Las pinturas hechas por Iona estaban alineadas en una pared de la antesala que conducía a su dormitorio. —¡Dioses, Íleo! —jadeó ella—. ¿Qué pasa si Cora descubre que han desaparecido? —dijo mientras miraba las pinturas. Su esposo estaba lleno de travesuras.
Íleo se acercó y rodeó su cintura con los brazos diciendo, —No lo hará. Para cuando ella despierte por la mañana, las verá. Solo las he conseguido para esta noche.
Anastasia se rió mientras agarraba los brazos de su esposo. Él la besó en el templo y dijo, —Puedes continuar con tu investigación sobre estas, cariño, pero antes de eso tienes que cumplir con tu apuesta.
—¿Qué apuesta? —preguntó ella mientras su atención se dirigía al cuadro más grande.
—Algo sobre hacerme venir una docena de veces. —Su erección ya estaba presionando contra su vientre.
—Ah, ya veo —lo provocó ella—. Bueno entonces, entremos.
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