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8

Para la Familia, el día siguiente al atentado contra Don Corleone fue una jornada de actividad frenética. Michael permaneció junto al teléfono, recibiendo mensajes para Sonny. Tom Hagen estaba ocupado tratando de encontrar un mediador aceptable para ambas partes, al efecto de que pudiera organizarse una conferencia con Sollozzo. El Turco parecía haberse esfumado, seguramente porque sabía que los hombres de Clemenza y de Tessio andaban buscándolo por toda la ciudad. En efecto, Sollozzo permanecía en su escondite, al igual que los principales miembros de la familia Tattaglia, y Sonny lo sabía; el enemigo no podía hacer otra cosa, dadas las circunstancias.

Clemenza debía ocuparse de Paulie Gatto. Tessio tenía que encontrar la pista de Luca Brasi, que no había estado en su casa desde la noche anterior al atentado. Ello era un mal síntoma, pero Sonny no podía creer que Brasi hubiera traicionado a la Familia, ni que se hubiera dejado sorprender.

Mamá Corleone permaneció en la ciudad, en casa de unos amigos de la Familia, para estar cerca del hospital. Carlo Rizzi, el yerno, había ofrecido sus servicios, pero se le dijo que cuidara de su propio negocio, el que Don le había procurado, que consistía en una lucrativa correduría de apuestas en el barrio italiano de Manhattan. Connie estaba con su madre, en la ciudad, para poder visitar con frecuencia a su padre en el hospital.

Freddie seguía en tratamiento a base de sedantes en su habitación de la casa paterna. Sonny y Michael le habían hecho una visita, y ambos quedaron asombrados al ver la palidez del rostro de su hermano.

—¡Madre mía! —exclamó Sonny—. Si parece que las balas las haya recibido él.

Michael asintió. En el campo de batalla había visto soldados en el mismo estado que Freddie, pero nunca lo hubiera esperado de su hermano. Recordaba que, de niños, Freddie había sido el más fuerte de los tres. Aunque, a decir verdad, también había sido siempre el más obediente y respetuoso para con su padre. Sin embargo, todos sabían que desde hacía tiempo, el Don no contaba con Freddie cuando se trataba de resolver asuntos importantes. Le faltaba inteligencia y, además, era demasiado sensible. Era un solitario, no tenía suficiente fuerza de espíritu.

A última hora de la tarde, Michael recibió una llamada de Johnny Fontane, desde Hollywood. Sonny se puso al teléfono:

—No, Johnny, no vale la pena que hagas un viaje tan largo para ver a mi padre. Está muy mal, y ello representaría para ti una publicidad negativa. Sé que al viejo no le gustaría. Espera a que se recupere un poco. Entonces, cuando esté en casa, ven a verle. De acuerdo, Johnny. No te preocupes, le transmitiré tu mensaje.

Sonny colgó el auricular y se volvió hacia Michael.

—A papá le gustará saber que Johnny quería venir desde California con el único objeto de hacerle una visita —comentó.

Posteriormente, aquella misma tarde, Michael recibió una llamada por el teléfono de la cocina, donde estaba de guardia uno de los hombres de Clemenza. Era Kay.

—¿Cómo está tu padre? —preguntó.

Su voz sonaba un poco extraña. Michael sabía que la muchacha no podía acabar de creer que su padre era realmente lo que los periódicos decían que era: un gángster.

—Se pondrá bien —afirmó Michael.

—¿Podré acompañarte cuando vayas al hospital a visitarlo?

Michael se echó a reír. Kay se había acordado de que él le había dicho muchas veces hasta qué punto valoraban los viejos italianos estos detalles.

—Éste es un caso especial —objetó—. Si los periodistas se enteran de quién eres, aparecerás en la tercera página del Daily News con unos titulares que dirán: «La heredera de una antigua familia americana mantiene un idilio con el hijo de un alto jefe de la Mafia». ¿Cómo sentaría eso a tus padres?

—Mis padres nunca leen el Daily News —respondió Kay, secamente. Se produjo una corta pausa y Kay prosiguió—: ¿Pero tú estás bien, Mike? ¿No corres ningún peligro?

Michael rió de nuevo.

—Se me conoce como el corderito de la familia Corleone. Soy tan inofensivo, que nadie se preocupará de mi persona. No, todo ha terminado, Kay; no habrá problemas. En cierto modo, todo ha sido un accidente. Ya te lo explicaré cuando nos veamos.

—¿Y cuándo será eso? —preguntó Kay.

—¿Te va bien esta noche? Tomaremos algo y cenaremos en tu hotel, después iré al hospital a visitar a mi padre. Ya estoy cansado de estar todo el día junto al teléfono. ¿Qué te parece? Pero ni una palabra a nadie. No quiero que los periodistas nos fotografíen juntos. Te lo digo en serio; Kay; sería muy violento, sobre todo para tus padres.

