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Reyes de Oro y Plata

Elio no tiene tiempo, el reloj de arena empezó a correr; sin aliados y conviviendo con el enemigo en un cuerpo que no es suyo, tiene que buscar la manera de derrocar un reinado para poder regresar a su mundo sin perder la cabeza en el camino. Ahora, en un lugar del que solo ha leído, Elio quedó en medio de una guerra entre dos clanes por el trono. Divido entre el amor y salvarse, Elio debe decidir si vale la pena dejarse llevar por una atracción prohibida. A él solo le queda guiarse de lo que ha leído del libro "Reyes de Oro y Plata", sin imaginarse que todo empezó a fluir de manera errónea desde que Elio Reyes cayó en ese mundo. ¿Logrará terminar con todo antes de que el reloj deje caer su último grano de arena? ××××××× #Comienzo lento. Me gusta más desarrollar a mi prota antes de meterlo en problemas. #Enemies to lovers, amor prohibido, romance trágico. ¡¡Sí a todo!! #PROMETO MUCHA ACCIÓN Y PODERES. #Es un slow burn, quedan advertidos.

danoninostories · Fantaisie
Pas assez d’évaluations
14 Chs

8

Reyes de Oro y Plata, en palabras de su padre, fue su obra más importante.

Elio no recuerda mucho de la historia, quizá porque hace más de un año la leyó completa y después empezó a ignorarla, admirando las primeras páginas y regresándolo a su cajón de siempre, sin darle más pensamiento que el necesario. La guía era donde todo el tiempo se detenía, con las manos temblándole cuando recordaba las últimas palabras que le dijo a su padre.

Pero eso no le sirve en este momento, así que trata de exprimir cualquier memoria referente al libro.

Sak Eclipsis es el héroe de la historia, con una personalidad tan carismática y brillante, atrayente de la gente donde sea que pasara. Fue fácil para él llegar a la Corte, después de muchos años viviendo en un orfanato de Onamuhs (personas sin esencia) al ser abandonado por su madre —la Reina Safira—, y ganarse a los nobles. Pero, lo que muchos no sabían, ni el mismo Rey Érebo, el villano y padre del protagonista, es que él regresó por venganza hacia la gente que los nobles esencialistas habían hecho daño, entre ellos, un pobre esencialista de diecisiete años asesinado por su familia: Amaris. Elio no recuerda cómo es que sabe de su existencia, pero sí que es una de las razones por las que decide tomar su puesto como Príncipe de Oro, y luchar por ser el heredero del Trono de Eclipse, aunque no fuera cosa fácil, ya que su medio hermano, el Príncipe de Plata, Kairan Eclipsis, lleva años y años endulzándole el oído a los nobles y el Rey. Sin embargo, Kairan nunca fue popular en el Palacio Espilce (academia de esencialistas), por lo que fue fácil para Sak ganarse a la generación joven de nobles. Tenía ideales que no eran aceptables para los esencialistas mayores, creyendo que los onamuhs deberían ser tratados como iguales y no como esclavos. Sak sabía que tenía más posibilidad de cambiar a la generación más joven y que éstos lucharan a su lado.

Elio sabe que alguien importante muere, pero no recuerda muy bien. No le causó mucho impactó, o tal vez el personaje era insufrible.

Tampoco tiene memoria de los gemelos Víbora, salvo sus muertes en manos de Sak, después de haber confesado sus crímenes, lo que dio hincapié a que la Casa Víbora fuera borrada de la existencia. Ellos eran los únicos que nunca le dieron la espalda a su madre, la Señora Víbora.

Definitivamente debió de haberle dado una lectura más a ese libro. Se reprocha lo cobarde que es, por no haber reunido el coraje para enfrentarse a esos recuerdos.

Entonces, ahora, sentado en la cama, sin más movilidad que sus brazos, tiene de frente a Calixto Víbora de carne y hueso, a quien le brillan los ojos de un terrorífico dorado, casi tan letales como sus palabras, y Elio no tiene idea de qué diablos hará para sobrevivir.

—Traicionaste a la familia. Un Plata, en una Casa bendita por el Oro y el Dios Solaris. ¿Te das cuenta de lo que esto significa, Amaris? —A Elio le resuena cada palabra como trueno en su mente, sin saber qué hacer al respecto. Calixto se cruza de brazos, una mirada llena de desdén y una mueca de disgusto atormentando sus facciones, no pasa mucho tiempo para que se encoja en su lugar, sobándose sus costillas con dolor—. ¡Ow! ¡¿Por qué solaris hiciste eso, Mikael?!

