Continente de Axal, Castillo del Reino de Haiza. Año 1838. Invierno.
"¿Dónde estoy? "¿Qué lugar es este?" "¿Qué hago yo aquí?" "¿Quién soy yo?" Me hacía todas esas preguntas mientras yacía en el frío y húmedo suelo terroso de aquel sitio que no reconocía, aunque sentía que ya había estado aquí no hace mucho.
Por alguna razón, sentía una gran pesadez dentro de mí, como si una enorme roca estuviese por encima de mí y no dejase levantarme. Mis ojos apenas podían abrirse un poco, más que somnolencia, una temerosa voz en mi cabeza me decía: 『 Cierra los ojos, aléjate de la luz o te quemaras. 』Y no sé por qué, pero le hice caso, sentía que tenía razón. Menos mal que el lugar donde me hallaba era oscuro y silencioso, con unos grandes barrotes frente a mí que me tranquilizaban mucho, separaban mi cuerpo inmóvil del haz de luz naranja del exterior al que ahora tenía miedo de tocar.
No sé quién soy ni tampoco qué es este sitio, pero aquí me siento tan segura y calmada que no me importaría quedarme para siempre. A decir verdad, no tenía preocupación alguna por saber mi identidad desconocida. O sea que, si no la recuerdo, eso significaría que no tiene importancia, ¿verdad?
("¡Tomp, tomp, tomp, tomp…!")
Oigo un ruido pesado, uno que resuena constantemente y se hace más fuerte de a poco. Creo que son pasos, ¿serán visitas acaso? Bueno, no importa, que hagan lo que quieran, no me siento con ánimos de recibirlos, si solo vienen de paso, qué mejor. Yo solo quiero quedarme aquí, sola, abrazada por mi amigable soledad en mi nueva guarida.
("¡Tomp, tomp, tomp, TOMP, TOMP!")
De pronto, regresa el silencio. Siento la presencia de alguien detrás de los barrotes. Vuelvo a abrir los ojos hasta donde mis cansados parpados me lo permitan y diviso una sombra extraña y borrosa frente a mí. No sé quién sea, mi cuello esta tan entumido que solo puedo dirigir mi mirada cansada hacia abajo. Alcanzo a ver lo que parecen un par de botas metálicas de color gris, llenas de tierra y raspones. Me recuerdan mucho a las de un joven y serio soldado que conocí alguna vez, ¿cómo era que se llamaba?
("¡Clic!")
Nuevamente, el sonido desaparece. Un alto y sonoro clic rebota por las paredes, y un áspero rechinido me avisa que los barrotes se han abierto, causándome un molestar por ver cómo invaden mi lugar sagrado. Pero, por mucho que me quiera quejar, no tengo animo alguno de hacerlo, estoy tan cansada como para siquiera moverme un poco.
Soldado de Tikalt: 『 ¡Oye, levántate! 』
Mireia: 『 … 』
Soldado de Tikalt: 『 ¡¿Qué, eres sorda?! ¡Dije, LEVÁNTATE! 』
De repente, percibo un jaloneo que me arranca del suelo donde descansaba tan plácidamente, obligándome a ponerme de pie. No obstante, me di cuenta que mis piernas no tenían casi nada de fuerzas, sentía como mis rodillas se doblaban sin que yo se los ordenara y volvía a caer al piso. Caí de cara, llenando de tierra mi rostro, preguntándome por qué no metí las manos para evitar golpearme, entonces, alcé levemente la mirada y miré mis manos sujetas con una soga tan ajustada que dejaba una marca roja en mis muñecas. ¿Pero, por qué las tengo atadas? ¿Es acaso que hice algo malo?
Soldado de Tikalt: 『 ¡Maldita sea! ¡Eso te pasa por no querer comer! Ah, ya qué ¡Vamos, andando! 』
Ahora soy arrastrada fuera de mi jaula, sujetada del brazo por el fuerte apretón de aquel hombre en armadura, llevándome hacia la luz naranja que tanto quería evitar, pero que, inesperadamente, esta no me causo ningún daño ni molestia.
