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239) Drama en la fiesta de muerte

Hermione buscaba desesperadamente una excusa para marcharse y poner fin a su vergüenza, pero en ese instante, una voz emocionada rompió el incómodo silencio.

"¡Harry!"

Nos volteamos al unísono y vimos al fantasma de una niña acercarse con entusiasmo. Era Myrtle la Llorona. Había estado observando desde un rincón cómo Helena y yo bailábamos, con una mezcla de envidia y anhelo. Myrtle se sentía sola y dudaba si acercarse, quizá para pedirme un baile. Sin embargo, la presencia de Helena, que tenía cierto estatus entre los fantasmas de Hogwarts, la hacía dudar; no quería arriesgarse a empeorar su ya frágil posición social.

"Hola, Myrtle," la saludé con una sonrisa. No la había notado antes; mi habilidad [sentir la vida] no funcionaba con fantasmas, y la cantidad de presencias plateadas en el salón, sumada a la tenue iluminación, dificultaba percibir bien el entorno.

"Hola, Red. Hola, Helena. Bailaron muy bien... estuvieron increíbles," dijo, inclinando ligeramente la cabeza hacia ambos. Aunque en privado solía comportarse más confiada conmigo debido a nuestras perversión compartida, frente a otros adoptaba una actitud más reservada y tímida. Luego giró su atención hacia los tres vivos que estaban a mi lado, aunque su mirada se centró en uno en particular.

"Hola, Harry. Soy Myrtle Warren. Suelo estar en los baños de chicas del segundo piso," se presentó, bajando un poco la cabeza con timidez.

"Eh... hola," respondió Harry, visiblemente incómodo ante la aparición inesperada de un fantasma que claramente le dirigía toda su atención.

"Bueno... quería preguntarte algo," dijo Myrtle, jugando nerviosamente con las mangas de su túnica. "Es una linda fiesta, y, viendo a Red y Helena bailar, pensé que tal vez... ¿te gustaría bailar una canción conmigo?" Extendió su mano hacia él, aunque no podía mirarlo directamente a los ojos por la vergüenza.

Harry abrió los ojos como platos y lanzó una mirada de auxilio a Ron y Hermione. Sin embargo, ellos parecían tan sorprendidos como él. Nunca antes habían oído de fantasmas invitando a humanos a bailar, pensaron que lo de Red era algo extraño, pero ahora no podían evitar pensar que era una especie de nueva moda fantasma. Al no recibir ayuda, Harry respiró hondo y, tras un momento de duda, extendió su mano hacia la de Myrtle.

Pero su mano atravesó la de ella, y el gélido frío fantasmal lo hizo retroceder instintivamente. Solo ese toque fue suficiente para que se diera cuenta de lo mala idea que sería aceptar la invitación, especialmente en medio de un salón abarrotado de fantasmas expectantes. Myrtle, sin embargo, seguía mirándolo con ojos brillantes, aguardando una respuesta mientras Harry intentaba desesperadamente pensar en algo.

"Yo... yo..." balbuceó, buscando una excusa para escapar de aquella situación.

"¡Harry! Tenemos que irnos. Llegamos tarde al banquete de Halloween y prometimos a Neville que lo ayudaríamos antes de que terminara con... esa cosa," intervino el salvador Ron, mostrando un instinto de supervivencia impecable. Su excusa no era precisamente brillante, pero cumplió su propósito.

"Sí, cierto," dijo Harry rápidamente, aferrándose a la salida que Ron le había ofrecido, muy agradecido por eso. "Lo siento, Marta, pero tengo que irme. Prometí ayudar y, como dijo Red, un hombre debe cumplir sus promesas."

El detalle final, confundiendo el nombre de Myrtle, solo empeoró la situación, pero Harry no esperó a ver su reacción. Sin mirar atrás, él y Ron se apresuraron hacia la salida de las mazmorras, casi corriendo. En su huida, solo se detuvieron un instante para saludar rápidamente a Nick Casi Decapitado antes de desaparecer por completo.

Me quedé en el salón, rodeado por Hermione, Helena y Myrtle, con la atmósfera un tanto extraña a nuestro alrededor.

Todos vimos cómo Myrtle parecía desinflarse; su expresión cambió y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Era evidente que estaba a punto de llorar. Se sentía humillada; el chico al que había reunido valor para invitar a bailar se había marchado de manera casi brusca.

"Tranquila, Myrtle, no te pongas así," le dije, acercándome para intentar consolarla. "La noche todavía es joven, hay mucho por disfrutar."

"Fácil para ti decirlo," replicó con un tono amargo. "Eres un chico guapo que incluso sacó a bailar a la fantasma más bonita y noble de Hogwarts." Su voz se rompió mientras continuaba: "Yo soy solo una basura. No puedo ni lograr que un chico acepte bailar conmigo. ¡Tonta, tonta Myrtle! ¿Por qué pensaste que merecías algo más que insultos?" Myrtle empezó a despreciarse con una intensidad que hizo que todos en el grupo se sintieran incómodos.

