—¿Por qué los otros gatos solo maúllan mientras tú puedes hablar? —Aran le preguntó a Reaper el Manticora, el Rey en el sur.
—¡Por centésima vez, no soy un gato! —Reaper intentó parecer aterrador, pero el niño de cuatro años no logró notar sus mortales colmillos, centrándose solo en la suave melena en la cabeza de león de la Manticora, los grandes ojos redondos del felino y los largos bigotes en su hocico.
—Eres tan suave. —Leria abrazó el costado de la Bestia Emperador, destruyendo los últimos vestigios de su dignidad mientras subía a su espalda y jugaba con sus alas emplumadas.
—Los niños son increíbles. —Phloria se reía a carcajadas al ver la expresión miserable de Reaper mientras los niños intentaban interesarlo en sus juegos y juguetes.
—Mis soldados se harían pipí en los pantalones al estar rodeados de bestias mágicas así, mientras que… —Señaló a los niños ahora divididos en dos equipos de tres cada uno para su próximo juego.
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