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Rey De-Heavens

En un mundo ya creado a sus espaldas, el genuino creador emerge. Entre seres mutantes, en un espacio natural pleno, que se ofrece con todo su esplendor, pero también con todo su peligro, Rey debe recuperar lo propio. Ser casi incorpóreo, casi invisible -¿trepa, corre, repta, vuela…?-, atravesando luchas desiguales con seres diferentes, le consolida su derecho a la existencia. Magia tenebrosa recorre estas líneas… Sumérgete en la jungla. Lucha con ellos. Descifra el misterio. Esto es una novela ligera, el libro fue oficialmente publicado bajo el mismo título.

RamonHGuiardinu · Fantaisie
Pas assez d’évaluations
13 Chs

Capítulo 10: El regreso de los cazarrecompensas

Rey, como quien le daba los buenos días a alguien que había dormido una noche placentera, dijo:

—Oh, a buena hora despierta.

Tomando un respiro, observó a su alrededor como si estuviera disfrutando del paisaje, para agregar.

—He cumplido con mi promesa. Si usas tu poder, podrás atravesar este tope y llegar a donde deseas…

Edith estaba siendo sostenida por una sola mano, sus pies colgaban en el aire y sentía el fuerte y firme abrazo de alguien más pequeño que ella. Al levantar su mirada, ella también notó la mano transformada de Rey que se encajaba dentro de la solidez de la plataforma. También vio las alas que aún se quemaban como ascuas de carbón encendido y el rostro pálido del White, quien, a pesar de tener su boca abierta y la lengua afuera, siquiera respiraba.

—¡¡¡Acaso estás loco!!! ¿Y si este no es el Tartarus? —preguntó con lágrimas en los ojos.

—No, oh, oh oh… No juegues conmigo Edith. —El agarre del techo se desprendió un poco—. No es que me quede mucho tiempo. Esta es la única oportunidad que te puedo dar como amigo. Enfrenta tus problemas y hazte responsable de las consecuencias, es la única manera. Es mejor que andar perdida. Al verte a los ojos, me reflejo en ti. Me hiciste darme cuenta de que el único camino de salida es atravesando la situación de la cual trataba de escapar —El agarre se deshizo un poco.

Edith, con lágrimas en los ojos y negando:

—Yo no quiero a un amigo… —Hizo una pausa y escondió la mirada—. Para cumplir mi propósito y hacerme responsable después, necesito que seamos algo más…

Rey, casi sin sorprenderse, dijo:

—Umm, es algo que puedo tener en consideración a futuro. Pero, por ahora, este debe ser el adiós entre nosotros dos. Edith preguntó preocupada:

—Con esas alas, ¿acaso podrás sobrevivir a la caída?

—¿Que si podré sobrevivir a la caída?

Mostró una sonrisa soberbia, amplia y confiada de alguien aún más arrogante.

—¿Acaso nuestras cuerdas no están entrelazadas? ¿Acaso tu nombre no es Edith Láquesis? Ten más fe en ti y no me hagas seguir riendo. Nuestra vida tiene muchas más opciones que esas que nos muestran unos simples hilos; falta verlas y tener el poder para tomarlas…

—Pero, pero…

—Edith, te deseo lo mejor… —interrumpió Rey.

El sonido del agarre y el derrumbe de las piedras de la zona que él usaba para aguantarse se dio lugar. Los tres pequeños cayeron al vacío; no obstante, utilizando sus manos, Rey arrojó el cuerpo de la Parca tan fuerte como pudo, obligándole a hacerse no tangible, si es que ella no quería chocar contra las piedras.

Edith, con sus ojos entristecidos, dejó de ver al pequeño sin apellido y a todo el ambiente rojo. Atravesando la tierra todo era oscuridad. Podía mantenerse intangible y regresar a caer, pero desperdiciaría la tan valiosa oportunidad que alguien le había dado mediante su sacrificio.

—No —respondió.

Emergiendo sobre la superficie del Tartarus, ella se limpió los ojos, que veían borroso, para llegar a distinguir a más de una docena de figuras que vestían largas túnicas negras con botones de plata y sogas de oro. Altas e imponentes, dotadas de ligeras curvas que solo el cuerpo femenino tenía, de manos negras, cubrían sus rostros con capuchas. Ellas, quienes se podían perfectamente distinguir por sus ojos muertos, dijeron las siguientes palabras:

—Oh, pequeña. Estuvimos esperando tu llegada. Vamos, que se te hace tarde para tu clase de lengua antigua —como si nada hubiera sucedido.

Edith dejó de flotar, cayó en el suelo y, con la mirada revirada y sus puños cerrados, siguió a las guiadoras con aires de rigurosas instructoras, con las cuales estaba bien familiarizada. La Parca sabía que eran rigurosas porque, sin importar cuánto aprendiera o cuánto demostrara sus talentos, ninguna nunca le brindó una sonrisa o un gesto de aprobación. Pero algo le resultó extraño, pues cada vez que se equivocaba, recibía una severa reprimenda. Más de cientos de veces había tenido que irse a dormir tras una buena golpiza. "¿No seré castigada a pesar de haber escapado?", se preguntó. "¿Por qué me estaban esperando en este exacto lugar? ¿Acaso esto estaba entre sus planes?", preguntas que ninguna salieron por sus labios, ya que, de haberlo hecho, tal vez la interpretarían como que quería recibir castigo.

Por otro lado, Rey, abrazando contra su pecho a White y encogido como una bola, descendió todo lo que había subido hasta que con su barrera impactó contra la casi sólida superficie de un lago en sequía. El violento impacto hizo que la esfera se agrietara por todos lados y deformara en parte su estructura original. En cambio, el suelo desbordado por cuerpos en pena, sangre hervida, fango mugriento y lodo hosco, casi que estalló en mil pedazos como si de una bomba se hubiese tratado. Gritos desgarradores, llantos, penas y cóleras se escucharon por todo el lugar.

Tanto White como el pequeño sobrevivieron gracias a que la barrera defensiva había soportado el golpe, pero no significaba que el creador se hubiera mantenido ileso. La barrera se había cuarteado como mismo lo hacía un huevo al caer al suelo y que, por suerte, no se abrió en dos. Como su núcleo estaba relacionado con el chacra corazón y con todo los demás, Rey sintió el daño externo justo en su interior y vomitó sangre. Como si un órgano se le hubiese dañado, Rey apretó la mandíbula con la intención de aguantar el dolor casi más insoportable que había sentido hasta el momento. "No, puedo perder el conocimiento…", se dijo entre dientes. Luchando contra el mareo intenso y las luces que se apagaban, él hizo que la barrera se encogiera y regresará a su interior como núcleo de energía.

Luchando por mantenerse lúcido, Rey perdía la noción de lo que hacía, en donde estaba, el sentido de la orientación y los pensamientos. Si no hubiera sido porque se recordaba constantemente proteger a su amiga peluda, habría abierto las manos.

Entidades muertas y carentes de voluntad se reacomodaron en el agujero creado por el pequeño en su caída. Al no poder usar la barrera para protegerse y quedar indefenso, Rey fue devorado por mil manos muertas que le jalaban hasta el fondo del lodo. Sin dejar de proteger a White con su propio cuerpo, él recibió tantos golpes, arañazos, mordidas y gritos como pudieron darle esos espectros muertos que odiaban y detestaban la vida. Antes humanos, ahora se ahogaban en la ira y el odio y, aunque no tenían ojos en sus cuencas ni carne en sus huesos, sí se valían de dos pulmones negros inflados por fango y mugre. Los dos sacos que colgaban de la cavidad torácica tenían el único propósito de inflarse para gritar, y aunque no muchos tenían lenguas, los pocos que sí insultaban a los dioses, insultaban a Leonel.

Regresando al presente, Rey comenzó a forcejear tanto como pudo, pero ante su incapacidad de crear resultados favorables se dijo: "Es imposible llegar a la superficie". Arañazos, golpes, mordidas y patadas de parte de aquellos muertos dejaron de dañarlo como antes lo habían hecho. "¡Hmm! Mi cuerpo ya no siente daño… Como no puedo subir, es mejor si sigo bajando", se dijo para, acto seguido, dejarse hundir. Cosa que no fue muy difícil, pues él pesaba más que los muertos ahí presentes.

Aunque abriera los ojos, Rey era incapaz de ver. A su alrededor todos querían subir en el lago de fango movedizo, parece que para gritar sus penas y que fueran escuchadas. Por otro lado, mientras más profundo llegaba, la calma se incrementó. Tanto que llegó el punto en el que ya no fueron más los manotazos, rasguños y mordidas, solo patadas. "Este fango se siente más líquido, pero no creo que pueda ver", pensó el pequeño quien, tras dar dos palmadas, apaciguó los retorcijones que daba su compañero peludo al faltarle el aire.

