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Capítulo 13 — Grí y el imperio

Levantó las cejas por la sorpresa que se llevó, apartó la mirada momentáneamente del panel y observó a Grí algo preocupado, luego observó a Lard con una cara llena de duda y preguntándole algo que se intuía, fácilmente, por la mirada.

—¿Sucede algo? Ya lo hice. —Respondió Lard con una mirada y actitud indiferente y seria ante la situación que se presentaba a los ojos del primer ministro.

—Supongo que no van a ser suficientes, excepto si él accede a venir de forma pacífica hasta aquí, cosa en la que no creo para nada, pero que Su Excelencia cree firmemente por alguna razón. —Negó con la cabeza y una mirada algo frustrada.

Frente al panel, los niveles de maná que en este aparecían eran muy enormes en comparación a lo que creían que iban a haber, concentrados en la triple frontera del reino, la Nación Sagrada y el imperio. No obstante, no era un problema muy grande si decidían enviar las tropas de la capital y alrededores de la frontera para ganar.

Sin embargo, estaba claro que en el imperio había entrado la presencia de un superior extra, quien estaba decidido a participar en los actos que sucederían en pocas horas o días. Por eso, él miró a Lard para que fuera dando la señal de la guerra en contra de la secta, y prepararse para una inminente batalla.

—Primer ministro Joel, ¿usted cree que seamos capaces de matar a un superior, exceptuando mi hermano y la mujer que está con él?

—Si le soy muy sincero con mi respuesta, lo dudo firmemente. Si usted deseara matar a al menos un superior, necesitaríamos la combinación de caballeros, y la presencia de Su Excelencia y Lard; usted peleará con Gré, así que al menos aseguramos a uno.

—¿Estás tan seguro en que yo lograré vencer a mi hermano y matarlo? —Levantó un dedo y le dijo en un tono muy serio:—. No conocemos el incremento de poder en mi hermano, por eso, hay que dudar y ser cautelosos con él, puesto que no sabemos como ha aumentado su poder.

—Pero, Grí Espada… —Joel se enojó con las palabras de su emperador, y murmuró estas misma en un tono bajo a modo de burla y disgusto, faltando al respeto a su gran líder y gran líder del imperio—. No creeré en sus palabras.

Lard se cruzó de brazos, cerró los ojos y habló con enojo:

—Su Excelencia, le aseguramos que acabaremos con al menos un miembro superior de la secta para tener una pequeña victoria. Esto será como matar a un gran noble de una nación enemiga. —Abrió sus ojos y caminó en dirección a la puerta que daba hacia el pasillo de la torre imperial, la abrió y salió cerrando la puerta sin hacer azote de esta a pesar de su fuerza.

—Primer ministro, ¿qué le genera preocupación?; ¿qué sucedería si nuestro imperio cae en mis manos por culpa de la Secta de las Estrellas en algo inevitable? —Rascó su barbilla—. Supuse que como primer ministro elegido por mí, estaba preparado ante cualquier situación y que iba a poder soportar, incluso, una hipotética caída de Su Excelencia, yo.

—¿Cómo cree que haré eso? Sería incapaz de soportar su muerte. ¿Pero usted está completamente loco? ¡No morirá! —Aumentó su tono de voz—. ¡Jamás permitiré que el imperio caiga mientras usted esté a cargo de este! ¡Ni yo, ni Lard, ni nadie lo permitirá! ¡El imperio prevalecerá!

—¿En imperio prevalecerá? Hmm… Algo me dice que mi hermano conoce muy bien el destino del imperio, pero solo son meras suposiciones. Pero en dado caso que logremos acabar con todo este problema, crearé un arma en contra de la secta para la próxima vez que suceda algo similar a esto.

—¿Un arma contra la secta? Es algo positivo que usted quiera hacer eso, pero los poderes de la secta son tan temidos y catastróficos que yo du…

—¿Dudas de mis capacidades? Exacto, yo también dudo de mis capacidades, Joel. Tú, yo, todas las personas dudamos, y dudaremos de nuestras capacidades, como yo pensando en no ser capaz de acabar con mi hermano sin ayuda. —Se levantó del trono y bajó los siete escalones con alfombra roja y bordes amarillos—. Ahora lo que debo de hacer es que, a pesar de mi duda, debo de enfrentarme a Gré Eráí.

—¿Eráí? —El primer ministro se molestó por la mención del apellido de Gré, debido a su pensamiento sobre que Gré había sido destituido de ser un miembro de la familia espada, enojándose seriamente con Gré y poniendo en duda si este odiaba a su hermano.

