En el enorme desierto, docenas de Personas Serpiente completamente armadas, cargando lanzas venenosas en sus manos, inspeccionaban cuidadosamente ese pequeño terreno con ojos agudos. Cualquier criatura viviente que no fuese de la raza Personas Serpiente sería asesinada sin piedad.
Las Personas Serpientes en la unidad se entrecruzaban unas con otras mientras patrullaban. Las cicatrices causadas por el movimiento de sus colas de serpiente eran dejadas cada vez que el escuadrón pasaba.
—Esos malditos humanos. En realidad se atrevieron a ser tan arrogantes como para irrumpir en las regiones internas del desierto. ¡Si los capturo, debo dejarles probar el dolor de ser mordidos por diez mil serpientes! —bajo el sol ardiente, una Persona Serpiente que parecía ser el líder, se secó el sudor y juró.
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