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Todo lo que salía por su boca sonaba malvado, sin importar que tan encantadoras fueran sus palabras. Me hice la fuerte, contuve mi miedo y a la fuerza pregunté:

- ¿Qué le has hecho a Mayra?

Jonathan levanto su mano, se acercó y me miro. Después, de forma casual dijo:

-Ella está bien -me levanto el mentón y después dijo con impotencia: -Sami, estas más delgada, pero aun sigues increíble.

Baje la mirada, negándome a hablar con él.

-La familia Herrera es una familia centenaria en esta década. Ellos han creado a los mejores lideres militares y políticos a través de los años. Son insuperables en el mundo de los negocios. Será mejor que te mantengas cerca de mí. -dijo con un tono estricto.

Escuchar eso me hizo fruncir el ceño. Justo cuando me encontraba perdida en mis pensamientos, el coche paro fuera de un chale lujoso de estilo europeo. Jonathan salió primero y después abrió la puerta y me saco del coche con caballerosidad.

-Asegúrate de no soltar mi brazo. -susurro en mi oído.

Odiaba y temía su hipocresía. Su alegre fachada repugnante. Él siempre había sido el tipo de persona que apuñalaba a otros por la espalda sin parpadear. Aun así, no tenía otra opción a no ser escucharlo.

Tomé su brazo y salí del coche. El chale tenía una arquitectura elegante por fuera y un matiz con un diseño de inspiración cultural por dentro. La entrada no conducía a un salón como en un chale normal, sino a un camino empedrado que serpenteaba a través de un jardín antes de llegar al salón. Me pavonee suavemente en mis tacones mientras entraba del brazo de Jonathan.

Fuera del salón vi a Álvaro no muy lejos de nosotros. Llevaba un traje negro y una camisa blanca debajo. Lucia increíble con su cuello blanco, el pelo corto y los rasgos definidos y cuidados. Su mera presencia desprendía un aura fuerte y varonil que, incluso entre la multitud, permitía distinguirlo fácilmente con una simple mirada.

En ese momento, me di cuenta de que el elegante banquete era la fiesta de cumpleaños de Camila Ortega. Álvaro y otras personas de los círculos empresariales y políticos de Ciudad J estaban invitados. Mis ojos se agrandaron al darme cuenta de que conocía a algunos de ellos. Yo era la mujer de Álvaro y me encontraba sujetando la mano de otro hombre. Al presentarme así, sabía que era como una bofetada en la cara de Álvaro. Caí en un estado de miedo y preocupación, así que retiré mi mano de forma brusca.

Sin embargo, Jonathan nunca fue el tipo de persona que dejaba ir una oportunidad para atormentar a los demás. Tomo mi mano y grito:

- ¡Compórtate, Sami!

Solo pude morder mis labios mientras mis manos empezaban a sudar. Levante la mirada para observar a Álvaro y para mi desgracia, me di cuenta de que él también me estaba mirando. Sus ojos profundos y oscuros se entrecerraron mientras se fijaba en el vestido negro de hombro caído que llevaba en mi cuerpo. Poco después, dirigió su atención hacia Jonathan y saludo:

-Señor Arias, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi.

Jonathan me acerco a él y sonrió.

-Así es, señor Ayala. Ha pasado mucho tiempo desde nuestro último encuentro.

La interacción entre ambos parecía tan normal que no pude detectar nada extraño. Álvaro fijo su mirada en mí y pregunto:

- ¿Y quién es la señorita a su lado, señor Arias?

- ¡Mi prometida!

Era evidente que la mentira de Jonathan tomo por sorpresa a Álvaro. Su expresión se volvió sombría y su mirada helada. Aun así, mantuvo su sonrisa y dijo:

-Se dice que el señor Arias no tiene interés en las mujeres, pero al tener una prometida tan hermosa a su lado, supongo que no es verdad.

Jonathan tomo mi mano mientras sonreía.

-No es que no me interesen las mujeres. Es que solo estaba esperando a que apareciera la indicada.

Al escuchar esas palabras, Álvaro entrecerró sus ojos de forma siniestra mientras repetía suavemente:

-Que apareciera la indicada…

En ese momento yo me encontraba en un estado de pánico total. Nunca había hablado de Jonathan con Álvaro. Aunque en el futuro pudiera hacerlo, por ahora el asunto estaba en un punto crítico. Lo único que deseaba en ese momento era que la tierra me tragara. Sin embargo, no podía escapar porque Jonathan me tenía agarrada de la mano. Tampoco me atreví a abrir la boca para negar las tonterías que estaba diciendo. Mi corazón era un desastre.

La mirada oscura de Jonathan cayo en mi por un momento y después sonrió de repente y pregunto con sarcasmo:

- ¿Cómo debería llamarte ahora? ¿Señora Ayala o señora Arias?

Mi corazón se detuvo. Me solté del fuerte agarre de Jonathan a la fuerza, camine hacia enfrente y tome a Álvaro.

-Álvaro, yo…

- ¡Álvaro!

En ese momento, la voz suave y dulce de una mujer sonó desde un lado. Giré mi cabeza y vi a Rebeca acercándose. Llevaba un vestido de color piel con espalda descubierta de sirena que acentuaba plenamente su magnífica figura. Se levanto la falda del vestido con una mano, se acercó con elegancia al lado de Álvaro y entrelazo su brazo con el de él. Juntos parecían la pareja perfecta.

Rebeca no se sorprendió al verme, su expresión delataba cierto desagrado al saludar.

-Veo que la señorita Arias también está aquí. -Cuando sus ojos se fijaron en Jonathan, quien estaba a mi lado, sonrió ligeramente y comento: -Señorita Arias, ¿él es su… amigo?

Acentuó de propósito la palabra amigo de forma ambigua. Baje la mirada y evite la suya. Fui lo suficientemente prudente como para reprimir la respuesta que tenía en mente porque no importaba como lo dijera, en la situación actual, solo estaría haciendo el ridículo.

-Vamos dentro, Sami.

Jonathan se limitó a mirar a Rebeca con indiferencia mientras una mirada de desdén cruzaba su cara. Me tomo del brazo y me llevo al salón.

A decir verdad, no era que a Jonathan no le interesaban las mujeres, sino que le daban asco. Desde los 8 años le repugnaban. Si no fuera porque crecí con él, también me habría odiado. Su condición especial era como una condena al infierno para mí porque me hacía mucho más difícil escapar de sus malvadas garras.

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