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Recuerdos que duelen - 4 (Tiempo antes de la huida de Milena)

Ante ella rogué y rogué desesperado e inquieto y tanto fue mi querer, que en una de esas me atreví incluso a arrodillarme delante de ella, mientras con insistencia tiraba un poco de su ropa.

— Por favor es lo único que te pido, no permitas que me muera tomado por esta agonía.

Ante ella volví a bajar la cabeza y casi como si aquello se tratase del mejor ruego jamás pronunciado finalmente María algo molesta y alegre a la vez comentó.

— ¡Ahs! Ya déjame bien te lo diré.

— Enserio harías eso por mí.

— Contal de que me dejes en paz pues sí — indico aquella con algo de seguridad — bien Alexander, Milena dijo que iría a la terraza superior, quería estar sola un momento y ese lugar es el más tranquilo que aquí se puede llegar a encontrar luego de que se hizo la remodelación del segundo nivel, los empleados no van hasta allá a menos de que sea algo necesario por lo que suele ser un lugar bastante solitario.

— Y como llego hasta allá.

María en dirección hacia mí espalda a fin de cuentas señalo — sube las escaleras, atraviesa el pasillo de las primeras habitaciones a mano izquierda y cuando llegues casi al fondo a la derecha toma el corredor junto a la biblioteca, al fondo de este se encuentra la terraza superior.

— De verdad ella está allá María.

— Al menos eso fue lo que me dijo, si para cuando llegues se ha movido de lugar no es culpa mía, sino tuya por ser tan lento.

Cual burla de ella salió, pues realmente aquella sin dudas buscaba hacerme las cosas algo difíciles, aun así intente evadir tal asunto y tras estrechar sus manos replique — mil gracias María de verdad mil gracias, no sabes cuánto te lo agradezco.

— Que agradecerme ni que ocho cuartos, me debes una Alexander y tenlo por seguro que te buscare para cobrarte, más bien escúchame bien toma esto…

María ante mí se deshizo de la pañoleta larga y ancha con la que cubría sus hombros y entregándomela a las manos recalco — Milena es algo testaruda por más que le insistí no quiso hacerme caso, toma esto y hazla cubrirse aun no está del todo bien como para encontrarse tan descubierta en medio de la noche en pleno aire libre.

Ante sus palabras asentí con la cabeza no sin antes haber tomado aquello en mis manos y tras despedirme de ella con rapidez subí aquellas escaleras, casi corriendo di con el pasillo del cual María me hablo y una vez ante él todos mis pensamientos los cuales anteriormente parecían encontrarse revueltos curiosamente se hicieron uno tras haber visto la silueta de Milena una vez me acerque.

Sentada sobre una cama de exterior con las piernas cruzadas yacía ella probablemente más hermosa que nunca aunque la simplicidad de su atuendo era algo totalmente evidente.

Mirando de forma atenta y embobada Milena contemplando con sumo interés la imagen que la luna junto a la vegetación formaban se deleitaba, imagen contra la cual yo tampoco pude pelear por lo que por algunos segundos me quede perplejo en silencio admirándola.

Por algún tiempo me estuve debatiendo entre ver hacia adelante y verla a ella mientras la confusión y la incomprensión arremetía en contra mía al no saber cómo procesar con totalidad la paz que junto al silencio allí se percibía, hasta que luego de tanto analizarlo finalmente me atreví a acercarme a ella.

Con cuidado di algunos pasos, con cautela me aproxime hacía su espalda y desde allí coloque sobre sus hombros la pañoleta, a causa de aquello Milena se sobre exalto y con algo de miedo se giró en mi dirección.

— ¿Qué haces aquí Alexander? — exclamó al tiempo que me veía en tanto de vez en cuando desviaba su mirada hasta el chal.

Imaginando de que ella no tenía ni una mísera idea de lo que yo hacía allí, dije intentando esconder un poco mis intenciones — ya que no podía dormir quise pasear un poco y te encontré aquí.

Pero independientemente de lo que yo dije Milena exclamó con algo de sarcasmo — sí, que bien por ti, pero dime algo, desde cuando andas por los pasillos llevando una pañoleta de María entre tus manos.

En vista de lo escuchado tartamudeando ante sus palabras cuestione — ¡Eh, no! De María, eh, para nada.

— Y ahora gagueas porque sabes que eh dicho la verdad.

— No, no es así Milena.

— Seamos más serios el uno con el otro Alexander, se perfectamente que María llevaba esto hacía un momento, pues hable con ella antes de venir aquí.

