—Todavía no te has ido —de repente, el rey venía caminando a través del bosque justo cuando ella estaba a punto de volver. ¿De dónde se suponía que debía irse? —No deberías estar sola aquí en la oscuridad.
—No tengo miedo, Su Majestad.
—Deberías tenerlo —dijo mirando a su alrededor como si temiera que algo saltara de la oscuridad. ¿Acaso tenía miedo? Le costaba creer eso con las habilidades con la espada que había visto de él.
Él la miró de vuelta molesto. Sus ojos aún estaban rojos y sus pestañas húmedas. ¿Había venido solo para buscarla a ella?
—Su Majestad… —ella quería disculparse.
—Volvamos —la interrumpió y se alejó caminando. Ella se apresuró a seguirlo, pero ¡cómo caminaba rápido con esas piernas largas!
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