Mikael le da otro codazo en el mismo lado para acallarlo, lanzándole una mirada severa. Elio nota cómo algo brilla en su oreja izquierda, perdiéndose entre su cabello castaño oscuro.

Oh.

—La decisión no ha sido tomada, Calixto, así que cierra la boca. Decir más es deber de Madre. Te estás precipitando, como siempre —lo regaña, entre labios apretados y ojos fríos que no dan otra emoción más que irritación.

Tiene más sentido por qué Mikael es el heredero de la Casa Víbora, al notar el arete de oro que cuelga y tintinea contra su rostro en forma de una víbora. Es la manera en la que los nobles esencialistas dan a conocer a sus herederos, aunque a la hora de elegirlos no es algo tan simple como ser el hijo o hija mayor, sino por quién lucha y tiene un desempeño mejor en la Academia Espilce. El más fuerte e inteligente es quien tiene el derecho a utilizar el arete que representa su Casa, son el ejemplo y la dicha de sus padres y Señores. Rara es la vez que una mujer cumple todos los requisitos, por eso es impresionante que Aurora haya llegado tan lejos con la Casa Víbora y sea alguien tan valiosa en la Corte de Eclipse.

Elio los estudia mientras pelean en más susurros furiosos y ademanes exagerados, como cualquier par de hermanos que apenas y se soportan al ser tan diferentes. A pesar de ser gemelos, es fácil distinguirlos si les prestas la suficiente atención y te das cuenta de cómo el cabello de Calixto no es casi negro como el de Mikael, sino de un castaño claro, y tiene unas facciones más toscas y menos finas que las de su hermano. Los dos tienen la complexión de personas que no dejan el entrenamiento ni un día, no importa qué tan ocupados estén con sus vidas. Llevan camisolas negras con bordados dorados, casi vestidos iguales, pero Elio supone que es porque les eligen los conjuntos y no por gustos personales.

Siente una punzada en su cabeza, y frunce el ceño, cerrando un ojo por el dolor.

¿Por qué está empezando la migraña otra vez?

—¡Tú también quieres saber, Mikael! ¡No seas doble cara! ¡¿Ni siquiera eso podemos preguntar?! —Calixto exclama, exasperado. Mikael lo amenaza con una seña que Elio no alcanza a darle significado, pero debió ser una para hacerlo callar—. ¡Madre nos dejó aquí por si volvía a tener un ataque, nunca dijo que no podíamos preguntarle!

—Calixto, por Eclipse, voy a pedir que te escolten a tu habitación después de la paliza que te daré —Mikael susurra intimidantemente, logrando que Elio se le erice la piel de pies a cabeza.

Claro que Calixto, conociendo el temperamento de su hermano, solo rueda sus ojos y se acerca con más intención a la cama.

—¿Por qué lo hiciste? ¿Querías tanto despertar? ¿Es eso? ¿Por eso te aventaste? —cuestiona agresivo, y Elio se encoge más.

—Calixto Víbora, cierra la bendita boca.

—No, Mikael. ¡Tenemos derecho a saber! Somos la comidilla del Palacio Espilce por culpa de él, y el punto era que nadie debía saber sobre su existencia. Si tanto quería morir, ¿por qué no simplemente probó otra manera sin tener que llamar la atención metiéndose al Palacio y hacer que los guardias lo persiguieran hasta el barranco? —Calixto cruza y descruza sus brazos, sin saber qué hacer con el enojo que se acumula en su cuerpo.

—Calixto, cállate.

La mirada de Mikael es más sanguinaria y oscura que hace un minuto, el aire sintiéndose tenso y Elio se estira un poco, tratando de quitar de encima la arena que se arremolina en toda la habitación. Debe estar imaginando cosas. Es el polvo que el viento levanta y él está cansado, dándole más dramatismo del necesario. No puede ser algo aparte de tierra.

—Mikael, ¿no quieres saber por qué solaris estaba en el Palacio Espilce esa noche, aunque no es invitado por ser una broma de esencialista? —Niega con la cabeza, su mirada permanece en su gemelo por unos segundos, porque con rapidez, se dirige hacia Elio, alterado—: Dinos, Amaris, ¿qué fue lo que pasó esa noche?

Elio no tiene idea de qué está hablando, lo cual ya no le sorprende. No tiene ninguna pista ni siquiera con los pocos recuerdos fragmentados que tiene de Amaris, como un rompecabezas al que le faltan piezas. Pero, sí, es una buena pregunta por qué Amaris decidió quitarse la vida en un barranco en vez de perecer en su habitación, igual que en el libro. Además, ¿por qué iría al Palacio Espilce si no tenía ningún asunto ahí? ¿Por qué la trama del libro está cambiando desde el comienzo? ¿Qué repercusiones traerá esta acción? ¿La oportunidad de que Sak Eclipsis regrese es nula? ¿Cómo empezará la historia si no está aquello que lo empujó a tratar de hacer un cambio?