White había estado sin respirar por mucho tiempo. Lucha contras sus ganas de querer inhalar del líquido que le rodeaba, pero aun así la lucha se volvía ineficaz contra sus deseos instintivos de querer expandir sus pulmones. Tan pronto sintió las palmadas de Rey en su espalda, decidió exhalar todo el aire que tenía dentro de a poco, para al menos hacer algo y ganar tiempo. Aún sin abrir sus ojos, Rey se impulsó con sus pies hacia abajo y siguió nadando hasta que el fango dejó de ser y se sintió más como agua.

Apartado de todo el movimiento y la cólera que le lastimaba, el pequeño sin apellido decidió poner en uso una vez más la barrera que podía crear con su núcleo y apartar el agua del lugar. Una vez pudo apoyarse en el fondo de la estrecha esfera aun cuarteada, clamo toda una ráfaga de viento, la cual provenía con oxígeno y los gases necesarios para respirar. El viento infló aún más el tamaño de la esfera que se dejó agrandar por la voluntad del usuario.

White inhaló por la boca; acto seguido, expulsó el agua que había quedado en sus fosas nasales, y así respiró tan profundo como juraba nunca haber hecho en su vida. Carente de fuerza, tras dar unos pocos pasos, sacudió sus pelajes y se tumbó en el suelo que tenía forma circular y le hacía resbalar hasta el centro por más que se alejara.

Rey abrió los ojos y, a pesar de poder ver en la oscuridad como si de día fuese, no podía ver fuera de la barrera. Su cuerpo estaba maltrecho. Tan solo le bastaba con extender la mano para sentir las cuarteaduras del núcleo agrandado. Como hechicero, él sabía lo que tenía que hacer. Sentarse a meditar. Y así lo hizo para alcanzar a recuperar las heridas físicas y reponer la estructura de su barrera. La energía de todos sus vórtices estaba fluyendo correctamente y, con ella, poco a poco remendó las grietas del núcleo que le protegía, así como también curó las heridas de su piel y repuso el plumaje de sus alas. Ya una vez White se recuperó de su experiencia de casi muerte, Rey abrió los ojos y le acarició la cabeza.

—Gracias por confiar tanto en mí —dijo y White ronroneó en respuesta—. Bueno, es tiempo de encontrar la salida, creo que hemos tocado fondo. Sea bueno o malo, ¿quién sabe?

El pequeño de ojos blancos se levantó y, tras extender su mano, una vez más clamó una ráfaga de viento para volver a agrandar el tamaño de su núcleo ya reparado. Rey hizo que el gran libro negro de letras rojas flotara en el aire para buscar entre sus tantas páginas. Llegada la conclusión de su búsqueda, pudo invocar una esfera de luz fuera de la barrera. Poniendo mucha más energía de lo que esta necesitaba, la esfera se volvió capaz de iluminar una considerable cantidad de espacio en el fondo de aquel lago.

La luz hizo que, de dentro de la oscuridad, apareciera un inmenso rostro de ojos abiertos y toda una expresión encendida en odio fulminante, con cejas y ojos levantados como si alguien estuviera tirando de sus cabellos y una boca abierta como si estuviera gritando con todas sus fuerzas. Era un rostro femenino cuyo cuerpo tenía un tamaño desconocido, pues ¿qué tan grande podría ser alguien cuya pupila era dos veces el tamaño de la esfera que protegía a Rey? Tan grande y aterradora fue la imagen que White levantó una pata, se tapó sus ojitos resignados, se tumbó en el suelo y pretendió estar muerta.

Por otro lado, aunque Rey enfureció las expresiones de su rostro como un luchador que estaba dispuesto a darlo todo en una última y gloriosa batalla, en su interior sintió una inmensa debilidad en sus pies. Si no hubiera sido porque estaban trabados en el lugar, tal vez se hubiera caído de nalgas por la impresión que le provocó la horripilante imagen que apareció dentro de la oscuridad. "Edith no estaba equivocada al temerle a eso que pudiera existir debajo de un lago", se dijo con tono reflexivo.

Pasando las páginas de su libro con la mente, Rey se detuvo en una en particular. Dos hojas envueltas por miles de misterios, muchos cánticos y un sin número de trazos que formaban el llamado de una de las criaturas más poderosas de la historia. Tan poderosa, aterradora e indomable que estaba entre los cientos de páginas que Heroclades había marcado como inutilizables. Era un dragón, según los libros que había leído en la Biblioteca del Conocimiento; este tipo de criatura poesía una rabia intratable contra cualquier ser que no fueran de su propia especie, en particular los humanos y aquellos que se les asemejaban. Tanto es el odio que no existe un dragón que dude en cambiar su vida por destruir el objeto de su cólera.

Ningún hechicero en la historia jamás ha logrado hacer un contrato con estas bestias, la única manera en la cual pudieron agregarlas a sus libros fue debido a un método de sellado. Por ende, clamar a uno significa romper el encarcelamiento durante un breve periodo de tiempo, pero la bestia inteligente optará con todas sus fuerzas para maldecir al usuario, significando esto que clamar semejante criatura debía ser su última opción, una apuesta muy arriesgada. A pesar de la tan fuerte expresión con que fue mirado, Rey contuvo su respiración y esperó un momento en respuesta a cualquier ataque.

Nada sucedía, el pequeño decidió alejar la esfera luminosa, pero algo le llamó la atención. Ni la inmensa pupila reaccionaba a la luz o los ojos le seguían. Tras bajar la esfera luminosa, Rey se dio cuenta de que era tan solo una cabeza decapitada lo que estaba viendo. Más al lado había algunos dedos, un pie, un seno. Era un cuerpo desmembrado que yacía en el fondo del lago. El crimen de alguien que había querido hacer desaparecer a su víctima después de matarla.

Rey, con la punta de su pie, movió el cuerpo tieso del felino y, aun así, esta siguió pretendiendo estar muerta. Con una sonrisa de medio rostro, él cargó a su acompañante desmayada y trató de dar pasos hacia adelante para hacer que la esfera avanzara por el lugar. "Heroclades no podía trasladarse si tenía su barrera expuesta, pero parece que no es tan difícil de hacer cuando yo pude volar. En cambio, aquí, tal vez por ser de superficie lisa, no me deja paso al avance… Y ¿si creo una superficie rugosa con algunas puntas?".

El pequeño lo consiguió, no supo bien cómo, pero logró concentrarse en crear púas sobresalientes y, producto de la tracción que generaba la esfera, logró avanzar. Vagando por el lugar, ya con varias esferas luminosas que le alumbraban el camino, el pequeño vio dos cosas que le llamaron la atención. Una copa dorada sobre un altar y una especie de barca hundida mucho más adelante. Rey trató de coger la copa, pero al incluirla en el interior de su núcleo, en cuestión de segundos un torrente de agua inundó el interior de la esfera. Sin más remedio, Rey la excluyó del núcleo junto con su brazo y la regresó a donde pertenecía para, acto seguido, drenar la mitad del agua que casi ahogaba a su peluda acompañante.

Mirándolo por el lado bueno, el agua que quedó dentro no estaba tan sucia como la de afuera. Era clara y tibia, tanto que daban deseos de tomar un baño en ella. Con sus manos tomó un poco del líquido limpio y procedió a acicalarse. White miró a Rey como a alguien que se había equivocado y quería disimular su error sacando provecho de la situación; si pudiera hablar, ella seguro que le diría: "Trata de no ahogarme la siguiente vez". Tan pronto el pequeño terminó de bañarse y limpiar sus prendas, también bañó al pequeño felino que le miraba con ojos acusadores. Con todo limpio, Rey se deshizo del agua tras separar la barrera en dos y expandir la parte que tenía aire mientras abría el compartimiento del agua. Ahora, para Rey, simplemente quedaba una segunda cosa que le llamaba la atención: el bote hundido. Así, continuó su camino.

Al Rey y White acercarse lo suficiente, pudieron notar cómo de dentro del interior de la barca se puso de pie una figura humana. Como una mariposa que buscaba hacerse a la luz, aunque se quemara entre las llamas del fuego, la figura avanzó y extendió sus manos sin considerar que se estaba haciendo daño. Rey no pudo ignorar el hecho de que ahí, abajo del agua, había alguien que parecía no ser agresivo. Tras acercarse, el pequeño dejó entrar en su barrera al hombre desnudo de barba larga y cuerpo encorvado.

