Kaizen y Xisrith intercambiaron miradas preocupadas mientras estaban inmóviles en el oscuro pasillo, esperando lo que fuera que estuviera haciendo esos ruidos de pasos, pero el silencio que se perpetuaba cuando se detenían era casi ensordecedor, excepto por el sutil sonido de la respiración del otro.
Después de unos momentos tensos, decidieron que no podían quedarse ahí parados para siempre. Kaizen levantó su antorcha, iluminando el pasillo delante de ellos, y avanzarían con precaución. Así que, mientras Kaizen estaba atento, mientras sus ojos examinaban el suelo del pasillo, encontró algo que llamó su atención. Una cuerda delgada estaba estirada a lo ancho del suelo, casi invisible en la luz tenue. Se inclinó y la examinó cuidadosamente.
—Xisrith, no des un paso adelante —susurró Kaizen, agachándose—. Hay una trampa aquí.
Kaizen dirigió su aguda mirada al área adelante y notó que la cuerda estaba extendida a una altura cuidadosamente calculada, a la altura del tobillo.
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