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No quiero verte así

Sentada en el borde de la cama, hay un alma vieja siendo desgarrada por negación y soledad. Le cantaba la tristeza a la pobre anciana. Es un lugar con tanto calor, donde muchos lloran y pelean por algo y es que parece que el infierno subió para estar a sus pies. Hay falta de sanidad, servicio eléctrico y potable 24/7. Carece de armonía, alegría y compasión por todos lados. Los recuerdos invaden a la mente por segundos. La oportunidad de ser visitada lentamente desparece y se transforma en un deseo. Anhela mantener viva una promesa, que por más que la saca del espacio, siempre regresa. Tocan la puerta. Su mirada se pierde en la increíble vista, es una gran pared de ladrillos. Se levantó. Paz es una palabra difícil de encontrar ahí. Al dejarlo pasar, cargaba en su boca la noticia más feliz para ella y no sería aceptada fácilmente. La terquedad es algo natural en los humanos y no quería verle a nadie. Hablaban:

—Ha venido —dijo el enfermero, harto de su trabajo.

—¿Acaso es Cristo? ¿iré al Gran lugar? —preguntó desesperada.

—No, no, es la oportunidad de no ser olvida'.

—¡Pues no me importa! —vociferó con desagrado—. Vete pal' carajo.

La boca de él parece bailar un ritmo lento. El silencio se convirtió en un gran fuerte, para sentirse bien. Lo observa por un momento, siente que puede volver a vivir y la esperanza es obligada a manifestarse, con el apetito de libertad. Le agarra las manos, la compasión llega para quedarse y hacerle ver que aún el amor corre por las venas, late en el corazón, se refleja en los ojos y contiene el animal más peligroso, que es la mariposa. El sonido lentamente reaparece al ser aceptado. Es un escándalo ver como algunas personas manifiestan el dolor en aquella sala. Pero la anciana no quedó atrás, abofeteó su hijo en la cara luego de ser atacada y herida. Sentía calor, dolor de cabeza y era normal, luego de escuchar a su sangre hablar de oportunidades de empleo fuera del país y que no quiere verla así. Furiosa caminaba a paso lento en dirección al purgatorio, observando como las cuatro paredes querían caer sobre ella y lo mucho que desearía que así fuera. Esa noche quedó pensando, en lo fuerte que será la despedida. Al menos el cantar de los coquíes transmitió paz, el calor no dejó el frío pasar, la luna fue forzada a ser una linterna y una cucaracha vivió en la pared.

Nunca apareció a dar afecto a través de un abrazo. La señora quedó ahogándose en lamentos, resoplando fuerte y buceando en llantos. Un gran suspiro cargó dolor y sus manos fueron tocadas por otras. Él recoge las lágrimas que derrama, con un paño. Apareció el arte más grande del mundo cuando ella sonrió y su cara hablaba. Al tomarse los medicamentos, desapareció. Y a pesar de estar sin vida, siguen intactas las huellas de aquel insecto. Regresó con un cuestionario y comenzó a platicarle:

—¿Servicio del uno al cinco? —reguntó ansioso.

—Cero, la vida no ha sido justa.

—Es pa' la escuela y ayuda a la comunidad -sugirió.

—Cinco...

—¿Enserio? -gritó emocionado.

—Elije un futuro sin nadie y aprenderás a sobrevivir sin ayuda del mundo.

Unos nietos y bisnietos visitaban a su abuelo, traían globos coloridos con mensajes como: "te amo" y "te quiero". Es el día del amor para la mayoría. El joven los ve transmitir sonrisas y fue a pedir una bomba. Al llegar a la habitación, dio su cariño, respeto y servicios. Ella sonrió. En el suelo había un momento pausado y un collar de perlas, pero nadie los veía. Él fue a averiguar quién necesita ayuda. No halla la tranquilidad, por querer lo que perdió y debajo de la cama no está. Quedó frustrada, con ojos aguados y esperando callada. Reaparece la esperanza, pues había olvidado su libreta de apuntes.

—¡La encontré!

—Yo aún busco, mis recuerdos y ganas de vivir -dijo con cierto trabajo.

—¿Éstos? -sacándolos de su bolsillo—. Los recogí por usted.

—¡Gracias! -habló emocionada—. Es una fotografía de mi hijo y un regalo de mi ex-esposo.

Se quedó hablando durante horas a su lado. Criticaban el daño que se hacen las familias del hoy. Debatían si un animal gobernase mejor. Se preguntan, porque nadie se acepta tal y como es. Soñaban despiertos en un mundo ficticio, lleno de paz y amor. Pensaban en el paraíso, porque la tierra es gobernada por el diablo. Y explicaba a los jóvenes oídos, la razón por la que se vive, aun sabiendo que lo único seguro es la muerte.

Aprendía algo nuevo cada vez que la visitaba. Crecía la admiración hacia ella. No quedó ninguna duda que había resurgido la felicidad. Lo único que se esperaba es la mala comida. Chistes, abrazos, conversaciones extrañas, regalitos, juegos y entre tanto que compartir. Unos meses sirvieron para permitir sentir afecto. Los sentimientos eran involucrados cada momento del día. Hubo muchas discusiones y desacuerdos. Pero ésta unión destruía lo malo y creaba un lugar de armonía, donde no había nadie sin nadie. Todo fue un cuento de hadas, muy real. A los ancianos no les importaba si no los visitaban, estaban tan alegres y las muertes eran cada vez menos. Incluso les hicieron un brindis con botellas de agua y café. Ya le decía abuela. Ya le decía hijo. Una perfección que no creen ni ellos mismos. Si hay tanta felicidad, algo malo vendrá.

Es el último día. Todo se había salido de control. Ahora el lugar estaba lleno de tristeza. El joven lleva unas flores, símbolo de agradecimiento. Su compañía acabó con la soledad que sentía la señora. Él no quería verla así, pero tenía que expresar lo que sentía. Es tan fuerte cuando la muerte susurra al corazón y va zumbando por los oídos. No iba superar el dolor que podría causar, pero está dispuesto a aprender a vivir con esa dolencia. Cantaba:

Me encerré en el cuarto a Dios reclamar,

preguntando si salud te podría dar.

Es que verte así me pone muy mal.

Que poco a poco te vas a marchar.

Dame la razón para no ir a llorar.

Enséñame a vivir por si te vas.

Cántame para tu voz recordar.

Lamento que la vida tenga que continuar.

Que no quiero verte...

Esa cama es mala suerte.

Que no quiero verte...

Esto se me hace muy fuerte.

Que no quiero verte...

Yo no quiero verte así.

Naces para prepararte y mueres para llegarle al paraíso o infierno. Se hacía tarde. La señora dejó caer las perlas de las manos y él se fue llorando. Camina a paso lento sin querer irse de lugar. No le importaba ver las ratas, ni cucarachas, ni el polvo y mucho menos lo mal que está la estructura. Muchos tendrán la culpa de lo que suceda, y un expediente dirá: que fue una enfermedad. Al cruzar la entrada vio al hombre de la foto y le dijo:

—Bienvenido al puto limbo —se fue solo, sufriendo y prometió así mismo volver una vez a la semana, sin importar nada.

AᗺƧTЯAƆTO

Los cuentos del hoy.