A primera vista la persona había dejado de ser, con la piel de un cadáver devuelto a la vida, sin ojos, labios, orejas o párpados; cualquiera podría asumir que dicho sujeto era alguien que había vivido toda una eternidad en el corazón del infierno. Tanto había vivido en el abismo que se había convertido en parte del mismo, y ya no tenía más rasgos humanos que no fueran su cabeza, dos manos, piernas y huesos. Los dientes estaban afilados y, a pesar de tener dos pulmones, también tenía un estómago y sistema digestivo. Por consiguiente, no era muy dudoso que hubiera estado alimentándose de cadáveres de su misma especie para sobrevivir, lo cual lo convertía en una especie de ghoul.

Incluir a un ser tan repugnante y feo como este dentro de su barrera podría traer consecuencias, pero Rey no lo veía de esa manera. Fuera quien fuese, viese como se viese, no tenía intenciones hostiles contra él y si no era un enemigo, podía ser un amigo.

Rey, mirándole de pies a cabezas, procedió a preguntar:

—Si puedes hablar, dime… ¿Quién eres?

Lágrimas de sangre brotaron por entre las cuencas abiertas del cráneo sin ojos. El sujeto se envolvió aún más, se tapó la boca y trató de esconder su apariencia horrenda con la intención de no ofender con su fealdad la amabilidad de la voz que le había preguntado por su nombre.

—¡Oh!, que bien se siente poder respirar, poder ver, poder escuchar. Te agradezco tanto este pequeño alivio que me has dado. Más he de agradecer que puedas hablar y entender la lengua de los antiguos —dijo el sujeto al arrodillarse en el suelo y apoyar su frente contra la barrera—. Y ¿cómo podría yo olvidar esos ojos tuyos, amo y señor? Aunque de mi queda el cuerpo de un "ghoul"… mi mente sigue intacta. Mi nombre es insignificante ante tu presencia y no debe ocupar espacio en tus pensamientos, mi amable señor. Yo… yo, no soy más que uno de tus reos y no porque reniegue de mi trabajo, sino por el desgaste de mi barca, que no he podido continuar mi penitencia como se me fue ordenado.

Rey, como quien no tenía en cuenta la apariencia de aquel sujeto, siquiera de su interior, sino juzgando sus acciones y decidiendo corresponder el respeto y buen trato que se le estaba dando, dijo:

—Mi nombre en esta vida es Rey. No tengo recuerdos ni conocimientos de mi encarnación pasada… ¿En dónde estoy? ¿Qué es este lugar?, y ¿cómo puedo llegar al Heaven?

Manteniendo su postura degradada y cuidando no ensuciar por donde hablaba, el sujeto dijo:

—Mi señor, estamos dentro del quinto círculo del infierno, justo en el fondo del río del odio, río cuyo cauce se origina a partir de una fuente sagrada en Arcadia y viaja a través de la copa dorada que reside en lo más hondo del lugar. Como aquí también yace el cuerpo de la hija de Océano y Tetis, el lago se conoce como Estigia, y es en donde sufren quienes odian y detestan. Veo que aún vives, y que te bañaste en las aguas… aguas que fortalecen el cuerpo de los vivos y los hacen invulnerables.

Rey se sintió intrigado por el nombre de Arcadia y ahora la palabra invulnerable. Eran términos que se utilizaban cuando alguien se iba a referir a su padre.

—Si quieres llegar al Heaven, deberás de seguir adelante. En donde los ríos convergen, se forma una gran ciénaga de distintos colores; ahí seguirás las aguas que arden en fuego y mil llamas. Ellas te conducirán hasta la entrada del séptimo círculo. En adelante deberás seguir a pie por los tres planos del círculo de los violentos, cruzar las fosas del octavo círculo y desviarte hasta que puedas llegar al Bosque Siempre Cambiante. Ten mucho cuidado de no hacer contacto con el agua del río Lete, ahí se encuentra el cuerpo de la diosa Mnemosine y, aunque estés vivo, te hará olvidar como mismo le hizo a ella…

—Eres muy conocedor con respecto a la estructura del infierno —dijo mientras pensaba en que el mismísimo río Lete se originaba en el Purgatorio, pero la advertencia le resultó creíble.

—Señor mío, tal vez en esta, su vida nueva, no lo recuerdas. Pero mi propósito es guiar a las almas por estos lares. Es un placer poder servirle de ayuda… Pero… si me permites pedirte un favor…

Rey, como quien sufría el pesar ajeno, preguntó:

—Estás cansado, ¿no es así?

El sujeto mantuvo el silencio y apretó débilmente sus manos.

—En mi camino aquí, conocí a Catón. Él tenía una pregunta que hacer y solo yo podía responderla. Dime: ¿quieres dejar de ser?

El sujeto levantó su cabeza y dejó la boca abierta, pero tampoco se atrevió a decir nada.

—Provengo del Heaven, el primer círculo del Paraíso bajo los nueve cielos. Ahí nací y no he visto nada particularmente extraordinario o un Dios que mis ojos pudieran ver… El Purgatorio no es la entrada al Heaven y el Paraíso no creo que sea un lugar al cual los humanos puedan llegar algún día, aunque sean merecedores de ello.

Como si al saber que no existía un mundo mejor detrás del infierno, le hacía carecer de propósitos necesarios para seguir sufriendo, aquel guía respiró con profundidad.

—¡Oh!, mi señor… Gracias por hacerme entender el significado —respondió agradecido por el conocimiento—. De todas las cosas que existieron en este mundo de tormentos y sufrimientos, siempre existieron esas que dependen de mí y aquellas que no. El tormento y el sufrimiento siempre dependieron de mí… ¿No es así? Ha-ha-ja…

Ante los ojos blancos, el cuerpo que siquiera parecía humano se convirtió en burbuja y desapareció en miles de imperceptibles explosiones. Con las direcciones en mente, Rey se echó al pequeño felino sobre su cabeza y dispuso a emprender su camino mientras leía el libro que flotaba e ignoraba todo lo que le rodeaba. Apenas emergió de las aguas flamantes y salió sobre una playa de arena roja, repleta por gente gritando y luchando entre sí, Rey enfocó sus ojos en la distancia. Ahí se encontraban varios relieves y al final una montaña oscura que parecía ser el Bosque Siempre Cambiante.

Con un punto de referencia en el horizonte, pero muchos gigantes que deambulaban por el lugar, él decidió que era mejor emprender su camino a pie. Ante los ojos blancos del pequeño espectador, el sitio parecía la casa de seres violentos, campeones de derramamientos de sangre y guerreros carentes de orgullo, que entre ellos se golpeaban a gritos sin razón o excusa. Quienes no podían levantarse hervían en el líquido rojo que se acumulaba en el suelo.

Rey sentía que sus alas no estaban en las mejores condiciones, no como para evadir a los gigantes de cientos de cabezas y miles de brazos. Criaturas de cuerpos encorvados, cabellos rectos que colgaban de su cabeza principal, con innumerables manos que se superponen las unas a las otras, ahí caminaban y aplastan con sus pies a todos a su paso.

Tras regresar unas cuantas páginas ya anteriormente estudiadas, Rey levantó una barrera circular de protección en respuesta al ataque del colérico más cercano. Con un medio de defensa casi inquebrantable, él hizo aparecer a cientos de espadas flotantes que apuntaban hacia arriba y le rodeaban hasta cerrar un círculo, el cual se asemejaba a una corona que sentaba sobre la esfera.

Las armas tenían distintos tamaños y diseños, pero todas atacaban a quienes se acercaban sin discriminar. Paso a paso, el pequeño sin apellido avanzó valiéndose de clamados básicos y muy justos con los cuales acometer contra sus enemigos, pues debía de asegurarse que su núcleo, ese que usaba como barrera de protección y en origen era su almacén de energía, no se podía afinar tanto como para que corriera el peligro de ser destruido por un simple ataque físico.

Esquivando las pisadas y las trayectorias de los gigantes que por ahí caminaban, Rey continuó su avance sobre la arena roja del círculo que hervía con vapor, hasta llegar al final de dicho lugar que culminó junto al comienzo de grandes piedras. Con forma de bloques, cada uno de estos pedruscos se aglomeraban de forma simétrica. Tocándose entre sí en algunos puntos, luego se separaban en otros, una y otra vez hasta que conformaban lo que indudablemente se conoce como laberinto.

Rey sabía de este tipo de lugar por los libros que había leído y entendió que, si seguía las normas naturales, entraría con facilidad, pero luego no podría salir. Con la intención de ahorrarse trabajos innecesarios, subió por los muros y, tras varios saltos, alcanzó a llegar al otro lado de la estructura.

