Ainsley tragó suavemente al observar la figura frente a ella. El Padrino. ¿La figura legendaria temida por otros fuera del mundo de la mafia? ¿Y también... el que... yo impersono? Ainsley echó otro vistazo al espíritu y siseó. De repente se puso de pie en la cama y apuntó al espíritu.
—¡No! ¡Eres un impostor! —gritó la bebé a pleno pulmón con su voz infantil.
Afortunadamente, el Abuelo Yofan y Eliana no estaban en la habitación en absoluto. Por lo tanto, nadie escuchó su acusación aparte de este pobre espíritu.
—¡No puedes ser el Padrino! —exclamó Ainsley.
Una vez que Ainsley lanzó su acusación frente a la figura transparente, esta se molestó tanto que casi muere de rabia.
—¿Impostor? ¡Este Señor?! ¡Blasfemia! ¡Eh, tú, pequeño rufián, abre los ojos! Tú eres el impostor. ¡Tu familia entera son impostores! —el espíritu entró en cólera.
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