Ya era de mañana cuando Ye Wanwan despertó.
Reinaba el silencio en la habitación grande. El clima afuera estaba despejado, el cielo era un lavado de azul celeste y había un fresco aroma de césped y tierra que se quedaba en el aire.
Algún tipo de ave estaba posada en una rama, gorjeando con gran ánimo. Muy rápidamente, batió sus alas y voló lejos...
—Estás despierta.
Ye Wanwan todavía estaba atontada, mirando al pequeño pájaro que había volado lejos cuando fue traída de nuevo al presente por la voz profunda.
Ye Wanwan se giró y se dio cuenta de que Si Yehan estaba sentado en la silla junto a su cama. Sostenía unos documentos con una mano mientras que la otra... estaba firmemente abrazada por ella y hasta la había apretado inconscientemente contra su pecho mientras dormía, sin dejarle ir.
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