Ahí existía un extenso bosque azul, oscuro, frío, sombrío y tétrico, compuesto por árboles con innumerables caras. Más de cerca, los troncos se veían ásperos y secos, ramas sin hojas y puntiagudas se alzaban de manera ruda hacia el cielo que no podían tocar. Rey pudo percibir que los troncos no eran de madera, aunque sí se sentían tan sólidos como la misma. Gracias a los rostros, él los identificó como individuos ramificados. No entendía por qué no se podían mover o la razón por la cual se habían endurecido, pero se sentía intrigado por las expresiones.

Las imitaciones de árboles cubrían con espesura al lugar, pero ninguno tenía intenciones hostiles. Curioso, Rey tocaba con sus manos los troncos de cuerpos humanos ramificados en los que solo se podían distinguir rostros y siluetas entre las curvas de aquellas pieles convertidas en corteza. "Sus expresiones", se dijo Rey viendo que ellos tenían ojos cerrados y abiertos, miradas perdidas, pupilas dilatadas con miradas que lo veían todo y nada a la vez. Incontables ventanas se encontraban desnudas, bañadas por gotas de agua salada que también humedecían la tierra. Otros tenían expresiones de indiferencia, perdidas, quienes ya habían olvidado la muerte, eliminaban sus tristezas a través de silenciosos suspiros.

—¿Qué sientes? —le preguntó Rey a todo aquel que veía y podía alcanzar.

—Sentimientos de…

Respondieron quienes podían hablar, aunque sus bocas se cuartearan dolorosamente en el proceso. "Amor. Generosidad. Gozo. Afecto. Júbilo. Compasión. Esperanza. Libertad. Agradecimiento. Aceptación. Acompañamiento. Bondad. Admiración. Benevolencia. Amabilidad. Alivio. Orgullo. Empatía. Integridad. Apego. Aprobación. Armonía. Honestidad. Humildad. Concentración. Tolerancia. Felicidad. Firmeza. Fortaleza. Serenidad. Optimismo. Satisfacción. Seguridad. Paz", uno a uno, los presentes que tuvieron algo positivo que decir dejaron de ser ante el pequeño. En cambio, los que se mantuvieron callados o respondieron sentimientos negativos se quedaron en el lugar.

Por qué razón iban a mentir quienes en su interior no tenían espacio para albergar más conductas negativas. Rey se detuvo justo en frente de un árbol cuya mirada le resultaba inconfundible, fue al único que se lo pensó dos veces antes de preguntar. De pie en aquel lugar, se dio cuenta de que se había quedado de pie por tanto tiempo que casi que se había hundido entre la arena humedecida por lágrimas. Después subió la mirada y finalmente preguntó.

—¿Qué sientes?

—Decepción siento yo —respondió el rostro que tenía la misma mirada de Wulfgang.

El corazón de Rey se apagó por un segundo, era como si su padre le hubiera hablado en ese momento. Preguntas de si en verdad quería regresar, ahora que estaba afuera y tenía la oportunidad de escapar le invadieron la mente. Dándose la vuelta, se recordó a sí mismo las palabras que le había dicho a Edith. "El único camino de salida es atravesando la situación de la cual trato de escapar".

Pegando la vuelta, Rey siguió avanzando, entre los árboles del bosque falso; eventualmente se logró sentir una cantidad considerable de gruñidos cual si fueran bestias, rugidos de guerra y gritos de batallas, al igual que toda una sinfonía de golpes y agresiones contra otros. Apurando el paso, una deslumbrante luz amarilla al final le tocó el rostro. Detrás de la deslumbrante claridad, todo un desierto de arena hirviente en el cual cientos de miles de cuerpos luchaban entre sí con aún más violencia que aquel de arenas rojas se dio lugar. Los ojos del pequeño tardaron en adaptarse al resplandor, pero su barrera defensiva se levantó apenas los condenados le atacaron con sus lanzas.

La arena del lugar era de un amarillo radiante y lo que parecían ser árboles eran cruces blancas que se levantaban imponentes. Avanzando y enfrentándose contra los coléricos que en ira le atacaban y, por supuesto, aprendiendo de ellos, Rey se trasladó hasta el final del círculo sin mucho problema. Debajo de los gigantes que caminaban de un lado a otro, él destruyó a los enemigos hasta que no pudo ver a ningún otro gigante entre su posición y el monte que parecía ser el Bosque Siempre Cambiante. El pequeño extendió sus alas y le dijo a su acompañante peluda que se aguantara. Emprendiendo el vuelo por los cielos cubiertos de rojo, Rey aterrizó justo en donde sus padres habían aparecido teletransportados. En el preciso momento que pisó el suelo, Rey levantó sus ojos para encontrarse con la mirada del Gran Mago Sabio, quien parecía comportarse como alguien que estaba esperando la llegada de alguien.

Concluido el tiempo del entrenamiento de los otros dos hijos de Maryam, llegó la ocasión en la cual los tres pequeños debían regresar al calor del hogar y descansar con el resto de la manada.

O, eso pensaban unos…

Dente Lobato De Heaven, punto de vista.

Como siempre hacía en las mañanas, tras dormir en la misma cama que su maestro, Dante despertó y, abriendo su boca en un bostezo, estiró los músculos de su cuerpo. Pero, a diferencia de las otras mañanas, en esta el lobezno estaba tan emocionado que, con sus ojos encendidos, no pudo evitar saltar de entre las sábanas como una tormenta. "Finalmente, podré presumir de mi fuerza y mis conocimientos", pensando en su hermano Rey. "Ja, le llevaré conmigo para que me enseñe el camino antes de que los mayores quieran tomar una decisión", pensaba ya levantado mientras vestía su cuerpo desnudo con finas prendas que prometían cuidarle de heridas y golpes. Abriendo la ventana, Dante notó que Miján también se disponía a levantarse y, antes que este pudiera preguntarle algo, salió corriendo disparado gritando una despedida de pocas palabras.

La intención de encontrarse con su hermano, el único que había salido del Bosque Siempre Cambiante, tenía prioridad y era parte crucial para culminar su plan de "escapar" a la posible sentencia de sus padres. "Tengo que alcanzar a Rey antes de que llegue a la casa. Mi maestro me dijo que él era peligroso y me mantuviese alejado, pero no lo creo. Si en verdad es un De-Bastador, es también una herramienta que puede ser fácilmente utilizada. Tendré que demostrarle que si vamos a formar un grupo, ¡yo seré el líder!".

Corriendo y saltando, zippin entre las ramas, deslizándose por las raíces, tan pronto llegó al camino principal, Dante vio a alguien un poco más bajo que él. Dicho individuo estaba vistiendo pieles de ligre y, a pesar de que avanzaba en dirección al Gran Mago Sabio, se valía de un caminar lento. Pero como su maestro le había descrito, no tenía dudas de que aquel debía de ser el susodicho Rey, "la oveja negra de la familia, a quien nadie en el clan quería por ser tan problemático", pensó Dante sobre el único de los tres hijos que no tenía apellido y que ni siquiera dormía con su maestro. "Si le muestro un poco de aceptación, seguro me agradecerá y se quedará a mi lado, así como esta bola con pelos que me trajo mi maestro para que la cuidara". Dante observó al pequeño guardián del Paraíso que recién se había incorporado. "Mi plan es infalible: a él le conviene escapar y no se podrá negar cuando se entere de que Katherine piensan matarle… ella es intimidante. Desde que rompí la espada que me dio prestada, las cosas con madre, padre y mi maestro han ido de mal en peor. Me temo que no quedará mucho para que se deshagan de mí también", pensaba el pequeño lobezno.

A punto de arrojarse a hacer su entrada, Dante freno en seco:

"¡No te atrevas a interponerte en mi camino, estorbo!". Rey no dijo nada, pero el lobezno sintió que eso era lo que decían las expresiones corporales de su hermano mientras daba firmes pasos adelante.

Dante perdió toda confianza en hacer su introducción. La criatura que tenía enfrente no era su hermano, sino un obstáculo que no podía alcanzar. "¿Qué está mal con él?", se preguntó Dante sintiendo miedo, como si estuviera viendo una bestia hambrienta que estaba deambulando por el lugar. "Mi maestro y Katherine no estaban equivocados del todo", se dijo. Si esa bestia hambrienta que tenía como hermano estaba en busca de una presa, Dante no quería que fuese él por qué no estaba preparado. La situación le tomó por sorpresa, así como el sudor de sus manos y la aceleración de los latidos de su corazón. Y como quien no tenía por qué tomar riesgos innecesarios, decidió mantener la distancia y acercarse de a poco.

