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Almas compartidas

I

Le dije la peor excusa que se me podía ocurrir, era evidente que ocultaba algo pero a él no pareció importarle: una razón más para hacerlo.

Ya hace mucho que me sobraban; No quiere decir que me justifique pero desde mi punto de vista seguramente también pensarías que lo tenía más que merecido.

Esa indiferencia. Su ausencia cada vez más frecuente. Esa apatía en las cenas. Cuando le preguntaba esquivaba el tema. no entendía nada y ya no sabía que hacer. Te juro que estaba desesperada pues obviamente lo amaba, y quizás ese exceso de amor hacia el menguaba el que me ofrecía a mí misma, lo que hizo más fácil todo. Necesitaba amor, o por lo menos sentirme amada

Fue un día aburrido que recibí el mensaje de un número desconocido, estaba tan aburrida que decidí contestar: la verdad no esperaba que aquello se convirtiera en un vicio. Cada mensaje solo motivaba al siguiente. En cada respuesta una nueva duda: ese interés que no cesaba. incluso en los días más amargos cuando mi marido no estaba me consolaba poder hablar con esa persona detrás de la pantalla, cada cosa que decía era en si misteriosa pero provocativa, incitaba a conocerlo más, quería saber más de él.

Me dijo su nombre: era Luzbel, me pareció extraño, pero de todos modos, era un nombre como cualquier otro.

Yo lo apodé cómo señor luz, por lo que causaba en mi, era ese único rayo de luz en mi vida. En un modo quizás cínico también pensaba que hacía referencia al antagonista biblico, quien tentó a Eva, porque era lo que el hacía conmigo. Cada día me empujaba más a cometer el pecado prohibido, aunque si analizamos bien la biblia, ya con solo pensarlo estaba pecando.

No sé cómo pasó lo siguiente, la verdad hace mucho que no lo hacía con mi esposo, ya ni recordaba como era verlo desnudo y aunque sentía ganas no sabía cómo tocarme a mi misma. Por eso no lo había hecho antes pero, esa vez él se ofreció a explicarme, solo con texto, nunca quiso enseñarme su voz, pero qué el no conocer algo, el no tenerlo, ¿no es cuando más lo deseas?.

Me invitó a imaginar cómo sería hacerlo pero no se me ocurría nada, entonces él supuso una situación: empezó diciendo que me besaba, luego pasaba su lengua por mi cuello hasta bajar un poco y llegar a mis senos chupando suavemente mis pezones, mordiendo un poca la punta, apretando al mismo tiempo que chupaba.

Yo empecé a sentir un cosquilleo entre mis piernas, las apretaba fuerte, el preguntó si me estaba gustando, respondí indiferente que sí, aunque era obvio que me volvía loca pero no quería sonar demasiado urgida.

-Mas o menos. Agregué después del si

El prosiguió diciendo que metía mi mano debajo de mis bragas, además me sugirió hacer lo mismo, yo dude pero luego fui metiendo poco a poco mis dedos, sintiendo el bello púbico que me acariciaba las yemas, llenando los espacios entre cada dedo, hasta deslizarlos por en medio e impregnarlos de ese cálido líquido, el cosquilleo era más fuerte aún, recorría todo mi cuerpo.

Me dijo que si estaba mojada me chupara los dedos, lo hice, el sabor era salado y un poco amargo.

Mientras él seguía escribiendo yo movía en círculos las puntas de mis dedos índice y corazón sobre mi clítoris, la sensación era increíble, hace tiempo no me sentía tan bien, era como estar en las nubes, libre de todo mal.

En un momento solté el teléfono y empecé a hacerlo más rápido: con una mano frotaba mi clítoris y metía mis dedos y con la otra apretaba mis senos. El mundo dejó de existir para mí.

Me lo imaginaba a él, entrando y saliendo de mi cuerpo, llenandome de su exquisito ser, su verga grande y gruesa penetrando mi vagina. Todo era perfecto, como dos piezas que encajan para hacer funcionar la maquinaría de la vida, ni siquiera me cuestionaba de si era una fantasía o si era un pecado tener tales pensamientos. éramos él y yo, fundidos con el cosmos.

