Allegra.
—No puedes estar hablando en serio —me dijo mi agente, Kimberly, mientras nos sentábamos en una pequeña cafetería en Roma con vista al Coliseo. Sorbía un capuchino y me miraba por encima de la pequeña tacita con ojos grandes e incrédulos.
—No pensaste que me quedaría sin trabajar para siempre —dije con desdén, sorbiendo mi propio capuchino—. Soy modelo. Modelo. Eso es lo que hago. Así es como gano dinero.
—¿Pensé que los asesinos ganaban bastante bien? —Kimberly gruñó. Era una de las muchas razones por las que no me gustaba.
Pero, era la mejor agente del negocio, y realmente había accedido a tomar la reunión, así que realmente no podía quejarme. —No soy una asesina.
—El Gobierno de los Estados Unidos piensa diferente —dijo Kimberly.
—El Gobierno de los Estados Unidos puede sentarse y dar vueltas —refunfuñé—. Fui entrenada como una asesina, sí, pero no TRABAJO como una. TRABAJO como modelo.
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