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Capítulo 28.

Tomó una semana preparar las cosas, un poco más de lo que teníamos previsto y es que construir un explosivo gigantesco no es sencillo. Nos las arreglamos con lo poco que teníamos, gastamos casi todo el suministro de pólvora que nos quedaba y de alguna forma pudimos amasarla con bastante engrudo y glicerina. Era como una enorme y tosca piedra que con trabajos podía cargar una sola persona.

Laurent: 『 ¡*Quejido*! ¡¿Por qué tengo yo que cargar esta cosa?! 』

Cmdt. Rask: 『 Tú eres el experto en armas pesadas, ¿no? Así que no te quejes. 』

Laurent: 『 ¡Esto es injusto! ¡Esta cosa es muy diferente y mucho más pesada un cañón-guillotina! 』

Roef: 『 Je, no eras más que un holgazán. 』

Laurent: 『 Si no fuese por esta cosa, ya te habría matado. 』

Si quería agotar tan pronto su energía quejándose como un llorón, allá él. No sería nuestra culpa si se rezagaba.

Llevábamos ya varios días de caminata rumbo a nuestro destino. Los pueblos de la frontera están distanciados por uno o dos días de camino entre ellos, relativamente están cerca uno del otro. Pero el trayecto de Rezok al monte Arok es distinto, mucho más lejano y pesado, en especial por la cordillera montañosa que hay que atravesar. Prácticamente nos tomó casi una semana más para poder recorrer el camino…, un largo y cansino camino.

Llegamos a un risco, en una de las colinas vecinas a la enorme montaña hueca de Arok. Se veía un gran panorama, árboles secos y derribados que tapizaban lo que alguna vez fue un gran bosque verde. Las faldas del cerro, donde estaba el pueblo de Losalt, ahora estaban repletas de enormes tiendas de campaña, un valle inundado de miles de hombres que entraban y salían de entre los rieles que los guiaban al interior del monte mientras empujaban vagones sucios y semivacíos. Era un enorme cuartel lo que tenían montado, casi parecía una ciudad postrada en un piso rocoso que estaba en constante movimiento.

La misión era echarla abajo por completo, pero no estaba seguro si con nuestro polvorín improvisado iba a ser suficiente, por mucho que fuera de tamaño extra-grande. Por donde uno mirase, no se veía mucho potencial en que resultara.

Roef: 『 Comandante, ¿realmente esto va a funcionar? Además, no se ve que estén muy debilitados como en el informe, parece que será complicado entrar ahí. 』

Cmdt. Rask: 『 Descuida, Roef. Por muy duros que sean, también tienen un límite. Actualmente no tienen casi nada de mano de obra. 』

Roef: 『 ¿Qué pasó con la gente que esclavizaron aquí? 』

Cmdt. Rask: 『 Como en casi todos los demás pueblos que hemos liberado, muchos cayeron enfermos y otros fueron ejecutados. Ahora han tenido que suplirlos ellos mismos y créeme, no hay nada más fatigante que picar y extraer piedra bajo una oscura y calurosa cueva. 』

Laurent: 『 Si es así, ¿Por qué no han seguido invadiendo más pueblos en el Sur? Así podrían esclavizar a más gente. 』

Cmdt. Rask: 『 Se me ocurren algunas ideas, pero creo que la razón más grande por la que no se atreven es por miedo. 』

Laurent: 『 ¿Miedo? ¿A qué demonios le tendrían miedo? ¿A la luz del Sol que si tenemos nosotros aquí? 』

Cmdt. Rask: 『 Lo explicaré después. Centrémonos en la misión. 』

Sin dar una respuesta clara, el comandante fue el primero en sacar su par de piolets1 y engancharse a la enorme pared terrosa descubierta. Jean, Héctor y un lento Laurent le siguieron a descender por el peñasco. Me quede al último mientras divagaba un poco por mis pensamientos, y es que me llamó la atención lo que dijo el comandante. ¿De verdad un ejército tan cruel y bárbaro como el de Tesotl le tenía miedo a algo como para detener su campaña? Algo no cuadraba, estaban desperdiciando una clara oportunidad para apoderarse por completo del reino, ¿en serio solo estaban aquí por las minas? ¿Solo eso les importa y tan poca ambición tienen?