Llevaba un rato así cuando escuché la puerta abrirse y unos pasos en la sala, apenas pude acomodarme y hacerme la dormida cuando mi marido entro.

Estuve despierta mientras se bañaba, salía al balcón para fumarse un cigarro y luego se metía en la cama, tan lejos de mi, en otro planeta y yo aquí sola, pero sin estarlo.

El remordimiento me invadió y no volví a responderle a luz, pensé que era lo mejor olvidarme de eso, quizás esperar que mi marido cambiará de aptitud pero, eso no sucedió y al cuarto día llegó aquel mensaje, mi corazón dió un saltó tan emocionado que casi lo vómito.

En aquel mensaje tan bien redactado, con una ortografía impecable me citaba a un lugar para estar solos y hacerlo, yo conocía el riesgo obviamente, no se cómo me dejé convencer, ¿en serio estaba tan desesperada? Era más el deseo que mi propia integridad.

Él me confirmó que no tenía nada de que temer, me dijo que cualquier cosa podía decirle a una amiga o un conocido donde iba a estar y que si en cierto tiempo no aparecía fuera a buscarme.

Pero se negó a revelarme su identidad, dijo que era mejor así, que lo disfrutaría más, y yo no tenía duda de ello.

Toda esta emoción se sostenía en la idea de lo desconocido.

Mi marido ni siquiera había llegado del trabajo, le dije que iría dónde una amiga, la misma a la que le di la dirección de dónde estaría,

Y que seguramente me quedaría en su casa, él ni siquiera protestó.

El lugar al que me citó el señor luz era un hotel en las afueras de la ciudad dónde las habitaciones eran cabañas de apariencia rustica, me dirigí en mi auto hasta la recepción donde me indicaron dónde quedaba la habitación que él me dijo por mensaje.

Por supuesto al llegar le escribí a mi amiga.

Toqué la puerta, tardó un momento pero luego me abrió. Llevaba un traje negro con una camisa roja, sin corbata, y una máscara de teatro. Me dijo con una nota que solo conocería su rostro al final de la velada.

Me llevó hasta una mesa donde nos sirvió un platillo que él dijo se llamaba matsukake, una especie de hongo, no me desagradó, estaba bastante rico, acompañado de vino tinto.

Yo mientras comía solo pensaba en lo otro, todo el ambiente de aquél lugar hacia palpitar con fuerza mi corazón y también mi entrepierna.

La baja iluminación, las paredes rústicas, todo hacía despertar mis instintos más bajos.

Entonces él se levantó, caminó hacía mi y tomando una servilleta la pasó suavemente por mis labios. Como seguía sentado pude notar algo abultado en su entrepierna. Tomó mi mano y la movió hacia aquello, yo ni siquiera me opuse, como una dócil perrita me dejé guiar mientras el habría su bragueta. Apreté mis dedos al rededor de su pene y lo empecé a masturbar, cuando empujó mi cabeza hacía adelante supe lo que quería pero en realidad no sabía cómo hacerlo, nunca se dió la oportunidad con mi marido, me daba un poco de nervios, ¿que tal si no le gustaba?

Solo abrí mi boca, primero chupé la punta, deslizando mis labios, se me hacía agua la boca y dicha saliva recorrería lentamente su venoso pene, tan rico como me lo había imaginado, dejé que entrara todo, casi vomito cuando rozó mi campanilla pero el lo sacó y no hubo más que una cortada tos.

Seguí chupándolo, esta vez más rápido, de rodillas en el suelo con mis manos en sus piernas. Me excitaba oír sus gemidos, saber que lo estaba disfrutando, que mi boca estaba haciendo un buen trabajo, que con cada movimiento me acercaba más a qué se liberara aquel líquido blanquecino, su leche, y que llenara mi boca, sentirlo bajando por mi garganta, esa baba amarga y pegajosa.

