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SEGUNDA SELECCION PARTE 2

El silencio del vestuario era denso y pesado. Los hombres se habían quedado afuera esperando mientras las chicas terminaban de ducharse, las puertas del baño cerradas de forma que solo se podía escuchar el murmullo lejano del agua. Las horas parecían arrastrarse, y la tensión por la derrota aún persistía, como una sombra sobre todos ellos. Pero cuando las chicas finalmente salieron, la atmósfera cambió de inmediato.

Suarez y Danna se presentaron, frescas y despejadas, con sonrisas juguetonas en sus rostros. Los chicos, que esperaban en silencio, se quedaron boquiabiertos al verlas.

— Ya dejen de vernos, pervertidos —dijo Suarez, con un tono burlón pero juguetón, como si el comportamiento de los chicos fuera un juego que ella ya conocía bien.

— Hahahaha, que no se les salga la baba —agregó Danna, riendo mientras caminaba con seguridad, disfrutando de la incomodidad ajena.

Los chicos no podían evitar mirarlas, algo en ellas parecía brillar, y el silencio incómodo se rompió solo cuando entraron al baño para ducharse.

Dentro de la ducha, el ambiente seguía tenso, cargado con la frustración de la derrota. El agua caliente caía sobre ellos, pero la tensión seguía flotando en el aire. David, sintiendo la necesidad de romper el hielo antes de que las cosas se pusieran aún más incómodas, intentó cambiar el tema.

— Por cierto, ¿de las chicas, cuál es la más linda? —preguntó, con tono relajado, buscando al menos una distracción momentánea.

Jeffer, quien no era conocido por su sutileza, respondió sin pensarlo.

— Ana se ve tierna, parece una niña.

David soltó una risa maliciosa, sin poder evitarlo.

— Te gustan menores por lo visto.

Jeffer lo miró un segundo, algo sorprendido, y luego soltó una pequeña carcajada.

— Cállese, yo solo di mi punto de vista.

— Ana también me parece linda —dijo Dairo, con una sonrisa tímida, mirando hacia el suelo, sin atreverse a hablar demasiado.

Alex, que había estado en silencio, intervino de inmediato, algo desafiante.

— Yo prefiero a Suarez, se ve muy linda.

David le lanzó una mirada rápida, divertida.

— Esa es mía —dijo con un tono de broma.

Alex lo miró de reojo.

— Ni lo sueñes —respondió, con una sonrisa torcida.

El ambiente se fue aligerando poco a poco, pero no fue sino hasta que Killer intervino que la conversación realmente empezó a tomar un giro inesperado.

— ¿Killer, te gusta Suarez? —preguntó David, con tono de juego, pero también algo curioso.

Killer lo miró de reojo, como si no esperara esa pregunta.

— La conozco de hace tiempo —respondió, con voz firme, pero sus ojos no traicionaban nada. Sin embargo, Danna me parece linda y se ve algo sexy.

Un silencio incómodo siguió a sus palabras. Alex se rio de forma burlona.

— Así que le gustan, "Así" —dijo, imitando una expresión coqueta que hizo que todos rieran un poco.

Killer, algo ruborizado, negó con la cabeza, pero no pudo evitar sentir una ligera incomodidad.

— Solo digo que se me hace linda —repitió, intentando minimizar su comentario.

David no pudo evitar una sonrisa divertida.

— Tranquilo, que no te dé pena —dijo, con un tono bromista.

— Cállense —respondió Killer, con una sonrisa contenida, ya más relajado pero todavía avergonzado por la situación.

La charla continuó de forma ligera y llena de risas mientras el agua caía, purificando momentáneamente no solo sus cuerpos, sino también el ambiente, que parecía aligerarse con cada broma y cada comentario.

Al salir de la ducha, el grupo se dirigió hacia la habitación, donde las chicas ya los esperaban. Después de la derrota y el aire pesado que los rodeaba, la simple idea de ir a comer parecía un alivio. Se encaminaron al restaurante del complejo, con la esperanza de un poco de comida reconfortante. Pero al llegar, se encontraron con una sorpresa: el menú había cambiado.

Sin embargo, solo los delanteros y David parecían haber recibido un trato especial. Mientras todos los demás veían con envidia los platos del resto, Killer no dudó en intervenir.

— Vengan, no voy a dejar que coman esas verduras viejas y ese pan. Me dieron verduras más saludables y en mejores condiciones, podemos compartirlas —les ofreció, con una sonrisa amplia.

— Gracias, lindo —respondió Ana, sonrojándose ligeramente, y de inmediato probando lo que Killer había traído.

Suarez, que también había recibido algo diferente, miró su plato y luego a los demás.

— Yo tengo pescado para compartir —comentó con un brillo en los ojos, divertida.

Killer resopló, haciendo una mueca.

— Te dieron algo mejor que yo —dijo, como si estuviera envidiando su comida.

— Y yo tengo algo de carne —intervino Danna, mientras cortaba un trozo de carne y lo ofrecía con una sonrisa.

— A mí me dieron pavo —dijo David, levantando su plato con una expresión orgullosa.