Dante estudiaba a su hermano desde la distancia y dijo las siguientes palabras en voz baja:

—Con razón es tan problemático. Pero no puedes ser más fuerte que yo. Yo soy más alto y tengo más músculos… Puede dar esa impresión, sin embargo, es solo eso. Una impresión, nada más —Se detuvo por un segundo, vio hacia el lado y se encontró con los ojos azules que lo habían notado.

Jhades. POV

En la mañana del mismo día, Jhades achicó los ojos con mal carácter. Rara vez hablaba más de lo que debía y cuando lo hacía, era para soltar comentarios desfachatados o quejas. Como le molestaba tanto la claridad, se envolvió entre las sábanas y murmuró entre sus labios finos y pálidos las siguientes palabras: "¿Por qué tiene que existir la claridad si puedo ver perfectamente en la oscuridad?".

Tras escuchar y sentir el estirar de su maestra, recordó que el momento de regresar a la casa había llegado y era hora de ver a madre y a padre. Con un poco más de motivación, él se escurrió entre las sábanas de la cama y, tras vestirse, salió como siempre hacía. Katherine usualmente no se levantaba hasta más tarde: ella tenía la intención de meditar sobre el día antes de ponerse en movimiento.

Jhades caminaba rápido, motivado a llegar a la casa para ver a sus padres. Pensaba que, si era el primero en llegar, se lo iban a celebrar. También creía que no tenía sentido perder tiempo en hablar con sus hermanos, ninguno de ellos le beneficiaría en lo absoluto. Ya, al cruzar los árboles y asomarse al brillo del camino, se vio forzado a detenerse con brusquedad y en cuestión de segundos prefirió juntarse con las sombras alrededor del camino. No por sentirse amenazado por la claridad, sino porque se sentía más seguro de su hermano Rey, quien por el camino caminaba y había divisado. "Conque ese es el De-Bastador de la familia. Una bestia sin collar capaz de desatar su agresividad contra cualquiera que le provoque".

Para el vampiro de ojos azules, Rey tenía la misma forma de mirar y caminar que los mayores de la manada. Individuos que caminaban sin aperturas, tal vez porque siempre estuvieron luchando por sobrevivir, no una bestia agresiva ante cualquiera. Para Jhades, su hermano no encajaba con las descripciones, pero tampoco tenía por qué dudar de las palabras de su maestra, quien particularmente se veía feliz cada vez que recibía la noticia de que Rey había hecho algo malo.

Por otro lado, era cierto que la expresión intimidante en los ojos del híbrido hizo que vinieran a la memoria de Jhades palabras de su mentora. Si se pudiera hablar de precavido, el pequeño vampiro era el más precavido de los tres hermanos y el que menos esfuerzos innecesarios hacía. Por supuesto, luchar contra un hermano "problemático", como su mentora le llamaba, no sería nada inteligente. "Sus ojos tienen filo, se puede ver arrogancia y orgullo, como dice Katherine. Entiendo por qué ella siente la necesidad de matarle en el proceso de iniciación. Pero ¿qué tipo de entorno se necesita para dar a luz a una persona tan arrogante? ¿Cómo es posible que de repente él tenga tanto conocimiento y mayor capacidad de lucha que la mía? ¿Si sabe que va a morir, porque aún sigue aquí?", se preguntó, intrigado, para agregar un comentario cínico. "No creo poder matarle y quedarme con el crédito…".

En medio del camino, entre el Bosque Siempre Cambiante y la casa de los presentes, se encontraba el Gran Mago Sabio; reinspeccionaba la profundidad que mostraban los ojos de Rey. Él tenía otra opinión del asunto, totalmente diferentes a las que pudieron llevarse Jhades o Dante. El lugar era el Paraíso, el único sitio de los tres planos en donde las corrientes del tiempo fluían con anormalidad y ya Rey, en particular, había comido de la fruta del conocimiento. El anciano no dudaba que una noche más le sería suficiente al pequeño sin apellido para lograr descifrar cómo controlar algo que nadie debía: el flujo del tiempo.

El Gran Mago Sabio, ignorando la presencia de Jhades y Dante, dio una media sonrisa con la cual alumbró las arrugas de su rostro para devolverle el saludo que Rey le había dado. Los ojos del anciano seguían viendo a alguien arrogante y soberbio.

Un tanto más alto que Jhades, a diferencia de sus hermanos, Rey tenía cabellos largos como si se los hubiera dejado descuidar. También portaba ojos más afilados y desconfiados. Dejaba la mayor cantidad de su cuerpo expuesto y solamente vestía las pieles blancas de rayas negras de uno de los guardianes del Paraíso.

Para ser específico, Rey se cubría con el pelaje del padre de White. ¿Cómo? Es una buena pregunta. El felino que le faltaba un colmillo y en la primera noche murió por las manos de Rey, ahora vivía en el interior de este, por ende, Rey, usando sus destrezas adquiridas por parte de su madre, podía invocar las pieles del mismo. Aunque tan solo invocar las pieles de un ser no era más que los indicios de una habilidad incompleta, pero no faltaba mucho para que pudiera resucitarle completamente.

Rey, con ojos afilados y llenos de soberbia, dijo:

—Tiempo sin vernos las caras —dijo después de recibir un saludo e inspeccionar al anciano, quien tan sospechosamente actuaba. Rey recordaba que el Gran Mago Sabio aparecía cada vez que un problema debía solucionarse y, como apareció en frente de él, tal vez el problema era él. El Gran Mago Sabio dijo.

"No dejas de sorprenderme… la última vez que hablamos y te marchaste, a pesar de mi segunda advertencia, no esperaba que siguieras aquí, pero la capacidad de adaptación que demostraste en las siguientes noches no fueron las que esperaba. Mantenerte viviendo es un problema cuando aún te niegas a "actuar normal" en frente de los demás… Te aferras a comportarte como un ser arrogante y soberbio para permanecer en control cuando eres el único que es racional. Precisamente porque eres desconfiado, no haces tan fácil que alguien más termine con tu vida. Tengo que hacerte vulnerable e inestable para que, en tu colapso, puedas valer de algo…", pensaba quien, a continuación, dijo en voz alta mientras volteó y marchó en dirección opuesta:

—Acompáñame, existe un asunto urgente del que debes ser consciente. Jhades, Dante, ustedes también. No se queden detrás…

Los dos hermanos, al darse cuenta de que habían sido notados y que mencionar de sus nombres por el Gran Mago Sabio no despertó reacción alguna en Rey, se acercaron, pero, por precaución, se aseguraron de llevar consigo a sus acompañantes peludos. Si de casualidad se desataba una pelea, siempre es mejor tener la ventaja de no luchar solos. Tenían los mismos cachorros de liguer que sus maestros les buscaron, apenas ellos se enteraron de que Rey tenía uno.

Los dos felinos eran machos de la especie, pero sus pelajes sufrían la ausencia de acicalamiento y lavado. Como si no supieran de la conducta de asearse a sí mismos por no haberla aprendido de sus padres, o padecían de alguna enfermedad. Ambos se miraban como si siempre tuvieran calor, tenían peste, suciedad, ojos hiperactivos que se dirigen a sus dueños como si sufrieran la ansiedad de ser dejados atrás en cualquier momento.

Por el sendero, los tres pequeños caminaron en silencio. Ni Rey ni Jhades hacían ruido en sus pisadas, al contrario de Dante, que caminaba como si quisiera estremecer la tierra con cada paso.

—¿Cuál sería un tema de conversación ideal para ser un líder? —se preguntó el lobezno.

Dante, a punto de lanzar un comentario sarcástico, fue interrumpido por la voz chillona de Ehimus. Apenas se encontraron con la elfa, los tres pequeños se detuvieron.

El Gran Mango siguió caminando mientras que la elfa verde habló con tono jocoso:

—¡¿Acaso no se siente bien regresar?! —dijo mientras actuaba como quien intentaba romper la tensión del ambiente. Para ella estaba bien que tres niños normales estuvieran saltando, jugando y peleándose entre ellos, pero no que fueran tan serios y callados.

—¡Y que lo digas! —respondió Dante casi gritando.

Con su voz encendida a todo volumen, parecía como si quisiera intimidar a los demás y, refiriéndose también al felino que le acompañaba, continuó:

—El entrenamiento de Miján me hizo invencible.

Desviando su mirada, él vio a su presa; ¿qué mejor manera tenía Dante para resaltar que poniendo a su otro hermano debajo de él? Por eso no se contuvo de preguntar:

—¿A ti te fue mejor… Jhades?

