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Capítulo 7:El Desarrollo de Alfonso: Parte 2

Península Ibérica, Reino de León y Castilla, Burgos, 07 de octubre de 1105

Después de tres semanas desde aquel soleado día en los jardines del castillo, Alfonso ha demostrado un notable progreso en su habilidad para gatear. Sus pequeñas manos se aferran con determinación al suelo mientras sus rodillas se deslizan con suavidad sobre el suelo de piedra, impulsándolo hacia adelante con cada movimiento. A su lado, Bruno, el leal mastín de la familia, lo sigue con entusiasmo, moviendo la cola y emitiendo ladridos juguetones mientras lo alienta en su exploración.

Con casi cinco meses de edad, Alfonso se siente cada vez más confiado en sus movimientos. Sus ojos, de un azul profundo como el cielo de verano, observan el mundo que lo rodea con una curiosidad silenciosa. A medida que avanza gateando por los pasillos, se encuentra con los sirvientes del castillo, Pedro y María, quienes lo acompañan discretamente para asegurarse de su seguridad.

"Su Alteza, ¿cómo está hoy?", pregunta Pedro, inclinando la cabeza con respeto.

Alfonso no responde, pero su expresión tranquila y serena indica que está en buen estado. Continúa gateando hacia la cocina, donde el aroma tentador de la tarta de miel con nueces de su hermana Sancha lo atrae irresistiblemente.

A medida que se acerca a la cocina, el aroma se vuelve más intenso, envolviéndolo en una nube de deliciosos olores que despiertan su apetito. Su estómago gruñe ligeramente, pero Alfonso apenas lo nota, concentrado en el objetivo que tiene ante él.

Finalmente, llega a la entrada de la cocina, donde encuentra a los cocineros ocupados en sus quehaceres, amasando la masa y preparando los ingredientes para la tarta de miel con nueces de Sancha. Con una mirada de aprobación, Alfonso se detiene en el umbral, observando con fascinación el bullicio de actividad que se desarrolla ante él.

El cálido aroma de la tarta de miel con nueces llenaba la cocina del castillo de Burgos, mientras Alfonso gateaba hacia la entrada con la curiosidad brillando en sus ojos. Observó con atención cómo los cocineros preparaban la deliciosa delicia, preguntándose para quién sería.

Mientras Pedro y María continuaban vigilando desde la distancia para asegurarse de que el pequeño príncipe no se metiera en problemas, Alfonso se preguntaba por qué su hermana mayor no había sido atraída por el delicioso olor. Con determinación, se dirigió hacia las escaleras, con la intención de explorar más allá de la cocina.

Pedro y María, conscientes de los riesgos que conllevaba el intento de Alfonso de subir las escaleras gateando, se mantuvieron cerca para intervenir en caso de que necesitara ayuda. Con atención vigilante, observaron cómo el joven príncipe ascendía con cuidado, mientras ellos se aseguraban de que no se cayera en el proceso.

Las escaleras del castillo de Burgos eran robustas y sólidas, construidas con piedra tallada y pulida con esmero. Cada escalón era ancho y uniforme, proporcionando una base segura para aquellos que ascendían o descendían por ellas. Los barandales de hierro forjado se extendían a lo largo de ambos lados, ofreciendo un apoyo adicional y una sensación de seguridad a quienes las utilizaban.

A pesar de su aspecto imponente, las escaleras estaban cuidadosamente diseñadas para ser funcionales y accesibles. Los escalones estaban dispuestos en una inclinación suave y constante, lo que facilitaba el ascenso incluso para los más jóvenes o los más ancianos. A medida que Alfonso gateaba hacia arriba, podía sentir la textura fresca y rugosa de la piedra bajo sus manos y rodillas, una sensación reconfortante que contrastaba con el suave aroma a miel que flotaba en el aire.

A lo largo de los años, las escaleras habían sido testigos de innumerables momentos de la vida en el castillo, desde celebraciones y festividades hasta momentos de angustia y preocupación. Sin embargo, en ese momento, eran simplemente un camino hacia la aventura para el joven príncipe Alfonso, quien, con cada paso, se acercaba un poco más a descubrir los misterios que aguardaban más allá de la planta baja.

Alfonso, con su curiosidad cada vez más aguda, se detiene frente a la puerta de la primera habitación que encuentra en su camino. Con su pequeña mano, golpea suavemente la madera, llamando la atención de Pedro y María, quienes lo observan con atención desde la distancia.

"¿Qué hay allí, mi príncipe?" pregunta María, acercándose para ver lo que ha llamado la atención del joven Alfonso.

Alfonso, con una expresión de intriga en su rostro, señala hacia la puerta y murmura algunas sílabas ininteligibles, expresando su deseo de explorar lo que se encuentra más allá.

"¿Qué hay allí, Alteza?" pregunta María, acercándose para ver lo que ha llamado la atención del joven príncipe.

Alfonso, con una expresión de intriga en su rostro, señala hacia la puerta y murmura algunas sílabas ininteligibles, expresando su deseo de explorar lo que se encuentra más allá.

"¿Quieres entrar, Alteza?" pregunta Pedro, moviéndose hacia la puerta para abrir el camino al joven príncipe.

Con un asentimiento entusiasta, Alfonso observa con expectación mientras Pedro y María abren la puerta, revelando el interior de la habitación. Dentro, encuentra a su hermana mayor, Sancha, sentada junto a una mujer mayor que le enseña a bordar patrones en la tela con habilidad experta.

Los ojos de Alfonso se iluminan al ver la escena frente a él. Se acerca con cautela, observando con curiosidad el proceso de bordado mientras la mujer mayor instruye a Sancha en los detalles de la técnica.

"Mira, Príncipe", dice María, señalando hacia la escena. "Tu hermana Sancha está aprendiendo a bordar. Es una habilidad importante para las mujeres nobles."

Alfonso observa con atención, fascinado por la destreza de su hermana y la maestría con la que la mujer maneja la aguja y el hilo.

Mientras tanto, Sancha levanta la vista y sonríe al ver a su hermano menor observando con curiosidad. Con un gesto amable, le hace un gesto para que se una a ellos, ofreciéndole la oportunidad de aprender junto a ella.

"¿Quieres intentarlo, Alfonso?" pregunta Sancha, extendiendo una pequeña pieza de tela y una aguja hacia su hermano menor.

Alfonso, con su atención ya capturada por la escena de bordado, parece indiferente a la oferta de Sancha. En lugar de aceptar la invitación de su hermana, sus ojos se desvían hacia los mapas que cuelgan de las paredes de la habitación. Con un gesto de interés, se acerca a ellos, su curiosidad despertada por las imágenes detalladas que representan las tierras y fronteras lejanas.

María, observando la reacción de Alfonso, se acerca con una sonrisa y señala hacia los mapas. "¿Te interesan los mapas, Alteza?" pregunta con amabilidad.

Alfonso asiente con entusiasmo, sus ojos oscuros brillando con intriga mientras examina los detalles de los dibujos. Aunque las representaciones son simples en comparación con los mapas detallados que se elaborarán en siglos posteriores, Alfonso encuentra fascinante la idea de poder explorar el mundo a través de estas representaciones gráficas.

"¿Qué ves en esos mapas, Príncipe Alfonso?" pregunta María, observando con interés la reacción del joven príncipe.

Mientras tanto, en la cocina, los cocineros ponen los toques finales a la tarta de miel y nueces, lista para ser disfrutada por la familia real en la celebración del cumpleaños de Sancha.

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