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Un Pacto Inesperado [parte 1]

[POV: Ashborne]

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La existencia de Ashborne había sido una sucesión de días aparentemente ordinarios, o al menos así lo percibía. Desde sus primeros recuerdos, que se remontan a la edad de cinco años, la vida en el orfanato de piedra robusta se había convertido en su cotidianidad. Aunque carecía de lujos y en ocasiones de seguridad, aquel lugar le brindó la oportunidad de crecer y forjar lazos fraternales con otros niños que compartían su misma suerte.

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El orfanato no destacaba por su opulencia, y había momentos en los que distaba de ser un refugio seguro, pero aún así, Ashborne logró florecer entre sus muros y encontró compañía en otros jóvenes que, como él, buscaban su lugar en el mundo.

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Conforme pasaban los años, Ashborne comenzó a considerarse afortunado. Había tenido la suerte de crecer en una ciudad de importancia y relativa prosperidad, comparada con otros orfanatos menos afortunados. Eso era lo que le habían hecho creer a él y a sus compañeros.

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Al alcanzar los doce años, y con un cuerpo ya lo suficientemente desarrollado, pudo finalmente dejar el orfanato y enfrentarse al mundo, tal como lo habían hecho muchos de sus "hermanos" antes que él. Era un rito de paso inevitable para todos los que crecían en aquel lugar.

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Junto con algunos de sus hermanos, listos para emprender su propio camino, Ashborne se inclinó hacia la opción más popular entre los jóvenes de su condición: el servicio militar. No requería de requisitos excesivos y prometía una remuneración mayor en comparación con otras ocupaciones. Así, se enlistó como soldado.

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Hasta ese momento, Ashborne creía que todo marchaba bien. Se había independizado y obtenido un puesto en el ejército del país. Sin embargo, fue entonces cuando la realidad le propinó su primer golpe duro, un presagio de su destino inevitable.

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Se enfrentó a su falta de habilidad en el manejo de armas, lo que invariablemente resultaba en derrotas y apodos despectivos. Por esta y otras razones, fue relegado a un papel secundario y prescindible dentro de un regimiento estacionado en una zona periférica de la frontera, un lugar de escasa importancia estratégica y, sobre todo, peligroso.

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(¿Este es el final?)

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Esa pregunta se precipitó en su mente, un pensamiento tan fugaz como eterno, una experiencia desconocida en su vida. Todo había sucedido con tal rapidez que apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de ver cómo una espada le atravesaba el estómago y lo dejaba caer al suelo.

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Quizás fue porque estaba herido de muerte que su enemigo no lo remató de inmediato, o tal vez deseaba que sufriera lo máximo posible. Pero en ese instante, ninguna de esas consideraciones importaba; estaba muriendo de manera miserable y lenta.

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La invasión enemiga había tenido lugar en medio de la noche, mientras todos descansaban. Ya fuera porque el guardia encargado había sido silenciado o se había dormido, el enemigo había conseguido infiltrarse en la base. La tragedia se desencadenó tan rápidamente que solo cuando los gritos de alarma comenzaron a resonar, Ashborne se percató del ataque.

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Al igual que casi todos en la base que se enteraron de la misma forma, Ashborne se levantó apresuradamente para responder al asalto, intentando equiparse y armarse para el combate. Pero ya era demasiado tarde. Con la mitad de sus compañeros ya caídos y el caos del ataque nocturno, la resistencia fue mínima y terminaron siendo aniquilados sin apenas luchar.

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Ahora se encontraba en su actual predicamento, sosteniéndose el estómago en un vano intento de contener la hemorragia, aferrándose a la esperanza de retrasar su fin inminente.

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Miró a su alrededor solo para confirmar que estaba solo, rodeado por las ruinas de la base improvisada, los restos de fuego dispersos y los cuerpos de sus compañeros yacían inmóviles en el suelo.

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En ese momento, perdió toda esperanza de que alguien más hubiera sobrevivido. Si quería tener alguna posibilidad de vivir, tendría que esperar a que los refuerzos llegaran, si es que habían notado el caos desde la distancia. Pero no tenía fe en ello; incluso si ocurriera ese milagro, no sobreviviría para ver el amanecer.

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Con lágrimas en los ojos, pensó en sus hermanos, en aquellos que habían partido antes que él y en los que habían quedado atrás en el orfanato, el lugar que alguna vez llamó hogar. Nunca esperó que llegaría a extrañar ese sitio.

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"Este es un buen momento para negociar... ¿no lo crees?"

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(...¿Negociar?)