Pero entonces él me empujó, quedé con la boca abierta y su pene totalmente cubierto con mi saliva, me tomó del brazo para ayudarme a levantar y me llevó hasta la cama, allí me quitó la ropa dejándome solo en bragas, las cuales eran de encaje, pasó sus manos por todo mi cuerpo cuál artesano que modela la arcilla, dándole forma a mi alma con cada roce.

Y yo me movía, como una serpiente bailando al ritmo de una flauta.

Me tumbe sobre la cama y abrí mis piernas, diciéndole así, que tenía el permiso para entrar en mi.

Su sudor se mezclaba con el mío, cada roce aumentaba la estática de nuestra pieles, cada gemido componía un coro erótico, cantado por angeles sádicos.

Pero en el punto más alto todo se desplomó.

Estiré mi mano y le tumbé la máscara, me horroricé al ver lo que ocultaba, un rostro familiar y por consiguiente espantoso, era el rostro de mi marido. Me aparte tan rápido que casi caigo del otro lado de la cama.

El no decía nada, solo me miraba sorprendido, como si no entendiera que pasaba, al igual que yo.

Me vestí como pude, alcancé a oír algo de lo que dijo.

-espera, puedo explicarlo. Yo no quise escucharlo, subí a mi auto y manejé muy rápido hasta mi casa, esperando encontrarla vacía como siempre pero al entrar a mi habitación para sorpresa mía, mi marido se hallaba en la cama, profundamente dormido.

II

Esa noche no pude dormir ni la siguiente, ni la siguiente, ni la siguiente.

Lo peor de todo era que a mi marido no parecía importarle seguía con su aptitud indiferente, del trabajo a la casa y de la casa al trabajo en sus ojos se notaba que ya estaba muerto.

Por mi parte no era tan diferente, mis ojeras ya eran tan grandes como las cuencas de mis ojos, me sentía mal por lo que había hecho pero me sentía peor de no entender lo que había pasado, al principio creí que quizás se debía a una alucinación causada por alguna droga que lucifer me dió, a lo mejor por eso creí ver el rostro de mi esposo sobre su cuerpo. Pero temía volver a contactarlo y que no fuera una alucinación, que de verdad alguna clase de ente se hubiese robado el rostro de mi esposo e implantado en el suyo, lo que explicaría esa expresión indiferente, para atormentarme por ser una maldita infiel, lo que empezó como algo que creí me aliviaría de la rutina ahora estaba por volverme loca.

Ya estaba cansada de esa situación así que intenté arreglar las cosas con mi marido, ese día me pinté las uñas, me lave el cabello y por supuesto antes quise empezar a tomar somniferos para así quizás eliminar un poco las ojeras.

Hice su cena favorita, pastas con pollo en trozos y salsa agridulce. Cuando llegó intenté hablarle lo más cariñosa posible y por supuesto tratando de no hostigarlo tanto pero esa maldita expresión no se borraba de su rostro ni siquiera acariciando su pene por encima del pantalón y besando su cuello, solo una frase, una sola frase salió de su boca «¿Puedes servirme la cena?» el resto de la tarde no dijo nada, solo se baño y se metió a la cama dándome la espalda, en éste punto seguro pensarás porque simplemente no le pedí el divorcio, bueno, no sabes lo difícil que es alejarte de alguien sin que ese alguien te lo pida antes, solo quería que el me lo dijera, que ya no me necesitaba y quizás así podría haberlo asimilado pero tenía miedo de preguntarselo, así de masoquista era.

En un momento llegué a pensar que me estaba engañando y decidí investigar, en esos países que son súper potencias las mujeres celosas pagan detectives para que les dejen pruebas del engaño de sus maridos pero aquí no, aquí vamos donde una bruja que nos dice todo, es jugar a la suerte pues quién nos garantiza que la bruja no mienta? Bueno hasta ahora no he escuchado que alguna se haya equivocado. Es sencillo rápido y barato.