Los chicos comenzaron a compartir la comida de forma relajada, olvidando por un momento las tensiones del partido. Mientras comían, se disculpaban unos a otros por sus errores durante el juego, reconociendo que todos habían cometido fallos, pero también sabían que no podían dejarse consumir por la derrota.

— Qué tiernos, comparten su comida —comentó Hana, que había estado observando desde lejos.

Karla se unió al comentario.

— Aún son muy blandos —dijo con una risa burlona.

Clark, siempre serio, intervino con una mirada penetrante.

— Les queda un largo camino para convertirse en las bestias que quieren para su equipo —comentó, con una frialdad que hacía eco de la dureza de la competencia que enfrentaban.

Max, quien había estado en silencio hasta ese momento, sonrió de manera desafiante.

— Es hora de ponerle picante —dijo, como si la verdadera prueba de su habilidad estuviera por comenzar.

Aunque el ambiente seguía siendo un tanto tenso, algo había cambiado. La derrota aún pesaba, pero al menos en ese momento, entre risas y bromas, el grupo parecía más unido, como si la derrota, por más dolorosa que fuera, también les hubiera dado una lección crucial: el camino hacia la grandeza no solo se forja en victorias, sino también en la capacidad de levantarse después de cada caída.

El ambiente en el campo de entrenamiento era pesado, cargado de un aire de determinación, pero también de incertidumbre. Tras la comida, los jóvenes del equipo rojo se dirigieron al campo, cada uno sumido en su propio mundo, centrado en mejorar sus habilidades, pero al mismo tiempo conscientes de lo que les esperaba al día siguiente. El silencio de su concentración fue interrumpido por una figura familiar que se acercaba con paso firme: Max.

— Hola, hola, mocosos del equipo rojo. ¿Cómo estuvo su encuentro? —su voz estridente, como siempre, se deslizó entre los árboles cercanos, un toque de burla evidente en su tono.

Killer fue el primero en alzar la vista, no para intimidarse, sino para medir la reacción de su eterno rival.

— Supongo que no solo vienes a burlarte de nosotros —respondió Killer, con el ceño fruncido, sabiendo que Max nunca perdía la oportunidad de hacerles sentir la derrota.

Max, sin perder el ritmo, esbozó una sonrisa desafiante, avanzando hacia ellos con un aire de superioridad.

— Siempre consigues hacerme enojar, Killer. En ocasiones, en verdad eres un fastidio. — Max hizo una pausa, observándolos con desdén. — Bien, por lo visto en su último encuentro fueron humillados. ¿Cómo se sintió? Dolió, ¿verdad? ¿Creen que el equipo blanco sintió lo mismo? Ellos gozaron de la victoria. Gozaron al verlos frustrados, al verlos caer. Esa sensación, ese sentimiento, es tan satisfactorio. ¿No les gustaría sentirlo ustedes también?

La provocación de Max era clara, y el veneno en sus palabras se percibía con cada sílaba. Sin embargo, Killer no permitió que el veneno lo alcanzara. Su mente estaba demasiado enfocada en lo que debía hacer para permitir que las palabras de Max lo distrajeran.

— Somos los peores del distrito rojo, pero si en verdad no creyeran que podemos ganar, nos habrían echado hace tiempo. Así que supongo que estás aquí para darnos una idea de cómo ganar nuestra siguiente batalla, ¿no es así? —dijo Killer, con la calma de alguien que, aunque herido, no se rinde.

Max se detuvo frente a ellos, sonriendo con un toque de respeto, aunque su expresión no dejó de ser desafiante. Parecía disfrutar del desafío que le planteaban.

— A veces tu astucia me produce escalofríos, pero estás en lo correcto. ¿Alguna vez escucharon hablar sobre las Singularidades? —preguntó, observando el rostro de cada uno de ellos, esperando captar alguna reacción.

— Es nuestra personalidad, habilidades, y forma de ser, es aquello que nos hace únicos —respondió Suarez, sin estar completamente segura de lo que Max quería decir.

Max sonrió de nuevo, esta vez con algo de superioridad, y cruzó los brazos.

— Eso es una respuesta muy superficial, pero no está del todo errada. — hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran en ellos. — Las Singularidades son lo que los hace únicos, pero en realidad son habilidades que solo ustedes pueden utilizar. Son habilidades que nadie puede igualar ni imitar. Son sus armas en el campo de batalla. Si logran descubrirlas y aprender a usarlas, podrían diseñar la ecuación de la victoria. Cada uno tiene una Singularidad única. Algunos ya la han expresado.

Killer, con el ceño aún fruncido, pensó por un momento. Algo en las palabras de Max resonó en su interior.

— ¿Espera, eso fue lo que me ocurrió durante el proceso de selección y el último punto del encuentro pasado? —preguntó, más para sí mismo que para los demás.

Max se encogió de hombros, sin revelar nada más.