Elio no es optimista sobre su futuro. Para nada.

Aunque sus manos estén temblando, su semblante se mantiene pálido y determinado. No puede mostrar debilidad, es algo que recuerda que Sak piensa en algún punto de la novela, si no, lo comerán vivo.

Se está muriendo de miedo.

­—No lo sé —susurra, aguantándose el suspiro de terror que se atora en su garganta.

—Eres un mentiroso.

Elio se arma de valor, optando por ser directo, y aprieta la quijada.

—Prefiero guardarme lo poco que recuerdo, hermano. No importa si me crees mentiroso o no. Después de todo, no te debo ninguna explicación. Era menos que un esencialista para ti, porque de decir lo contrario, solo te haría un hipócrita, Calixto. ¿Ahora por qué te importaría? —En ningún momento lo voltea a ver—. Tenemos la misma sangre, sí. Pero, eso es todo. No tienes ningún derecho fuera de ello.

Escucha un resoplido de Calixto, incrédulo, con sus pasos que van de un lado a otro de la habitación volviéndose más fuertes y hay un aire denso que está invadiendo cada espacio. Elio tiene la teoría de que es esencia, no hay otra manera de explicar el por qué su piel se eriza con extrañeza y deleite al sentir el poder que emana del hermano de Amaris. Es familiar y peligroso. Casi como Mikael unos minutos atrás, a punto de explotar contra su gemelo. Tal vez eso sea la arena que ve en cada rincón. Si no, entonces debe estar demente.

—Por Eclipse, Calixto, detente. Cuando Madre se entere de esto te encerrará en tu habitación hasta que tengamos que regresar a la Capital —Mikael suspira, cansado, alejándose de los dos, no sin antes fulminar a su gemelo—. Es de madrugada, no hemos dormido desde que llegamos del Palacio Espilce, entiendo que quieras respuestas pese haberte rendido pensando que Amaris moriría, pero no es el momento y tampoco el modo. No es digno de un Víbora, y tú lo sabes. Madre escuchará sobre esto y estará decepcionada de tu comportamiento.

Elio toma coraje para presenciar la escena frente a él, con Calixto cruzándose de brazos, apretando sus labios en una línea muy fina y posando su vista en el suelo. Mikael solo lo está observando, apoyándose en la pared. Sus facciones muestran severidad y madurez, muy diferente a su hermano, Calixto, que parece un niño regañado.

—Amaris —se dirige Mikael a Elio, también mirándole con una gelidez abrasadora—. No espero que nos cuentes todo. Pero nos debes respuestas. A Madre, más que a nadie. Lo que hiciste fue indigno de nuestra Casa, es de menos lo que lo haya causado. No importa si eres un Plata o no, si eres desencial o no, naciste como un Víbora. Sigues portando el apellido. Entenderás que cualquier acción tuya tiene consecuencias. Una de ellas, fue lo que causó que estuvieras postrado en cama por un año. Desencial o no, desgraciadamente, seguimos siendo familia. Debes respetar las reglas.

Elio siente cómo sus manos tiemblan con más intensidad, pero no desiste. No debe. Pero, oh, por qué tiene la sensación de que no terminará ahí el regaño, ni el menosprecio que tiñe los ojos de Mikael, carentes de emociones cálidas.

¿Cómo sobreviviré con dos monstruos cazándome?, Elio se traga el nudo en su garganta, ¿debería solo morir?

Sería lo más fácil, ¿no?

No.

No puede darle esa satisfacción a Amaris. Además, ¿cómo enfrentará a su padre si solo se rindiera?

Pero tiene tanto miedo, y todo parece tan incierto cuando apenas recuerda la novela.

Los gemelos son solo la primera amenaza y eso es lo que le preocupa.

—Lo entiendo, hermano —es lo único que puede decir Elio, rogando que Mikael no se dé cuenta de cómo su temblor en ese momento no solo es en las manos.

Mikael asiente, tomando a Calixto del brazo para sacarlo de la habitación.

—Descansa, Amaris. Madre no será menos severa que yo. Ella hará lo que crea correcto.