Con dificultad, intentaba caminar por aquel pasillo iluminado, lleno de muchas más cuevas oscuras delimitadas con barrotes como la mía. En ese momento lo recordé, era el calabozo del castillo. Claro, me habían encerrado aquí hace días, por eso es que tenía las manos atadas. Pero aún no recuerdo por qué me trajeron aquí, ¿habré cometido algún delito del que no me acuerdo? Significa que me están llevando a la horca, ¿no? Bueno, si realmente me porté mal, es que me merezco un castigo.
Sin embargo, ¿qué es este sentimiento en mi pecho? No es temor, tampoco arrepentimiento, pero es como si una prensa me estrujara el corazón. Y duele, duele mucho, tanto que siento como si se desangrara por dentro. No entiendo lo que es esto, ni tampoco por qué mi desanimado cuerpo continua su andar.
Ni cuenta me había dado que ya habíamos subido las escaleras del calabozo, abandonando la galera y saliendo a la superficie, donde la luz del Sol me dejó vislumbrada sin previo aviso, obligándome a mirar hacia abajo con los ojos entrecerrados para no quedarme ciega.
El soldado me soltó un momento para cerrar la entrada al calabozo. Me detuve frente a una ventana, donde admiraba a un pequeño gorrión que pasaba por ahí, revoloteando libremente, sin restricciones ni ataduras, quedando hipnotizada por su artístico vuelo.
Soldado de Tikalt: 『 ¡Ah, eres demasiado lenta! ¡APÚRATE! 』
El soldado jaló nuevamente de mí, exigiéndome apresurar el paso, pero mis hormigueantes pies apenas y podían moverse. Solo con jaloneos es como podía llevarme hasta donde sea que me estuviese arrastrando.
Finalmente, salimos del edificio de la prisión del castillo por un largo pasillo encementado por el que podía caminar un poco más fácil, aunque aún sin muchas ganas. Me sentía como todo un cadáver andante, al cual le habían quitado su alma desde hace tiempo.
Soldado de Tikalt: 『 Alteza, la he traído como me lo ordenó. 』
Fui arrojada al suelo por el azotón del soldado, postrada sobre mis rodillas igual que un animal cualquiera. Mi mirada gacha encontró otro par de botas metálicas, de un color rojo granate y sin ningún raspón o mancha, contrario a las del hombre que me trajo hasta aquí. Eran las botas más enormes que jamás haya visto, tanto que estaba segura que la suela de alguno de ellos sería más grande que mi cabeza y cuello juntos. Me dio un poco de curiosidad saber cómo era aquel gigante que las portaba.
Lentamente, moví mi cabeza hacia arriba hasta intentar mirar su rostro. Era tan alto que su enorme sombra me tapaba el Sol. Su armadura rojiza imponía su gran faceta y una descomunal fuerza en su interior. Fue entonces que, con mis pupilas borrosas, miré sus ojos rojos y afilados, unos ojos serios y endurecidos que penetraban con furia y frialdad todo mi ser, haciéndome despertar y temblar con absoluto pavor. De mi boca, salían balbuceos que solo expresaban lo aterrada que estaba; y en mi cabeza aparecían imágenes distorsionadas llenas de muerte y sufrimiento, donde ríos de sangre llegaban hasta mis pies y veía los rostros de mí familia y amigos siendo pisoteados por él. Ahora lo recuerdo. Esta persona… es el monstruo de mis pesadillas.
Avak Narek: 『 Buenos días, Reina Mireia. Lamento la brusquedad, pero el tiempo es oro y, como vera, hay mucho por hacer aquí. 』
Decía eso mientras, alrededor, había hombres recogiendo varios cuerpos y amontonándolos en pilas, como si fuesen meros troncos, a los cuales prendían en fuego después. Era igual a esas visiones que ahora inundaban mi mente y me causaban escalofríos.
Avak Narek: 『 Verá, necesito preguntarle una simple cuestión, y espero que sea completamente honesta: ¿Dónde está su hija? 』
Mireia: 『 ¿… Mi hija…? ¿Tengo una hija…? ¿Cómo se llamaba…? ¿Lidia…? Lidia… Sí, Lidia. ¡Lidia! ¡¡Lidia, ¿dónde estás?!! ¡¡¡Lidia!!! 』
Avak Narek: 『 Muy bien, basta. Por favor, deje de hacerse la tonta y dígame de una vez dónde está. 』
Mireia: 『 Yo no… Y−Yo… Dónde… Por qué… 』
Mis palabras se ahogaron dentro de mí, el dolor que sentía en mi pecho ahora tenía sentido. Extrañaba con locura a mi familia. Me sentía sola…, estaba sola. Perdí a mi esposo y mi hija me había abandonado, dejándome atrás en este lugar. No es justo… No es justo, ¡NO ES JUSTO! ¿Por qué…? ¿Por qué siempre me abandonan? ¿Fui una mala esposa? ¡¿Tan mala madre fui?! Argus…, Lidia, por favor…, perdónenme… ¡Perdónenme…! No me dejen sola…, por favor.
