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Capítulo 6: El Desarrollo de Alfonso: Parte 1

Península Ibérica, Reino de León y Castilla, Burgos, 15 de septiembre de 1105

Ha pasado un mes desde que Raimundo partió hacia el sur para enfrentarse a los musulmanes en la frontera. Mientras el reino se prepara para la posible batalla, en el castillo de Burgos, la vida continúa con su ritmo acelerado.

En una tarde soleada, en los jardines del castillo, la infanta Sancha sostiene en brazos a su hermano menor, el Príncipe Alfonso. Mientras juega con él, Sancha nota que Alfonso comienza a emitir sonidos inquietos y a moverse inquieto en sus brazos.

"Sancha, ¿qué le pasa a Alfonso?" pregunta Urraca, acercándose para observar a sus hijos.

"Siento que quiere algo, madre", responde Sancha con curiosidad. "Quizás quiera explorar un poco por sí mismo."

Urraca asiente, entendiendo la conexión entre los hermanos. Con delicadeza, Sancha coloca a Alfonso en el suelo, donde el joven príncipe comienza a agitar sus brazos y piernas con entusiasmo.

Con asombro, Sancha observa cómo Alfonso intenta levantarse sobre sus manos y rodillas, balanceándose hacia adelante y hacia atrás en un intento de movimiento. Sus grandes ojos oscuros brillan con determinación mientras se esfuerza por alcanzar un juguete que yace a poca distancia.

"Sancha, mira cómo Alfonso intenta moverse", exclama Urraca con alegría. "¡Creo que está tratando de gatear!"

Mientras tanto, el mayordomo del castillo, Pedro, y la sirvienta principal, María, se acercan al grupo con una bandeja de plata llena de frutas frescas para la merienda de la tarde. Observan con interés el progreso de Alfonso mientras discuten en voz baja entre ellos.

"Pedro, ¿crees que Alfonso logrará gatear pronto?" pregunta María, echando un vistazo al joven príncipe.

"Podría ser cuestión de tiempo, María", responde Pedro con cautela. "A veces, estos hitos del desarrollo tardan un poco en llegar. Pero estoy seguro de que Alfonso pronto estará explorando todo el castillo con su curiosidad insaciable."

María asiente con una sonrisa y continúa observando mientras Alfonso realiza sus esfuerzos para moverse por el suelo. A su lado, el perro de la familia, un leal mastín llamado Bruno, observa con atención, listo para intervenir si surge alguna situación inesperada.

Después de unos momentos, Pedro se acerca con cuidado a Bruno y le ofrece un trozo de fruta de la bandeja. El perro huele la fruta con cautela antes de tomarla delicadamente de la mano de Pedro y masticarla con entusiasmo.

"Sigue siendo seguro, Pedro", dice María con alivio al ver que el perro no muestra signos de malestar.

Pedro asiente y luego se vuelve hacia María. "Creo que es seguro para los humanos también", dice, tomando un trozo de fruta él mismo. "Pero, por supuesto, lo probaremos primero antes de servirlo a los demás."

María asiente con aprobación y ambos sirvientes prueban la fruta con cautela, observando cualquier reacción adversa. Al no detectar ningún problema, preparan el resto de las frutas para la merienda, asegurándose de que estén seguras para el consumo de la familia real y sus invitados.

Alfonso continúa sus intentos de gatear, ajeno al proceso de prueba que se lleva a cabo a su alrededor. Mientras tanto, Urraca toma una de las frutas con cuidado y la prueba, observándolo con atención.

Mientras Alfonso se esfuerza por gatear, su mente está lejos de la inocencia y la curiosidad infantil.

En lugar de sentir la alegría de la exploración, su pensamiento está imbuido de ambición y determinación. Con cada intento, su mente está fija en la meta, visualizando el impacto que este logro tendrá en su futuro como líder. Cada caída fortalece su resolución, alimentando su deseo de superar este desafío.

Su mente está obsesionada con el éxito, con el poder que obtendrá al demostrar su habilidad ante su familia y sus súbditos. Y cuando finalmente alcanza su objetivo, la sensación de triunfo y dominio lo llena de una confianza aún mayor, reforzando su ambición para conquistar desafíos mayores que se presenten en su camino hacia el poder absoluto.

Después de varios intentos y caídas, Alfonso finalmente logra gatear con éxito hasta el juguete que había llamado su atención. Con determinación y perseverancia, se arrastra hacia adelante, ignorando las miradas de orgullo y asombro que lo rodean. Al alcanzar el juguete, su rostro se ilumina con una sonrisa de satisfacción, marcando un pequeño pero significativo logro en su camino hacia el poder.

Mientras Alfonso celebra su éxito, los preparativos para la merienda continúan en el castillo de Burgos. Los sirvientes distribuyen las frutas frescas entre los miembros de la familia real.

Mientras tanto, en las regiones fronterizas del reino, la tensión aumenta a medida que la batalla con los musulmanes se acerca cada vez más. Raimundo, liderando a sus hombres con valentía y determinación, se prepara para enfrentarse al enemigo en el campo de batalla, mientras que en el corazón del reino, intrigas y rivalidades políticas amenazan con socavar la estabilidad del trono.

Días después, durante otra tarde soleada en el castillo de Burgos, se lleva a cabo otra merienda en los jardines. Alfonso, ahora más diestro en el arte del gateo, se desplaza con mayor facilidad por el césped, persiguiendo a Bruno mientras juegan. A medida que se acerca a él, el perro mueve la cola con entusiasmo, dejando escapar ladridos juguetones que llenan el aire.

Alfonso se detiene junto a Bruno y lo abraza con cariño, sintiendo la suavidad de su pelaje bajo sus manos. El perro responde con lametazos amistosos y mueve la cabeza, disfrutando del afecto de su joven amigo. Juntos, se entregan a un juego animado, corriendo y rodando por el césped mientras la merienda continúa en el fondo, con Sancha y Urraca disfrutando de la compañía y la conversación.

Después de jugar con el perro, Alfonso comienza a bostezar y frotarse los ojos, mostrando signos de cansancio. Sancha, notando su fatiga, decide llevarlo a su habitación para que descanse. Con cuidado, lo carga en sus brazos y murmura suavemente:

"¿Listo para dormir, pequeño Alfonso?"

Alfonso, respondiendo con un suave murmullo, asiente con la cabeza y se acomoda en los brazos de Sancha. Mientras caminan por los pasillos del castillo, Alfonso se aferra a ella con confianza, sintiéndose seguro en sus brazos

Sancha sonríe mientras lo lleva a su habitación. Al llegar a la habitación, lo acuesta con suavidad en su cuna y lo arropa con ternura.

"Ahora es hora de dormir, Alfonso", murmura Sancha mientras le da un beso en la frente.

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