Sin más, los dos dejan la alcoba, cerrando las puertas de caoba por completo, pero Elio aún puede sentir el murmullo de la esencia que se desprende de sus cuerpos. El ligero olor a tierra, rocío y flores ya no inunda sus sentidos, pero sí el sonido agudo que viene con el poder. Eso es nuevo. ¿Tal vez sea porque su cuerpo acaba de despertar? Todos sus sentidos están sensibles y reaccionan con más ímpetu del común. También es el hecho de que no sabe en qué momento lo apuñalarán por la espalda para deshacerse de él.

No puede dormir.

El sueño se le ha ido por completo. Mikael espera que descanse, pero después de esa primera reunión, a Elio le sorprende más que esté cuerdo. Es debatible. Después de todo, es la primera vez que su alma cae en el cuerpo de alguien que está destinado a morir en unos días a manos de su familia, en un mundo del que apenas recuerda y donde todos son unos lunáticos obsesionados con sus dioses y la sangre.

Por Dios, va a vomitar.

Se recuesta un momento, mirando el techo de la nueva alcoba que no es muy diferente a la anterior que destruyó. Aquí hay menos suciedad y parece más espaciosa, con los ventanales dando hacia los jardines del Palacio de Cristal. Debe estar en algún ala, alejado de la Casa Principal, ya que, al parecer, casi asesina a la servidumbre y a sus hermanos. Es la segunda vez que su poder se desborda, y tiene temor de que la tercera vez logre matar a alguien.

No es menos que un fenómeno. No solo en su mundo, sino igual en este lugar. Su esencia es de Plata, eso le dijo Calixto, es un desencial, y todo lo que abarca la palabra que les resulta tan repugnante. Entre líneas, tal vez sea para hacer referencia los esencialistas teniendo un poder diferente al de su Clan, pero ¿es lo único? El honor es vital para ellos, como familia deben dar la cara ante cualquier problema. El poder lo es todo, el orgullo viene de la mano con él, por lo que tener una imagen y respetarla es lo primordial para nunca mostrar debilidades. Que Amaris se suicidara, derribó la fachada por un tiempo. Una Casa tan influyente, importante y poderosa, ¿qué habrá sucedido para que el hijo menor intente suicidarse aventándose de un barranco? ¿O que se colara en el Palacio Espilce sin invitación ni ningún asunto que lo llamara, ya que Amaris no vivía fuera del palacio de su Casa?

¿Qué idea tenía Amaris para que todo se retorciera así?

¿Habrá valido la pena?

Pues, Elio está aquí en su lugar.

Esa es otra pregunta que lo carcome: ¿qué fue de él en el otro mundo?

¿Estará muerto?

De igual forma, ¿por qué Elio está tan seguro de que es el año que está destinado Amaris a morir? ¿Por qué su mente está tan segura de que está en el momento que la historia está por comenzar? ¿Serán los recuerdos de Amaris? Está el hecho de que Calixto mencionó que Amaris tenía diecisiete años, pero ¿qué le asegura que todo esté yendo al mismo paso que el libro?

—¡Ah! —sisea de dolor cuando la migraña regresa, perforando cada parte de su cabeza, mientras rueda de un extremo hacia el otro, posando sus manos a cada lado de su sien, presionando para que deje de doler. Su respiración volviéndose errática, al mismo tiempo que intenta controlar los sonidos que deparan de su boca, para no llamar la atención de los gemelos.

Tiempo. Vida. Muerte. Tiempo. Vida. Muerte...

Una voz empieza a susurrar en su oído, la energía vibrando en cada rincón del lugar, como si respondiera a la voz. La oscuridad abrazando cada remolino de esencia visible a la luz de la luna, brillando con intensidad cuando el susurro de palabras repetitivas sigue atormentando su mente.

Cumple tu promesa.

No es solo una voz; son varias. Parecen llamarle, a lo lejos, incitando que haga lo que digan, sin darle más opciones. Su cuerpo vibra respondiendo al llamado de algo más grande que su ser. Los árboles se sacuden violentamente contra el viento, chocando entre ellos, sin importarles lo que será de sí después de esa danza furiosa. Son parte de esto, murmurando incoherencias cuando Elio intenta levantarse de la cama, tambaleándose a medio paso y cayendo de rodillas en el suelo de piedra, su respiración volviéndose pesada, la esencia envolviéndole como una manta.

Maldito, maldito, maldito.

Y gritan. Nada tiene sentido.

Gritan.

Gritan.

Gritan.

TIEMPO. VIDA. MUERTE. TIEMPO. VIDA. MUERTE.

PROMESA. CUMPLE. TIEMPO. TIEMPO. ARENA. MALDITO.

HIJO DE ECLIPSE.

HIJO DE ECLIPSE.

No mueras en vano. No mueras en vano. No mueras en vano.

