—¿Estás seguro de que cambiará de opinión? —preguntó Rayven a Lázaro.
—Antes estaba seguro, pero con el tiempo ya no estoy tan seguro de él.
—Entonces necesita ayuda ahora más que nunca.
—Bueno, tú estás aquí para ayudarlo. Yo me voy —dijo.
—Me regañaste por fingir que no me importaba. ¿Qué estás haciendo ahora? —preguntó Rayven.
Los ojos plateados de Lázaro brillaron al tensar su mandíbula. —No. Estoy. Fingiendo.
—Así que de repente no te importa él.
—Sí me importa. Solo que ahora mismo no.
Rayven estaba confundido. ¿Qué clase de sinsentido era este?
—Quizás él dijo cosas hirientes. Solo está tratando de alejarte —explicó Rayven, entendiendo por lo que pasaba Aqueronte.
Lázaro soltó una risita mientras lucía triste. —No tienes que decírmelo. Lo conozco. Pero si sigues empujando a alguien, eventualmente caerán por el precipicio. Tienes suerte de haber ganado después de todo lo que has empujado, ¿así que qué sabrás tú? Pero estar en el lado receptor se siente terrible.
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