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Eran Amantes

¿Eran amantes? Se pregunto apenas abrió los ojos y se encontró con un hombre a su lado, con un hombre que no era el mismo con el que había despertado todos los días durante dos años y con el que compartió su lecho, ahora estaba en los brazos de otro, sintiendo sus manos fuertes posarse sobre su cintura de forma posesiva, podía notar como sus piernas estaban enredadas entre esas sabanas de seda y descansaba pegada a él.

Eran amantes, de que otra manera podían llamarse después de pasar por tantas cosas, que otro nombre podría describir de mejor forma esa peculiar relación que los unía, no se amaban, lo sabía bastante bien, no era tan tonta o ingenua para creerlo o mejor dicho ya no lo era, por eso debía llamar las cosas por su nombre, a esas alturas de su vida no pretendería tener el título de novia o cualquier otro que sonara mejor, lo cierto era que solo eran amantes.

No compartían afectos, no eran siquiera amigos, pero habían encontrado cierto consuelo después de la ruptura con sus respectivas parejas, después del engaño y la humillación que represento enfrentar a los infieles.

Era su amante porque compartía su lecho sin esperar nada, sin pretender conseguir algo más que un poco de calor y llenar ese inmenso vacío que sentía sola en su propia cama, ¡Por Merlín bendito! Era su amante y lejos de asustarse por el titulo sonrió por la ironía de la vida que los había llevado a compartir la cama y convertirse en dos ardientes piezas que encajaban de manera perfecta.

-¿Por qué sonríes? -Pregunto con voz enronquecida el rubio acercándola a su pecho.

No se había dado cuenta que el rubio ya estaba despierto y la observaba con curiosidad mientras ella con la mirada perdida en el techo de la habitación parecía demasiado concentrada en sus pensamientos, para después solo sonreír con diversión.

Hermione busco sus ojos y le dedico una sonrisa radiante antes de besarle, cuando se separó un poco le miro con un brillo especial en la mirada.

-Sonrió por la ironía de encontrarnos aquí y ahora.

Draco comprendió a que se refería, lo sabía muy bien porque el mismo había pensado en ello, hacia apenas unas horas atrás cuando la castaña se quedó dormida entre sus brazos agotada por el encuentro. Se cuestionaba sobro muchas cosas intentando deducir que los había llevado a dejar sus rencillas pasadas, todos esos prejuicios y el odio declarado tan abiertamente, para terminar, compartiendo la misma cama.

-¿Te molesta? -Pregunto con interés enfrentándose a esa mirada limpia y transparente de su acompañante.

-No en realidad. -Contesto después de evaluar su respuesta. -Pero es extraño que después de todo, estemos nosotros de esta manera. ¿Dónde quedo tu asco y la repulsión que sentías por mí? -Le cuestiono moviéndose para ponerse sobre el, no había reproche en su voz solo una nota de curiosidad y sin dejarlo contestar lo beso de nuevo, hundiendo sus dedos entre sus cabellos platinados.

Ágilmente Draco giro para ponerse arriba y cubrirla completamente con su cuerpo, comenzó a devorar sus labios para después trazar un camino de besos por su rostro hasta llegar a su oído y susurrar sensualmente.

-Supongo que todo eso quedo, donde quedo tu odio por mí. -Dijo simplemente sin apartare ni un centímetro.

-Nunca te odie. -Le dijo entre jadeos pues era excitante la manera en que le besaba y mordía el lóbulo del oído. -Solo me parecían un chiquillo odioso. -Esas palabras le hicieron ganar un mordisco que lejos de lastimarla le arrebato un nuevo jadeo.

-Podría decir lo mismo. -Contesto dándole un poco de tregua a su oído y comenzó a bajar por su cuello. -Eras una insoportable, incluso aun lo eres. -Acuso

Hermione no le veía el rostro, pero por el tono de voz podía jurar que sonreía por decirle insoportable, posiblemente eso le hubiera ofendido en otra situación, pero se daba cuanta que bromeaba, no había esa acides en sus comentarios cuando deseaba ofenderla y reconocer la diferencia le sorprendió porque no esperaba conocer esa parte simpática del rubio.