Rey, silencioso, se limitó a estudiar el comportamiento de su hermano de ojos rojos al hablar. Dante, parado con un pie delante y otro atrás, estrechaba sus labios con más pronunciación al respirar. Con ferocidad miraba de reojo a los lados y movía sus orejas, cuando algún que otro ruido fuera de lo normal se hacía notar. Sus manos eran activas; sobrexpresivas, apenas se cerraban y abrían a medida que gesticulaba. Entre los presentes, el corazón que más se escuchaba era el del lobezno. Rey creía que su hermano no se daba cuenta, pero expresaba un lenguaje corporal abarrotado por miedos internos, miedos en constante crecimiento, obligados a transformarse en furia y agresividad.

Jhades, el más pequeño de estatura entre los tres, se vio obligado a responder:

—Si nadie te ha ofendido, ¿por qué gritas tanto? —rehusando a dejarse intimidad.

Tan pronto Jhades respondió a la pregunta de Dante, Rey cambió la dirección de su mirada. Aunque fueron pocas palabras en respuesta, las microexpresiones por parte del vampiro no se les escaparon a los agudos ojos blancos del joven híbrido.

Rostro vencido, postura desanimada, el vampiro lucía estar menospreciando su vida para no amenazar a quien le interrogaba. Pocas palabras precedieron un sepulcral silencio de alguien cuya imagen era impecable y administraba a la perfección sus esfuerzos, haciendo que toda la conversación se volviera incómoda para el lobezno. Volteando su rostro, rompió todo contacto visual; Jhades escapó a tener la particularidad de comunicarle lo alterado que estaba. Calmado, respiraba quien luchaba a su manera por tener la superioridad, albergando en su silencio todo un abismo de inseguridad reprimida por baja estima, no por él, sino por todos los que le rodeaban en el momento.

Dante, tomando la atribución de cambiarle el nombre a Rey por uno que combinaba las palabras "bastardo" y De-Bastador, dijo:

—¡¿Y a ti "Basty"?! —volvió a preguntar la avivada voz del competitivo lobezno, que parecía estar buscando algo.

Rey guardó silencio, miró fijo a Dante y después pasó a ignorarlo. Pero el lobezno mismo no se había dado cuenta de que había utilizado una ofensa para dirigirse a su hermano, y era la razón por la cual este no le respondía. Aun así, ignorando el trato del silencio y estando intrigado por ver cómo las pieles de un ligre componían parte de las prendas de su hermano de ojos blancos, el lobezno decidió ser más agresivo en sus palabras:

—Respóndeme. Tuve que soportar varias reprimendas de Miján porque en tu segunda noche atravesaste los límites del lugar y eso me causó molestias. Aunque guardes tu silencio, de todos, eres seguro quien más tiene para contar. Dime… ¿Acaso intentaste escapar porque sabes que Katherine te va a matar?

Ehimus, ignorando la parte final de un comentario sin base, dijo:

—Rey, ahora que lo noto, Dante tiene razón… ¿Tus pieles son de un guardián del Paraíso? ¿Acaso lo derrotaste? —preguntó con curiosidad.

Rey, como escuchó su nombre por parte de la elfa, respondió proyectándose de una manera gentilmente seria.

—Ah, una larga historia…

Tras hacer una pausa, dirigió su mirada a la curiosa elfa, que le recordaba tanto a Edith.

—Las pieles que cubren mi cuerpo son símbolo de una victoria que nunca seré capaz de perdonarme. Pertenecen a un noble animal que me entregó todo lo que ahora tengo. Su carne, su sangre, sus huesos, su propia residencia, su cría y una segunda oportunidad para que yo pudiera seguir viviendo.

La seriedad y la gentileza disimularon bien la culpa, el arrepentimiento y la depresión que el pequeño sin apellido tenía en su interior y optaba por no dejar vencer. A pesar de su tan característica inmadurez, Ehimus pudo ver algo que los otros dos ahí presentes no pudieron. Las pieles de un animal muerto, los motivos y una mirada perseverante de Rey le hicieron recordar la tragedia que sufren los nigromantes. La historia de los nigromantes era triste porque los mejores eran quienes nunca tuvieron la oportunidad de devolver a la vida a quien necesitaban y el tiempo siempre hacía de dicho trabajo algo más difícil. Ehimus recordaba, por las historias que su hermano le daba a leer cuando ella no se podía mover, que existe una especie de fuerza vital residual que sobrevive después de la muerte. Esa vitalidad permanece en el cadáver en un estado latente y puede ser usada para revivirle, pero el tiempo cada vez engulle más y más este pedazo de vitalidad.

Por otro lado, Dante sintió que su hermano estaba escondiendo algo al no dirigirle la palabra. Tampoco era que pudiera creer que eso fuera todo lo que el "problemático" de la familia tenía para contar y más a Ehimus. "¿Qué el no intento escapar? ¿Qué no existe orgullo en vencer a un guardián del Paraíso? ¿Qué aún está vivo?", pensó el lobezno, quien necesitaba saber más. Por ende, se puso de primero y empujando a Ehimus, quien pretendía decir algo, encaró a su hermano sin apellido para intentar hacerle reconocer que sí existían cosas que contar.

Los ojos de Rey no se comportaron como los de Jhades; estos parecieron enfrentar al lobo que se interponía en su camino. Ehimus y Jhades se llevaron una intimidante impresión al ver la afilada mirada que Rey había utilizado para casi congelar al ambiente. Como si el fuego y el filo de una espada hubieran colisionado el uno contra el otro, el lobo entendió que su propio hermano le estaba confrontando por ser el líder, mientras que el joven híbrido se dio a la tarea de observar al interior de los ojos rojos hasta llegar a ver literalmente una avivada flama que ardía en el interior de aquel pozo oscuro que era la pupila. Una flama que no era en lo absoluto semejante a la de su padre, pero sí le despertaba memorias.

Recordó Rey las palabras de Wulfgang en un momento similar: "Has notado la flama decadente que irradia la voluntad a través de mi mirada. ¿No es así?", al amanecer del cuarto día, cuando por rutina Wulfgang le venía a visitar. El padre de ojos rojos y mirada triste se sentaba a hablarle a su hijo. "Cada vez que miras mis ojos, pareces estarte preguntando el porqué. Celebro tu curiosidad y sé que no lo haces por mal, aunque quiero que tengas en cuenta de que, si miras fijamente a alguien a los ojos, podría ser interpretado como una confrontación en vez de curiosidad. Te voy a contar que cada individuo carga con su propio mundo, uno que expone al exterior a través de los ojos"

Al mismo momento Dante hablaba, reclamaba y preguntaba, pero Rey seguía sumergido en el pasado. "Verlo no es difícil. Aunque dicen que la llama es la entrada resguardada por oscuridad, también es el reflejo perfecto de la voluntad y el corazón. Si prestas atención, podrás ver cómo los sentimientos pueden llegar a afectar el brillo de algo puro. En mi caso es la tristeza… estoy consciente". Rey recordaba haberle hecho una pregunta a su padre: "Buena pregunta, la llama en mis ojos es el resultado de vivir para cumplir con las expectativas de los demás. Todos ellos me llamaron Dios. Irónico, ¿no es así? Si yo fuera uno… el reflejo de mi voluntad, y los sentimientos de mi corazón no estarían en un estado tan patético como este ¿o sí?". Otra pregunta disparó Rey a su padre: "¿Qué en dónde está la felicidad? … Me temo que la respuesta no te dará la mejor dirección para encontrarla. Es mejor si te preguntas ¿qué es lo te aleja de ella? Por otro lado, llegar a ser adulto es también aprender que la felicidad es sonreír. Buscamos la felicidad cuando estamos tristes y, por esa razón, sobrecomplicamos algo tan simple. Te cuento esto para que no cometas mi error ni sigas mis pasos. Levanta el ánimo ante los fracasos, hijo mío. Aunque estés equivocado, no dejes de seguir intentando. No temas perder cuando actúes por bien, y haz buenas acciones confiando en el resultado, sin dejar que las dudas te frenen".

Dante, exaltado con las venas de su garganta, salidas de tanto gritar:

—¡Yo intenté escapar varias veces, pero no pude llegar muy lejos! Aún era débil, pero ¡¡¡ya no soy como antes!!! —dijo el lobezno, inflando su pecho, aplicando sus gesticulaciones, tratando de impresionar a quien tan solo parecía estarle mirando serio—. ¡Aprendí muchas maneras de sobrevivir! Me convertí en el miedo de todo lo que pretendía asustarme. A cambiar la constitución de mi cuerpo y seguir adelante de la forma que fuera necesaria. Tú no puedes ser mejor que yo… Rehusó creer que eres más fuerte porque has puesto mucho más esfuerzo. Arggg… ¿Qué? ¿Acaso no existe nada dentro de esa cabeza, bastardo? Responde cuando te hablo.

