Prólogo — Gré Espada y la luz

La luz era escasa, casi nula o nula. Tal vez Gré veía una luz, era la que había al final del túnel, lugar en donde comenzaba la vida.

El bebé que se iba a llamar Gré observó otra luz, ajena a la vida, y que estaba frente a él, dentro del vientre de su madre. Por alguna razón Gré comprendía lo que estaba sucediendo, era como una reencarnación pero no recordaba nada de lo que había sucedido antes de vivir, ¿qué era lo que sucedía?

Era absurdo que fuera una reencarnación, en realidad, Gré estaba siendo bendecido con un poder capaz de hacerlo comprender todo lo que estaba sucediendo.

De pronto, la luz comenzó a hablar de una manera muy extraña pero a la vez muy cálida. Su voz era tierna como la de una niña. Era la voz de un ser tan hermoso y decía con paz:

—No recordarás esto hasta el día en el cual te unas a nosotros.

Cuando llegue el año 402 D.E., el día 11 de enero a las seis de la tarde, en el minuto cero, en el segundo cero, deberás utilizar el hechizo contra explosiones más poderoso para protegerte solo a ti.

Sé que son muchas especificaciones pero serán necesarias, Gré Eráí.

Te espera un futuro el cual no te deseo. Ten suerte. —En eso, la luz que le había hablado a Gré Eráí desapareció poco a poco hasta no existir.