Por eso dejo pasar su broma y comenzó de nuevo con la entrega, sumando caricias, multiplicando los besos y restándoles la razón a la ecuación que los había llevado a estar disfrutando juntos de un encuentro dos antiguos enemigos.

 

Hermione regreso a su departamento después de unas horas solo para tomar un corto baño y arreglarse para ir a su trabajo, estaba cansada pero sumamente satisfecha, y eso se notaba en la sonrisa que se apoderaba de sus labios y en ese brillo especial en sus ojos.

En definitiva, eran amantes, mando al diablo a su conciencia junto con su sentido común y no se reprochó sus acciones, ni pensó si estas eran buenas o malas, solo se limitó a disfrutar del momento.

"Un día a la vez" se dijo, porque a pesar de que aún estaba herida y le dolía recordar que el amor de su vida la había traicionada y ya no estaba con ella, tenía que salir a delante y luchar por mejorar su vida y llenar los huecos que se habían formado en su corazón. No pretendía que Draco fuera esa persona, pero por el momento sus encuentros le ayudaban a ambos para curar de esa soledad que los estaba ahogando.

Entre los dos no había promesas de amor o fidelidad, por lo que no había esperanzas que se rompieran con mentiras, tampoco había sueños puestos en un futuro, toda su relación se basaba en el presente en su mutua compañía si añoranzas, sin deseos surgiendo de sentimientos más profundos. No se amaban, pero se necesitaban.

Granger se miró al espejo antes de salir de su departamento y sonrió con ganas al ver su imagen reflejada, ya no se sentía la misma mujer que había sido, parte de su fe, de su inocencia se perdió con el engaño, pero se sentía fuerte y más madura, con la sabiduría que le dejo la mala experiencia. Ya no era más la señora Weasley, no llevaría más su apellido de casada que orgullosamente había llevado por dos años, ahora volvía a ser Granger, la mujer superviviente de una guerra que ahora salía airosa de un divorcio.

Tomo su maletín y salió con la frente en alto, sin el título de esposa, solo el de mujer y quizás el de amante.

No tenía prisa por levantarse, sus negocios podían esperar.

Estaba tendido en la cama aun sin tender, con las sábanas revuelta y el entre ella desnudo y sin intenciones de vestirse, esa había sido una buena forma de estrenar la cama, una buena forma de apartar esos pensamientos hostiles que le pasaban por la cabeza cuando pensaba en la traición de Astoria.

Por el momento no quería abandonar el lecho, quería alargar esa sensación placentera y reconfortante que se apoderaba de él. Todavía podía cerrar los ojos y verla a ella, cada gesto de placer plasmado en su rostro aun sentía su piel arder de solo recordarla, le había dejado su aroma impregnado en las sábanas, en la almohada que apretó contra su rostro para aspirar esa pequeña parte de su esencia.

Era de locos pensar que una impura había pasado por su lecho y no solo eso, además le había gustado y pensaba repetir esos pasionales encuentros. No la dejaría ir tan fácil, menos ahora que había descubierto la fiera que era en la cama y sumado a ese placer tenia de manera implícita la satisfacción de estarse vengando del estúpido de Weasley al ser el ahora quien hiciera gritar de placer a su exmujer.

Se sentía renovado, dejando a tras sus frustraciones y su orgullo herido, esperaba con esos encuentros seguir cobrando de poco a poco la afrenta hecha.

Ahora eran amantes, sin ningún compromiso fijo o un horario, sin las cursilerías de una relación amorosa y sin las formalidades de una pareja de novios o casados. Eran a su bien, libres de irse cuando quisieran o de quedarse si les apetecía, porque nada los ataba.

Cuando lo creyó conveniente se levantó para ir a tomar un baño y desayunar, sonrió al ver la cama revuelta y entre la marea de sabanas unas pequeñas bragas de encaje negro que Granger había estado buscando y al parecer no encontró porque estaban perdidas entre todo ese lio.

Sonrió malicioso al imaginar que se había marchado de su mansión sin ropa interior puesta.