Busqué el lugar por internet, de una página sobre trabajos espirituales, la dirección era bastante apartada y tuve que atravesar un barrio muy pobre a pie ya que no había caminos por donde pudiera pasar con mi auto

Sentí un poco de miedo que me robaran pero la persona con la que acordé la sección me dijo que cualquier cosa dijera que iba a verme con ella

Al llegar a lugar llamó mi atención lo deteriorada que estaba su casa si se le puede llamar casa a un pequeño cuarto forrado con laminas de zinc ya rojas por el óxido. Había un letrero que era un trozo de tabla de madera y en el habían escrito con pintura negra la palabra «abierto» toqué antes y escuché la voz de una anciana que me pedía que pasara, adentro olía a incienso, manzanilla y como huelen las flores de muertos, habían figuras de todo tipo de santos en cada rincón del cuarto cada uno o en grupos de hasta 10 con sus respectivos santuarios, velas y flores al pie de cada uno. Aquello no me aterraba, creo que dan más miedo las figuras de cristo crucificado en las iglesias.

En el centro una señora de cabello gris y enmarañado, ojos blancos, ciega al parecer. Me sorprendió cuando dijo, «Pase y siéntese muchacha, que esto tiene que ser rápido» Pues ni siquiera hablé al entrar y si era ciega como supo que era yo quién entraba, esto claro lo reflexioné luego al percatarme del hecho.

Encima de la cabeza de la señora había un bombillo colgando de un cable que alumbraba con luz débil la mesa donde había cartas, más velas, algunos rosarios, un cenicero donde reposaba medio tabaco humeando aún.

Recogió las cartas con sus manos temblorosas y empezó a mezclarlas, iba a decirle lo que quería saber pero me interrumpió diciendo que ya lo sabía, empezó a sacar cartas y decir algo sobre cada una.

Los enamorados, aquí veo claro el problema con tu esposo, ya no te presta atención y lo notas indiferente.

-Soltó una risa con la siguiente carta- oh, la suma sacerdotisa, creo que alguien está exigiendo lo que no da

-Me miró, o al menos hizo el gesto levantando su cabeza aunque lo más probable es que si podía verme si no como veía las cartas, seguramente algún pacto con un espíritu le había devuelto ese sentido, no dije nada pero era claro a qué se refería, deseé desaparecer, en qué mierda me había convertido, no presté atención a las demás cartas, el remordimiento me mataba, solo recuerdo que dijo que algo estaba robando la energía de mi marido y que tenía que ver conmigo, que no le quedaba mucho tiempo y que por supuesto no me engañaba con nadie, que al contrario debía yo que preocuparme por mis acciones. Salí de ahí muy rápido luego de pagarle y al llegar a casa no podía dejar de escuchar su risa, ahora pienso que fue una mala idea ir, la culpa no me dejaba en paz y decidí que era mejor confesarlo todo.

Esa noche lo esperé en la sala, al llegar lucía masacrado, a penas podía mantenerse en pie, pensé que estaba ebrio pero no, «Solo muy cansado» dijo, sugerí que fuera al día siguiente al médico y me dijo que lo haría, entonces pospuse mi confección.

Al día siguiente lo acompañé al médico, según los doctores lo único era un debilitamiento quizás insuficiencia vitamínica así que le recetaron algunas. Tenía rato de no encender el teléfono, pero en la tarde volvía a pensar en él, en el otro yo de mi marido. Había dejado varios mensajes y llamadas, de hecho una vez me pareció verlo por la ventana pero pensé que solo había sido un espejismo ocasionado por la obsesión pero no, lo confirme cuando leí un mensaje que decía que me había estado visitando, eso quizás debió asustarme pero no, si aquello no había sido una ilusión, si de verdad era alguien más no dejaba de ser interesante el hecho de que me sentí muy bien con el esa noche. Así que le respondí pidiéndole que nos vieramos.

El me citó a un lugar muy diferente al primero. Era un hotel pero de los peores que he visto. Paredes carcomidas, colchones viejos, dijo que debía ser así porque era un lugar privado y aunque no ibamos a hacer el amor lo que me diría sería muy delicado.

