—Primo, ¿vas a beber conmigo? —dijo Basil Jaak eructando los efectos persistentes del alcohol, con sus ojos empañados de borrachera mientras le daba una sonrisa tonta.
—¿Qué, tienes miedo? —preguntó el primo provocativamente.
—¡Desafío! ¿Por qué no? Si el primo quiere beber conmigo, aunque me muera por ello, te acompañaré. —dijo alegremente Basil Jaak.
—¡Basta de tonterías, empecemos! —dijo el primo soltando un resoplido frío e impaciente.
Basil Jaak y el primo agarraron cada uno una jarra de alcohol y se lo vertieron en la boca.
El vino picante no se quedó en la boca ni un segundo, se deslizó directamente por la garganta al estómago, la sensación de ardor era como tener una bola de fuego en el estómago, incómodo.
¡Pero estar vivo es respirar!
El primo sintió una tempestad tumultuosa en su estómago, pero se contuvo de vomitar, solo para emborrachar a Basil Jaak.
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