CALIXTO
Calixto Víbora conoce sus defectos como a la callosa palma de su mano; su Madre nunca se cansa de decírselos en la cara, sin pudor ni falta de crueldad, creyendo que así podría meter un poco de sensatez y obediencia en su hijo mayor, quien jamás guarda sus opiniones impertinentes y de poco juicio, y desata desaforadas peleas contra hijos de Casas de baja cuna en el Palacio Espilce y en eventos importantes del Clan Oro. Es que, después de todo, nunca le han gustado las cosas débiles; detesta el simple olor de un esencialista que no ha llega a la fase Treos. Su repudio es hacia aquellos esenciales sin talento ni honor, mencionando la Casa Víbora con el pretexto de que son sus vasallos.
Si no tiene esencia suficiente para pelear a su par, o contrarrestarle un segundo, no merecen estar siquiera debajo de los Víbora. Calixto se mete en peleas, deja en vergüenza a su Casa, pero es para limpiar las impurezas. Su Madre puede decir cuántas veces quiera su discurso, al final siempre termina por deshacerse de los vasallos que son marcados por Calixto.
La Casa Víbora no ha sobrevivido todos estos años por compasión a otros. Ellos actúan antes de que la situación se torne de la peor forma. Los Dioses han sido misericordiosos todos estos años, permitiendo tales acciones, haciendo creer a Calixto que están en lo correcto.
Qué equivocado.
Cuando Calixto Víbora empezó a sentir desprecio hacia su hermano menor, fue la primera vez que lo vio, Amaris debía de tener unos siete años. Nació débil, prematuro, creciendo en su habitación, confinado y vigilado por su complexión de Onamuh, sin signos de que iba a ser más sano de lo que era en ese momento. Madre nunca lo visitaba, ni Padre, tampoco hablaban sobre él. Los gemelos vivieron por varios años sin saber de la presencia de un tercer hermano. El día que Calixto se topó con Amaris, estaba escapando de su Instructor de esencia, corriendo por los pasillos desconocidos de los que le habían advertido no pisar, sabiendo que no lo encontrarían ahí. Había un cuarto escondido en árboles y arbustos, rosas creciendo descontroladas por doquier, su olor siendo lo predominante en todo ese espectáculo de plantas, y en medio de todo ello, había un niño. Al principio, Calixto pensó que era una criatura del bosque salido de esas historias que su nana les contaba para hacerlos dormir; Amaris estaba hasta los huesos, su cabello negro cayendo en cascada por su bonito rostro, mas, su piel morena estaba llena de runas hechas salvajemente que dejaban un rastro de sangre por su ropa blanca llena de tierra, nunca encontrándoles significado ni en el presente. Sin embargo, eso no fue lo que más llamó su atención: sus ojos lucían sin vida, de un color gris sucio y apestaba a putrefacción, su esencia era tan anormal que aún no olvida el olor que desprendía aún rodeado del matorral de rosas. Los Dioses lo abandonaron antes de dejarlo madurar. Calixto estaba horrorizado por la imagen del niño enfermo con olor a muerto. Aguantando su llanto, escapó y no dijo palabra alguna de aquel encuentro, ni a Mikael, su gemelo.
No sabía que era Amaris, hasta unos años después, cuando su semblante era menos delgado y su olor putrefacto se volvió un amargo recuerdo de la infancia que le provocó pesadillas por una semana. Era tan humillante siquiera tenerlo en la Casa, ser su sangre, verlo merodear por los pasillos como un espectro. Creía que Amaris sería el secreto que todos callarían hasta morir, haciéndolo pasar por un mero sirviente, no dándole más pensamiento del necesario.
Claro que, Amaris no tenía esos planes.
Todo está yendo por un camino impredecible, piensa Calixto cerrando sus ojos con el dolor de cabeza punzante.
Calixto suspira por tercera vez desde que llegaron al Cuarto de Estrategias, lugar que solo se abre ante emergencias que podría destruir el prestigio de la Casa. La última vez fue hace más de veinte años, cuando se desató la Segunda Guerra Esencialista. Por Solaris, Madre debe estar colérica con todo eso para ordenarles a los sirvientes que los guiaran a este lugar con pestilencia a humedad y polvo.
