La próxima mañana, Howard estaba en el patio con el ceño fruncido, aireando la ropa de cama.
—¿Por qué tengo que estar aquí parada? —protestó Jelia en voz alta desde el alero, vestida con su falda.
Howard la miró con una expresión sombría y continuó aireando la ropa de cama sin decir una palabra.
No eran solo los colchones, sino también dos edredones que a Howard le había llevado toda la mañana desmontar y lavar, casi haciéndole perder el desayuno.
—¿Qué está pasando que hacen estar a Jelia de pie como castigo? —Greg salió del taller de herrero, llevando puesto su grueso delantal de herrero, y se acercó a Howard para preguntar—. ¿Qué hizo?
—Se hizo pis en la cama. —Howard levantó una mano para desplegar la funda de un edredón, asintiendo con la cabeza hacia Jelia.
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