Jean: 『 ¡Oye, Roef, ¿no vas a venir?! 』

No era conveniente estar tan distraído en estos momentos. Salí de mi mente y dejé de lado el asunto. Me anclé también a la pared y todos bajamos hasta estar al mismo nivel que el campamento enemigo. Los gruesos troncos de los árboles que aun prevalecían en el valle nos permitían ocultarnos mientras nos acercábamos a las torres de vigilancia.

Cada torre era custodiada por un único soldado que cargaba su carabina larga. Todas tenían en su haber una campanilla lo suficientemente grande como para hacer mucho ruido y alertar a todos los guardias del perímetro.

Cmdt. Rask: 『 Héctor, Roef. Ya saben qué hacer. 』

Héctor: 『 Sí, señor. 』

Héctor se dirigió al torreón izquierdo y yo al derecho. Nos movimos agazapados y tomamos cobertura detrás de los últimos árboles que había antes de llegar al campamento.

Desfundé el arco que cargaba en mi espalda y tomé una flecha. Me ubiqué en el mejor ángulo posible, tensé la cuerda y recité en voz baja uno de los pocos comandos que conozco:

Roef: 『 Caecus mico

La flecha salió disparada con mucha velocidad y sin emitir ruido alguno. El tiro fue directo a la cabeza del vigía quien cayó súbitamente. Héctor hizo lo propio de su lado. Nos aseguramos de que nadie se diese cuenta mientras arrastrábamos los cuerpos lejos de las torres. Tomamos los uniformes de los dos vigías caídos y nos los pusimos.

Así nos adentramos al campamento enemigo. Héctor y yo seguíamos fungiendo como tiradores, disparando más flechas fantasmas para despejar el camino. Atrás de nosotros, Jean y el Comandante recogían los cuerpos que iban cayendo y los escondían dentro de las carpas, aprovecharon para tomar un par de uniformes también y se cambiaron. Al ser el portador, Laurent era el único del equipo que no tenía disfraz, así que teníamos que cubrirle hasta encontrarle un camuflaje. 

Llegamos a la antesala de la entrada a la megacaverna, donde se asentaban esas grandes máquinas, que al verlas de cerca pude entender para qué eran. Arribaban los carritos llenos de piedra desde los rieles de las minas, eran vaciadas sobre una gran boquilla y posteriormente una prensa trabajaba a todo vapor para triturarlas. Los restos salían completamente pulverizados, no obstante, se divisaban brillantes destellos, pedazos cristalinos que emitían un perfecto resplandor que embelesaría los ojos de cualquiera.

Jean: 『 ¿Esos son…? 』

Héctor: 『 Sip, son diamantes. 』

Nadie podía cuestionar el valor del mineral, la de cosas que uno podría comprar con esas piedras preciosas, uno se podría asegurar su vida entera sumergido en el confort de la riqueza, hasta asegurar la de sus hijos y nietos. Pero, ¿no se suponía que esta guerra era por la recolección de catalizadores? En ninguna de las otras máquinas se veía que hubiese algún "tonitruum" o una "ingnia calcis". Entonces, ¿para qué querían necesitaban los diamantes?

El comandante y yo seguimos avanzando, simulando ser meros oficiales que supervisaban los trabajos en la zona de extracción. Rask entonces sacó de su bolsillo una pequeña piedra color rojo-marrón, casi del tamaño de una canica. Pasó por alado de una esas máquinas y cómo si lanzase una moneda al aire, la arrojó directo a la chimenea.

Aceleró ligeramente el paso para alejarse y se puso a silbar como si nada hubiese pasado. De pronto, la máquina pareció ralentizarse, como si se hubiese atascado. Uno de los operadores se acercó a la boquilla inferior por donde salía toda la piedra triturada para revisar. El artefacto hacía ruidos extraños, como si algo rebotase por dentro. Entonces, el sujeto acerco más la mirada y "¡PUM!", pedazos de metal y roca salieron disparados, regándose por todas partes.

