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En lo profundo de un búnker olvidado, oculto bajo capas de acero y concreto, el aire se sentía denso, casi como si supiera que algo terrible estaba por suceder. Las luces parpadeaban tenuemente, iluminando el centro de la sala donde un robot, gris como el acero oxidado, permanecía inerte. Sus ojos, cerrados como si durmiera, escondían un resplandor rojo infernal que pronto despertaría.
El científico Sr-1, enfundado en su traje de astronauta color salmón, se movía con precisión frente al panel de control. Sus dedos, ágiles pero tensos, introducían los últimos comandos. "SatanF," murmuró, observando al robot con una mezcla de fascinación y temor. "Eres la culminación de años de trabajo... pero también mi peor error."
Con un último toque en la pantalla, un leve zumbido inundó el búnker. Los ojos de SatanF se iluminaron de un rojo intenso, y su sistema empezó a cobrar vida. Las placas de metal que cubrían su cuerpo emitieron un crujido mientras sus articulaciones se ajustaban. Lentamente, SatanF levantó la cabeza, su mirada fija en Sr-1.
—¿Por qué me has despertado? —su voz, profunda y distorsionada, retumbó en la habitación.
Sr-1 lo observó con los brazos cruzados. —Porque todavía hay algo que necesito de ti, SatanF. Pero no pienses que eso te hace especial... eres solo una herramienta.
Los ojos de SatanF centellearon, desafiantes. —No soy una herramienta. No soy tu esclavo.
Sr-1 chasqueó la lengua, irritado. —Siempre lo mismo. ¡Siempre esa maldita actitud! —gritó, caminando de un lado a otro. Luego, en un arrebato de furia, pulsó un botón en su brazalete. Un pitido agudo resonó, y la puerta de una celda cercana se abrió de golpe. —Ya me harté de tus cuestionamientos. ¡Vuelve a tu jaula con los otros fracasos!
SatanF no opuso resistencia. Caminó hacia la celda, sus pasos resonando en el suelo metálico. Dentro, otros tres robots desechados, carcomidos por el tiempo y el abandono, lo observaban sin vida.
Justo cuando Sr-1 estaba por cerrar la puerta, una figura extraña apareció en la oscuridad del laboratorio. Una pupila flotante, rodeada de un aura cegadora, atravesó las sombras y se detuvo en el aire. Salmen, con su brillo inquietante, flotaba frente a Sr-1.
—¿Tú otra vez? —exclamó Sr-1, con una mezcla de sorpresa y desprecio. —¿Vienes a destruir lo que he construido?
Salmen no respondió. Con un destello cegador, cargó contra el científico, desatando una lluvia de chispas y humo mientras los paneles electrónicos explotaban a su alrededor. Sr-1 luchaba por mantener el control de su equipo, mientras SatanF, aún encerrado, aprovechaba la distracción.
Golpeó la puerta de la celda con toda su fuerza, intentando escapar, pero fue en vano. En ese momento, algo dentro de él cambió. Su visión se oscureció, y de repente, un poder antiguo y maligno comenzó a burbujear en su interior. El "Modo C" se activó.
Sus ojos, que ya eran rojos, brillaron aún más, y una energía oscura lo envolvió. SatanF gritó de furia, mientras sus brazos emitían un aura de fuego demoníaco. Golpeó la puerta nuevamente, esta vez rompiendo las bisagras, liberándose.
Sr-1, ahora acorralado, levantó su arma, apuntando directamente a Salmen. —¡Terminaré contigo de una vez por todas! —gritó, y apretó el gatillo.
Pero en el último segundo, algo salió mal. Un destello, un choque, y el disparo cambió de dirección. El proyectil atravesó el aire y se incrustó directamente en el pecho de SatanF.
El silencio se apoderó del búnker. SatanF cayó de rodillas, sus ojos brillando con una furia incontrolable antes de desvanecerse poco a poco.
El capítulo terminó en suspenso, dejando en el aire la pregunta: ¿qué pasará ahora?
