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Como un demonio, su presencia provocaba el terror en otros. Esa era la descripción perfecta para Jonathan Arias.

- ¡Oye! -dijo de forma siniestra y después colgó. Justo cuando comenzaba una infinidad de emociones, recibí un mensaje suyo que decía:

"Calle Rockville, 221. A las 16h. será mejor que vayas Sami"

Mire el mensaje una y otra vez, forzándome a mantenerme tranquila. Intente convencerme de que era imposible que una persona cayera en la misma trampa una y otra vez. Ya que no era posible evitar a Jonathan, lo mejor era pensar en algo para que se alejara de mi por su cuenta.

De pronto, mi teléfono empezó a sonar. Era Álvaro. Cuando conteste, una voz llena de indiferencia sonó al otro lado de la línea.

-Arréglate. Me acompañaras a una fiesta más tarde.

Aun me sentía inquieta por el asunto de Jonathan, así que intente pensar en otra excusa después de quedarme en silencio un rato.

- ¿Es necesario que vaya? No me siento bien hoy. Me quiero quedar en casa y descansar.

Hubo un silencio por un momento que después desapareció gracias a su voz profunda:

- ¿Es grave?

-No mucho, pero no quiero salir -asegure mientras agitaba mi cabeza. Después de una pausa pregunte con cautela: - ¿La fiesta es muy importante?

-No, mejor descansa -dijo con una voz tranquila y escasa de emociones.

Le mande un mensaje a Mayra después de terminar la llamada. Después de eso, me prepare un poco antes de subirme al coche y dirigirme hacia la dirección que Jonathan me había mandado. A las 16h, el sol estaba ardiendo y las personas estaban saliendo a las calles. La dirección que Jonathan me había enviado me llevo hacia una lujosa tienda de ropa. Me mantuve alerta y no entre en seguida. Saque mi teléfono y llame a Jonathan, pero no pude comunicarme con él. En ese momento una señorita que vestía un vestido verde salió de la tienda.

- ¿Es usted la señorita Samara Arias? -pregunto mientras me observaba con una sonrisa en su cara. Asentí, sintiéndome sorprendida. -Pase por favor, señorita Arias. No se preocupe, el señor Arias nos ha dado instrucciones. Deje todo en nuestras manos. -dijo mientras seguía sonriendo.

La seguí hasta una habitación VIP en el segundo piso. Después de darle un par de órdenes a unas personas, me llevo a escoger un vestido. Yo no era tonta, así que me di cuenta de lo que iban a hacer. Aun así, no tenía idea de lo que Jonathan realmente estaba planeando. Poco después, confiscaron mi teléfono y me llevaron hacia un tocador. La chica del vestido verde me sonrió y dijo:

-No se ponga nerviosa, señorita Arias. El señor Arias ha preparado todo y lo único que usted debe hacer es cooperar con nosotros.

Todo el proceso termino después de unos 10 minutos. Fruncí el ceño cuando vi mi cara casi irreconocible en el espejo, enfadada.

Jonathan nunca llego y en lugar de eso, envió un brillante Bentley negro para que me esperara fuera de la tienda. Al observar el coche, me di cuenta de que el conductor era demasiado joven. Entre al coche sintiéndome insegura, mire al hombre con mis brazos cruzados y pregunte:

- ¿A dónde vamos? Traje mi coche, así que iré para allá.

- ¿Eso significa que no confía en mí? -pregunto el conductor con una sonrisa en la cara.

-Así es. -conteste de forma brusca mientras asentía.

Tal vez el no esperaba que fuera tan directa, así que lo tome de sorpresa. En poco tiempo se compuso, como tratando de convencerme con una sonrisa.

-No se preocupe señorita Arias. El señor Arias solo quiere llevarla a una fiesta donde espera presentarla a todos.

-Déjate de tonterías y dime la dirección.

No iba a bajar la guardia pues no sabía lo que Jonathan estaba tramando. En respuesta, el conductor salió del coche y me abrió la puerta. Con una sonrisa en la cara, dijo con determinación:

-Señorita Arias, no complique las cosas. Por cierto, el señor Arias sabe que ha llamado a la señorita Murillo. De hecho, ya ha enviado a alguien para que la recoja también. Estoy seguro de que no quiere abusar de su amabilidad, ¿verdad?

Después de reflexionarlo un momento, sonreí con amargura y subí al coche.

El conductor me llevo a un centro turístico situado en algún lugar del sur que estaba a más de una hora de distancia. Al principio no tenía ni idea de donde me llevaban, pero después de ver el coche entrar en el campo de golf que se encontraba en los suburbios del sur, lo supe de inmediato. Después de todo la Ciudad J fue una capital famosa y antigua de tres imperios sucesivos.

A pesar del rápido desarrollo de las infraestructuras

A pesar del rápido desarrollo de las infraestructuras y de la modernización en la actualidad, aun lograba conservar su herencia cultural de la ciudad antigua. Aunque el lugar no era una capital militar ni política, en el siglo pasado se produjeron grandes talentos. Por ello, muchas personas mayores que ocupaban puestos importantes en la capital preferían poseer un pedazo de propiedad inmobiliaria incluso en Ciudad J, buscando una inversión estable para los próximos 100 años para la generación descendiente. Como resultado, estas preciosas tierras de la zona sur de la Ciudad J se habían convertido en un crisol para las personas con poder, prestigio y posesiones.

Era una completa mentira el dicho de que todos fueron criados por igual. Para la gente ordinaria, estas lujosas tierras en los suburbios del sur estaban muy por encima de sus posibilidades, incluso si se habían esforzado y trabajado durante toda la vida. A pesar de ello, todavía había mucha gente que se rompía la cabeza a diario para poder entrar aquí. En sus mentes, pensaban que cualquiera que se encontrara aquí tendría el potencial de ser el benefactor de su vida y les ayudaría a encontrar un cambio en su camino hacia el éxito.

El coche se detuvo al entrar en el recinto del campo de golf. Alguien se acercó y me hizo salir para entrar en otro Bentley negro más pequeño y también alquilado. Vi a Jonathan en cuanto subí al coche, con su aura masculina y engreída de siempre y con una expresión amable. Un par de ojos claros como los de un zorro se fijaron en mi mientras saludaba:

- ¡Samara! ¡Cuánto tiempo!

Fui capaz de reaccionar a tiempo, sostuve mi falda larga e intenté salir del coche. Sin embargo, fue demasiado tarde. Jonathan me rodeo con sus brazos y me inmovilizo en el asiento. En voz baja, susurro:

-Ahora se una buen achica, ¿de acuerdo? Esperaba que nuestro primer encuentro fuera más romántico.

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