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Alma sellada

La prueba estaba a punto de terminar. Solo quedaba un postulante por pasar. Era el número doce, el último de la lista. Pero nadie sabía quién era. No tenía nombre, ni apellido, ni edad, ni origen. Solo un número: el doce.

Los doce reyes se miraron entre ellos, intrigados y confundidos. ¿Quién era ese misterioso postulante? ¿De dónde había salido? ¿Qué elemento tenía? ¿Qué rango era? ¿Qué quería?

Kuroki: Bueno, pues ya solo queda uno. El número doce. Pase al frente, por favor.

Nadie se movió. Todos los ojos se dirigieron a la puerta por la que habían entrado los postulantes. Pero nadie apareció. El silencio se hizo en la sala.

Kuroki: ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Número doce?

Nada. Solo el vacío.

Kuroki: ¿Qué pasa? ¿Dónde está? ¿Se ha ido? ¿Se ha asustado?

Nicolás: Tal vez se ha equivocado de sala. Tal vez no era un postulante. Tal vez era un error.

Daren: Tal vez sea una trampa. Tal vez sea un espía. Tal vez sea un enemigo.

Luciel: Tal vez sea un fantasma. Tal vez sea una ilusión. Tal vez sea una broma.

Celestia: Tal vez sea un reto. Tal vez sea un misterio. Tal vez sea una oportunidad.

Los doce reyes empezaron a especular sobre el número doce, cada uno con su propia teoría. Pero ninguno tenía la respuesta. Ninguno sabía la verdad.

De repente, se escuchó un ruido. Un ruido que venía de la piedra que medía el poder de los postulantes. La piedra que estaba en el centro de la sala. La piedra que empezó a temblar.

Los doce reyes se sobresaltaron, y se pusieron en guardia. Algo estaba pasando. Algo extraño. Algo peligroso.

La piedra se agitó con más fuerza, y se oyó una voz. Una voz que salía de la piedra. Una voz que decía:

Hola, soy el número doce. Y vengo a cambiar el mundo.

Kuroki: ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¿Cómo has entrado aquí?

Nicolás: ¿Qué poder tienes? ¿Qué elemento usas? ¿Qué rango eres?

Daren: ¿Qué cambio quieres hacer? ¿Qué planes tienes? ¿Qué motivos te mueven?

Luciel: ¿Qué desafío nos lanzas? ¿Qué reto nos propones? ¿Qué oportunidad nos ofreces?

Celestia: ¿Qué misterio escondes? ¿Qué secreto guardas? ¿Qué verdad revelas?

Los doce reyes le hicieron muchas preguntas al número doce, pero él no respondió. Solo se limitó a reír, una risa burlona y siniestra. Una risa que heló la sangre de todos.

No soy nadie, y soy todos. No quiero nada, y lo quiero todo. He entrado aquí, porque este es mi lugar.

No tengo poder, y lo tengo todo. No uso elemento, y los uso todos. No soy rango, y soy el más alto.

No quiero hacer cambio, y lo hago todo. No tengo planes, y los tengo todos. No me mueven motivos, y me mueven todos.

No les lanzo desafío, y se los lanzo todos. No les propongo reto, y se los propongo todos. No les ofrezco oportunidad, y se las ofrezco todas.

No escondo misterio, y lo escondo todo. No guardo secreto, y lo guardo todo. No revelo verdad, y la revelo toda.

Soy el número doce, y vengo a cambiar el mundo.

La voz del número doce se hizo más fuerte, y la piedra se hizo más brillante. De repente, una explosión sacudió la sala, y una onda de choque lanzó a todos por los aires. Una nube de polvo y humo cubrió el lugar, y se hizo el silencio.

Cuando la nube se disipó, se vio una figura de pie junto a la piedra. Era un joven de cabello rubio y ojos dorados, que llevaba una túnica blanca con bordados de estrellas. Era el número doce, y tenía una sonrisa triunfal en su rostro.

Hola, soy el número doce. Y vengo a cambiar el mundo.,