En Eldoralth, los dragones eran considerados los más fuertes de las razas intermedias. Solo uno de sus guerreros más poderosos era suficiente para causar daños catastróficos durante la batalla.
Eran temidos por muchas razones, y no solo por su fuerza física sin igual.
Sus escamas eran más duras que cualquier metal, y sus garras podían desgarrar la armadura como si fuera papel.
Pero lo que verdaderamente los distinguía era su profunda compatibilidad con el mana, casi rivalizando incluso con los Aeonianos en este aspecto.
Un dragón podía canalizar mana con tal facilidad que controlar elementos como el fuego, la tierra y el rayo les venía naturalmente, como si el mundo mismo se doblegara a su voluntad.
Su control era tan absoluto que el aliento de un dragón podía convertir un paisaje en cenizas, partir montañas o invocar tormentas tan feroces que podrían hundir flotas.
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