Elio, no mueras en vano, piensa para sí mismo, con las lágrimas rodando por sus mejillas, el sollozo atorado en la boca de estómago, sintiendo una energía que se desborda a su alrededor, dirigiéndose hacia él, como si lo eligiera para portarlo.

Bendito. BENDITO. Maldito. Bendito.

Arde. Arde mucho su nuca, pero no puede gritar de dolor. Algo se lo impide, ahuyentando cada sonido que provenga de su boca, amenazando con infringirle más si no se controla. Ninguna palabra tiene sentido, oh, y el dolor, es peor que al despertar en ese mundo y los recuerdos llegaran. Este sufrimiento es incomparable físicamente.

Arde.

Quiere llorar.

Quiere gritar.

No puede.

Que se detenga.

Hagan que se detenga.

Por favor, detente.

Por-

No es hasta que abre sus ojos, y se da cuenta que se desmayó, el dolor cesa de inmediato. Lágrimas gordas ruedan por sus mejillas sin nada que las contenga ya. Está confundido, entre un mar de dudas que lo inundan sin respuestas para ninguna de ellas. No está cuerdo, ahora está más seguro de esto, porque nadie escucha voces, siente ese tipo de poder, le dan algo de eso, lo torturan sin dejarlo gritar para advertir a alguien más, y mantiene la mente intacta.

Tambaleante y entre hipidos, Elio se levanta del suelo, las piernas pálidas de Amaris tienen más moretones que en la mañana. Se rinde, sin más remedio que quedarse y esperar, porque es imposible moverse y huir. Su cuerpo está a punto de colapsar otra vez y no desea despertar en el suelo. Así que, se acuesta con dificultad en la cama, sintiendo su frente y cuerpo lleno de sudor, y siente asco de acostarse de esa forma, pero no quiere alertar a nadie y no sabe qué tipo de trato recibirá si lo hace.

Elio cierra los ojos, sin notar el tatuaje de un reloj de arena tatuado en su nuca, como recordatorio de un mantra que lo acompañará por mucho, mucho tiempo: TIEMPO, VIDA, MUERTE.

~*~

La tercera vez que Elio despierta en el mundo de Reyes de Oro y Plata, alguien lo sacude de su sueño.

Parpadea varias veces para quitar somnolencia que acecha su mirada. Hay una extrañeza en el aire de la habitación, pero no logra reconocer qué es. Tal vez sea por el suceso de la madrugada, ya que aún puede sentir el ardor en la parte trasera de su nuca y trata de no contraerse de dolor. El simple hecho de recordarlo logra que su bello se erice, porque no sabe qué diablos significa, ni siquiera lo que esas (intenta no hacer una mueca) voces (¿quiénes eran?) decían y repetían sin coherencia alguna. Además de esa vibración y la arena dorada y plateada que lo rodeó como si quisiera bañarlo de ello.

¿Qué sentido tiene esta maldita historia? ¡No lo está teniendo! ¡Todo se está saliendo de control con los gemelos, su despertar (¿tiene poderes?) y esa cosa nueva que intentó (logró) torturarlo! Y eso solo es el comienzo si decide seguir...

Ahora que ha procesado el despertar en un bendito cuerpo nuevo y enfrentarse a dos (¡dos!) de los personajes más peligrosos de la novela de su padre, no sabe cuál será la mejor estrategia.

¿Morir? Aún es una opción en algún rincón de su mente.

Masajea su rostro, quitando el rastro de sueño, y escucha el carraspeo de alguien a su lado.

Se reincorpora de golpe en la cama cuando observa a un anciano acechándolo con su mirada dorada opaca y una nariz puntiaguda que se arruga con disgusto. Elio frunce el ceño porque no reconoce a este hombre, ni siquiera en los recuerdos de Amaris que rondan por su mente hechos un desastre.

—Señor Amaris, Solaris esté con usted. Mi nombre es Sansón, para servirle. —Hace una reverencia con dificultad. Elio nota la túnica blanca que viste, con un bordado dorado de una víbora cruza desde el cuello hasta la falda y tiene un tatuaje dorado de un sol en la esquina de su ojo, su cabeza calva se ve tan pulcra que pareciera que nunca creció ningún cabello ahí. El anciano debe haber interpretado confusión en su lenguaje corporal, porque rápidamente agrega—: Soy su Esentor.

Oh.