—Muy bien —dijo Kay—. Te esperaré. ¿Quieres que te compre algo? ¿Necesitas cualquier otra cosa?

—No —respondió Michael—. Sólo quiero que estés lista cuando vaya a buscarte.

—No te preocupes, lo estaré —rió la muchacha con cierto nerviosismo—. ¿No lo estoy siempre?

—Sí, desde luego. Por eso eres para mí la mejor de las chicas.

—Te quiero —dijo Kay—. ¿Por qué no me dices que tú también me quieres?

—Ahora no puedo —respondió Michael, después de mirar a los cuatro hombres que estaban sentados en la cocina—. Quedamos para esta noche ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

Michael colgó el auricular.

Clemenza acababa de regresar de su trabajo del día y se hallaba en la cocina, ocupado con una lata de tomate. Michael le saludó y se fue al despacho, donde encontró a Hagen y a Sonny, que le esperaban con impaciencia.

—¿Ha llegado ya Clemenza? —preguntó Sonny.

—Está preparando espaguetis para la tropa, igual que en el ejército —bromeó Michael.

—Pues dile que lo deje todo y venga aquí enseguida —ordenó Sonny—. Tiene cosas más importantes que hacer. Que venga también Tessio.

Minutos después, los cinco hombres estaban en el despacho.

—¿Te has encargado de él? —dijo Sonny secamente, dirigiéndose a Clemenza.

—No volverás a verlo —fue la respuesta del caporegime.

Michael sintió un escalofrío al comprender que estaban hablando de Paulie Gatto, de que el pequeño Paulie había muerto a manos del bonachón Clemenza.

Sonny preguntó a Hagen:

—¿Has tenido suerte con Sollozzo?

Hagen hizo un gesto negativo.

—Parece que ya no tiene interés en negociar con nosotros —respondió—. O tal vez tenga miedo de nuestros hombres. En cualquier caso, sabe que no le queda más remedio que pactar con nosotros. Perdió su gran oportunidad cuando no consiguió acabar con tu padre.

—Es un individuo listo —dijo Sonny—, el más listo con el que se ha enfrentado nuestra Familia. Tal vez se imagina que queremos ganar tiempo mientras mi padre se recupera, o que esperamos la ocasión de cazarle a él.

—Seguro que algo sospecha —asintió Hagen—. Sin embargo, no le queda más remedio que negociar. Mañana quedará todo arreglado, estoy seguro.

En aquel momento, uno de los hombres de Clemenza llamó a la puerta y, después de recibir el permiso, entró en la oficina.

—Acaban de dar la noticia por la radio —informó a su jefe directo—: la policía ha encontrado a Paulie Gatto, muerto en su coche.

—No se preocupe —respondió Clemenza, asintiendo.

El subordinado le miró con expresión de sorpresa, y enseguida le dirigió una mirada de comprensión, antes de regresar a la cocina.

La conferencia prosiguió como si no hubiese habido interrupción alguna. Sonny preguntó a Hagen:

—¿Se ha producido algún cambio en el estado del Don?

—Está muy bien, pero no podrá hablar hasta dentro de un par de días —contestó Hagen—. Está muy débil. Se va recuperando de la operación. Tu madre está a su lado casi todo el día, y también Connie. Hay muchos policías en el hospital, y también están los hombres de Tessio, por si las moscas. Dentro de dos días estará bien; entonces podrá darnos instrucciones. Mientras, hemos de evitar que Sollozzo cometa una locura. Por eso quiero que empieces las negociaciones con él.

—Mientras mi padre se recupera, Clemenza y Tessio velarán por él —gruñó Sonny—. Tal vez tengamos suerte y podamos resolverlo todo.

—No lo creo —replicó Hagen—. Sollozzo es demasiado listo. Sabe positivamente que, una vez en la mesa de negociaciones, tendrá que plegarse casi por completo a nuestras condiciones, por eso está dando largas al asunto. Sospecho que intenta conseguir el apoyo de las otras Familias de Nueva York para que no nos atrevamos a proceder contra él cuando el Don se haya recuperado.

—¿Por qué diablos tendrían que apoyarle? —exclamó Sonny, sorprendido.

—Para evitar una guerra que perjudicaría a todos —replicó Hagen, pacientemente—. Para evitar que la prensa y el Gobierno se fijen demasiado en todos nosotros. Además, Sollozzo les daría su parte. Y tú sabes que en un asunto como el de las drogas hay mucho que repartir. La familia Corleone no necesita las drogas, ya que tiene el juego, que es lo más rentable. Pero las otras Familias están hambrientas. Sollozzo es un hombre con experiencia y ellos saben que está capacitado para operar a gran escala. Vivo, representa dinero para sus bolsillos; muerto, es un problema.