De un momento a otro, Dante, tras apagar su tono, se detuvo y guardó silencio, así como también frunció el ceño y agacho la barbilla, dispuesto a pelear. Tanto Jhades como Ehimus tomaron precauciones ante la confrontación directa del lobezno, que se atrevió a insultar a su hermano por segunda vez, como quien creía que dicho insulto le garantizaría que le prestara atención.

Rey se mantuvo en silencio, pero también había regresado al presente y pudo ver cómo el fuego en la mirada del lobezno se asustaba, apagaba y resurgía como todo un infierno. Al mismo tiempo que dio una sonrisa y dejó la situación que le entristecía de lado, también notó que en el ambiente existía sed de aceptación, se dio cuenta de que su hermano demandaba ser notado. Que no había actuado como debería. No intentaba encajar en aquel círculo social, a pesar de haber sido él quien se despidió con un "espero volver a velos…". Teniendo que comportarse con más naturalidad, Rey decidió hacer una pregunta con la intención de seguirle la corriente a su hermano:

—¿Qué es lo que quieres saber?

Dante, como quien había obtenido el control de un arma peligrosa, preguntó:

—¿Por qué no intentaste escapar?

Más calmado, sonrío mientras se dio vuelta.

—Venciste a tu maestro en el segundo día de entrenamiento. Eso te hace fuerte, si es verdad, ¿Por qué no escapaste si es que eres tan fuerte? No has de creer que Katherine es más débil que Heroclades, ¿o sí?

Ehimus, más aliviada por la actitud de Rey ante el insulto, dijo:

—¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por qué asumen que Katherine iría a matarle? —preguntó intrigada.

El pequeño lobo guardó silencio ante la pregunta de la elfa. Rey respondió:

—Respecto a Katherine, no tengo por qué tener miedo. Por otro lado, que yo pudiera pasar la prueba que me puso Heroclades no significa que sea capaz de vencerle en un combate real. No escapé simplemente porque no tengo motivos y madre me lo prohibió. Padre me hizo entender que escapar no garantiza libertad… En este mundo tan inmenso y fascinante, aún no soy nadie. Si algo aprendí, es que las cosas no son lo que aparentan ser, las emociones toman el control de tus pensamientos, los anulan y te hacen actuar de manera irracional… Tómalo como una advertencia.

Con la última frase, pasó su mano por las prendas que vestía. Dante, con intranquilidad, continuó:

—¡Mentiras! Una manera adornada de admitir que eres débil… más débil que yo. ¿Qué crees?, ¿que no me doy cuenta? —Como quien se proponía a sí mismo ser líder.

—¿Forma adornada de admitir que soy más débil que tú? —respondió con otra pregunta, suavizando las expresiones de su rostro como quien quería entender cuál sería el objetivo de la conversación.

Dante cerró los puños, no porque estuviera a punto de atacar, sino porque se sentía en peligro. Cada célula de su cuerpo le gritaba que no se siguiera enfrentando a aquella bestia de ojos afilados que tenía como hermano. Jhades simplemente tomó distancia con discreción, la suficiente como para que nadie le culpara en caso de que sucediese algo. Ehimus entendía que podían existir peleas y riñas entre los hermanos, más si eran jóvenes, pero por alguna razón la elfa sentía el ambiente muy tenso entre ellos. Como quien intentaba aplacar la situación, habló:

—Por favor. Es la primera vez que se reúnen después de tanto tiempo. No es momento para que peleen… —Levantando sus manos en el aire.

Dante, a regañadientes, ignorando por completo la presencia de alguien a quien él consideraba como inferior, dijo:

—¡Yo vencí la prueba de mi maestro antes del trigésimo día de entrenamiento! ¡Me tardé tanto porque estoy seguro de que fue debido a que Miján es mucho más fuerte y estricto que Heroclades! Por ende, yo soy más fuerte que tú y has de servirme para escapar…

—¿Por qué te aferras tanto a escapar? —preguntó Jhades, con la intención de ayudar a su hermano, de darle una oportunidad para escuchar lo estúpido que sonaba.

Dante respondió sin pensar, como si fuese un perro que mordía dolido la mano de quien intentaba ayudarle:

—¡¡¡Alguien como tú, el hijo preferido de mamá, no lo entendería jamás!!! Bastardo, me sigues o te obligo…

Antes de que Rey diese una respuesta, Heroclades apareció en el camino acompañado de White:

—Oh, pequeña oveja asustada. Miján te contó el destino que afrontan los hijos no deseados y aquellos que no son aceptados en el clan.

Se dispuso a preguntar casi con el mismo desinterés que tenía su discípulo:

—Acaso, quieres escapar porque ¿quieres hacer una manada? ¿Buscar a un cómplice y probar suerte en otro lugar?

Tanto Dante como Jhades voltearon sus rostros y se sintieron intimidados, no por Heroclades, sino por el guardián del Paraíso que caminaba junto a él. Un majestuoso felino casi el doble de grande que los otros dos, de pelajes cortos y musculatura definida, que caminaba casi tan intimidante como su dueño. Ehimus abrió los ojos con asombro. Como quien finalmente se daba cuenta del motivo por el cual Dante actuaba con tanto desespero y los detenía a todos antes de llegar a la casa. Jhades y Rey respiraron tan hondo como pudieron, Dante con su insistencia había metido la pata y quedado en una mala posición. El lobezno no tenía palabras, alguien sabía su secreto.

"El maestro de Basty es una amenaza", pensó Dante al mismo tiempo que se limpiaba el sudor de sus manos sobre su ropa, a los lados. Para él, Heroclades podía comunicarle sus conocimientos a Wulfgang y Maryam, y con esto tener tres puntos menos en la iniciación. Jhades quedó impresionado; de a poco y sin ser notado, cambió su comportamiento volviéndose un tanto más despierto. El hecho de no haber sentido la presencia del maestro de su hermano al llegar, ni la del ligre de mediano tamaño, reafirmó las habilidades de Rey.

—¿Acaso ya lograste reunirte con padre y madre? —le preguntó Rey a su maestro para, acto seguido, acariciar a White y mirar de reojo el comportamiento del explosivo lobezno. Dante, era una bomba a punto de estallar y no conocía la manera más adecuada de desactivarla. Encendido en su interior, el joven portador de ojos rojos estaba experimentando la pérdida del control. Consciente de lo que no entendía, el miedo comenzó a invadir su sistema. ¿Cómo actuaría un lobezno ante esta situación? De la misma manera en la que fue enseñado a actuar. Enfrentándose a sus miedos de manera directa. Semejante a un ataque de ira, Dante gritó al mismo tiempo que pegó un gran salto del suelo y descubrió cinco intimidantes garras cuyas intenciones eran atravesar al sujeto de piel bronceada.

—Parece que no se encuentran en la casa —habló Heroclades sin dejar de mantener la conversación que había entablado con Rey, pero cuando estuvo a punto de ser cortado por la mitad, expulsó una fuerte onda de energía que hizo retroceder incluso a los árboles más cercanos, sin mencionar que las garras del lobezno terminaron partidas.

Paralizado por completo, el pequeño lobo cayó en el suelo y se aferró cuanto pudo a todo lo que tenía a su alrededor para no salir despedido. Estudiando con sus ojos asustados el comportamiento del anciano al que había intentado agredir y se mantenía con vida a pesar de saber sobre su secreto.

Rey, en tan solo un efímero momento casi imperceptible, dejó salir sus intenciones asesinas para luego lanzar una advertencia:

—Dante, si vuelves a atacar a mi maestro… personalmente terminaré tu vida…

Dante no podía entender nada, Heroclades ni siquiera se movió del lugar o había hecho algo para defenderse. Él estaba seguro, tan seguro que podía apostar sus ojos a que dicha afirmación era válida. En cambio, quien había dejado toda una aura expuesta de intenciones asesinas había sido su hermano sin apellido. "Acaso fue Rey quien repelió mi ataque más fuerte… No, no puede ser. Tuvo que haber sido Heroclades. Entrené durante tanto tiempo para hacer mis garras casi indestructibles. Un bastardo no es capaz de semejante poder, pero… en el remoto caso de que si fuera… su advertencia sería válida". A punto de llorar de rabia, Dante es prácticamente extraído del abismo al escuchar la voz de sus padres decir:

—¡Heroclades!… No tienes por qué ponerte al nivel de un niño.

