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"Recuerdos de otras vidas"

Capítulo 1: Despertar

Carlos despertó sobresaltado, con el cuerpo empapado en sudor frío y el corazón latiendo desbocado. Las imágenes se desvanecían en la oscuridad de su habitación, pero podía sentir su poderosa impronta en lo más profundo de su mente.

Otra vez esas visiones.

Se pasó una mano temblorosa por el rostro, tratando de aferrarse a los detalles que ya se desdibujaban. Había soñado con una ciudad de cristal suspendida sobre un mar de nubes, con seres alados volando entre sus torres relucientes. Luego la escena cambió a un paisaje árido bajo un cielo anaranjado, y una batalla campal entre ejércitos de extrañas criaturas.

Los recuerdos se desvanecieron, dejando solo la sensación de familiaridad y nostalgia. Como si aquellos lugares hubieran sido su hogar en otra vida.

Carlos se puso de pie con dificultad, sintiendo que la cabeza amenazaba con partirse en dos. Las visiones se habían vuelto cada vez más frecuentes e intensas en los últimos meses, plagándolo de recuerdos que no alcanzaba a comprender. A veces despertaba gritando, otras simplemente llorando de una tristeza que no parecía propia.

Se asomó a la ventana de su pequeño departamento en la periferia de la ciudad. La luz anaranjada del amanecer se filtraba entre los edificios, iluminando las calles desiertas. Trató de concentración en los detalles cotidianos que lo anclaban a la realidad: el ruido lejano de las primeras aves, el olor a hollín de la calle, la textura áspera del marco bajo sus dedos.

Pero una nueva oleada de mareo lo asaltó. Imágenes borrosas pasaron ante sus ojos como una película a alta velocidad: una nave espacial surcando una galaxia, una ciudad submarina entre arrecifes de coral, un desierto infinito bajo tres soles...

De pronto, todo se detuvo. Una sensación de calma lo envolvió al tiempo que una voz resonaba en su mente: "No temas. Tu don te ayudará en tu camino".

Cuando recuperó la noción de sí mismo, Carlos se dio cuenta de que estaba arrodillado en el suelo. Se llevó una mano a la frente, notando que la fiebre había cedido por completo. Algo había cambiado dentro de él, como si una compuerta se hubiera cerrado en lo más profundo. Los recuerdos seguían allí, pero ya no amenazaban con consumirlo.

Todavía aturdido, se puso de pie con cautela. Miró a su alrededor con ojos nuevos, sintiéndose extrañamente decidido. Si esos recuerdos eran reales, entonces debía haber una razón para ellos. Era hora de emprender un viaje en busca de respuestas.