—¿Eh?

—No, nada. Disculpe hacerlo gastar sus preciados segundos.

—Bueno, acepto esas extrañas disculpas; la próxima vez quiero que repitas lo que habías dicho, sin importar lo que sea, porque soy un ser humano y también poseo la detestable cosa conocida como "duda" y su hermana la "curiosidad".

—Está bien. —Joel se inclinó ante Grí unos segundos, junto a los caballeros a los costado de la alfombra.

Grí Eráí pasó por la alfombra en calcetines, sin ensuciarla con el polvo que sus zapatos recogían. Posteriormente, salió del lugar con la información y la mirada decida, luego cerró la puerta y se puso los zapatos con facilidad, sin necesidad de hacer esfuerzo al meter el pie.

—Cada vez se hacen más cómodos. —Murmuró con una sonrisa mientras veía al frente, diciendo:—. Anhelo que llegue el momento en el cual te mataré, hermano Gré Eráí… No creas que he dejado de considerarte un hermano a pesar de todo; pero no sé si yo te debo una disculpa, tú me debes una disculpa o ambos nos debemos una disculpa.

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—Oye amor, ¿y si te encuentras con tu hermano al llegar al imperio? —Sofía rascó su cabeza mientras veía preocupada a su querido novio.

—No creo que se encuentre en la frontera. Supongo que él en este momento debe estar poniéndose sus zapatos para esperarme a las afueras de la capital, de donde supongo que partiremos juntos hasta el lugar de enfrentamientos —recostó su cabeza en su mano derecha—, en donde uno de nosotros morirá, sí o sí.

—¿Crees que morirás? ¡No quiero que te mueras, ¿sabes…?! —Sofía se acercó un poco a Gré con impaciencia por terminar todo el problema en el cual Gré se había metido.

—Me gustaría dudar, pero el libro del deseo mostró mi deseo, así que te puedo asegurar que no moriré, querida. —Gré sonrió, mas no estaba alegre, debido que significaba haber superado a su hermano, cosa que lo hacía sentir mal, pues tenía miedo de darle en el orgullo a Grí Eráí.

—No te noto muy alegre.

—¿Oh? —Cambió su cara de entusiasmo a una de sorpresa con algo de miedo tras ser descubierto por su amada de una forma tan rápida y extraña. Después de todo, le era imposible ocultar sus sentimientos sobre lo que realmente pensaba—. Tienes razón, no estoy siendo sincero. Es que temo por darle en el orgullo a mi hermano, e incluso pensé que yo sabía mucho de él, pero supongo que no conozco si él realmente va a sentir el dolor de perder ante su hermano.

—No sé sobre Grí porque él es muy alejado a mí, incluso siendo mi cuñado ahora, porque nunca en cuanto lo conocí sucedió todo esto —se alegró al pensar en como la secta no era como lo había pensado—, pero en verdad pienso que no sentiría un golpe en su orgullo, sino que sentiría entusiasmo por ver que su hermano a progresado en poco tiempo.

—Tal vez; sin embargo, no puedo ignorar que él morirá en cuanto termine todo esto. —Agachó la cabeza y dejó caer sus extremidades con disgusto y tristeza.

—El libro del deseo no miente —dijo Riltut—, por lo que si está establecido que él morirá, supongo que hacer esto es algo sin sentido. No obstante, dado que mi libro me mostró que debía ir contigo para acabar con Grí…

—Desgraciadamente no miente —dijo Arroy con una triste mirada—, pero puedes mantener tu esperanza, no es algo que esté prohibido. —Cambió de tema—. No creí que en realidad el libro del deseo mostrare que Grí debía de morir, y que este deseo se repitiera no sólo en ti, Gré, sino que en Sofía y Riltut. Eso solo significa que…

—La muerte de mi hermano es algo que necesita la secta para llegar a su deseo, de alguna forma, pero no comprendo como llegará a ese deseo. ¿Acaso mi hermano tiene algo que ver con la secta como para requerir su muerte?

Riltut respondió con un tono disgustado:

—Solo tiene a ti, tu horrendo ser, como única conexión con la secta de forma directa. Fuera de eso, no sé en qué tenemos conexión…, y si intento averiguar en mi libro —mientras hablaba, surgió en él una idea que dijo como si fuera algo que ya hizo, diciéndolo con naturalidad y fluidez, pero parando de hablar al entender su idea salida de la nada.