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Fue entonces cuando se encontró con un humano sospechoso, tanto por su vestimenta como por su actitud y, sobre todo, por la situación en la que se hallaba. Todo en él era motivo de desconfianza.

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A la luz de la luna, vio al joven que le hablaba. Nunca antes lo había visto en su vida; conocía a todos los que estaban en la base y sabía que él no era uno de ellos. Por un instante, pensó que podría ser un enemigo que había venido a rematar a los supervivientes como él.

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Sin pensarlo más, intentó alcanzar su espada con la mano libre, pero se detuvo al darse cuenta de que no tenía la energía suficiente para empuñar un arma.

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"Wow... relájate, dije negociar, no pelear... además, eso no te servirá de mucho aunque lo intentes."

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El tono del hombre no era amenazante ni enojado, sino irónico, como si se burlara de sí mismo, algo que Ashborne no lograba comprender del todo.

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"...Negociar, ¿dices?... ¿Qué... es lo que quieres?"

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A pesar de saber que le quedaba poco tiempo, Ashborne albergó la esperanza de poder dejar un mensaje de despedida a su familia.

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No sabía si era porque quería aliviar su propia conciencia o si realmente creía que podría enviarles un mensaje. Fuera lo que fuese, decidió seguirle el juego al extraño.

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"Es muy simple y nada complicado... Solo tienes que dar tu vida y la de tus descendientes... ¿simple, no?"

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(?... ¿Se está burlando?... ¿Entonces realmente es el enemigo y solo vino a burlarse de los moribundos?...)

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Sin fuerzas y lleno de resentimiento, Ashborne solo pudo pensar en una cosa, y sin meditarlo demasiado, decidió poner en marcha el plan que había ideado en milisegundos, aunque más bien fue un acto instintivo que un plan premeditado.

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"... Acepto... ¿Qué tengo que hacer?..."

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Reunió la poca fuerza que le quedaba para agarrar la espada, consciente de que no podría blandirla aunque lo intentara y que solo aceleraría su muerte. Pero, a pesar de todo, decidió intentarlo.

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(Solo con dejarte una cicatriz... con eso me iré contento.)

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"Aceptas?... Inesperadamente, fue muy fácil...de acuerdo, primero tomo esto de aquí... y esto servirá"

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El sujeto se acercó y tomó su mano, empapada en la sangre de su propia herida, y luego miró la otra mano, donde Ashborne sostenía la espada.

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(¿Se ha dado cuenta?... ¡Maldición, es ahora o nunca!)

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En ese momento, Ashborne balanceó la espada con todas sus fuerzas, y aunque nunca antes había puesto tanto empeño en un solo golpe, no fue lo suficientemente rápido. Sin embargo, logró su objetivo y asestó un golpe en una zona crítica.

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"Justo eso es lo que necesito, gracias."

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(... ¿Pero qué demonios?)

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Contra toda lógica conocida, la espada se dirigió directamente al cuello del extraño, solo para pasar a través de él sin encontrar resistencia, como si cortara una nube. No sintió ningún obstáculo, pero sus ojos no lo engañaron; vio claramente cómo la espada pasaba lentamente frente a él.

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"Como sabías que lo necesitaba?"

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fue la pregunta que el extraño susurró a Ashborne, su voz apenas un eco en el aire. Ante la consternación de Ashborne, el extraño no respondió. Solo sonrió, una sonrisa que parecía contener secretos oscuros y antiguos.

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Como si no le importara que alguien había intentado cortarle el cuello, o puede ser que desde el principio, no había notado su intento de asesinato. Simplemente dejó que la espada siguiera de largo y cayera directamente en la mano libre del extraño, casi de forma natural y sin problema.

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En todo ese proceso, ya sea que se quedó sin energía alguna o por el hecho de lo que acababa de ver, lo había dejado petrificado en el acto, no pudo reaccionar a lo que estaba viendo delante suyo.

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El extraño simplemente agarró la espada sin alguna resistencia de Ashborne, la empañó en sangre del mismo Ashborne, mientras era imbuido por una extraña sombra alrededor de la espada, esto solo duró unos segundos antes de ser devuelta a su dueño original.

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Pero el extraño no enfundó la espada en la funda ni se la entregó de vuelta en la mano, sino que la clavó en el corazón de Ashborne, quien solo pudo ver el acto con los ojos en estado de shock mientras en la cara del extraño solo había una sonrisa de satisfacción.

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"Serás el primero de todos, felicidades."

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Y mientras la vida se desvanecía de los ojos de Ashborne, el mundo se desdibujaba a su alrededor. ¿Quién era este extraño? ¿Qué propósito tenía? Y, sobre todo, ¿por qué Ashborne era el primero de todos?

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