano, después de todo, vivían en el mundo de la mafia, las muertes se daban a diario.

– ¿De quién se trataba?

– No lo conociste –aseguró levantando la mano y moviéndola en señal de negación.

– Ok, entonces ¿Por qué me cuentas esto? –preguntó confundido.

– Porque él y yo teníamos un acuerdo que te involucra –Luciano frunció el ceño.

– ¿A qué te refieres?

– Verás, su empresa es una de nuestras principales filiales. Tengo bastante dinero invertido en muchos negocios con su familia y hemos querido hacer algunas fusiones desde hace mucho tiempo –el joven aun no entendía qué era lo que su abuelo quería decirle, pero prefería no interrumpirlo, así que controló sus ganas de pedirle que fuese al grano– pensé en que quizás el acuerdo al que habíamos llegado tendría que esperar un par de años más, pero debido a su repentino fallecimiento, tocará adelantar los planes que hicimos.

– ¿Qué planes son esos?

Luciano comenzaba a sentirse un poco nervioso por lo que su abuelo le iba a pedir, pues él sabía que no podría decirle que no. El anciano no solo era su abuelo y quién lo había criado, sino que seguía siendo un líder respetado dentro de la mafia y aunque ahora se encontraba retirado y le había cedido su posición a Luciano, seguía siendo el jefe de su familia y debía obedecerlo aunque no quisiera.

– Abuelo, ¿qué debo hacer? –insistió nervioso tras unos minutos de completo silencio.

– Pues… mi amigo y yo decidimos que… te casarás con su hija –respondió tranquilamente con una sonrisa. La quijada de Luciano cayó de la impresión.

– ¿Esto es una broma, verdad?

– No, no lo es. En un mes, tú y ella contraerán nupcias. Ya está todo acordado.

– ¿Qué estás diciendo? –exclamó alterado– no me puedes obligar a casarme.

– Sí lo puedo hacer, ya está decidido.

– Sabes muy bien que yo no estoy hecho para el matrimonio –le recordó aun sin poder creer lo que estaba pasando– ¿Cómo se te ocurre que me voy a casar con una mujer que ni conozco?

– Te encantará, te lo aseguro. Es una gran chica.

– Y seguramente bastante fea, porque si necesita de un matrimonio arreglado para casarse, pues muchas opciones no tendrá –expresó sarcástico.

– Deja de decir tonterías y más te vale que prepares todo porque ya te dije, en 30 días serás un hombre casado.

– Dime por favor que es solo algo de negocios… dime que no es un verdadero matrimonio, que solo tendré que firmar unos papeles para que hagas tus alianzas, pero yo seguiré disfrutando de mi vida de soltero –le suplicó. Su abuelo sonrió.

– Ya es hora de que sientes cabeza Luciano, no puedes seguir con esa vida que llevas –dijo tranquilamente mientras se apoyaba de su bastón para ponerse de pie con esfuerzo –Luciano lo fulminó con la mirada.

– No me casaré –aseguró el chico. Su abuelo lo miró molesto.

– Más te vale que no te atrevas a contradecirme. Tú sabes muy bien de lo que soy capaz de hacerle a los que me llevan la contraria. No importa si eres mi nieto o si ahora eres quién está a la cabeza de nuestra familia, yo sigo siendo el que manda y creo que no tengo que explicarte lo que te pasará si me desobedeces –le amenazó con furia. Luciano lo miró molesto. Apretó los dientes con rabia, pero no dijo nada. No podía hacer nada.

El anciano caminó hacia la salida. Mandó a llamar a su chofer y un par de minutos después, se había ido dejando a Luciano lleno de un cólera descomunal. El joven comenzó a gritar de forma histérica mientras golpeaba y lanzaba por los aires todo lo que se encontraba a su alrededor. La rabia lo consumía en ese momento. No podía ser posible que su abuelo lo estuviese obligando a casarse.

Tras unos minutos de histeria. Luciano respiró profundo un par de veces intentando calmarse. Cerró los ojos mientras esperaba a que sus signos vitales volviesen a la normalidad. No entendía que estaba pasando, pero estaba seguro que algo sucio estaba ocultando la familia de su futura esposa. Tenía que tratarse de algo más importante que un simple trato para ganar dinero, ya que de otra forma su abuelo no se atrevería a hacerle algo así. A ellos no les hacían falta más ingresos, tenían más que suficiente con todos los negocios ilícitos que Luciano manejaba. Él se había convertido en el líder de las operaciones principales que se realizaban en aquella ciudad, así que el dinero no era problema, debía de haber alguna otra razón que explicara la decisión de Joseph.

Luciano estaba increíblemente molesto, él había sido un picaflor toda su vida y su abuelo nunca había tenido problemas con eso. De hecho, en ocasiones se divertía escuchando sobre las aventuras románticas de su nieto. Él sabía muy bien el conflicto que Luciano tenía con el matrimonio, por eso no entendía como ahora se atrevía a venderlo de esa forma.

– No puede ser solo dinero –se repitió– debe haber algo más grande aquí.

Con esa interrogante en mente, Luciano se sentó a pensar en las razones por las que el anciano podía haber ideado ese matrimonio arreglado. No tomó mucho tiempo antes de que su cabeza se iluminara con una respuesta. Seguramente el anciano había arruinado algún tipo de negocio importante de esa familia. Aunque nunca se lo fuese a admitir, Luciano sabía que su abuelo seguramente había hecho algo mal y lo más probable era que a él le tocaba ser el pago para saldar esa deuda.

– Viejo idiota –exclamó con rabia.

Una de las razones por la que su abuelo se había retirado era porque ya no contaba con las capacidades suficientes para realizar los acuerdos entre las distintas familias de la mafia. Aunque Joseph no le detalló el acuerdo que había hecho con su supuesto viejo amigo, Luciano estaba cada vez más seguro que su abuelo intentó hacer un negocio por su cuenta que terminó terriblemente mal y no encontró como zafarse más que proponer a su nieto como trofeo, pero sabía que Joseph jamás admitiría que había metido la pata, así que ahora le tocaba a él hacer frente a ese mal trato.

– ¿Qué voy a hacer ahora?

Se preguntó frustrado. Tenía que encontrar la manera de salirse de ese embrollo, él no podía terminar casado con esa mujer. En realidad, no quería casarse con nadie, quería seguir siendo libre, así que debía idear una forma de cumplir con el trato que había hecho su abuelo sin tener que realmente contraer matrimonio y debía apurarse, pues solo le quedaban 30 días para pensar en una solución.