—Solaris esté con usted —saluda Elio torpemente, murmurando. Después hace una mueca, cayendo en cuenta que devolver un saludo equivale a tener el mismo estatus. Básicamente Amaris, el hijo de una Casa principal, se rebajó al nivel de un plebeyo. Eso podría causarle problemas dependiendo de cómo el anciano se lo tomó. También si lo hubiera hecho en un lugar público, la imagen de la Casa Víbora podría haber recibido un golpe, metafóricamente hablando. A Elio no le importa mucho, porque no creció siendo parte de este Mundo, sin embargo, si quiere sobrevivir, debe acatar algunas reglas.

Sansón inclina la cabeza en otra reverencia, a medias, visiblemente irritado ante el error.

Elio no tiene mucho conocimiento acerca de los Esentores, ya que el libro no se explayaba entorno a la servidumbre, más que en cómo eran tratados. No tiene idea de cómo visten y lucen (hasta ahora), costumbres o maneras de actuar, si la mayoría son nobles o plebeyos. Aunque suelen estar alejados de la sociedad, limitados a servir a solo una Casa si tienen suerte o son demasiado talentosos. Se limitan a utilizar sus habilidades en el territorio donde son contratados, su prioridad siempre son los nobles. La mayoría de los Esentores son esencialistas del Clan Oro, aceptados por tener dones curativos por su esencia. Tampoco sabe de qué manera funciona si tienen esencia de plata.

Elio estudia cómo Sansón se inclina a un lado de la cama, respetuoso, menos en sus expresiones. Por la edad, deduce que Sansón lleva en la Casa Víbora desde antes de que el abuelo de Amaris se convirtiera en Señor. No le sorprendería si tuviera más edad de la que aparente, pero por cómo se mueve y se comporta, ya anda en sus últimas. A menos que hayan encontrado una forma de cómo alargar la vida.

—He venido para saber en qué estado está su cuerpo. Si está en condiciones —lo dice como si esa no fuera la palabra que quisiera utilizar— para encontrarse con la Señora Víbora.

Elio boquea una vez ante ello.

¿Con Aurora Víbora?

Suspira temblorosamente.

Es un personaje que no quisiera enfrentar a tan solo unas horas de caer ahí. No sabe qué consecuencias acarrearía si Elio no logra acomodar a tiempo los recuerdos de Amaris en su mente. Aurora Víbora es la mano derecha del Rey Érebo, alguien clave y que tiene el poder para desaparecerlo si así lo desea. Que Amaris sobreviviera y terminara con esencia de plata, según los gemelos, afecta en gravedad a la Casa Víbora. Si Amaris decidió quitarse la vida, no debió ser algo pensado a la ligera. No cuando Calixto mencionó que Amaris irrumpió en el Palacio Espilce antes de morir.

Así que, sin respuestas que puedan servirle a Aurora, esto podría terminar antes de comenzar.

—¿Va a hacer el estudio?

Sansón niega con la cabeza.

—Ya lo he hecho, mi señor.

Elio trata de no encogerse en su lugar al escuchar las palabras del Esentor. El hecho de que manos desconocidas lo tocaron en su sueño logra que sienta escalofríos en cada rincón de su cuerpo y tenga un nudo en el estómago. Cierra sus ojos por unos segundos, porque Hugo sonriendo, la cámara apuntándolo mientras Adrián jadea contra su oído se reproduce en su mente, mareándolo. Sacude la cabeza, disimuladamente. Tiene que concentrarse.

No puede distraerse más.

No pienses en ello. No pienses en ello. No lo pienses.

—¿Estoy... estable? — Elio pregunta al final, fingiendo que no está afectado.

Sansón inclina la cabeza hacia adelanta, como si estuviera sospesándolo.

—La esencia en su cuerpo es estable y se ha adecuado a su cuerpo con fluidez, sin dejar ningún rasguño en su alma, porque anteriormente presentaba indicios de esencia de Oro, por lo que temía que pudiera causar un impacto negativo en su cuerpo —Sansón explica, frunciendo el ceño y haciendo una mueca de desconcierto—. Deduje que estaría muy débil para sobrevivir más de una noche con su nueva esencia. Al parecer, no debía preocuparme por nada. Ha sido favorecido por Anul, mi señor. Más, no debería confiarse. El peligro persiste, al no tener control alguno sobre su esencia, ni un método que pueda calmar el frenesí y la ira que la agita. —Junta sus manos delante de sí mismo y las aprieta, dando una reverencia, como si le costara decir lo siguiente—: De igual forma, me disculpo, no sé en qué fase se encuentra. Me fue imposible posicionarle en la escala.

Elio se recrimina por segunda vez el no haberle dado una relectura al libro, porque de esa forma, podría encontrarle más sentido a las palabras del Esentor. Aunque reconoce una palabra: fase. Los esencialistas miden su poder en esencia con base a las fases, entre más poderoso es uno, menos probable es que puedan posicionarse en la escala. Si Elio es más fuerte que el Esentor, eso quiere decir que le es poco probable que pueda medir en qué fase está.