Riltut sacó de su bolsillo al libro del deseo, y como ya lo había dicho, le preguntó con la mente la razón por la cual se requería el asesinato de Grí Eráí para el objetivo con la secta, pero nada llegó a una conclusión, puesto que se abrió la página en donde se decía sobre la profecía para Grí, y en esta apareció un mensaje en tinta roja, diferente a la tinta negra de la profecía.

Con inquietud dijo en voz alta lo que estaba escrito en rojo sangre sobre la hoja de la profecía de la muerte de Grí, y esta decía extrañamente:

—La cuarta gran calamidad, primer desastre: el imperio. —El libro del deseo solo había creado una nueva incógnita, a la cual el superior humano respondió con una mirada de enojo y lanzando el libro afuera de la carroza, haciendo que cayera entre el monte y los animales del camino lleno de serpientes.

—Lo tengo que decir —dijo Sofía—, aparte que tengo más dudas, el camino de la frontera es muy raro, y no me atrevería a cruzar a pie por él, sobre todo por la cantidad de animales malos que hay en este lugar.

—¿Animales malos? —preguntó Gré—. No debes de considerar malo a algo que te ataca por miedo y para sobrevivir, que ataca para protegerse a sí mismo y también a los suyos. Pero si sigues con esa mentalidad, sería algo hipócrita considerarte miembro superior de la Secta de las Estrellas. —No estaba furioso, al contrario, le enseñaba en una pequeña porción y con metáforas lo que sucedió en el mundo hace tres siglos y medio, y lo que llevó al mundo hasta este punto.

—No cambien el tema. —Arroy cruzó las piernas—. Estamos tratando sobre lo que en verdad significa la muerte de Grí Eráí para la secta, pero parece que solo quedamos con más dudas que respuestas. Y no estoy dispuesto a tirar mi libro del deseo si me da una respuesta que me deja peor que antes de preguntar.

Riltut dijo:

—Sí, sí. Es frustrante que algo te deje con la puta duda de mierda —frunció el ceño y apretó tanto el timón de la carroza que generó una fisura en él— y cuando intentes buscarle sentido, te deja peor que antes. ¡Es una puta broma mamada de mierda! ¡¡¡¡Algo así me llega a la punta del pene!!!!

Sofía puso un semblante de asco por los insultos tan vulgares del superior, sintiéndose mal al por escucharlos de forma simultánea en un lapso inferior a un cuarto de minutos, creyendo sin dudar en que el superior podría llegar a ser incluso peor de lo que se imaginaba. Sin embargo, dejó de un lado todos esos pensamientos, y se enfocó en encontrar sentido a la cosa por la que Riltut se enfureció.

Tras unos segundos, no encontró ninguna clase de sentido, excepto por una teoría muy extraña que decía en su mente que "la muerte de Grí provocará la cuarta gran calamidad, una guerra contra la secta por matar a un emperador del imperio de Klar". No obstante, realmente no tenía sentido, pues no se imaginaba una guerra contra ellos tras matar al gobernante más importante del mundo, gobernante de la nación más grande existente.

«No… Es imposible.» Tocó su cabeza con dos de sus dedos, preguntándose que era lo que significa todo esto, mas no llegó a nada nuevamente.

Gré notaba desde hace un rato como Sofía intentaba buscar sentido al libro del deseo, pero como lo supuso, no llegó a ningún tipo de solución para el enigma actual.

De pronto se vio el final de la calle, lo que daba aviso de haber entrado al imperio. Frente a ellos se observó un lugar lleno de hierba, pero sin árboles ni animales, y a lo lejos se divisaban unas casas sin nada en especial, por lo que pensaron que se habían equivocado de camino.

—¿Estamos en el imperio? —preguntó Arroy con suma preocupación al no ver a ningún enemigo—. ¿Nos habremos equivocado?

Riltut respondió negando cualquier duda formada:

—La seguridad se ha de haber concentrado en la capital, alrededor de Grí Eráí desde hace dos meses, por lo que es normal que ahora que se está haciendo este ataque medio sorpresa no haya nadie cerca. ¿Crees que alguien recorrería al imperio de la noche a la mañana, pendejo? —Continuó con la carroza.

—Eso es verdad. —dijo Gré—. La ciudad de Ertla se encuentra a tan solo unas decenas de casas de aquí, y supongo que ahí nos deben esperar para la batalla, así que podemos dormir aquí por hoy.