Ya no teniendo ningún medio de escape en vista de que fui capturado en mi propio juego acepte ante lo cierto — bien, me atrapaste, ella está muy preocupada por tu salud así que me pidió que si te encontraba me cerciorara de que te abrigases.

Aquella respiró algo aliviada al notar la poca dificultad contra la que tuvo que lidiar antes de que yo pudiera hablar con franqueza — vez, no era tan difícil decir la verdad.

Algo relajado dije ante ella quien desvió su vista de mi casi en el acto — no, no lo era, solo quería tener un tema de conversación el cual poder compartir contigo, pero veo que ni eso puedo hacer bien.

Tras ello deje salir una sonrisa que en su contenido llevaba algo de pesadez y tras desviar mi mirada de ella volví a indicar — bueno será mejor que me retire.

No muy bien dije aquello di algunos cuantos pasos algo decepcionado, mi alma sin dudas añoraba quedarse allí con ella, pero yo sabía que no podía siquiera obligarla a estar en compañía de alguien a quien no quiere cerca.

Así que antes de que mis pensamientos me jugaran una mala pasada y yo no pudiese llegar a detenerme porque a sinceridad deseos no me faltaban para lanzarme hacía ella y estrecharla entre mis brazos, decidí sin más huir de aquel lugar.

— Quien dijo que podías irte.

Con un tono algo frío desde donde se encontraba ella se escucho decir aquello, pensando en lo incierto que podían llegar a ser aquellas palabras giré medio cuerpo en su dirección, al no dar crédito de lo que escuchaba.

— ¿Que has dicho?

— Aunque me gusta estar sola tu compañía no me vendría nada mal, me puedes acompañar.

Se volvió a escuchar aquella voz y esta vez Milena con una expresión un tanto más dulce y serena hacía mi se giró — por favor, podrías hacerlo.

— No te molesta mi presencia.

— No, al contrario fue bueno que vinieras, ya me daba mucho reparo estar aquí tan sola, aunque es bueno a veces los fantasma que nos persiguen se vuelven algo inquietos, tanto que son capaces de despertar fuertes heridas del pasado.

— Sabes Milena, haz sabido hablar con bastante sabiduría, así que comprendo lo que quieres decir, realmente suelen llegar a hacer bastante ruidosos a veces.

Ahora y sin esperarlo a causa de su propia decisión yo había terminado siendo participe de aquello y en vista de ello no quiero arruinar aquel momento ahora más tranquilo, introduje mis manos a cada lado de mis bolsillos y termine de darme por completo la vuelta en su dirección.

Milena volvió a colocar vista al frente y esta vez por voluntad propia cedió a tomar las riendas de aquella conversación — y bien, podría saber qué es lo que te aqueja, porque al escucharte puedo decir y en vista de todo lo que ha sucedió aquí, que tus fantasma han estado bastante inquietos en este lugar.

— A ti es evidente de que no te puedo engañar — dije tras dar algunos cuantos pasos acercándome así a la baranda y dándole por ello la espalda.

— En realidad viene aquí con la esperanza de encontrarme con alguien bueno mejor dicho con álguienes pero por más intentos que eh hecho o incluso el tiempo que eh esperado no eh podido llegar a verles.

— Podrías saber de que hablas, tal vez te pueda ayudar.

En aquel momento la máscara con la que cubro mi rostro donde la hombría, la galantería aun más la prepotencia con la que disfrazo mis emociones curiosamente se cayó y por incidencia de mis propios pensamientos me terminé convirtiendo en un simple y tierno gatito, con mis pensamientos deje de luchar y me volví débil delante de ella.

Aquello provoco que me diera la vuelta y desde allí una vez la observe en silenció me acerque y junto a ella sobre aquella cama me acomode.

Haciéndome mis brazos hacia atrás hice que todo mi peso se dispusiera sobre mis ante brazos haciendo que por ende ante ella me mostrase ajeno a cualquier obra o malicia.

— Hablo de quienes me han entregado más amor por mí en solo cinco años que compartí con ellos que mis padres con quienes eh convivido casi toda mi vida, hablo del señor Carlos, de su esposa Jocelyn y de la pequeña Ava, los únicos en este mundo a los que considero totalmente mi familia.

— ¡Cómo! Aun no les has visto.

— No, y lo peor es que Manuel todos los días me expone una excusa nueva del porque no están aquí y me recalca una y otra vez que ellos vendrán y yo como un tonto le creo y espero, la verdad creo que lo mejor es que me haga a la idea de que por ahora no los veré.