— No lo sé, tendrás que descubrirlo por ti mismo. —sonrió, disfrutando de la incertidumbre que había sembrado en ellos. — Eso es todo, hehehe... Ahora prepárense, en 24 horas se enfrentarán al equipo Verde. Más les vale que ganen, de lo contrario, no habrá futuro para ustedes. Si pierden, quedarán eliminados y no tendrán otra oportunidad. Ah, y por cierto... hasta el momento, el mejor clasificado de su equipo y con mayores posibilidades de continuar, aunque su equipo sea eliminado, es David. Eso es todo. Suerte. La van a necesitar.

Las palabras de Max fueron como un balde de agua fría que cayó sobre los chicos, pero especialmente sobre Killer, quien comprendió el peso de lo que estaba en juego. Nadie dijo nada durante un largo rato, y la sensación de urgencia llenó el aire. Terminaron su sesión de entrenamiento, tomaron una ducha rápida y regresaron a su habitación, donde se sentaron a procesar la conversación con Max.

— Nuestra Singularidad, ¿cómo descubrimos eso? —preguntó Dairo, mirando a todos, buscando una respuesta.

— No tengo idea —respondió David, mirando al suelo, absorto en sus pensamientos.

Killer fue el siguiente en hablar, sus palabras cargadas de confusión, pero también de determinación.

— Durante la selección y el último encuentro, recuerdo haber experimentado una sensación extraña... Es como si existiera algo dentro de mí, algo tratando de salir.

— ¿A qué te refieres con eso? —preguntó Alex, curioso.

— Sí, recuerdo que con el pase que hice a Suarez, ella no iba a conseguir llegar al balón... pero de repente comenzó a correr más rápido. Y cuando tiró al arco, fue como si un rayo impactara. —David reflexionó, recordando el momento.

— Así que nuestras Singularidades son las habilidades que usamos en el campo —dijo Dairo, como si todo estuviera comenzando a encajar.

— No sé si soy solo yo, pero puedo reaccionar casi por instinto al balón cuando lo veo que arremete contra mí —comentó Ana.

— Eso es tu Singularidad, reflejos extremos —dijo Dairo, asintiendo.

— Yo puedo correr rápido y esquivar en línea recta hacia cualquier lado —dijo Suarez con una sonrisa.

— Velocidad de rayo. Mejor aún: destello de trueno, suena mejor —bromeó Dairo.

— Mis músculos son mi fuerte. Puedo tensarlos y evitar que alguien me mueva —comentó Alex con confianza.

— Una montaña, presión muscular —añadió Dairo, reconociendo la Singularidad de Alex.

— Soy sigiloso, y cuando puedo, robo el balón de mi rival sin que se dé cuenta —dijo Jeffer, mostrando una leve sonrisa.

— Robo, ladrón —bromeó Dairo, provocando una risa en el grupo.

— Yo puedo percibir el campo como si lo viera desde arriba. Puedo sentir dónde están posicionados los rivales y compañeros, y con eso, puedo enviar pases a la mejor zona del campo de juego —comentó David.

— Conciencia espacial —Dairo concluyó.

— Soy súper flexible, puedo hacer jugadas y movimientos que nadie puede hacer —dijo Danna, con una sonrisa orgullosa.

— Flexibilidad extrema —Dairo asintió, asimilando cada Singularidad.

— Yo soy como una torre de vigilancia. Puedo observar los puntos críticos del campo, cubrirlos, descubrir quiénes son los guerreros más peligrosos del equipo contrario... Jugadas clave, identificar al corazón del equipo rival... Soy un guardia centinela —explicó Dairo, mostrando lo que él consideraba su propia Singularidad.

El grupo se quedó en silencio por un momento, procesando lo que acababan de descubrir sobre sí mismos. Finalmente, fue Killer quien habló, dejando claro lo que pensaba.

— Bien, falta Killer.

Killer se quedó pensativo por un largo rato. No sabía exactamente qué decir, ya que su Singularidad no le resultaba tan clara como la de los demás.

— Hace tiempo pensé que mi arma y singularidad era mi físico. Soy bueno en duelos de contacto físico, uno contra uno, pero con lo ocurrido últimamente... no sé.

— Olvida eso, en estos momentos no nos ayuda de mucho que quieras inventar una nueva arma —comentó Alex con algo de brusquedad.

— Dejemos que sea tu capacidad física en duelos uno contra uno. Duelista —dijo Dairo, mirando a Killer.

Killer asintió, aceptando la definición. Finalmente, Dairo habló con una determinación renovada.

— Bien, ahora que conocemos nuestras armas, es momento de ganar. Solo debemos usarlas y venceremos a todos los equipos que faltan —dijo, mirando a todos con una sonrisa confiada.

El grupo se fue a descansar, pero Killer no pudo dormir inmediatamente. Su mirada, aún llena de dudas, se dirigió hacia Danna, quien salía sigilosamente de la habitación. Decidió seguirla.

La encontró en el campo de entrenamiento, sentada y abrazándose las piernas mientras algunas lágrimas caían sobre su rostro. Killer se acercó con cautela.

— ¿Qué sucede, señorita? —preguntó, tratando de romper el silencio.

Danna levantó la vista, sonriendo de manera triste.

— No es nada —respondió, aunque sus ojos mostraban