Yo solo esperaba una explicación, se que tenía que haberla.

Lo primero que hice cuando lo ví fue tocarlo, note que otras personas igual lo veían así que no estaba solo en mi cabeza, palpé su rostro, lo acaricié lentamente y luego me moví hacía sus labios y lo besé, se sintió real y de maravilla, mis labios se encendieron al mismo tiempo que mi cuerpo pero el me detuvo.

Antes de que pudiera decir algo le pregunté quién eres, no me respondió.

Solo dijo que ya lo sabría pero que tenía que responderle algo que si yo lo amaba.

Dudé, en realidad amo a mi marido pero el es como si lo fuera, aunque ahora lo vea como algo mejor sigo viendo a mi marido en él, al menos al que antes fue.

Pues si no estuviera mi marido te elegiría a ti antes que a cualquiera pero eso es porque te pareces a él le respondiste

El cayó un instante y luego dijo con un gesto tan frío que me heló

Tienes que matarlo.

III

Bueno, creo que no me dí a entender, tienes que matarlo para salvarlo, -dijo al notar mi rostro turbado por la horrible propuesta

Desde que aparecí en tu vida la suya se ha ido consumiendo, ¿lo has notado cierto? como cada día se ve más agotado, como enfermo. Bueno, todo eso es por consecuencia de mi existencia. Aunque yo no puedo acercarme directamente a él, sería fatal para mí, necesito que tú lo hagas.

¿Pero por qué yo, de donde sales tú y me pides esto, quién eres, porque tienes el rostro de mi esposo? Todo esto me va a volver loca, primero la sorpresa de ver tu cara y ahora me sales con esto, ¿que quieres hacerme?

Todas esas dudas se te van a aclarar cuando hagas lo que te digo, debes saber que esto va más allá de un simple romance, una vez que lo hagas podremos vivir juntos y descubrirás un aspecto de la sociedad que poca gente conoce, la realidad de este mundo. Lamento si hablarte de este modo te afecta, es solo que queda poco tiempo y solo si lo haces podré confiar en tí para revelarte lo demás, lo siento amor, confía en mí, esto es más grande que el amor, esto es mas grande que nosotros. Tienes que hacerlo o ambos acabaremos mal.

Su expresión había cambiado, ya no tenía ese gesto indiferente, sino que me hablaba con un tono simpático, ya no sentía miedo, me sentía tan bien a su lado que podría matar a quién fuese por él, eso pensé pero de todos modos es más fácil pensarlo que hacerlo.

¿Quieres estar siempre conmigo verdad? ¿Me amas? Yo a tí te amo desde la primera vez que te vi, no elegiría a nadie más que a ti. Mientras decía esto sostenía mis manos, yo me pegaba a su cuerpo, su olor era agradable, se sentía tan bien tenerlo así de cerca.

No pude resistir más y lo besé, estábamos de pie frente a la cama pero pensé primero en chupárselo, empecé a acariciar su pene por encima del pantalón, se puso duro muy rápido, lo desabroché y antes lo masturbé, se sentía tibio y suave en mi mano. Lo apretaba y acariciaba con las llemas de mis dedos. Me agaché, poniéndome de rodillas frente a él y empecé a besarlo, primero la punta luego por los lados, deslizando mis labios. Chupe la punta y pasé mi lengua en círculos por ella para empezar a meterlo en mi boca, cada vez un poco más hasta ya tenerlo todo dentro, se me hizo más fácil esta vez, empecé a hacerlo rápido eso le gustó tanto que se vino, fue rico sentir su semen en mi lengua, aunque era un poco amargo. Lo mantuve en mi boca hasta que salió todo y luego me lo tragué, me quedó una sensación pegajosa, como cuando comes algo lechozo. Pensé que ahí acabaría todo pero el metió sus manos debajo de mi falda y me bajó la ropa interior, empezó a meter dos de sus dedos en mi vagina, eso me encantó, los sacó y los metió en mi boca, me excitó probar nuevamente mis propios fluidos, me alzó, su verga ya estaba dura otra vez, me cogió recostada en la pared, con mis piernas en su cintura, sus manos apretando mis nalgas y alzando mi cuerpo para dejarlo caer metiéndome toda su verga, acariciaba su cabello, el besaba mi cuello y mis senos. Mis gemidos eran cada vez más altos, igual que los suyos justo antes de venirse dentro de mí, lo sacó y sentí como su semen se escurría de mi vagina. Luego de eso me senté en sus piernas y estuvimos en silencio por un rato, pensé en lo mucho que me gustaba esto y que no lo cambiaría por nada, así que tendría que hacer lo que me había pedido.