La atención de todos los soldados se concentró en el lugar de la explosión. El pobre maquinista salió volando y yacía en el suelo con una gran cantidad de quemaduras y agujeros en el cuerpo, tenía pedazos de metralla incrustados en su cara chamuscada, quedando casi irreconocible. Se armó un buen alboroto entre los que intentaban ayudar al pobre hombre y los que veían el desastre que provocaron los restos de la máquina.

En ese momento teníamos vía libre para adentrarnos mientras todos estaban distraídos. Tomé uno de los vagones que había en los primeros metros de rieles y lo llevé hacia atrás donde iniciaba el muelle de carga.

El comandante les hizo una señal a Héctor y Jean, quienes escoltaban a Laurent con la bomba, para que se acercaran al vagón, rápido y agachados. Llegaron inmediatamente sin ser vistos y Laurent aprovechó para meterse adentro del carrito junto con la enorme masa explosiva. Pusimos una manta que hallamos en una de las tiendas sobre el vagón para cubrirlo y así comenzar a avanzar.

Nos adentramos así en la montaña hueca, siguiendo los rectos rieles que parecían ir en una sola ruta directa, hasta que en el interior de la galería se veía un gran revoltijo de caminos que serpenteaban en múltiples direcciones imaginables hacia las profundidades del gran pozo de mána.

Héctor, quien iba adelante, jaló una palanca a un costado de las contraagujas de la vía, cambiando el trayecto y mandándonos a un contrariel que nos dirigía hacía un camino en dirección a arriba a la izquierda.

Ahora íbamos por una especie de desvió que tenía la suficiente altura como para ver la gran caverna completa y el enorme agujero por el que descendían los demás vagones llenos, o de soldados o repletos de mineral translúcido. Era increíble que al fondo se alcanzaba a detectar el brillo puro y limpio de los diamantes, casi parecía que allá abajo hubiese otra ciudad industrial, iluminada y en constante movimiento. Me recordaba mucho a una colonia de hormigas, con una incontable cantidad de túneles y galerías por las que uno podría perderse fácilmente.

Laurent asomó ligeramente la cabeza para contemplar la panorámica del lugar y maldecir susurrantemente a todos los saldados que estaban allá abajo.

Laurent: 『 Malditos cabrones, no contentos con arrasar con el poblado de aquí, vienen y destrozan el interior de la montaña. 』

Roef: 『 ¡Shhh! Guarda silencio. 』

Laurent: 『 ¡Hmph! Ya veremos si se sienten tan cómodos aquí adentro cuando los aplastemos. 』

Profundizamos hacía unos de los pequeños y oscuros túneles secundarios poco concurridos y donde casi no llegaba luz alguna, perdiéndonos de vista y en silencio. Al final de nuestro camino, se encontraba una larga escalera vertical de madera incrustada sobre la terrosa pared de un estrecho foso, justo como lo indicaba el viejo mapa de túneles que usaban los mineros locales y que Héctor logró conseguir en la última misión de reconocimiento.

Esto parecía que nos llevaría hacia una antigua cámara minera en desuso y que conducía o los cimientos de la mina, la parte más profunda a la que se puede llegar y donde colocaríamos la bomba.

Cmdt. Rask: 『 Muy bien, estén atentos. A partir de este punto, es terreno desconocido para nosotros. No sabemos exactamente qué hay allá abajo, así que no bajen la guardia. Jean, danos algo de luz. 』

 Jean: 『 A la orden. 』

Como si su dedo fuese una pequeña candela, Jean desprendió una suave luz azul que iluminaba todo el oscuro descenso. Por eso decía que él es un misterio, no sabemos qué tipo de adiestramiento militar tiene ni el tipo de mána elemental que posee, era simplemente increíble ver la manera en que lo utiliza y juega con ello dentro de su propio cuerpo, casi hasta volverse él mismo en un instrumento andante.