Mikael deja caer sus manos en la mesa redonda que tiene un mapa del Continente en el centro con varios puntos marcados, abandonado por años ahí sin servir de mucho. Estantes de libros, mapas y diarios los rodean escondiéndolos de las ventanas y puertas, como si estuvieran en un laberinto del que es difícil salir y entrar.
—Calixto, por Eclipse, si es verídico lo que dices, Madre debe estar fuera de sus cabales —dice su hermano apretando cada facción de su rostro, como siempre cuando algo le está rompiendo la cabeza. Calixto desvía su mirada—. No juegues con esto, hermano.
—¿Por qué te mentiría? ¿Acaso estar aquí no responde tus dudas? —Hace un ademán.
Madre escuchó sus planes, teorías, razones para no seguir con sus descabelladas ideas, también le rogó de rodillas y le mencionó las consecuencias que podrían tener si algo salía mal, pero Calixto es el menos indicado para pedir consciencia al estar siempre en escándalos. Desafortunadamente, Mikael cree mucho en el liderazgo de Madre y es un poco lento para atar cabos, por lo tanto, el único que podría hacerle caso llegó tarde a detenerla.
—Disculpa la palabra, hermano, pero es una imbecilidad. —Mikael cubre su rostro con sus manos, derrotado—. Tenía la sospecha que podría hacer algo así —eso es una mentira, piensa Calixto casi bufando—. Amaris mencionó algo que llamó mi atención de camino a ver a Madre.
Calixto lo voltea a ver, curioso.
—¿Qué te dijo ese Onamuh? escupe.
Mikael niega con la cabeza, tal vez incrédulo.
—Que, si te quedaste atrás para debatir el destino de Amaris con Madre, es porque su esperanza de vida debía ser alta —responde, sin mirar a los ojos a Calixto, quien poco a poco se está poniendo rojo del enojo—. Me sorprendió que captara eso antes que yo. Amaris no es tan tonto como tú pensabas.
—¡Suficiente tengo contigo besándole los pies a Madre! ¡Le diste pistas seguramente! —Calixto exclama, no tratando de controlar su temperamento como siempre le piden.
—Calixto, cierra la bendita boca. ¿Cómo podría haberle dado pistas? Ni siquiera tenía idea de lo que Madre estaba pensando. Tú crees que todo es una competencia, por esa razón no me dijiste nada de tus sospechas. No sirve ya de mucho, Madre seguro le está dando la opción de desprestigiar nuestra Casa —Mikael no alza la voz, pero suena directo y demandante, casi como Madre, sino fuera porque está intentando razonar con Calixto, quien no se siente intimidado, ni siquiera ante su mirada intensa—. ¿Creías que Madre te escucharía a ti, Calixto? ¿Después de los desastres que haces y ella tiene que limpiar?
—Tú sabes que no quieres pelear, Mikael. Aquí entre nos sabemos que tienes mucho qué perder. Tienes este aretito por mí, ¿no? ¿No soy yo quien te lo cedió? —Se acerca a su gemelo, amenazante, alzando sus cejas y frunciendo los labios con burla—. Dejé que me sometieras con Amaris de frente para mostrar tu autoridad, pero aquí solo estamos los dos y no voy a dejar que me hables así.
Mikael no se mueve un centímetro de su lugar, con una expresión aburrida, la que hace cada que intenta esconder sus sentimientos y emociones.
—Hermano, por Solaris, controla tu bendito temperamento. Escúchate, ¿en serio quieres pelear? ¿Por qué razón querría provocarte si solo estoy diciendo la verdad? Estás buscando excusas para recuperar la dignidad que Madre te quitó cuando estabas actuando como un imprudente. —Su gemelo sonríe sin gracia, casi burlón—. Madre está tratando de convertir a Amaris en un desencial frente a la Corte, quienes, déjame decirte, podrían quitar a Madre su puesto. ¿Y tú piensas que quiero pelear?