Michael nunca había visto aquella expresión en el rostro de su hermano Sonny. Su bronceada piel había adquirido un tono grisáceo.

—Me importa un bledo lo que quieran las demás Familias. Mejor será que no se mezclen en esta lucha.

Clemenza y Tessio se agitaron en sus sillas, incómodos. Se sentían como oficiales de infantería que oyeran a su general hablar de conquistar un objetivo inexpugnable, prescindiendo de las vidas que tuvieran que sacrificarse.

—Escucha, Sonny —dijo Hagen con cierta impaciencia—: a tu padre no le gustaría oírte hablar así. Ya conoces su opinión: «Eso es un despilfarro». No nos detendremos ante nada, si el Don nos ordena ir a la caza de Sollozzo. Pero esto no es una cuestión personal, sino un asunto de negocios. Si vamos tras el Turco y las otras Familias interfieren, discutiremos con ellos el problema. Luego si ven que estamos completamente decididos, nos dejarán hacer. El Don hará concesiones en otros terrenos, para compensar. Pero no dejes que corra la sangre en un asunto como éste. Sólo son negocios. Incluso el atentado contra tu padre fue un asunto de negocios, pues no hubo nada personal. No lo olvides.

Sonny no parecía dispuesto a ceder.

—Lo comprendo —asintió—; pero no permitiré que nadie se ponga en nuestro camino cuando vayamos a por Sollozzo.

Sonny se volvió hacia Tessio:

—¿Alguna noticia respecto a Luca?

—Nada en absoluto —contestó el caporegime—. Sollozzo debe haberlo secuestrado.

—Me sorprendió que Sollozzo no se sintiera en absoluto preocupado respecto a Luca —comentó Hagen—. Es demasiado listo para no preocuparse por un hombre como Luca. Pienso que tal vez lo haya puesto fuera de la circulación, de una forma u otra.

—¡Dios! —musitó Sonny—. Espero que Luca no esté luchando contra nosotros. Eso sí me daría verdadero miedo. Clemenza, Tessio: ¿qué creéis que puede haber ocurrido?

—Cualquiera puede hacer una tontería, y la prueba la tienes en Paulie —contestó Clemenza lentamente—. Pero Luca, no. El Padrino siempre ha confiado ciegamente en él. Luca es el único hombre al que ha temido. Pero hay más, Sonny. Luca ha respetado siempre a tu padre más que cualquier otra persona, y sabes muy bien que a tu padre todo el mundo lo respeta. No, Luca nunca nos traicionaría. Y me cuesta creer que un hombre como Sollozzo, por astuto que sea, pueda sorprender a Luca. Es un hombre que sospecha de todo y de todos. Siempre está preparado para lo peor. Me inclino a pensar que habrá salido fuera de la ciudad por unos pocos días. Tendremos noticias suyas en el momento menos pensado.

Sonny se volvió a Tessio.

—Cualquiera puede convertirse en traidor —opinó el caporegime de Brooklyn—. Luca siempre ha sido muy susceptible. Tal vez el Don le ofendió sin querer. Entra dentro de lo posible. Sin embargo, creo que Sollozzo le dio una pequeña sorpresa. Eso concuerda con la opinión del consigliere. Deberíamos prepararnos para aceptar lo peor.

—Sollozzo no tardará en enterarse de lo de Paulie Gatto. ¿Cómo va a reaccionar? —dijo Sonny, dirigiéndose a todos.

—Le hará recapacitar —sonrió Clemenza—. Sabrá que nadie se burla de la familia Corleone y comprenderá que ayer tuvo mucha suerte.

—Eso no fue suerte —señaló Sonny bruscamente—. Sollozzo lo había estado planeando todo durante semanas. Estaban al corriente de todos y cada uno de los movimientos de mi padre. Luego compraron a Paulie y quizá también a Luca, secuestraron a Tom, hicieron lo que les dio la gana. En realidad tuvieron muy mala suerte. Los esbirros que contrataron no fueron lo suficientemente buenos y, además, el viejo se movió muy aprisa. Si lo hubiesen matado, me habría visto obligado a pactar y Sollozzo habría vencido, al menos de momento. Le hubiera dado cinco, diez años, pero, finalmente, lo habría liquidado. Pero no digas que ha tenido suerte, Pete; eso sería subestimarlo. Creo que últimamente nos hemos dedicado demasiado al peligroso deporte de subestimar al prójimo y que ahora estamos pagando las consecuencias de ello.

Uno de los hombres de la cocina les llevó una fuente de espaguetis y luego varios platos, tenedores y vino. Prosiguieron la reunión mientras comían. Michael no salía de su asombro. Él no comía ni hablaba, pero Sonny, Clemenza y Tessio parecían tener un apetito voraz. Era casi cómico. Y continuaron la discusión.