En todo caso, terminamos de bajar la larga escalera y llegamos a otro pequeño y angosto camino subterráneo, el cual estaba en penumbra total. Ahora si que no había rastro alguno de luz natural que llegase hasta donde estábamos, señal de lo realmente profundo que nos hallábamos. Seguíamos el rastro luminoso de Jean mientras caminábamos entre las paredes de aquel túnel que empezaba a ensancharse con cada paso que dábamos.

Al principio, todo parecía normal, no había más que piedra negra por todo alrededor. Sin embargo, un extraño resplandor comenzó a rebotar por las protuberancias de las paredes y a agrandar su brillo. Le dije a Jean que bajase la intensidad de su luz, pues casi me estaba quedando ciego con tanta luminiscencia. Pero en cuanto nos percatamos de lo que realmente provocaba ese gran esplendor… 

Jean: 『 ¡Oooooh! 』

Cmdt. Rask: 『 Héctor, ¿todos estos son…? 』

Héctor: 『 No cabe duda, señor. Son diamantes. 』

Laurent: 『 Ja, ja. Quién lo diría. Parece que esos imbéciles no saben buscar muy bien, ¿verdad? 』

Roef: 『 ¿No se supone que esta parte estaba vacía? 』

Héctor: 『 Bueno, eso decían los planos… Pero, entonces, ¿cómo…? 』

Era demasiado extraño, toda la estructura de las paredes se veía intacta, sin ninguna marca o picadura de alguna herramienta usada por mineros. La ruta no era nueva, ni tampoco fue un nuevo descubrimiento cuando los pobladores explotaban la mina. No tenía sentido que todos estos diamantes estuviesen aún aquí.

Ante el misterio, teníamos que seguir avanzando hasta llegar a la cámara antigua que marcamos como sitio de detonación. Pero Laurent comenzó a obsesionarse con las piedras preciosas y las recolectaba como loco. Hace rato se quejaba del gran peso de la bomba y ahora parecía no importarle cargar con más cosas entre sus manos y bolsillos, incluso cuando estos ya no tenían espacio alguno y él seguía insistiendo en llenarlos más.

Cmdt. Rask: 『 Lauren, ¿podrías dejar eso? Pareces un estúpido simio atolondrado por las joyas. 』

Laurent: 『 ¡Oh, vamos, comandante! Una oportunidad como esta no se repetirá, y mientras más logre llevar, ¡más dinero obtendré! 』

Roef: 『 Si tu lógica de pobretón lo dice… 』

Laurent: 『 Tú cállate. Cómo si tú también no lo hubieses sido. ¡Ah, con esto por fin podré hacerles una buena casa a mis niñas! 』

Al menos Laurent no es de esos que gasta todo su dinero en prostitutas y aguamiel, pero tampoco es muy bueno ahorrando que digamos. Al menos tenía la intención de ocupar sus ingresos en la granja con la que él y su familia siempre habían soñado. Siempre nos platicaba de ese sueño suyo y su intención de conseguirlo una vez que esta guerra termine y se jubile. 

En todo caso, no estábamos ahí para recolectar tesoros. Laurent parecía que no iba a parar por mucho que nosotros lo intentamos con nuestras palabras, así que solo seguimos avanzando, dejándolo ligeramente rezagado, así se dio cuenta de que lo estábamos abandonando, por decirlo de algún modo. Pero él seguía en lo suyo, y aunque trataba de seguirnos el paso, simplemente con la gran cantidad de joyas con las que cargaba no lograba alcanzarnos.

Entonces, Laurent aceleró el paso, dejando caer, inconscientemente, algunas de esas piedras preciosas y marcando un caminillo con ellas por detrás suyo. Por supuesto, su avaricia no quería dejar ir alguna, así que recogía tantas como podía del suelo, hasta que una de las más grandes cayó de su bolsillo e hizo un anormal crujido en el piso que nos detuvo a todos.

