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La decepción de milena

Lo que me hacía falta, Alexander había chocado contra mi vida de nuevo y de una manera caótica, ahora contra lo que supone la realidad, mi realidad y era casi esperable suponer que nada bueno vendría con ello.

Sí, era algo que yo quería, tenerlo así de cerca y que me reconociese como lo que soy significaba mucho para mí, aunque no lo iba a admitir delante de él, eso probablemente jamás lo haría.

Ahora bien, que interrumpiera de tal manera mi sola existencia fue un llamado claro a la guerra y las secuelas que aquello trajo de por medio a la vida no solo mía sino de todos fueron muchas y cada una con un peso peor que el anterior.

Su presencia no solo hizo que mí día a día se viese afectado, sino que también hizo estragos en mi trabajo y en la relación que tenía con mis amigos especialmente con Emely la cual fracaso de la nada y sin razón, aclaro solo por la presencia de un hombre, cosa que ella demostró una vez llego la noche y el tiempo de explicar con ello se formó.

Emely por más que yo lo intentaba no aceptaba la idea de que todo había obrado en base a lo que él destino había deseado, no entendía que nada de esto era algo que él, mi familia o yo habíamos propiciado y a partir de su tonta idea de querer idealizar a la gente por su poder y tenencia es que ella hacía de Alexander ante sus ojos un dios ante el cual pocos debían incluso de levantar la cabeza, un dios que según ella debía de domar.

Aquel tonto pensar era lo que nos mantenía constantemente en discusiones porque yo no podía aceptar el hecho de ver a los demás en cuanto a lo que puedan ofrecer material mente hablando, porque de eso, aunque mi familia no es la más rica que supongamos eh tenido todo y nada por ello me ha faltado; sin embargo, yo por él contrarió prefería mil veces mirar el alma, disfrutar de sus secretos y verla ser tal cual es en toda la extensión de la palabra.

— Quiero que seas precisa y que no me andes con rodeos Milena.

— Bien, entonces te concedo libertad para que preguntes Emely — sentadas en la sala de nuestro apartamento algo distanciadas aquel interrogatorio inició.

— Que bueno que lo haces, porque tengo algunas dudas.

Inocente di mi aceptación ante aquello, sin saber que caería en un bucle en el cual dejaría de ser su amiga y me convertiría en otra chica más del motón que encajaban en la etiqueta "poco o nulo agrado".

La amistad de hace años se perdió en solo un día, simplemente y vuelvo a repetir por un hombre el cual ninguna de las dos puede alcanzar, pero con el cual mi vida curiosamente se ha visto unida, lo que ahora me hace sin dudas entender el famoso refrán que dice "en la guerra y en el amor todos somos rivales".

— Desde cuando me engañas.

— Pero si no te eh engañado, solo no quise exponerlo a él por lo mismo de que es un asunto muy delicado, además bastante difícil de creer, no era algo que debía de gritar a los cinco vientos tampoco por lo pronto el me recordaba, yo no era nadie significante en su vida hasta que nos encontramos en la isla y supo la verdad gracias al abuelo.

El enojo salía de ella como si yo fuera su más fiel enemiga, su actitud era impensable e incomprensible a la vez.

— Y de verdad piensas que me voy a comer el cuento de que se acaban de reencontrar. Milena, tú y yo sabemos que eso es más que imposible, todo el tiempo has actuado como una mosquita muerta y resulta que eres tremenda víbora capaz de envolver hombres a tu merced.

— Em no puedo creer lo que sale de ti, porque me hablas así — increpe, pero la respuesta que vino de por medio solo me hizo sentir mucho peor.

— No me llames Em, eso solo se lo permito a mis amigos no a las traidoras que se disfrazan de santas y puritanas.

Escucharle decir aquello provoco que en mi se anidara un enorme dolor, yo no entendía como todo aquello podía suceder, porque aquel halla resultado ser cercano a mí, su actitud era horrenda y extremadamente irracional.