El ser humano es extraño, tanta tecnología, tanta innovación, alardean de su intelecto para que nos dominen deseos tan primitivos como el sexo o el miedo a la muerte. El problema es que nos creemos especiales y para eso hemos creado dioses, para creernos parte de un propósito sin darnos cuenta que cada aspecto de la existencia es irracional, nos cuesta creer que somos causa del azar porque eso acabaría con nuestro ego que nos hace sentirnos seres superiores. Pero un nombre, una vestimenta, tantos lujos y demás artimañas para ocultar nuestra naturaleza y seguimos siendo tan primitivos, esclavos de los instintos. Aunque igual debo admitir que hay algo que nos diferencia de los animales y nos hace peores que ellos, esa búsqueda insaciable por el placer, desde comer, inventando tantas formas de hacer mejor la experiencia, lo mismo con el sexo, siempre buscando maneras de llevarlo más allá, de hacer del acto algo más que un momento, que el éxtasis nos haga renacer aún en las fauces de la muerte, somos hedonistas, no dormimos por cansancio sino para soñar.

De regreso a casa he tenido una experiencia inexplicable, aunque últimamente todo a sido tan raro que ya no me sorprende. Él dijo que no podría acompañarme pues no debían verlo hasta que mi esposo hubiera muerto, al despedirme lo bese y salí por la acera para tomar un taxi. La ciudad estaba tranquila, el cielo claro y azuloso, los faroles encendidos pero aún no había llegado completamente la noche, casi no pasaban coches, decidí caminar hasta la parada de autobús, iba pensando en como lo haría, dándome ánimos para hacerlo, pensaba en algo que lo justificara y me hiciera sentir mejor, ¿y si realmente le estaba dando mucho valor a mi mora? ¿si realmente lo más lógico era hacerlo, porque me preocupaba tanto si de todos modos no perdería nada? ¿no somos como cualquier otro animal, no significa el mismo daño el asesinato de una hormiga o una cucaracha? Que nos hace especiales si en un segundo un terremoto, un tsunami o un tornado puede acabar con cientos de nosotros, una plaga, una guerra. La muerte está servida, la vida no es nada. Todos estos pensamientos fueron interrumpidos cuando presentí sobre mí la mirada de alguien, me paré y miré hacía donde supuse estaban los ojos que me veían, pero para mi sorpresa solo me encontré con mi reflejo y detras de la vidriera un escaparate com zapatos, sin embargo puedo jugar que percibí a alguien ahí, viéndome fijamente.

Somos tan frágiles, ¿porque un ser tan imperfecto sería obra de un dios? si es acaso es así somos su peor error, tan frágiles, almas atrapadas en cuerpos corrompidos, efímeros, y aún así vivimos soñando con el mañana.

Después de varios días pensandolo he decido hacerlo hoy, he entendido que no tiene sentido seguir con algo que no lleva a nada, si acaso resulta todo mal sabré que por lo menos lo intenté, no pienso acabar mi vida atrapada en este laberinto, dónde los días se repiten, donde a veces creemos encontrar la salida pero chocamos con otro muro. Ahora está dormido, duerme tanto y sin embargo siempre está cansado, me mata la curiosidad de saber de que se trata todo esto, que hay detrás de aquella persona, que habrá luego para mí, igual no creo que me hagan algo, ¿ya lo hubieran hecho no?