Podría entender por qué el anciano luce tan desconcertado, cuando Amaris no tiene mucho que estaba desahuciado, y de pronto, despierta y se declara parte del Clan Plata, con esencia más fuerte que la suya.

Elio ahora sí hace una mueca, masajeando su rostro.

Podría matar al anciano si su esencia se descontrola otra vez.

—Mi señor, si es posible, quisiera que hiciera pruebas de control con su esencia. —Sansón asiente con la cabeza, sacando de algún bolsillo escondido de su túnica unas notas con manchas de tintas en varias partes de las hojas, como si hubiera estado escribiendo en frenesí—. Claro que no en este momento, pero, si usted me lo permitiera, estaría trabajando para entender el fenómeno de su esencia. Son muy pocos los esencialistas de familias Oro, que tienen hijos plata. Ninguno ha sido tan fuerte como usted, ni han despertado a los diecisiete años. Es una edad muy tardía para convertirse en un esencialista.

Elio ladea la cabeza, fascinado con la pasión y curiosidad que brilla en los ojos del anciano, pese a que antes únicamente estaban llenos de sentimientos negativos. Tal vez ver un fenómeno como Elio, sea lo más interesante que le haya pasado en su vida. No lo culpa y no se siente tan intimidado. Podría ser de ayuda si Sansón encuentra respuestas que Elio ha tratado de obtener desde que tuvo el incidente con el pájaro.

Lo único que lo tiene tenso es cómo será estudiado sin ser tocado.

—Solaris lo bendiga, Señor Sansón —agradece recordando cómo son algunos modales de los nobles del libro. Las palabras suenan falsas en su boca, pero es por no estar acostumbrado a decirlas, eso no quiere decir que no las sienta—. También quisiera entender la esencia que envuelve mi cuerpo.

Sansón hace una reverencia.

—Su cuerpo sigue necesitando reposo, es cierto. Así que no le recetaré ninguna pócima por el momento. Si su cuerpo empieza a deteriorarse, tendré que someterlo a un tratamiento para fortalecerlo —dice el anciano, reposando la hoja encima de la cama, mientras lee—. Como fue puesto en un sueño profundo por un año y apenas fue forzado fuera de él, no debe tardar en necesitar alimentos. Aunque no tenga hambre, intente comer. Su apetito debe regresar a la normalidad en una semana.

Elio frunce el ceño al escuchar que el coma en el que estaba fue inducido Amaris, no sabiendo que era posible en este mundo. ¿Con qué método el cuerpo de Amaris se mantuvo vivo? ¿Por qué molestarse cuando pudieron simplemente utilizar la muerte de Amaris en su favor? Se hubiera olvidado en menos tiempo si Amaris no siguiera vivo. Es el hecho de que intentó y no lo consiguió, lo que más humilló a la Casa Víbora. Entonces, ¿por qué? ¿Qué era lo que ganaban? No puede ser el amor de familia, sabiendo que Amaris fue ignorado gran parte de su infancia y adolescencia por ser muy débil como esencialista. Aparte, escuchó a los gemelos reprocharle lo que pasó.

—Esentor Sansón, ¿por qué fui forzado en un sueño profundo? —Elio cuestiona, agarrando valor.

El anciano suspira, negando con la cabeza.

—Creíamos que no sobreviviría dos días. Seguía vivo, tenía probabilidades, casi nulas, pero ahí estaban —Sansón deja de hablar por unos segundos, quizá recordando esa noche—. Mi Señora creyó que era mejor que se partiera durmiendo. No entiendo muy bien las decisiones de mi Señora, esas son respuestas que solo encontrará con ella, mi señor. Lamento no darle una contestación más elaborada.

Elio cierra sus ojos, porque preguntarle al anciano es una cosa, pero ¿a Aurora? Sería suicida. Amaris tiene fama de ello, Elio no. De todos modos, asiente.

—Entiendo, Esentor, y agradezco su sinceridad. —Abre sus ojos, regalándole una pequeña sonrisa al anciano, quien da una pequeña reverencia con su cabeza.

—Ahora, las esclavas podrán asearlo antes de su encuentro con mi Señora —hace un ademán con su mano huesuda y de ella sale un poco de arena dorada que sobrepasa la puerta de caoba, como si estuviera yendo a buscar a las personas.

Elio, sin entender qué significa ese gesto, no cuestiona al anciano.

