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Capitulo 3-Muerte

Después de un largo día de clases y de haber pasado tiempo con mis amigos, me encontraba de rodillas dentro de una iglesia, orando con mis dos manos juntas y mirando hacia el altar.

Yo, Tenshi, era el único presente en ese lugar, sumido en un silencio profundo. Venía aquí con frecuencia después de las clases, encontrando tiempo para orar o aliviar el estrés.

Una vez que terminé mi oración, me puse de pie, me persigné y hice una reverencia hacia el altar antes de retirarme.

Mientras salía del lugar, revisé la hora en mi celular y me di cuenta de que todavía era temprano. Decidí tomármelo con calma.

—Aún es temprano. Por un momento, me asusté. Mi madre se enojaría si llego tarde, pero al menos llegaré temprano del trabajo.

Mientras caminaba de regreso a casa, un grito proveniente de un callejón llamó mi atención. Al ver de dónde venía, vi que una chica estaba siendo acosada por cuatro hombres, parecían pandilleros.

La chica llevaba el uniforme de la misma preparatoria a la que asisto y estaba acorralada contra la pared por esos hombres.

No puedo quedarme de brazos cruzados, tengo que ayudarla.

—Oigan, ustedes idiotas. ¿No les enseñaron a ser considerados con las damas?

—Haa, nos llamó idiotas. ¿Quién te crees, mocoso? Lárgate de aquí, esto no es asunto tuyo, no lo repetiré.

—Yo tampoco lo repetiré. Dejen a la chica tranquila. -Dije con determinación.

—¿Y si no qué vas a hacer, mocoso? —Dijo el pandillero, desafiante.

Sin dudarlo, le di un puñetazo en la cara al chico que hablaba, haciendo que sangrara por la nariz y se enojara aún más.

—Eso es lo que voy a hacer. -Le respondí, manteniendo la calma.

—¡Mocoso de mierda, ya verás! Todos, hagan que sufra. —Ordenó el líder pandillero, limpiándose la nariz.

—No saldrás de aquí ileso, niño. —Agregó otro pandillero.

Preparé mi postura de boxeo y me enfrenté a los pandilleros. Había entrenado boxeo como pasatiempo y para defensa personal.

—¡Rápido, corre! -Le dije a la chica, mirándola.

La chica siguió mi consejo y huyó del lugar, enfureciendo aún más a los pandilleros. Parecía que estaba teniendo la ventaja en la pelea, dándoles golpes a los cuatro sin dificultad. Pero uno de ellos me tomó por sorpresa, sacó una navaja y me apuñaló en el abdomen. Caí al suelo, desangrándome.

Aprovechando mi debilidad, los pandilleros comenzaron a golpearme y patearme, dejándome con moretones en la cara y al borde de la muerte.

—Eso te pasa por meterte en lo que no te importa, mocoso. Vámonos antes de que llegue la policía u alguien más. -Ordenó el líder pandillero, escupiéndome.

Entonces, en medio del dolor y la oscuridad, recé:

—Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

—Haz que se arrepientan de sus pecados y dejen de lastimar a los demás.

—¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?

—No, ¿qué estoy diciendo? Nuestro Padre nunca nos abandonaría.

—Tengo sed.

—Todo está cumplido.

—Al menos pude salvar a esa chica.

—Lo malo es que esos sujetos escaparon.

—Haz que se arrepientan de sus actos, Señor.

—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!

Después de eso, todo se volvió borroso y confuso, hasta que escuché una voz y me vi rodeado de una luz brillante.

En eso, miré mi teléfono para ver la hora y pegué un salto del asombro, saliendo corriendo.

—Maldición, es muy tarde. Mi madre me matará si no llego a tiempo.

—Tadaima... ¿mamá estás ahí? Menos mal. —Dije aliviado al saber que mi mamá no estaba en casa.

Encendí las luces de la casa y encontré una nota en el refrigerador de mi madre, diciéndome que había dejado comida para que la calentara.

Después de todo lo sucedido, solo quería comer y descansar un poco. Calenté la comida y la devoré antes de prepararme para dormir y recostarme en mi cama.

Recostado, reflexioné sobre todo lo que había ocurrido esa tarde. Extendí mi mano y cerré el puño.

—Realmente conocí a Dios. Si no puede ser otra cosa, Él era Jesús. Ahora que lo recuerdo, había mencionado un poder divino. Me pregunto qué quiso decir con eso.

Sin darle más vueltas, me sumí en un profundo sueño.