Volteamos hacia Laurent y el comandante, con molestia, le preguntó: 『 ¡Laurent! ¡¿Qué demonios fue eso?! 』Él solo se quedó ahí parado diciendo que no sabía. La gema se había quedado incrustado sobre algo y él, de nueva cuenta, intentó recogerla, pero en cuanto le dio un jalón, se volvió a escuchar ese ruido, mucho más fuerte aún.

El piso empezó a agrietarse por todas partes, hasta hacer una enorme rajadura que llegó a nuestros pies. Nos quedamos inmóviles viendo cómo se fracturaba la base sobre la que estábamos parados. Héctor se acuclilló levemente y con su mano tocó el suelo y movió la tierra que había sobre este, todo para descubrir sobre lo que realmente nos encontrábamos encima.

Héctor: 『 Laurent, hagas lo que hagas. No−te−muevas. ¿Entendido? 』

Realicé la misma acción que Héctor y al percatarme, entendí el por qué su preocupación. Debajo de nosotros había una capa opaca pero cristalina que nos sostenía, tan delgada que parecía una hoja de pergamino.

Roef: 『 No puede ser. ¿Qué es esto, Héctor? 』

Héctor: 『 … Moscovita. 』

Cmdt. Rask: 『 ¿Y eso es…? 』

Héctor: 『 Un mineral que…, bueno…, es tan delgado que sí damos un paso en falso, terminaremos cayendo a lo que sea que haya debajo de él. Y pues, estamos dentro de una caverna, así que… 』

Roef: 『 *Suspiro* Pero tenías que hacer otra de tus idioteces, ¿no? 』

Laurent: 『 ¡¡A mí no me eches la culpa!! ¡¡¿Cómo lo iba a saber?!! 』

Héctor: 『 Como sea, tenemos que salir de aquí. 』

Héctor tomó una piedrita cualquiera de la frágil superficie y se arriesgó a lanzarla, tratando de calcular hasta dónde se hallaba el suelo estable de la mina. Se escuchó como si una canica rebotara una y otra vez hasta que aterrizó en lo que parecía tierra compacta y firme. Era ahí hasta donde debíamos llegar, unos cinco o talvez seis metros, aproximadamente. Aunque pareciera poco, sería muy complicado de alcanzar.

Por orden, uno a uno comenzamos a movernos, guiados por los pasos lentos y cuidadosos de Héctor al frente. Intentábamos ejercer la menor presión posible en nuestras pisadas contra el delgado suelo, tarea difícil si consideramos que todos llevábamos puesto nuestras botas y cargábamos con un inmenso explosivo.

Pero por cada paso que dábamos, un horrible crujido resonaba por toda la cámara. No importaba si avanzábamos más lentos que una caravana de tortugas, la fina capa de cristal no aguantaba nuestro peso. El sudor frío bajaba de nuestras frentes y expresaba la ansiedad que sentíamos, por mucho que la contuviéramos, deseosos por terminar con este letargo.

Cuando por fin parecía que estábamos progresando, Laurent trató de acomodar sus manos llenas de esas muestras de diamante que tanto lo habían atraído. Batallaba con si mismo que casi parecía que malabareaba con ellas, pero en su afán de querer llevar con todas, no se percató que una de las tantas que llevaba en su bolsillo derecho empezó a deslizarse de él hasta caer.

Roef: 『 ¡¡NOOOOO!! 』

Yo, quien venía atrás, lancé un grito en negación mientras intentaba atrapar la gema en el aire. Me estiré lo más que pude, sin poder dar algún paso para capturarla, pero no estuve lo suficientemente cerca. 

La piedra rozó la punta de mis dedos y consecuentemente cayó contra la moscovita. Se abrió inmediatamente un agujero donde esta cayó y la delgada capa cristalina del suelo se empezó a cuartear nuevamente hasta entrelazarse con la otra piedra que Laurent había dejado caer previamente. Creando una gran grita que pasaba por debajo de nuestros pies.

