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Toque de Llama

—Es una amenaza para su existencia. Un dragón de sangre caliente de sangre real, el rey Malachi es tomado como rehén por los humanos que tanto desprecia. Privado de su libertad, está encarcelado en una cueva oscura, su rabia crece con cada día de tortura y humillación. La única luz que ve proviene de una mujer humana, que le ofrece su cuidado. Una mujer que lo hace arder con igual furia y deseo. Una mujer que no tiene lugar en su corazón o en su mente, porque solo un pensamiento lo sostiene. —¡Venganza! —gruñó—. Y aunque su amabilidad suaviza su corazón y su toque inflama su cuerpo, no se librará de su ira. Porque una vez que rompa las cadenas de la esclavitud, quemará todo su mundo. —Ella es la clave para su libertad. La princesa de corazón frío Ravina es una mujer con una misión. Erradicar la raza de dragones de la faz de la tierra. Pero cuando descubre que las mismas criaturas que mataron a sus padres también podrían ser las que secuestraron a su hermana, no tiene más remedio que cambiar sus planes. Para encontrar a su hermana, debe acercarse a la criatura que desprecia. Pero las cosas no siempre salen como se planean y pronto Ravina termina encontrando más de lo que esperaba. Atrapada en una batalla entre humanos y dragones, amor y odio, confianza y traición, Ravina debe tomar cada decisión con cautela. Y con cada paso que da más cerca de la bestia ardiente, corre el riesgo de derretir el hielo que rodea su corazón y ser consumida por las llamas de furia y pasión."

JasmineJosef · Fantaisie
Pas assez d’évaluations
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Cena familiar (parte 1)

"Richard despertó para encontrar a sus hijas acurrucadas a cada lado de la cama, su sueño tranquilo le recordó los tiempos en que solían meterse en la cama con él y su difunta esposa. Las cubrió suavemente hasta los hombros e intentó salir de la cama discretamente. Sin embargo, su cuerpo lo traicionó. Sus músculos dolían con cada movimiento, y sintió una profunda debilidad recorriéndolo. Esta lucha física no era simplemente el resultado del envejecimiento. Antes del experimento, Richard había sido un hombre sano de treinta y seis años. Ahora, con casi cuarenta y tres, se preguntaba si su enfermedad ya había hecho mella en él.

Con gran esfuerzo, Richard intentó levantarse, pero necesitó varios intentos antes de poder estabilizarse en sus temblorosas piernas. Decidido a no rendirse, se aferró a la cama, a los muebles y a las paredes mientras se dirigía hacia la puerta. Una vez fuera de la habitación, siguió apoyándose en las paredes para caminar despacio y con cautela. 

Chapitre verrouillé

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