La torre más alta se alzaba sobre el reino, ofreciendo una vista panorámica de los preparativos para el festival. Los colores pasteles y vibrantes se entrelazaban en un espectáculo deslumbrante. Clei, con su corazón dividido entre dos mundos, observaba con melancolía.
La presencia de Zai lo sacó de sus pensamientos. Zai, siempre travieso y despreocupado, se abalanzó sobre Clei con una risa contagiosa. "Pensé que no saldrías de tus aposentos, ni siquiera para saludar a tus hermanos", bromeó Clei.
"Vamos, Clei, no te enojes. Después de todo, somos como gemelos", dijo Zai, ignorando cualquier tensión. Clei sonrió, sabiendo que Zai tenía razón. A pesar de sus diferencias incluso sanguíneas, seguían siendo familia.
"Pero aún así, tienes responsabilidades", señaló Clei. "Eres el general militar, y el reino necesita tu presencia, no tu ausencia". Rodó los ojos, frustrado por la ligereza de Zai.
Zai, sin embargo, no se inmutó. Dio una lamida cariñosa en la mejilla de Clei. "Entendido, mi realeza, pero tampoco me pidas que sea tan... correcto como los demás". La dualidad de su naturaleza lo atormentaba, y el festival de las estrellas se avecinaba, trayendo consigo decisiones difíciles y un destino incierto.