No importa, ahora estoy a su lado y acarició su cabello, una última caricia antes de robarle la vida, me acerco y beso sus labios saco de bajo de mi almohada el cuchillo de la cocina, respiro hondo y lo paso por su garganta, pero actuó como una estúpida, no lo pasé con suficiente fuerza, al abrir los ojos veo su rostro llenos de terror, no puede hablar, la sangre le escucurre de su boca, solo alcancé a cortar una parte, tardará más para morir así, intenta levantarse pero me subo sobre él, es curioso, incluso en un momento como este siento que su pene se ha puesto duro. Empiezo a apuñalar su cuello, el mete las manos y también se las corto termina manchando la cama, lo hago con rabia y tristeza, cuando ya deja de luchar me hecho sobre el y empiezo a llorar. Recordando todos los momentos a su lado, la primera vez que salimos, acabamos tan borrachos que ni siquiera cogimos esa noche, si no al despertar,en ese tiempo siempre estabamos juntos, había comunicación, ¿por que todo tenía que terminar de este modo? es cierto, por él. Me bajé de la cama y lo llamé, llegó muy rápido, dos hombres vestidos de negro entraron también, envolvieron el cuerpo de mi marido en las sábanas de la cama y lo subieron a una furgoneta. Él me llevo al baño para limpiarme la sangre, yo aún intentaba asimilarlo todo, fue fácil hacerlo excitada por el placer del momento, sé que es pronto para decirlo debido a que es la primera vez que lo hago pero hay algo único en el asesinato, es como un orgasmo, mientras dura el éxtasis es indescriptible pero cuando pasa siempre queda el arrepentimiento. Él se desnudó también, pasó la esponja por mi piel, la sangre se iba por el drenaje, como quisiera que la culpa hiciera lo mismo, pensé, sentí su pene rozando mis nalgas y empecé a excitarme, lo hicimos en el baño. Cerramos la llave antes para no malgastar agua. Me lo metió por detrás recostada al vidrio, dolía un poco cuando entraba por mi culo pero solo al principio, ya luego lo empecé a disfrutar y a pedirle que lo metiera más, que lo hiciera rápido, nunca habría imaginado lo rico que era el sexo anal, se vino dentro de mí, tuvimos que bañarnos de nuevo y dormimos abrazados, nada mejor que eso después de una buena cogida.

Al despertar desayunamos y afuera nos esperaba la misma furgoneta, no podía ver el rostro del conductor porque llevaba un pasamontañas. Me dijo que ya sabría todo pero que tenía que prepararme para asimilarlo. Entramos en una especie de finca lujosa, árboles por el camino, pavo reales y gansos pastando en los alrededores. En ese momento el me vendó los ojos, dijo que era por precaución, cuando me quitó la venda estaba en un salón con muchas personas, habían cuadros de gente famosa, actores y deportistas, incluso científicos.

¿Que es este lugar? le pregunté

Verás, el mundo que conoces no es el único mundo que existe, nosotros somos los dobles, el fantasma en el espejo, cada persona, con el tiempo genera una copia de si misma, inconscientemente y somos obligados a vivir en las sombras ya que si dos copias se encuentran uno de ellos debe morir, por lo general siempre morimos nosotros al ser la parte negativa, un simple error de la realidad, por eso ha nacido está alianza, para reemplazar a los originales, las personas que ves aquí incluyendo las de los cuadros son copias que han logrado reemplazar a sus originales.

¿Y como sé que soy una copia o un original?

Tú me has ayudado mucho, gracias a tí he sido liberado, ahora por fin puedo salir de las sombras por eso pienso concederte algo que no todos pueden presenciar.

Esto me superaba, una secta secreta de dobles, fallas en la realidad, era como estar viviendo una película. De pronto vi de entre la multitud acercarse un rostro conocido, era mi cara, venía vestida elegantemente y caminaba como en una pasarela, cuando quise voltear a verlo buscando una explicación él me apuntaba con un arma y antes que dijera una palabra me disparó.