— Estas siendo muy injusta, que demonios tienes en la cabeza como para tratarme de esa manera, por un momento calla y analiza antes de emitir juicio alguno, porque lo que estás diciendo duele y no se podrá remediar.

— No me importa, te metiste con el hombre de mi vida con el que llevo una vida soñando, con él cual pensaba obtener todo y más.

— Emely te estás volviendo loca, acaso te estás escuchando, él nunca nos habría mirado y si lo hubiera hecho solo habría sido para ser parte de su dichoso juego, nunca seríamos nadie relevante para él.

— Pues si no te consideras serlo déjalo y hazte a un lado, y permite no sé, que ambos nos conozcamos puede ser que le caiga bien.

La locura y la obsesión sin dudas se tornaron en ella, sabía que su añoro por Alexander estaba presente pero no imaginaba que su delirio pudiera llegar a tener tal magnitud.

Cada vez sus palabras se volvían más y más crueles, parecía que ella las sacaba de lo más profundo de su podrida alma, porque sí, para la aberración de sus ofensas no había mayor lógica.

De sí escupía frases una tras otra como si durante años aquella se hubiera encontrado acumulando tanto odio hacía mí y este hecho a fin de cuentas resulto ser el que desbordo su vaso.

Ella de alguna manera me había detestado tanto que ningún rastro de buenos sentimientos habitaban en ella que me incluyeran, pero porque, es lo que no entiendo por más que lo analizo sumergida en mis pensamientos.

Perdida en su sola consciencia actuaba como si en el mundo no hubiese alguien más importante que ella y aún peor como si yo fuera totalmente insignificante.

Con la mirada dirigida al suelo me quede, ante su crueldad guarde silencio y contuve toda acción, pero, aunque me negaba a actuar mi cabeza me pedía a gritos estallar.

De alguna manera mi conciencia me reclamaba que no me debía quedar callada, que debía defenderme y ponerla en su lugar, que debía de hacerla entrar en razón, pero, como soy tan llevada a la calma, esa sin dudas no fue mi primera opción y aguantar fue lo más preferible.

Pero de que valió, de nada la verdad más allá de llegar a sentirme sumamente insignificante, recompensa por mi buena paciencia no obtuve.

Mis ojos se empaparon de lágrimas, yo no podía creer como ella podía expresarse de mí de aquella manera cuando lo único que eh hecho en esta vida es ser una buena amiga, una quien la ha apoyado en cada una de sus locuras y se ha enorgullecido por ella por cada logro positivo en su vida, pero eso no le importaba.

En aquel momento solo quería salir corriendo el dolor que sentía no lo experimentado jamás pues era imposible para mi imaginar que en una persona pudiera albergarse tanto odio por otra.

Y como si mis pensamientos hubieran sido escuchados por algún ente celestial, de la nada la puerta se abrió con un fuerte golpe ¡Plam! Sonido que retumbo con fuerza en las inmediaciones de aquel apartamento.

Emely y yo no tardamos en dirigir la vista hasta la puerta de entrada de donde aquel fuerte ruido provino algunas asustadas porque era algo evidente que escuchar aquello nos iba a probar de algún modo nuestros nervios.

En plena entrada se encontraba Alexander con el rostro inexpresivo y al que solamente hacía necesario ver a los ojos para comprender lo molesto que se encontraba.

El enojo proveniente de él no tenía nombre, su rostro había tomado un color rojo pues aparentemente tenía rato conteniendo el enfado hasta que no pudo más y lo libero.

Emely al verlo se puso de pie y con algo de altanería ligada está a una falsa alegría aquella busco acercarse a él moviendo las caderas al son de una vieja bala evidentemente coqueta y despampanante, totalmente radiante como si en efecto nada hubiera sucedido.

Aquella intento rodearlo con los brazos y aunque imaginaba que él no lo iba a permitir mis ideas me fallaron, aunque no del todo.

La decepción se formó en mis ojos y antes de que pudiera bajar la cabeza por nueva vez solo pude observar cómo Alexander indignado introducía sus manos a cada lado de sus bolsillos.