"Myrtle, no digas eso," le dije con firmeza. "Eres increíble a tu manera. Claro que mereces más." Miré a Hermione y a Helena, quienes compartían mi pesar por la situación de Myrtle y asintieron como si entendieran mis pensamiento. "¿Qué te parece si te saco a bailar?"

"No *sniff*, está bien," respondió, entre lágrimas, y luego añadió con un tono hiriente: "No quiero que tu novia loca venga a mi baño a romper mi retrete." La indirecta contra Hermione no fue casual; Myrtle estaba herida por el rechazo de Harry y proyectaba su frustración en quienes lo rodeaban. Sabía que era mi novia, pero también sabía sobre mis infidelidades, restándole valor como mi pareja, lo que le daba cierta licencia para soltar ese comentario.

"Yo..." Hermione abrió la boca para responder, pero al ver a Myrtle llorar, optó por contenerse. En cambio, suspiró y habló con calma: "No tengo ningún problema con que bailen juntos, Myrtle. De hecho, creo que Harry fue bastante descortés. Es demasiado inmaduro para estas cosas." Hermione aprovechó la oportunidad para señalar las fallas de Harry, especialmente porque él no estaba allí para defenderse. Además, era su forma de dejar claro que no era una novia tóxica... ¿verdad? La reflexión le hizo cuestionar brevemente si alguna vez había hecho algo que la pudiera mostrar como tal.

"Hermione tiene razón," añadí, asintiendo. "No fue culpa tuya, Myrtle. Ahora me doy cuenta."

"¿En serio?" preguntó Myrtle, con un leve destello de esperanza en sus ojos, aunque fuera frágil.

"Claro que sí. El culpable aquí es Harry. Piénsalo: eres una chica muy bonita. ¿Verdad, chicas?"

Ambas, Hermione y Helena, dudaron por un instante, pero al final respaldaron mi afirmación con cumplidos hacia Myrtle. No era precisamente una belleza, pero en ese momento necesitaba cualquier palabra de aliento.

"¿De verdad creen que soy hermosa? Entonces, ¿por qué Harry me odia?" preguntó Myrtle, limpiándose las lágrimas mientras revivía el rechazo en su mente.

"No te odia," respondí con suavidad. "Solo es... inmaduro, como dijo Hermione. De hecho, estoy seguro de que le gustas."

"¡¿Le gusto?!"

"¡¿Le gusta?!" exclamaron Helena y Hermione al unísono, incrédulas.

"Sí," insistí, asintiendo con toda la seriedad que pude reunir. "Solo que no lo sabe todavía. A veces los chicos no se dan cuenta de lo que sienten hasta que alguien se los muestra. Myrtle, estoy convencido de que Harry es el amor de tu vida. Él simplemente no se ha dado cuenta aún."

Myrtle soltó una risa temblorosa mientras Helena y Hermione rodaban los ojos con resignación.

"En casos así, lo mejor es tomar la iniciativa. Él te ama, Myrtle, pero necesita que lo ayudes a verlo. No dejes que esto te afecte. Harry madurará y verá que eres su destino. Solo necesitas enseñárselo."

Hermione me dio un codazo discreto, mirándome con desaprobación. Sabía que estaba alimentando las ilusiones de Myrtle para que acosara a Harry, pero incluso ella tuvo que admitir que mi táctica estaba funcionando. Myrtle parecía haber recibido una dosis de determinación inesperada.

"Tienes razón," declaró, con una renovada expresión de resolución en su rostro. "No puedo confiar en que Harry haga que esto avance. Ya sé lo que tengo que hacer." Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y propósito, aunque su sonrisa hizo que Hermione y Helena se estremecieran. Para mí, curiosamente, me recordó a Lavender.

"Gracias, Red, por todo. Me has permitido poder buscar el amor verdadero." Cerró el puño en un gesto triunfal y se dirigió hacia el suelo. "Adiós, Hermione. Helena."

Y con eso, Myrtle atravesó el suelo, dejándonos a los tres en un silencio tenso mientras la música del salón seguía sonando.

Y con eso, Myrtle atravesó el suelo, dejándonos a los tres en un incómodo silencio mientras la música del salón continuaba sonando, aunque Hermione no la oyera.

"Tengo la sensación de que algo malo va a pasar," murmuró Hermione, cruzándose de brazos.

"Yo también," añadió Helena con una expresión preocupada.

"Bah, déjenlo para después," respondí, tratando de aligerar el ambiente. Me giré hacia Hermione y extendí mi mano con una sonrisa. "Hermione, ¿quieres bailar? Supongo que fui descortés al no invitarte primero. Sí, soy un mal novio, pero déjame enmendarlo."

"No, está bien," contestó, suspirando. "Prefiero regresar. Este lugar me resulta incómodo, y la verdad estoy agotada. Solo vine por curiosidad para ver cómo era la fiesta."

"Bueno, si es así..." dijo Helena, girándose hacia Hermione con una leve sonrisa. "¿Te importaría si me robo a tu novio un rato más? Señorita Granger, ¿me concederías el favor de permitirle ser infiel esta noche? Prometo devolvértelo intacto."