Mireia: 『 Por qué− 』
Avak Narek: 『 Por qué, pregunta. No me diga que ya lo olvidó, Majestad. El Rey Van Laar y yo teníamos un acuerdo, y ese era que mi hijo, el Príncipe Sevan, y su hija, la Princesa Lidia, se casarían para unificar nuestros reinos, y usted estuvo de acuerdo en ello. 』
Mireia: 『 ¿Y−Yo… acepté? 』
Avak Narek: 『 Así es, lo hizo. Pero su esposo decidió romper su promesa de manera unilateral, sin siquiera expresarme una razón lógica y convincente, provocando esto, la perdida innecesaria de su reino, de toda esta gente, todo a causa de un capricho sin sentido. Un acto completamente irresponsable para un rey. 』
Mireia: 『 ¿Argus…? ¿Cariño…? ¿Qué fue lo que hiciste? 』
Avak Narek: 『 ¿De verdad tengo que explicárselo todo? Seré claro, ¡se atrevió a arrebatarme lo que me pertenece! El pago por haber ayudado a su miserable reino en la maldita guerra. Me exigieron esperar por ello y yo obedecí como corresponde. ¿Y qué fue lo que obtuve? La réplica de un abnegado padre, negándose a entregar a su hija. ¡Que tontería! La gema de la creación no es ninguna persona, por mucho que ahora tenga una conciencia propia, sigue siendo un mero catalizador. Y el permitió que se me escapara. 』
¿Argus hizo eso? ¿De verdad pudo proteger a Lidia? Quiere decir… que se sacrificó por ella, ¿no? Igual a como un padre lo debe hacer…, como un padre debe ser. Y en cambio, yo… Yo… nunca hice algo así por Lidia… Es verdad…, soy una terrible madre… Ahora veo por qué me abandonó.
Avak Narek: 『 Por tanto, como su confidente, es también su obligación aceptar las consecuencias de sus actos. 』
Mireia: 『 ¿C−Consecuencias? 』
Avak Narek: 『 A causa de su perjurio, perdí a mi hijo. Ahora no poseo heredero alguno para mi reino y eso es algo muy grave. Si no tengo a nadie a quien traspasarle mi poder, Tikalt estará condenada a desaparecer, y eso es algo que no me puedo permitir. Por lo tanto, espero pueda ayudarme a resolver esto, diciéndome en dónde se esconde su hija, Majestad. 』
Mireia: 『 … N−No… Por favor, no… Lidia, no… Por favor… 』
Avak Narek: 『 Se me está acabando la paciencia. Más le vale decirme en dónde está o será usted− 』
Ante mi tartamudeo nervioso, Narek se quedó callado de golpe, mirándome fijamente desde cerca y analizándome de arriba abajo, como si de pronto me hubiese convertido en otra cosa menos un ser humano. Mi miedo se acrecentó y me sentía peligrosamente acechada, pues, aunque su rostro seguía con la misma expresión fía y seria de antes, era claro que tenía ciertas intenciones conmigo.
Avak Narek: 『 Por supuesto. ¿Cómo no lo pensé antes? Aún si han pasado 28 años, todavía debería ser capaz de concebir. 』
Mireia: 『 ¿Concebir? 』
Avak Narek: 『 Sí, majestad, usted será quien conciba al próximo heredero de Tikalt. A mi hijo… Llévenla adentro del palacio y prepárenla para esta noche. 』
Soldado de Tikalt: 『 Sí, Alteza. 』
No… No, por favor… Dime que no es cierto. Dime que esto es una pesadilla. Por favor, dime que solo sigo dormida. Quiero despertar… Despierta, despierta, ¡DESPIERTA…! Quién sea…, se lo suplico… Ayúdenme…, por favor.