En el bloque de la facultad, un hombre se podía ver caminando de un lado para otro en su oficina.
—¿Qué pasaría si se enteraran... —murmuró el hombre.
—No, seguramente no le causarían problemas después de todos esos incidentes —continuaba hablando consigo mismo el hombre.
El sudor se formaba en su rostro, y su corazón latía aceleradamente con ansiedad.
*Toc* *Toc*
El hombre se giró hacia la puerta de su oficina mientras sus pensamientos se desbocaban.
—Profesor Argas, he traído los documentos que solicitó —se escuchó la voz de un hombre detrás de la puerta.
Argas respiró aliviado mientras cambiaba su expresión.
—Pase —permitió Argas que entrara.
El miembro del personal entró a su habitación con algunos documentos en sus manos.
—Hemos fijado su horario para las próximas tres semanas —dijo él,
—pero aún debería confirmar sus horarios con otros profesores en caso de un cambio de último minuto —dijo, pero la mente de Argas estaba ausente.
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