Las puertas se abren de par en par con raíces abrazándolas de cada lado, permitiéndole la entrada en dos filas a cuatro mujeres en vestidos grises de mangas cortas, todas con un tatuaje dorado del número nueve en la parte trasera de sus dos manos. Elio se alarma al notar cómo sus cuerpos morenos están llenos de cicatrices pálidas, viejas. Ninguna tiene esencia, Elio se da cuenta. Son onamuhs, personas que no tienen ningún tipo de poder y sirven a los esencialistas del Reino Eclipse desde hace más de mil años, después de que la Rebelión Esencialista, encabezado por la Diosa Eclipse, ganara contra el Imperio.

—Ellas le servirán. Regresaré cada dos días para observar el progreso en su cuerpo. Solaris esté con usted, Señor Amaris —Sansón hace una reverencia y se da la vuelta.

—¿Esentor Sansón? ¡Espere! —Elio se levanta de la cama, para alcanzarlo antes de que cruce las puertas.

El anciano se voltea, observándolo con curiosidad.

—¿Sí, mi señor?

—¿Tiene alguna idea de lo que mi... Señora podría querer hablar conmigo? —pregunta Elio, cruzándose de brazos para evitar que el anciano se percate de su nerviosismo, sintiendo cómo sus manos tiemblan ante el mínimo pensamiento que en poco tiempo se encontrará frente a frente a Aurora.

Sansón parpadea varias veces.

—Mi señor, desconozco cualquier información referente a usted fuera de su salud. Así que no sabría cómo contestarle.

Elio aprieta sus labios, frustrado.

—Está bien. Solaris lo bendiga, Esentor —Elio murmura, y ve cómo Sansón asiente y desaparece por las puertas al cerrarse detrás de él con un ademán suyo.

Elio suspira cuando nota cómo las onamuhs esperan órdenes de él, para empezar a desvestirlo y bañarlo. Se asusta de solo pensar en manos desconocidas tocándolo otra vez, ahora despierto y consciente.

Las estudia, las cuatro son castañas y pequeñas, casi de su edad y sus miradas no tienen ningún color dorado o plateado. Son humanas, sin poder, débiles a comparación de los esencialistas. Y Elio no puede evitar pensar que nacieron en el mundo equivocado, destinadas a sufrir un trato que no merecen.

Sonríe con pesar.

—Solaris las bendiga, pero no necesitaré de ustedes por el momento. Dejen el cambio de ropa en la cama, el agua de mi baño lista y lo que necesitaré para él.

Una de las onamuhs asiente con la cabeza, empezando acatar sus órdenes diligentemente. Ninguna lo cuestiona o se niega. Elio se sienta en la cama, esperando a que las onamuhs terminen de hacer sus tareas.

Tiene que pensar. No puede seguir sin un plan. Menos frente a la Casa Víbora y lo que lo depare fuera de su territorio. Esta debe ser su prueba. Si pasa, vivirá, y si no, pues... ¿morirá? Lo más probable. Su sobrevivencia depende de cómo sobrelleve la reunión con Aurora. Los malditos recuerdos no ayudan si no le muestran nada informativo. Lo que hay en la cabeza de Elio es inútil, el libro es como un borrón en su mente. Sobresale lo superficial de él y nada más. Es absolutamente obsoleto si necesita conocer las costumbres de los Clanes y cómo funcionan fuera de estas cuatro paredes.

Una Onamuh se arrodilla frente a él. Elio frunce el ceño, horrorizado.

—No tienes por qué arrodillarte...

La mujer no lo escucha o no quiere hacerlo.

—Mi señor Amaris, lo que ordenó está listo. Un guardia que lo escoltará con nuestra Señora tocará la puerta en treinta minutos. —Da una reverencia en el suelo, las otras tres la siguen también. Después se levanta y dice—: Solaris esté con usted, mi señor.

La mirada de la Onamuh que dio una reverencia en el suelo, lo enfrenta, el fuego de sus ojos ámbar lo fulminan, demandantes y frustrados, como si servir a Elio fuera un insulto. Pero sucede por un segundo, yéndose en un instante.

Desaparecen de la habitación en silencio, sin querer perturbarlo más.

Y Elio suspira porque Sak Eclipsis tiene mucho trabajo que hacer en un futuro si quiere que los onamuhs y esencialistas interactúen sin relaciones de poder.

Mil años de esclavitud, deben estar cansados.

Deben querer que corra sangre. 

Cayó un ciclón en mi pueblo AJAJAJA. Me siento como esas escritoras de Ao3 qué siempre les sucede algo.

Oh, espera, soy una escritora de Ao3 también...

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