"Claro, diviértanse," respondió Hermione con cierta reticencia, aunque no parecía preocupada en absoluto. Aunque no le encantaban las palabras de Helena, no veía problema en que Red bailara con ella. Después de todo, no era una verdadera infidelidad... ¿o sí?

Helena y yo observamos a Hermione marcharse y nos dirigimos nuevamente a la pista de baile. Mientras avanzábamos, no pude evitar sonreír.

"Gracias. No sabía que podías actuar así," le dije con un tono cómplice. El pequeño acto, que terminó presentando a Hermione como la mala de la situación, había sido completamente improvisado y solo funcionó gracias a la cooperación de Helena.

"No hay de qué," respondió con una pequeña sonrisa. "No sé si servirá de algo, pero espero que le ayude a aceptar, poco a poco, que no será la única en tu vida. Es lo poco en que puedo ayudarte ahora. Como dije, te apoyaré en lo que decidas, incluso si eso implica engañar a jóvenes brujas..." Su voz se suavizó, y añadió en un susurro: "Mi madre debe estar revolcándose en su tumba."

"Tu madre estaría orgullosa," le respondí con firmeza y cariño. "Sí, cometiste errores, pero llegaste lejos. Mírate, superaste a todos tus pares fantasmas y te has convertido en algo único."

"Además de estar emparejada con el hombre que hizo todo esto posible y que será el futuro mago más grande de la historia," replicó, devolviendo el cumplido con una sonrisa. Ambos reímos.

De vuelta en la pista de baile, retomamos nuestro ritmo, moviéndonos con una sincronía inusual entre un humano y un fantasma. Llamamos la atención de todos los difuntos presentes, que murmuraban con asombro, curiosidad y, en algunos casos, envidia.

"¡¿Helena?!"

La voz resonó como un eco cortante, haciendo que ambos detuviéramos nuestro baile. Al girarnos, nos encontramos con el Barón Sanguinario, quien nos observaba con una mezcla de incredulidad y furia.

"¿Qué estás haciendo...?" Su voz temblaba mientras sus ojos iban de Helena a mí.

"Bailando con mi compañero," respondió Helena con calma, entrelazando su brazo con el mío.

"Pero... él es... ¡un vivo!" exclamó, como si esa palabra en sí misma fuera un insulto.

"¿Y qué?" replicó Helena con indiferencia. "Es noble, amable, servicial y sabe bailar muy bien. Es la pareja perfecta."

"¡Tiene doce años!" protestó, aunque estaba claro que su problema no era la edad.

"Eso no es lo que realmente te molesta, ¿verdad?" Helena suspiró y lo miró con los ojos entrecerrados.

"Helena, yo..." empezó a decir, como si yo no existiera.

"¡Cállate, Waldo!" exclamó con fuerza, cortándolo en seco. "Te lo dejé claro en vida, y eso causo que la perdiera. No quiero repetírtelo en la muerte, pero parece que, incluso después de todos estos años, no lo entiendes. No me gustas. Nunca me gustaste, y nunca me gustarás. Si hoy vine con mi amigo o si fuera algo más que eso, no es asunto tuyo. No eres mi dueño. Es más, lo único que eres es mi asesino."

Su declaración resonó en todo el salón, dejando un silencio sepulcral. Helena continuó, su voz cargada de emoción y furia:

"¿Que me gustan los vivos? Puede que sí, me que me encante. Y si quiero bailar con un chico de doce años, lo haré. ¿Qué te importa? Que quede claro ante todos: soy la 'putita' de este niño pervertido y estoy a su disposición, no disponible para nadie mas. No soy la inalcanzable dama noble que todos creen. Soy simplemente la hija de la gran Rowena Ravenclaw, pero no su sombra. Soy Helena Ravenclaw, solo una chica que esta cansada de esta existencia... Y si alguien tiene un problema con eso, puede irse al infierno, porque yo ya estoy cansada de esta existencia miserable. ¡Todos pueden morirse otra vez, porque voy a disfrutar lo poco que me queda!"

El aire en la sala era denso. Helena había explotado, y aunque las palabras habían sido drásticas, parecían haberle brindado una catarsis que necesitaba desesperadamente.

Sin esperar una respuesta, me tomó de la mano y me arrastró fuera del salón, aunque eso solo empeoró la herida de mi carne que aun no había sanado por completo.

Caminamos por el castillo en silencio al principio, pero luego no pude evitar bromear sobre lo que había dicho.

"No puedo creer que hayas dicho todo eso..." solté entre risas.

Helena se tapó el rostro, avergonzada. "¡No lo menciones! Estaba furiosa. No sé qué me pasó."

"Bueno, creo que fue perfecto. Aunque haya sido una escena, necesitabas sacarlo."

Terminamos la noche vagando por el castillo, charlando y riendo. Cuando nos separamos, ambos estábamos burlándonos de lo difíciles que eran las relaciones, refiriéndonos a lo de Hermione y el Barón sangriento. 

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2do Capítulo Adicional

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