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Una Hermosa Luna Después del Rechazo

``` Cecily era una chica escuálida sin amigos. Sin embargo, como todas las demás chicas, anhelaba el amor verdadero. Siempre había estado enamorada de Roberto, el hijo del Alfa de su Manada. Sin embargo, en su decimoctavo cumpleaños, ¡descubrió que Roberto era su compañero! Antes de que pudiera abrazarlo emocionada, Roberto ya había apartado su mano como si fuera un trozo de basura. —No te convertirás en mi compañera. Finge que hoy no pasó nada. ¡Vete y cuida tu boca. No digas nada que no debas decir! —Roberto miraba descaradamente a la sexy y hermosa rubia Alison en su graduación de la escuela secundaria. El viaje de graduación cambió a Cecily, haciéndola más fuerte, más segura, más vibrante, más bella y sexy. Además, Roberto, que la encontró nuevamente en el campus de su universidad, comenzó a perseguirla. —Deberías ser mi Luna. Viviremos juntos a partir de ahora. Tendremos muchos hijos. Serán saludables e inteligentes. —Los ojos de Roberto estaban llenos de lujuria. ¡El acoso de Roberto hacía que Cecily se sintiera disgustada y nauseabunda! Como Cecily no podía protegerse de Roberto debido a la diferencia de fuerza, apareció Miguel. —Tus acciones te hacen indigno de ser un Alfa —Miguel miró a Roberto con desdén. Durante la inauguración de Roberto como Alfa, Cecily ya no pudo tolerar su acoso. —Yo, Cecily Levin, rechazo a Roberto Paslo como mi compañero —Cuando Roberto estaba furioso y sufriendo, queriendo herir a Cecily, ¡Miguel apareció de nuevo! —Cecily era la compañera dispuesta por la Diosa de la Luna para mí —Miguel miró a Cecily dulcemente. —Quien se atreva a tocarla está faltando al respeto a la familia real. ```

JQK · Fantaisie
Pas assez d’évaluations
337 Chs

La Loca Alison

No me di cuenta de que regresar a mi primera clase en el campus sería más difícil de lo que pensaba.

Esta semana fue un terreno fértil para los chismes, y conmigo ausente durante una semana, hubo más especulaciones y audacia.

Antes, solo veía a las personas señalándome en público o en los pasillos. Ahora, incluso en el aula, con el conferenciante de pie en el podio, podía sentir las miradas y susurros desde todos lados. Ya ni siquiera bajaban la voz. En cambio, hablaban en tonos que yo podía oír.

Si miraba a la persona que hablaba, se callaban brevemente, pero cuando apartaba la vista, continuaban.

Intenté concentrarme en el aula, pero los susurros siempre llegaban a mis oídos. Cuando escuché a la persona detrás de mí a mi derecha llamarme perra otra vez, tuve que darle una mirada severa. Para mi sorpresa, vi cómo se encogía y se callaba definitivamente.

Chapitre verrouillé

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