"Tras acabar su café y darse cuenta de que nadie más había llegado a la mesa del desayuno, Darcy decidió ir a ver dónde estaba todo el mundo. Ares le había mostrado a ella y a Efraín su mansión, sabiendo que se quedarían allí por un tiempo. Aún tenían mucho de qué hablar y Darcy no había mencionado aún a Richard. Después de ver cómo lloraba Ravina la noche anterior, su miedo ahora era aún mayor. —¡Richard tiene que vivir. ¡Su padre tiene que vivir!
En su caminata por el pasillo, vio a Ares y a la dragona en el jardín. No podía recordar su nombre, pero cuando vio a la dragona con su ropa, luciendo preciosa, los pasos de Darcy se ralentizaron. Nunca había visto tal belleza.
La dragona reía de algo que Ares le había dicho y acto seguido, él la atrajo hacia sus brazos. Darcy sintió que debía dejar de mirar, pero no pudo resistirlo. Hubo cierto encanto en el breve beso que intercambiaron y un atractivo en el contraste de sus pieles. —¿Así es cómo me veo con Efraín?
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