Mientras tanto, en una mesa cercana al escenario, Karime había decidido celebrar su cumpleaños. A pesar de que el lugar era más popular entre la gente mayor, a ella le encantaba el ambiente. Quizás era la mezcla de la música en vivo, la comida tradicional y el encanto casi nostálgico del lugar lo que la atraía. O tal vez era simplemente porque sabía que su familia disfrutaría tanto como ella.
El mesero los llevó a una mesa que tenía una vista perfecta del escenario. Lo suficientemente cerca para escuchar la música, pero no tan cerca como para tener que gritar durante la cena. Todo estaba bien hasta que su abuela, con una mirada cargada de preocupación, le soltó la temida pregunta:
—Kary, ¿en serio te tienes que ir? —La voz de su abuela sonaba como si el peso del mundo descansara sobre cada palabra.
Hace unos días, Karime había dado la noticia: una beca y un trabajo en otro país. Un sueño hecho realidad, pero también una despedida anticipada. Sabía que su abuela se sentiría así, que la distancia sería un trago amargo, pero también sabía que era su oportunidad de despegar, de volar alto.
—Sí, abuela. Es una oportunidad única —respondió Karime, con una sonrisa que intentaba ser más brillante de lo que realmente era—. Pero prometo que volveré a visitarlos cada vez que pueda.
Aunque sus palabras sonaban decididas, en su interior las dudas daban vueltas como una tormenta. La idea de separarse de su familia la desgarraba por dentro, pero la necesidad de construir su propio futuro era más fuerte. Era hora de dejar el nido, de enfrentarse al mundo por su cuenta. La decisión ya estaba tomada, pero eso no hacía más fácil la despedida.
Su abuela sonrió, pero el brillo en sus ojos delataba la preocupación que intentaba esconder. Y Karime estaba segura de que, en algún rincón de su mente, su abuela estaba preparando un último discurso emotivo para hacerla cambiar de opinión. De hecho, sus abuelos ya lo habían intentado. Con palabras suaves y promesas de que no necesitaba irse tan lejos para triunfar, habían tratado de retenerla, pero su decisión era firme.
El ambiente de la mesa era una mezcla de risas nerviosas y conversaciones suaves, cuando de repente algo, o más bien alguien, captó la atención de Karime. Era un chico, y no uno cualquiera. No, este tenía ese tipo de atractivo que hacía que las conversaciones se detuvieran a su paso. Su presencia era magnética, imposible de ignorar. A todas luces, un músico, dedujo Karime, observando cómo se dirigía al escenario con una guitarra en la mano y una sonrisa un tanto tímida.
—Hola a todos, soy Nadir —dijo el chico mientras ajustaba el micrófono y su guitarra. Tenía una voz suave, casi como si no quisiera interrumpir a nadie, pero al mismo tiempo había algo en su tono que obligaba a prestarle atención—. Es mi primera presentación esta noche, espero que les guste.
La humildad de su introducción arrancó aplausos de apoyo de los comensales. Parecía nervioso, pero la chispa en sus ojos delataba que había más en él de lo que dejaba ver. Karime, intrigada, dejó de prestarle atención a su familia y centró su mirada en él, esperando escuchar lo que tenía para ofrecer.
El primer acorde resonó, y Nadir comenzó a cantar. Su voz era cálida, y aunque no era de esas que dejaban sin aliento al instante, tenía un tono que atrapaba y calmaba. Cantó algunas canciones conocidas, las típicas que hacen que todos canten por lo bajo mientras disfrutan de su comida. Karime se dejó llevar, perdiéndose en la música mientras llegaban los platillos que habían pedido.
Pero justo cuando el ambiente comenzaba a volverse una mezcla de conversaciones y risas, Nadir volvió a tomar el micrófono.
—Lamento interrumpir, damas y caballeros —dijo con una sonrisa tímida—, pero quiero decirles que la próxima canción es una que yo compuse. Significa mucho para mí, así que espero que puedan escucharla con atención.
Karime levantó la mirada, y no fue la única. La mención de una canción original siempre tenía el poder de silenciar a una multitud. Nadir bebió un sorbo de agua y, con un respiro profundo, empezó a rasguear las cuerdas de su guitarra. Las primeras notas eran suaves, casi melancólicas, como si estuvieran contando una historia sin palabras. Entonces comenzó a cantar:
-Dos oruguitas enamoradas
Pasan sus noches y madrugadas
Llenas de hambre
Siguen andando y navegando un mundo
Que cambia, y sigue cambiando-
-Dos oruguitas paran el viento
Mientras se abrazan con sentimiento
Siguen creciendo, no saben cuándo
Buscar algún rincón
El tiempo sigue cambiando
Inseparables son
Y el tiempo sigue cambiando -
Las palabras flotaban en el aire, llenando el restaurante con una mezcla de nostalgia y esperanza. Karime sintió un nudo formarse en su garganta. Había algo en esa canción, algo que resonaba profundamente en su corazón. No solo ella, las personas en otras mesas también se habían quedado en silencio, escuchando con atención. Algunas señoras mayores tenían los ojos brillantes, como si las palabras de Nadir estuvieran desenterrando recuerdos de tiempos difíciles.
-Ay oruguitas, no se aguanten más
Hay que crecer, partir, volver
Hacia adelante seguirás
Vienen milagros, vienen crisálidas
Hay que partir y construir su propio futuro.-
Karime no pudo evitarlo. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas. La canción parecía haber sido escrita para ella, para su situación. Los versos hablaban de crecer, de separarse, de encontrar un nuevo camino, todo lo que ella estaba viviendo. Su familia, a su alrededor, también estaba profundamente conmovida. Podía ver la confusión y la tristeza en los ojos de sus padres, tratando de procesar las emociones que la canción despertaba en ellos. La despedida inminente, el miedo al cambio, la esperanza de un futuro mejor, todo encapsulado en esa melodía.
-Dos oruguitas desorientadas
En dos capullos bien abrigadas
Con sueños nuevos
Ya solo falta hacer lo necesario
En el mundo que sigue cambiando
Tumbando sus paredes
Ahí viene nuestro milagro.-
-Ay mariposas, no se aguanten más
Hay que crecer, partir, volver
Hacia adelante seguirás
Ya son milagros, rompiendo crisálidas
Hay que volar, hay que encontrar
Su propio futuro-
Cuando Nadir cantó sobre las oruguitas convirtiéndose en mariposas, Karime sintió que la canción le estaba hablando directamente al alma. Era un recordatorio de que, aunque el cambio era aterrador, también era necesario. Que había que dejar atrás lo conocido para descubrir lo que estaba por venir.
Para cuando la canción terminó, el restaurante estaba en completo silencio, y luego, como si un interruptor hubiera sido encendido, los aplausos llenaron el lugar. Nadir sonrió, inclinando la cabeza en agradecimiento antes de bajar del escenario. Mientras se alejaba, Karime lo observó con una nueva admiración. No solo era un chico guapo con talento musical. Era alguien que había logrado tocar el corazón de todos en esa sala, y eso, pensó Karime, era un verdadero don.
Canción:
«Dos oruguitas»
Canción de Sebastián Yatra
Publicación: 2021
Género: Pop
Compositor(es): Lin-Manuel Miranda