Todos nos petrificamos ante los graves crujidos que inundaban la cámara, frenando de golpe nuestro avance y aumentando la tensión. Fue hasta que la enorme grieta dejó de abrirse que todo volvió a tornarse silencioso.

Cmdt. Rask: 『 ¿Se detuvo? 』

Héctor: 『 Eso parece, señor. 』

Jean: 『 Fiu, estuvo cerca. 』

Laurent: 『 Je, je. Supongo que no era tan delgado 』

Héctor: 『 Como sea, tenemos que salir de aquí. 』

Roef: 『 En serio, eres un− (!) 』

("¡CRACK!")

Al final pasó lo que tanto queríamos evitar. La moscovita no aguantó más y terminó abriéndose por completo. Y cómo si fuésemos simples piñones de un árbol, caímos al unisonido de un grito.

Ahora flotábamos en el medio de un vacío que nos arrastraba hacia abajo, a un oscuro pozo que quién sabe que tenía en el fondo. No recuerdo exactamente cuándo tiempo estuvimos cayendo, pero parecía que nunca lo haríamos. No obstante, no teníamos la intención de averiguar hasta cuando aparecería el suelo.

Cmdt. Rask: 『 ¡¡PIOLETS, AHORA!! 』

Sacamos tan rápido como pudimos los piolets y los clavamos directamente contra las paredes del pozo, pero era tan dura e irregular el basamento lateral que sacábamos chispas con el roce de las puntas metálicas. Presionábamos tanto como podíamos nuestras herramientas de escalada para frenar nuestra velocidad de caída, pero entre más les exigíamos, más veía como empezaban a mellarse. 

Al final, topamos con el fondo, aterrizando de golpe y de manera descompuesta todos, pero al menos nos salvamos de una caída en seco y con mucha mayor inercia. Al final, los piolets terminaron inservibles, sin filo alguno o completamente quebrados.

Cmdt. Rask: 『 ¡Ay, carajo! ¿Están bien? 』

Jean: 『 Je, je. Bueno, eso fue divertido. 』

Roef: 『 ¡Maldita−mmmgh−sea! ¡Es que no puedes, por una sola vez, no echarlo todo a perder! 』

Laurent: 『 ¡Ah, claro! ¡Yo siempre tengo la culpa, ¿eh?! ¡Como tú eres el señor perfecto, nuca te equivocas, ¿verdad?! ¡¿Que acaso ya se te olvidó lo que hiciste en Soleosis?! 』

Roef: 『 ¡Ni te atrevas a mencionarlo! ¡Parte de la culpa es tuya también! 』

Cmdt. Rask: 『 ¡YA BASTA, LOS DOS! Lo que pasó en ese entonces ya no tiene caso ahora. Si de verdad quieren remediarlo, ¡entonces céntrense en la maldita misión de una vez! ¡¿Quedó claro?! 』

Con desdén y disgusto uno por el otro, Laurent y yo respondimos con un: 『 Sí, señor. 』, dejando a medias nuestra discusión de una más que siempre teníamos los dos. El comandante pidió a Héctor revisar la bomba y ver si esta no tenía daños. La examinó rápidamente, observando y tocando la enorme masa para corroborar que no se hubiese roto o agrietado.

Héctor: 『 Todo en orden, señor. 』

Cmdt. Rask: 『 Bien, entonces sigamos avanzando. Veamos hasta donde nos lleva esto. Ya veremos cómo salir de aquí. 』

Jean: 『 Me gustaría que esto nos llevara a un lugar donde haya un sabroso filete. Me muero de hambre. 』

Laurent: 『 Jean, no empieces. Ahora no estoy de humor. 』

Y así nos adentramos al desconocido abismo, dentro de la inmensa y cada vez más misteriosa mina de la montaña. Ya sin importarme nada, solo quería acabar con esto de una vez y regresar a la base. Empezaba a detestar el calor interno de la galería y solo me irritaba más de lo que ya estaba con Laurent.

Roef: 『 Solo espero y en verdad esto funcione. 』