Tessio no creía que la muerte de Paulie Gatto acobardara a Sollozzo. Es más, estaba por decir que la había previsto y que se había alegrado. Un inútil menos en la nómina. Y no se asustaría; después de todo ¿se habrían asustado ellos de hallarse en la situación del Turco?

—Sé que soy sólo un aficionado —intervino Michael tímidamente—, pero de todo lo que habéis dicho acerca de Sollozzo, teniendo en cuenta que de pronto ha roto la comunicación con Tom, diría que se guarda un as en la manga. No sé qué jugada prepara, pero si lo supiéramos, entonces tendríamos la sartén por el mango.

—Sí —replicó Sonny, de mala gana—, ya he pensado en ello, y lo único que se me ocurre es que tiene a Luca. Ya he dado órdenes de que lo traigan aquí en cuanto aparezca. También es posible que Sollozzo haya llegado a un acuerdo con las otras Familias de Nueva York. En ese caso, mañana mismo nos enteraremos de que nos han declarado la guerra. Si fuese cierto, nos veríamos obligados a someternos al Turco. ¿Estás de acuerdo conmigo, Tom?

—Completamente, Sonny. Y no podemos enfrentarnos con todos sin el permiso de tu padre. Él es el único que puede plantar cara a las otras Familias. Tiene las relaciones políticas necesarias, y sólo él las puede utilizar en su provecho.

Clemenza, en un tono quizá demasiado arrogante para un hombre cuyo primer subordinado le había traicionado recientemente, dijo:

—Sollozzo nunca podrá acercarse a esta casa, jefe. Lo prometo. No tienes por qué preocuparte.

Durante un instante, Sonny lo miró pensativamente. Luego dijo a Tessio:

—¿Qué novedades hay en el hospital? ¿Están tus hombres donde deben estar?

Por vez primera durante la conferencia, Tessio pareció seguro del terreno que pisaba.

—Ya lo creo —asintió—. Están en el interior y en el exterior. Forman un círculo. También los policías lo están haciendo muy bien. Hay agentes de paisano en la puerta de la habitación, esperando interrogar al Don. Es de risa. El Don todavía está siendo alimentado por medio de tubos, por lo que de momento no tenemos por qué preocuparnos de la cocina. Lo digo porque esos turcos son muy aficionados a emplear venenos. Y en modo alguno debemos dejar que se acerquen al Don.

Sonny saltó de la silla.

—Yo no corro peligro, pues tienen que tratar conmigo: necesitan el engranaje de la Familia —y mirando a Michael, añadió, sonriente—: Tal vez vayan a por ti. A lo mejor Sollozzo piensa raptarte y así forzarnos a aceptar sus condiciones.

Tristemente, Michael pensó que su cita con Kay no se produciría. Sonny no le dejaría salir de la casa. Pero Hagen intervino en tono impaciente.

—No, si hubiese querido raptar a Mike, lo hubiera hecho ya. Ocasiones no le han faltado. Pero todo el mundo sabe que Mike no está en los negocios de la Familia. Si lo secuestrara, Sollozzo perdería el apoyo de todas las Familias de Nueva York. Incluso los Tattaglia se verían obligados a ir contra él. No, la cosa es bastante sencilla. Mañana vendrá un representante de las Familias a decirnos que debemos negociar con el Turco. Eso es lo que Sollozzo está esperando. Ése es el as que tiene en la manga.

Michael lanzó un suspiro de alivio.

—Bien —dijo—. Esta noche tengo que ir a la ciudad.

—¿Por qué? —preguntó Sonny con aspereza.

—Tengo intención de ir al hospital a visitar a papá, y también quiero ver a mamá y a Connie. Además, tengo algunas otras cosas que hacer —añadió con una sonrisa.

Lo mismo que el Don, Michael nunca revelaba sus verdaderos motivos, y ahora no tenía ganas de decirle a Sonny que quería ver a Kay Adams. No tenía motivo alguno para ocultárselo; simplemente era su costumbre.

De la cocina salía un rumor confuso de voces. Clemenza fue a ver qué ocurría. Cuando regresó al despacho llevaba en las manos el chaleco a prueba de balas de Luca Brasi. Envuelto en el chaleco había un pez muerto.

—El Turco se ha enterado de lo de su espía, Paulie Gatto —declaró Clemenza.

—Y ahora nosotros sabemos lo de Luca Brasi —concluyó Tessio.

Sonny encendió un cigarrillo y bebió un trago de whisky.

—¿Qué demonios significa ese pez? —preguntó Michael, asombrado.

Hagen, el irlandés, el consigliere, respondió a su pregunta:

—El pez significa que Luca Brasi está durmiendo en el fondo del mar. Es un antiguo mensaje siciliano.