—¿Aún no entiendes la mayor amenaza, Mikael? ¡Es un esencialista de Plata fuerte! El Rey no tendrá más remedio que aceptarlo en el Palacio Espilce y a fuerzas tendrá un lugar en el Clan Plata. Es peligroso que Madre quiera convertirlo en un espía. ¿Qué le asegura que no nos traicionará más adelante? Además, imagínate cuánta información pueden sacar de él. Eso hará que el príncipe Kairan asegure el Trono. —Calixto golpea la mesa terminando su discurso.
—Eclipse nos salve, Calixto, te lo pido de favor, ¡escúchate! Olvídate del Trono por un maldito segundo. No puedo creer que aún tengas esa fantasía demente de que quizá te elijan Príncipe de Oro sustituto. ¡Esto es más grave! Si Amaris es aceptado como desencial, esto nos desprestigia. La Corte tratará de presionar al Rey para deshacerse de Madre como su Consejera Real, lo cual, nos desprestigiaría aún más, y una Casa vasalla querría derrocarnos y tratar de apoderarse del lugar entre una de las Cuatro Familias. Perderíamos todo, Calixto. —Ahora es turno de Mikael de golpear la mesa con las palmas de sus manos—. Eres más inteligente que yo, utiliza tu bendita cabeza para algo más que tus ideales egoístas.
—¿Ideales egoístas? ¡No tenemos un Príncipe de Oro, Mikael! ¡La Casa Víbora sobrevivirá! ¡Madre sabrá qué hacer! No, ¡ponte a pensar! Sin un príncipe de Oro, ¿quién podría equilibrar el poder? ¡Nos someterán, hermano! No podemos quedarnos sin hacer nada. Puedes creer que Amaris no es una amenaza en este momento, pero tú sabes cómo lo hemos tratado todos estos años. ¡Yo no me creo el cuentito de que no recuerda nada! Por eso no dijimos ni una palabra sobre eso al Esentor, ¿recuerdas? —Calixto lo apunta, haciéndole recordar cómo prometieron no decir esa parte ni a sus padres, porque necesitaban investigarlo más a fondo—. El Rey no procreó otro Príncipe de Oro con la esperanza de hallar a su hijo perdido, el cual tengo la sospecha de que está sepultado tres metros bajo tierra. Hay un desequilibrio desde hace más de quince años. Pronto las Cuatro Familias del Clan Plata tendrán más relevancia que nosotros. Madre solo es la Consejera Real de Oro, quien tiene la misma autoridad es la Casa Algora siendo su Señor el Consejero de Plata. Si el Príncipe toma su puesto como Rey, se deshará de nuestra voluntad.
Mikael se queda sin palabras y Calixto decide que ya no hay más qué pelear, rojo del enojo y frustración. Sabe que tiene razón su hermano gemelo de alguna forma. Calixto confía en que la Casa Víbora permanecerá de pie no importa la problemática, pero no por su Madre, sino por el peso de su nombre y riqueza. El Rey no se deshará tan rápido de ellos, al final es el de la última palabra en esa Corte de viejos irrelevantes. Pero está consciente que hasta el mismo monarca está teniendo un tiempo difícil con los esencialistas ancianos.
Desde hace unos años, la Corte —en especial los esencialistas de Oro parte de ella— ha insistido al Rey que elija a un Príncipe de Oro sustituto en el que puedan recaer ciertas responsabilidades, pues de no hacerlo, el equilibrio de poder podría hacer del Reinado de su Majestad un martirio, sobre todo con el príncipe Kairan no siendo un eclipse. Mikael y Calixto eran los más adecuados candidatos para el puesto al ser los mejores estudiantes del Palacio de Espilce, aunque los otros Señores estuvieran en contra por ser hijos de Aurora Víbora. Hace un año, la presión se hizo tan pesada que el Rey convocó a Madre al Palacio, después de una reunión corta, ella regresó a su hogar buscando frenéticamente a Amaris sin darles una razón concreta. Acostumbrado a atar cabos sueltos, Calixto dedujo que el Rey sabía sobre el tercer hijo olvidado y lo quería en el Trono de Oro. Siendo Amaris un esencialista débil con el linaje de la Casa más poderosa del Clan Oro, sin una educación completa e ingenuo sobre cómo funciona la sociedad fuera de su castillo, sería la mejor opción para hacer de él una marioneta. Sin embargo, cuando Madre mandó a buscar a su hijo menor, ya no estaba. Un día después, Amaris irrumpiría en el Palacio Espilce, haría que los guardias lo persiguieran hasta el barranco donde intentaría acabar con su vida.
