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Alma Negra

John "Alma Negra" Un alma inocente y pura, había sido lentamente corrompida por la maldad. Sus ojos iban perdiendo el brillo y en su corazón se iba formando un caparazón, un escudo tan fuerte para evitar a toda costa una traición. Un águila enjaulado y condenado a no sentir, el negocio y la codicia eran su motivo de existir. La oscuridad se convirtió en su mejor amigo, las mentiras y verdades en su abrigo; la frialdad e inteligencia para el negocio, el cuchillo y arma para el enemigo. Un supuesto enemigo tiene que ejecutar, pero el destino le sorprende y lo hace dudar; haciendo que su vida de un giro inesperado, y quizás, esa persona logre mostrarle el camino indicado; y se convierta en su luz, en medio de esa oscuridad, porque detrás de él puede quedar aún algo de humanidad.

NATALIADIAZ · Realistis
Peringkat tidak cukup
194 Chs

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—Este no es el lugar para hacer esto, John.

—Ah, entonces ¿En otro lugar si? — me agarró por el mismo medio del sostén y me haló hacía él, haciendo que nuestros cuerpos chocaran.

—No podemos hacer nada y lo sabes, no seas necio.

—Eres tú la única que dice que se niega a hacerlo, porque yo no tengo problema.

—Te dije que no. Ya deja esas perversiones raras.

—Estás en tus días, pero hay otros lugares que puedo utilizar, ¿Cierto? — me agarró ambos senos por encima del sostén, y sonrió.

—Deja de hacer esa expresión perversa, John.

Se acercó repentinamente a mi oído.

—¿Por qué? — mordió el lóbulo de mi oreja, y traté de soportar ese escalofrío que provocó.

—Ya basta, John.

—No deberías contenerte, eso es de mala educación, mi cosita— lamió mi cuello, justo encima del tatuaje y fue descendiendo hasta llegar a mi pecho.

Puse mis manos en sus hombros, tratando de alejarlo.

—No hagas esto ahora. Estás complicando las cosas.

—Cuando lleguemos quiero que borres ese tatuaje, ahí solo tienes permitido tener mi nombre.

—¿Estás celoso?— reí.

—Sí, ya te había comentado sobre hacernos un tatuaje y, esta vez, quiero que sea ahí. No quiero que en tu hermosa piel, tengas eso tan feo. Sin duda tu hermoso cuerpo merece tener mi hermoso nombre grabado en el. Esperaré a que se te pase esos días, luego me encargo de recordarte a quién pertenece este cuerpecito—me besó, y llevó su mano alrededor de mi cuerpo, mientras que con la otra, apretó fuertemente mi seno izquierdo.

Fue un beso tan intenso, que no podíamos despegarnos. Ha sido mucho tiempo en el que hemos estado lejos, supongo que es normal sentir todas estas emociones.

—Quiero que descanses, te ves muy cansado.

Pasamos todo el viaje descansado. Su expresión lucía serena. Por fin, luego de tanto tiempo puedo volver a contemplar su lindo rostro mientras duerme. Por fin puedo estar aquí con los dos, y sentirme completamente feliz. Estos momentos nos hacían falta a los tres. Solo espero que las cosas mejoren y que ese pasado oscuro que dejamos allá, no nos siga persiguiendo más.

Al llegar a nuestro destino y bajar del Jet, un auto nos estaba esperando, y en el, estaba Alfred. Hace mucho tiempo no lo veía y tampoco le había podido agradecer adecuadamente todo lo que por mi hija hizo.

—Alfred— lo abracé—. Hace mucho tiempo no sabía de ti. No sabía que estarías aquí.

—Se ve me muy hermosa y distinta, mi señora.

—Gracias.

—Alfred estará de nuevo con nosotros. Su mamá estaba enferma y tuvo que venir a este estado a atenderla, pero ahora nos ayudará. Es el único empleado de confianza que tengo.

—Gracias por la confianza, señor.

—Me alegra poder ver una cara conocida— reí.

—La niña está cada día más hermosa y más grande. Se parece mucho a usted, mi señora.

—Ya me están dando celos ustedes dos— soltó John, mirándome fijamente—.  ¿Y cómo está tu mamá?

—Se está recuperando, pero ya tiene quien la cuide mejor. Gracias por su ayuda, señor. A no ser por usted, quien sabe lo que hubiera ocurrido con mi madre.

—No hay de que. Es lo menos que puedo hacer, por alguien que cuidó de mi hija y que a trabajado por tantos años para mí. Me alegro mucho de que tu mamá esté mejor. Si necesitas algo, no dudes en avisarme. ¿Hiciste lo que te pedí?

—Sí, ya todo está listo, señor.

—Llévanos allá, por favor. Debemos salir hoy mismo a comprar todo lo necesario. Esta vez no vamos a huir, es más, tengo en mente preparar unas sorpresitas para cualquiera que trate de invadir nuestro territorio. Esta vez no tendremos piedad de nadie que trate de acercarse y hacernos daño. Yo mismo me encargaré también de contratar a los nuevos hombres, tendrán que cumplir ciertos requisitos o no trabajarán para nosotros. Ya se acabó de contratar gente inservible, necesito gente de verdad y leales.

Fuimos a la casa que consiguió Alfred y llevamos las cosas, para luego irnos al centro comercial. Hicimos varias compras de lo necesario por el momento y Mia se veía muy contenta al estar con nosotros. Estaba bien despierta y risueña, toda una niña de papi. Es un amor inmenso el que tiene con John. Me encanta poder observarlos así de juntos. ¿Quién diría que de ese hombre cruel, sin sentimientos e inexpresivo que conocí hace tantos años, iba a convertirse en esta persona tan dulce y tierna? Alguien como él, que no tuvo ese ejemplo a seguir y, aún así, trata de darlo todo por su familia, es algo digno de admirar.

Mientras me perdía en pensamientos y los miraba, John habló:

—¿Dónde andas? Estás en otro mundo, un poco más y se te salen las babas. ¿En qué tanto piensas?

—En ti y en nuestra hija. No pareces en nada a esa persona que conocí en ese bar hace años. Has cambiado mucho— él rio—. ¿Por qué ríes?

—De esa mocosa virgen tampoco queda nada; esa que me llamaba monstruo, animal, sádico— rio.

—En eso no me equivoqué, eras todo eso y más. No me hagas recordarte que ese día me trataste muy mal.

—¿Y yo cómo iba a saber que era tu primera vez? Estaba acostumbrado a tener mujeres bastante usadas.

—Por eso mismo debías notar la diferencia.

—En realidad no se me ocurrió, me dejé cegar por la rabia de que me hayas hablado así de mal y de que me dejaste con las ganas en aquel momento. ¿Quién iba a imaginarse que la entregarías así?

—A pesar de todo eso, no me arrepiento. No todas las personas tienen la dicha de estar con la persona a la que le entregan todo, y yo sí la tuve.

—Yo también te entregué la mía— rio, y no pude evitar reír.

—Eso es maldad pura, ¿Sabías?

—No fuiste la primera en ese aspecto, pero si la primera que me hizo ver las cosas desde otra perspectiva, que me hizo hacer tantas estupideces, que en mi sano juicio, jamás hubiera hecho. Fuiste con la que me entregué profundamente, bastante profundo de hecho.

—Eres muy fácil para cambiar el tema.

—Lo siento, es que la falta de estar contigo, me está haciendo daño. ¿No lo notas, cosita?

—Mejor cambiemos el tema y sigamos comprando otras cosas— le agarré la mano, mientras que con la otra, él sujetaba a Mia.