—¡Xiao Yeyang, espérame! —gritó Daohua.
Xiao Yeyang iba adelante con paso firme, seguido por Daohua. En circunstancias normales, debería haber podido alcanzarlo a ese ritmo, pero debido a la pelea que acababan de tener, se sentía mal. En su apuro, pisó una piedra y perdió el equilibrio, cayendo al suelo. —¡Ay! —exclamó Daohua al caer.
Al escuchar el grito de dolor detrás de él, Xiao Yeyang se detuvo, se giró con una mirada impaciente y vio a Daohua tirada en el suelo. Su expresión cambió a una de urgencia y se acercó rápidamente, agarrando el brazo de Daohua y levantándola. —Con esas manos suaves y pies débiles que tienes, aún intentas pelear con otros... —murmuró Xiao Yeyang.
Viendo a Daohua soplando en sus palmas mientras lo miraba furiosa con cara de quejas, a Xiao Yeyang le resultaba difícil continuar regañándola. Finalmente, con un suspiro resignado, tomó sus manos:
—Muéstrame, ¿dónde te has lastimado cuando caíste? —preguntó con preocupación.
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