Calixto se pregunta si Amaris estaba consciente de cuál iba a ser su destino. Tiene la sospecha de que es así. Por eso es una amenaza para la Casa Víbora. Sabe demasiado, es un parásito que ha estado viviendo con ellos por diecisiete años, escuchando conversaciones a escondidas, estudiando los libros que sus hermanos dejaban atrás, fortaleciendo su cuerpo en secreto. Nadie le prestaba atención. Era un accesorio más del Castillo de Cristal, algo que compraron alguna vez y no le vieron utilidad, tirándolo lejos. Calixto no olvida sus ojos tristes, grises, pero inteligentes, venenosos.
—¿Terminaron de discutir? —Una voz se hace presente en el salón.
Los gemelos la reconocen inmediatamente, cayendo en una rodilla los dos, avergonzados.
—Solaris esté con usted, Padre —saluda Calixto, su voz saliendo un poco ronca.
—Solaris lo acompañe, Padre. Lamentamos que haya presenciado una discusión de mal gusto —se disculpa Mikael, perdiendo por un momento su equilibrio, sino fuera por su mano en el suelo ayudándolo a estabilizarse.
—Ruego nos perdone por nuestra falta de postura —Calixto también le sigue a su hermano.
Hiperión Víbora posa una mano en cada cabeza de los gemelos, los cuales alzan la mirada a su padre, quien les sonríe despreocupadamente.
—Su madre los ha entrenado bien. —Les revuelve el cabello como si aún tuvieran diez años, haciéndoles sonrojar hasta las orejas ante la muestra de cariño tan serena y evidente.
Es una anomalía mostrar gestos de afecto entre los nobles esencialistas, sobre todo en las Casas Principales, puesto que son reglas que se han seguido por generaciones. Las parejas no muestran ninguna actitud que demuestre cariño o cercanía, por eso sus padres son tan juzgados en eventos. Su padre creció siendo un plebeyo, por lo que Calixto entiende que aún le cueste seguir sus costumbres. Aunque, su madre tampoco desiste de sus caricias y miradas apasionadas. Mikael los juzga por su falta de decoro y Calixto solo se encoge de hombros, riéndose que es en lo único que no pueden resistirse.
Hiperión Víbora, soldado medio Plata, huérfano, plebeyo, reconocido por sus grandes hazañas en el campo de batalla y por el Rey, aprobado para ser el cónyuge de Aurora Víbora, la Consejera Real de Oro. Entre los nobles existen personas que continúan subestimándolo por no tener un linaje puro, hay días que Calixto también piensa lo mismo. Pero, entre los maestros de espada de la Academia, ninguno le llega a la destreza y el talento de Hiperión. No es poderoso en esencia, apenas llega a la Fase Kamtuor, que es donde los gemelos se encuentran, pero en experiencia y astucia nadie lo vence. No importa cuántas veces Calixto deje salir todo su poder, Padre siempre halla la manera de contrarrestarlo sin esfuerzo alguno, humillándolo frente a los otros caballeros de la Casa.
—Levántense —les ordena, quitando su tacto, como si de pronto se acordara de su lugar.
Su hermano y él le hacen caso, dispuestos a abalanzarse con preguntas, pero sabiendo que es mejor acallar y formular bien lo que están a puntos de comentar. Calixto no es tonto para pensar que obtendrá las respuestas en bandeja de oro, sus padres no son tan compasivos y estúpidos para soltar información valiosa simplemente porque son sus hijos.
Padre no deja de sonreír, aunque su semblante haya oscurecido.
