—Él no, otra vez.
—¿Cómo que no yo otra vez? —rugió Axel al hombre calvo—. Él conocía a este tipo. Aunque el hombre se afeitara su feo mohicano, Axel nunca se equivocaría.
—¿No te advirtió mi hermana? —refunfuñó—. ¿No aprendisteis la lección la última vez? ¡Cuando mi hermana llegue aquí, se asegurará de que no acabéis simplemente en el hospital!
—La voz de Axel retumbó mientras continuaba furioso con los tres hombres que habían llegado a ese lugar. Liberó el desagrado que había reprimido durante todo el día de golpe hasta que jadeaba. Los hombres, por otro lado, simplemente observaban y escuchaban.
—¡¿Qué?! ¿Por qué no habláis, eh? —bufó Axel, respirando pesadamente mientras su pecho subía y bajaba profundamente—. En aquel entonces, mi hermana se contuvo por mí. ¡Pero os matará a todos si me tocáis de nuevo!
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