Capítulo 2: El Juego de las Sombras
Las semanas que siguieron fueron una danza macabra de humillaciones y amenazas. Ryeowook se movía por la Academia Seúl como un fantasma, invisible para la mayoría, pero siempre en el punto de mira de Jungkook y su grupo. Cada día era una batalla por la supervivencia, una lucha contra la crueldad y la indiferencia.
Jungkook se había convertido en su sombra, acechándolo en los pasillos, interrumpiendo sus clases con comentarios hirientes, e incluso llegando a sabotear sus trabajos en grupo. Jin, con su sarcasmo mordaz, se burlaba de su pobreza, mientras Taehyung, siempre con una sonrisa fría en su rostro, le recordaba constantemente su lugar en la jerarquía social.
Ryeowook se refugió en la amistad de Lily, Félix y Somi. Los tres lo protegían como podían, pero la amenaza de Jungkook siempre estaba latente.
Un día, mientras Ryeowook caminaba por el patio de la Academia, sintió una mano en su hombro. Se giró, con el corazón latiendo con fuerza, y se encontró con Jungkook, su mirada gélida y amenazante.
"Te estaba buscando," dijo Jungkook, su voz era un susurro que lo hacía estremecer. "Tengo algo para ti."
Jungkook le tendió un papel doblado. Ryeowook lo tomó con manos temblorosas, su mente se llenó de preocupación.
"Es un reto," dijo Jungkook, con una sonrisa cruel. "Si lo superas, te dejaré en paz."
Ryeowook desplegó el papel. Era un dibujo, una caricatura grotesca de él mismo, con orejas de burro y una nariz de cerdo. Debajo del dibujo, una frase escrita con letras torcidas: "El Pordiosero."
"Tienes una semana para dibujar algo mejor," dijo Jungkook, "Algo que demuestre que eres algo más que un simple juguete."
Ryeowook sintió un nudo en la garganta. Era una trampa, una forma de humillarlo aún más. Pero no podía negarse. Si no lo hacía, las cosas serían aún peores.
"Lo haré," dijo Ryeowook, su voz era un susurro apenas audible.
Jungkook se alejó, dejándolo solo con la amenaza latente en el aire. Ryeowook se dirigió a la biblioteca, buscando refugio en el silencio de los libros. Necesitaba concentrarse, necesitaba encontrar una forma de superar el reto de Jungkook.
Mientras buscaba inspiración entre las páginas de un libro de arte, un pensamiento se le ocurrió. Un pensamiento que le dio una idea brillante, una idea que podría ser su salvación.
Ryeowook se quedó hasta tarde en la biblioteca, dibujando con pasión y furia. Su corazón latía con fuerza, sus manos temblaban de emoción. Sabía que tenía que crear algo especial, algo que demostrara su valor, algo que dejara a Jungkook sin palabras.
Cuando terminó, se sintió satisfecho. Su dibujo era una obra de arte, una expresión de su alma, una respuesta a la crueldad de Jungkook.
Al día siguiente, Ryeowook se dirigió a la sala de profesores, con el corazón latiendo con fuerza. Entregó su dibujo a Jungkook, con una mirada llena de determinación.
Jungkook observó el dibujo con atención, su rostro no mostraba ninguna emoción. Ryeowook se sintió nervioso, su cuerpo temblaba.
"No está mal," dijo Jungkook, su voz era fría e impersonal. "Me ha sorprendido."
Ryeowook sintió un alivio inmenso. Había ganado. Jungkook había reconocido su talento.
"¿Entonces me dejarás en paz?" preguntó Ryeowook, su voz temblaba de emoción.
Jungkook lo miró fijamente, sus ojos brillaban con una intensidad que lo hacía estremecer.
"No," dijo Jungkook, su voz era un susurro que parecía penetrar en su alma. "El juego apenas comienza."
Ryeowook sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. El juego había comenzado, y él estaba atrapado en el centro del tablero, rodeado de enemigos que no tenían miedo de utilizar cualquier arma para vencerlo.
Las últimas semanas habían sido difíciles, pero él no se rendiría. Él lucharía por su lugar, por su dignidad, por su alma. Y él también encontraría su voz, su propio susurro que resonaría en los corazones de todos.
El susurro del corazón de Ryeowook se convirtió en un grito de esperanza. Un grito que se extendía por la Academia Seúl, un grito que anunciaba el inicio de una batalla que no terminaría hasta que él conquistara su libertad...