—Pensé que eran más inteligentes que esto, Mikael y Calixto —murmura su padre, bajando el tono de su voz hasta casi susurrar—. Peleando como niños, caprichosos e inmaduros. Tal vez deberíamos reconsiderar lo del heredero, Mikael... —Calixto siente cómo su hermano gemelo se tensa a un lado suyo, mas, sus expresiones siguen siendo neutras—. Aurora los entrenó como líderes, no como animales que se arrastran por quien tenga más poder. —Suspira, agarrándolos del cuello a los dos, mientras sus ojos se achican al agrandar su sonrisa—. Entiendo sus dudas, pero no puedo dejar que cuestionen a su madre de esa forma. Primero es su Señora, y después su madre. ¿Entendido?
—Sí, Padre —responde Mikael, sumiso.
Padre los suelta y se cruza de brazos. Calixto sostiene su mirada, porque sabe que espera alguna respuesta de él también.
Calixto, con sus manos apretadas detrás de su espalda, desvía sus ojos de Padre, tratando de controlar su temperamento, porque Madre está comportándose como una insensata, creyendo que el Rey es la única cuestión que les generará problemas. Él y su hermano tienen razón, el poder se desequilibrará no importa qué problemática atiendan primero. Mikael idolatra demasiado a Madre, mas, eso no impidió que pensara que esto es irresponsable de su parte, con ese plan desquiciado para intentar evitar lo inevitable: un Rey de Plata. Si el Príncipe Kairan, siendo un esencialista que ni siquiera posee la sangre de la Diosa Eclipse como los rumores dicen, se convierte en el monarca del Reino, el equilibrio se derrumbará, estarán perdidos. Será el comienzo del fin del Reino Eclipse. No pueden dejar que el famoso Bastardo de la Luna, hijo de la Reina Selenia la Lunática, gane el Trono. Calixto sabe que el príncipe es sumamente talentoso, pero está igual de perturbado que su progenitora.
—Confío en Madre, pero no en Amaris. ¿Cómo podrá controlarlo cuando ya no esté a nuestro alcance? —Calixto, impulsivo, expresa entre dientes—. Los dos lo han subestimado desde que apareció, pero yo no. Sé que ese Onamuh nos traerá más problemas de los que Madre querrá evitar. ¿O necesita más tiempo para encontrar a su querido Príncipe de Oro? ¡¿No le sirvieron los dieciocho años de búsqueda por todo el bendito Reino?! ¡Tiene que desistir! ¡Que abra los ojos, Padre! ¡El Príncipe Sak está muerto! Debemos pensar en otras alternativas, impedir que la sangre de un bastardo manche el Trono. Meter a Amaris como un espía no nos beneficiará en nada.
Padre parpadea, antes de negar con la cabeza.
—Eso no lo sabes, Calixto. No quiero discutir de esto contigo, no cuando tu madre no está en la habitación. —Padre se apoya en un estante, callado, terco como Calixto.
Padre es el más cercano a Madre, debe de haber una forma de romper la estúpida ilusión de que mandar a un niño sin control en su esencia ni conocimiento en espionaje es una pérdida de tiempo y algo que podría dejarlos expuestos. El Reino sabrá de quién es el desencial, es una jugada muy evidente. ¿Por qué arriesgarse de esa forma? ¿Qué es lo que tiene Madre a su favor que la hace actuar tan confiada? ¿Con qué fin se expondría a la destrucción de la Casa Víbora? Es inútil seguir cuestionándose, porque ella no les dirá nada. Si es una jugada arriesgada, no sacará todas sus cartas, no para ellos. Nunca para sus hijos.
—Insisto, Padre. Convenza a Madre de buscar otra opción además de Amaris...
—Ahora..., ¿desde cuándo me he dejado influenciar por opiniones ajenas a la mía, Calixto? —su Madre lo interrumpe, apareciendo como un fantasma cerca de Padre, quien suaviza su semblante.
—Madre...
Madre alza la barbilla, imperturbable e intimidante. Sus ojos dorados brillan con un enojo palpable que vibra en la habitación, su esencia les rodea a él y su hermano, apenas visible, pero Calixto puede sentirla estrangulándolos, presionándolos, obligándolos a ponerse de rodillas para saludarla en un murmullo asfixiante.
Ve la esencia antes que las raíces acudan al llamado de Madre, rompiendo paredes, derrumbando estantes y destruyendo el suelo. Calixto no se defiende. Es inútil.
