—¡Ah! —Aed Ruad jadeó mientras retrocedía lentamente, su sangre dejando un rastro detrás de él. Su ropa estaba empapada de sangre. La sangre le goteaba por la nariz y le volvía a entrar en la garganta. Sus ojos estaban muy abiertos ante la pregunta que ella le lanzó, con la furia y la sorpresa al ver su transformación.
Él no había dejado piedra sin remover para romperla mental y físicamente. Ella era la heredera de los elfos, su linaje era puro, el de los ancestros. Y sabía que tendría que hacer mucho para romperla. —¡Estás más loca que yo, Anastasia! —ladró—. No sabes lo que estás haciendo. ¡Sal de eso! Es este mago quien te está controlando. ¿No puedes verlo?
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