Madre podría detenerse solo en aprisionarlos, pero si la provoca, el castigo será peor.
—No quiero oír otra vez tu opinión, querido. Ya haz dicho suficiente. —Después de unos largos segundos, donde Calixto deja de respirar, su madre sonríe—. Vaya. Años sin venir a este lugar. —Madre camina silenciosa y metódicamente por la habitación, acariciando los libros con un interés fingido, solo para no ver a sus hijos, quienes casi trascienden con sus Dioses—. Quería sentir nostalgia, pero solo puedo pensar en los peores años de la Casa Víbora. —Ella observa el mapa, tocando con delicadeza los puntos marcados—. Como habrán notado, Amaris no nos acompaña como estaba previsto. Decidí que aún hay información que él no puede saber.
Los gemelos tosen, agarrando aire. Calixto la voltea a ver, escuchándola apenas, más enfocados en no desmayarse. Raíces rasgando sus ropas, inmovilizándolos, sus cuellos abrazados por ellas y no pueden resistirse o será peor.
Debe escuchar, tiene que hacerlo.
¿Qué está diciendo? Apenas puedo percibir..., Calixto piensa y relaja su cuerpo, para agudizar sus oídos.
—Amaris ha aceptado mi propuesta. Será sometido ante su Majestad y la Corte para convertirse oficialmente en un desencial y un desterrado. Dejará de existir para nosotros, la Casa Víbora —anuncia su Madre, y Calixto aún en el suelo solo puede apretar sus labios—. Al ser un hijo de una de las Casas Principales, el Rey no tendrá más remedio que darle un puesto. Pues es una esencialista de Plata, un noble y un desencial poderoso que querrá poseer por lo inusuales que son.
—La Corte no lo dejará. Lo utilizarán para destruirnos, Madre. Para destruirla a usted. —Calixto la observa, y tal vez se deja llevar un poco porque la esencia de su madre se descontrola—. Además, ¿qué le hace pensar que será puesto en una de las Casas Principales del Clan Plata? Porque sé que a eso apunta. Quiere que sea parte del Palacio Espilce, que vigile de cerca al Príncipe. Pero ¿por qué? Es demasiado notorio e inútil no teniendo un Príncipe de Oro en el Trono.
—No me trates de estúpida, Calixto —sisea su Madre, venenosa. Calixto suspira temblorosamente pero no desiste, la raíz en su cuello apretándolo más—. La Corte aceptará porque mantuve a Amaris vivo todo este tiempo.
¿Todo este tiempo? Por Solaris.
Solaris.
No importa qué tanto lo piense y analice, ni siquiera los onamuhs arriesgarían a lo estúpido.
Su madre no puede estar apostando tanto por algo que no es certero.
Un plan que podría funcionar o destruirlos. Por supuesto, por eso decidió gastar demasiado presupuesto en Amaris, mandando Esentores para hacerle estudios. El tratamiento de esencia pura, llamando a cada Esentor de renombre que encontrara en el Reino, todo por Amaris.
Un año. Un solaris año.
Calixto se echa a reír. Madre voltea a verlo.
—Por eso lo salvó. Por eso le dijo a los Esentores que lo mantuvieran en un sueño profundo. Quería que la Corte creyera que le importa, aun sabiendo que es un desencial, los ancianos pensarán que pueden utilizarlo en su contra. Serán viles, Madre. Será una jauría. Querrán hacer de Amaris un arma del Clan Plata... —La raíz en su cuello poco a poco se va soltando, con Madre tamborileando sus dedos en la mesa redonda.
—No puedo traicionar al Rey, Calixto. Ellos lo saben. Creerán que obteniendo a Amaris de su lado podrán dañarme —ella dice, mirando a su padre, quien no dice una palabra, sus ojos grises estudiando a Madre—. Después de todo, quiero que piensen que les sirva. Que sea un ejemplo de que no todos los desenciales están perdidos.
—Los desenciales son anormales. Amaris creció con esencia de oro, aún si sus ojos eran grises. Que despertara con la esencia de plata hace unos días, lo sigue haciendo aberrante. —Calixto farfulla, Madre enterrándolo más en las raíces—. Ellos...
—Lo convertirán en un mártir. —Calixto voltea a ver a su hermano que parece agarrar coraje para enfrentar a Madre, las raíces solo tomando sus antebrazos—. Lo utilizarán en el momento que crean adecuado. Pero en lo que lo están buscando, tú ya habrás obtenido la información que necesitas de él, ¿no es así? —se queda unos segundos en silencio sin obtener respuesta de madre, por lo que otra vez abre la boca—: De todos modos, sigue siendo un riesgo que no podemos tomar. No sin alguien en el Trono de Oro. Es una causa perdida, Madre. Lo lamento, pero es lo que pienso. Sacrifica a Amaris sin necesidad de poner nuestro honor en juego.
Madre suspira, ladeando la cabeza.
—Mikael, ¿qué te hace creer que sacrificaría nuestra Casa por una causa perdida?
—¿Y no es así? —Calixto bufa una risa.
—Calixto... —advierte Padre con voz ronca, amenazante. Calixto se encoge de hombros, sintiendo la tensión en su cuerpo acalambrando sus piernas y brazos, más con el escrutinio de su Padre encima.
—Es solo que... Amaris es una incógnita. Todos en esta Casa lo hemos ignorado por años, tratándolo como un accesorio más del Castillo, ¿por qué está tan confiada, Madre? ¿Por qué piensa que Amaris no nos traicionará? Quizá lo torturen para obtener información de él, ¿qué pasará entonces? No está entrenado para morir en caso de ser descubierto o...
—Amaris no recibirá entrenamiento alguno, no deseo que sea así. Entre más luzca como un hijo sobreprotegido, mejor —su Madre decreta, interrumpiéndolo, sus manos en puños sobre la mesa—. Utilizaré las Runas Kuesantli para callarlo.
Calixto se le va el aire, cediendo ante la esencia de Madre.
Eclipse nos salve.
La pestilencia regresa, el recuerdo de Amaris lleno de runas en su piel morena, goteando sangre, gota tras gota al mismo tiempo que su semblante palidece hasta convertirse en espectro con la esencia impura resguardándolo; lo provoca, lo abruma sacándole el aire como si hubiera recibido un golpe de Padre en el estómago, el terror erizando su cuerpo de pies a cabeza, tratando de que sus expresiones no lo demuestren.
Kuesantli. De piel y sangre.
Runas prohibidas. Arte prohibido que arruinará la Casa si hay rastro de que utilizaron en Amaris esencia pura corrupta.
Madre piensa tallar en Amaris una Runa Kuesantli para asegurar su lealtad.
Si es necesario para callarlo y mantenerlo atado, no importará nada. Los ancianos esencialistas nunca se darán cuenta. Calixto aprieta sus labios con fuerza, blanqueciéndolos.
—Madre... —Mikael se escucha tan derrotado—, nos destruirás. Si los nobles se enteran...
—Hemos perdido demasiado tiempo, es hora de recuperar lo que nos han hurtado —Madre suena tan tranquila, calculadora—. No me interesa si tengo que utilizar a Amaris y desecharlo, pondré al Príncipe de Oro en el Trono de Eclipse a como dé lugar.
El Príncipe de Oro.
Calixto siente la carcajada burbujeando en su pecho, inesperada y escéptica.
¿Qué te hace creer que sacrificaría nuestra Casa por una causa perdida?
Por ello se apresuró a averiguar de qué manera Amaris sería útil. ¿Desde cuándo lo sabe?
Todo se resumen en el Príncipe de Oro. Esa es la señal que Calixto esperaba para poder comenzar el caos, no importan los meses o años de desprestigio, o si Amaris es un desencial. No perecerán nunca.
Calixto toma entre sus manos las raíces de Madre y las manipula con su esencia, desapareciéndolas entre las grietas del suelo.
—Has encontrado al Príncipe de Oro, ¿no es así? —Calixto sonríe de oreja a oreja—. Es Sak Eclipsis regresando de la tumba.
Los ojos de su Madre están relucientes, tenebrosos.
Y Calixto no necesita nada más para saber.