Maryam habló con tono aún más severo:

—Es inaceptable tu ofensa ante un miembro del clan. Hostilidad contra el maestro de tu hermano, ¡¿esos fueron los modales que te enseño Miján?! Y, ¿dónde está todo el respeto que te he enseñado yo? Si eres bueno con las personas, ellas lo serán contigo… ¿Qué esperas para pedir perdón? —dijo mientras se acercaba caminando con su marido. Wulfgang trataba de aplacar la furia de su mujer para que no le diera tanta importancia a la situación:

—No te preocupes, él aún es un niño. No tienes por qué regañarlo de esa forma. Seguro quería medir su fuerza con Hero.

—Debo decir que es un tanto avivado —dijo Heroclades—. Sacó las características de su padre, ja-ja-ja-ja ¿No es así? —dijo mirando al pequeño que rehusaba disculparse.

Jhades tuvo el mismo presagio que su hermano licántropo. Por más que buscaba la explicación, no entendía el resultado. Para que los árboles se movieran y las garras del Dante se partieran, algo tenía que haber sucedido, algo parecido a uno de los movimientos de su maestra. El vampiro recordaba que cada vez que Katherine blandía su espada, la potencia del viento y filo residual podía mover los árboles del lugar. Pero ¿de qué manera Rey podía ser capaz de dar una estocada tan poderosa sin ser visto?

Entre dientes, Dante pido perdón y bajó la cabeza. Se sentía impotente ante la situación. Su mente tal vez le estaba jugando una mala pasada. "Sí, eso tiene que ser: ni padre ni madre dijeron algo de que Rey hubiera sido el causante de dicho suceso. Por muy fuerte que fuese, Rey no pudo ser… Un momento, ¿por qué le llamó por su nombre? No importa. La mejor opción es acabar con el anciano, la elfa, y tal vez con Jhades también. Cuando termine con ellos, Rey no tendrá más remedio que seguirme. Le tengo que persuadir; de esa manera, será tan responsable como yo por no haberme podido detener".

Heroclades, dijo con respeto, como si estuviera hablando con uno de los suyos:

—Te perdono. Disculpa ser tan rudo e inducir tu cólera.

Después de que el señor de piel bronceada arrojó esas palabras de disculpa, Dante giró su cuerpo vigorosamente y como una tormenta marchó hacia adelante. El lobezno sentía que no tenía más opción que perdonar, pues cuando alguien pide perdón por algo, se está responsabilizando de la culpa. "Si alguien pide perdón, lo más sensato es perdonar y no guardar rencor", le había dicho su madre. Eso fue lo que se le había enseñado.

Jhades, en un evidente intento por agradar a sus padres, se motivó a decirle algo a Dante, quien mal había actuado en contra del maestro de Rey. Justo cuando el pequeño licántropo se dio cuenta de que su hermano vampiro intentaban señalar su error por beneficio propio, dijo en voz alta y dio un manotazo en señal de rechazo:

—Si valoras tu vida… no lo harás.

Jhades bajó su dedo acusador, se lo pensó dos veces antes de continuar. Dante daba miedo y era capaz de atacar como mismo lo había hecho contra Heroclades. No era que no pudiera ganar, pero sí era bien molesto tener que revivir algún que otro golpe o herida en el proceso.

Maryam dándose cuenta de que el ambiente entre sus hijos se encontraba muy delicado, tal vez por todo el tiempo que pasaron sin contacto alguno, pues crecieron independientes y competitivos entre sí. Valiéndose de su típica sonrisa, ella dejó a su marido para juntar a los tres pequeños y darles un caluroso abrazo maternal:

—Qué bueno que todo se terminó. ¿Desde cuándo no los veo? Nunca me acostumbré a todo este tiempo sin ustedes tres. Es muy feo que se traten indiferentes y que siempre compitan. Deben aprender a dejar las competencias y las indiferencias de un lado, entre hermanos son cosas que no caben. Se tienen que querer entre ustedes porque son todo lo que tienen —Apretándolos a todos a la vez, continuó con amor—: Parece que la "reunificación" del grupo y bienvenida de los tres nuevos miembros no puede seguir esperando…

—Tengo algo que decir… —dijo Heroclades haciendo que el lobezno se pusiera nervioso.

El Gran Mago Sabio miró a lo lejos del camino que ya había recorrido por sí solo, para ver cómo los padres se reencontraban con sus hijos y comenzaban a sostener una conversación. Levantando su mano, gritó tan fuerte como pudo para llamar la atención de todos y recordarles lo urgente que era el asunto que debían discutir.

Dante, disimulando un aire competitivo al mismo tiempo que interrumpió a Heroclades, dijo encendido como un rayo:

—¡¡¡Veamos quien llega primero a donde está el anciano que nos está llamado!!!

Tan pronto el lobezno se colocó en posición de carrera y vio en dirección a la supuesta meta, notó que el anciano ya no estaba solo. Heroclades, que cargaba a Ehimus sobre su hombro derecho, White, Rey, Wulfgang y Maryam se encontraban al lado del anciano, los únicos que quedaban por estar en ese lugar eran él, Jhades y los dos pequeños felinos flacos y carentes de energía. La competitividad de los adultos se había encendido y entre ellos reían y murmuraban sobre la tan divertida experiencia, Maryam, con alegría, tan pronto terminó de intercambiar sonrisas, se volteó a alentar a quienes quedaban:

—¡Vamos! ¡Ánimo!

Dante le habló con desilusión a su hermano Jhades, como quien consideraba una alianza con su enemigo:

—Entonces, somos solo tú y yo… niñito de mamá —Los dos ligres ya estaban casi a la mitad del camino—. Corramos en dirección opuesta ahora que podemos. Renunciemos a todo… Sígueme como tu líder.

Esperando una respuesta, Dante sabía que su hermano de ojos azules era callado, pero, al mirar hacia el lado con la intención de al menos recibir visual aceptación, Jhades había desaparecido. Apretando los dientes tan fuertes como sus puños, el lobezno miró en dirección a donde estaban todos, dándose cuenta de que dentro de la sombra de uno de los ligres que aún no llegaba, se encontraba el vampiro. Jhades llegó a donde estaban los mayores con una sonrisa de oreja a oreja, como si quisiera la aprobación de sus padres. En efecto, con una cara como esa, los mayores decidieron adular al pequeño que había tenido el penúltimo lugar en la competencia.

Del otro lado, aunque el lobezno no lo aparentase, estaba destrozado por no tener el valor a escapar solo, de no llegar a ser el líder del grupo y porque creía que, de seguro, sería el primero en morir entre los tres hermanos. El miedo invadió la piel de Dante. Al tener como referencia la carrera que él mismo propuso, Dante se imaginó que era el más débil, precisamente por ser el último. Aunque no lo podía entender del todo, no quería entenderlo. Era imposible para él. "Heroclades y Wulfgang tienen permitido ganar, pero no Ehimus, Maryam, Jhades o Rey. Ellos no tienen tanto músculo como yo. Claro, Jhades pudo ganar porque se fue en la sombra como mismo, por mala costumbre de vampiro, lo hace Katherine cada vez que iba y venía. Ehimus quedó siendo cargada por Heroclades, no era que necesitaba correr. ¿Quién sabe qué otros trucos usaron los demás?, pero algo sí es seguro: los trucos no sirven de nada cuando se lucha contra la verdadera fuerza de músculos sólidos. Si no fuera así, padre no sería el líder del grupo. No me queda de otra, tengo que encontrar otra oportunidad", se dijo quien, carente de opciones, se mandó a correr con la intención de no darle tiempo a Heroclades de que le dijera algo inconveniente a sus padres. Debía tener sus ojos sobre el hechicero e interferir lo más que pudiese en la conversación de este con sus padres hasta su momento de escapada.

Corriendo tan fuerte como pudo hasta el punto de incluso tener que transformar partes de su cuerpo, Dante logró llegar y, con esto, escuchar el aplaudir de Wulfgang, Maryam y Ehimus en un intento de animarle. El lobezno, regresando la forma original de su cuerpo, mostró una cara de como quien estaba decepcionado de sí mismo, cosa que le hizo replicar las siguientes palabras:

—¡Hicieron trampa! No fue una carrera justa…

—¿Perdón? —preguntó Maryam sorprendida ante la palabra trampa.

Jhades emblanqueció sus ojos. Heroclades se cruzó de manos y dio varias carcajadas. Ehimus carcajeo, Wulfgang achicó sus labios y Rey optó por darle de comer algo a los dos ligres hambrientos que le seguían a todos lados, o más bien seguían a White.

Dante, casi a punto de que se le salieran las lágrimas de rabia, replicó mientras señalaba en dirección a Ehimus. La elfa, después de sus hermanos, era la más pequeña y débil del grupo, no le representaba amenaza alguna usarla de ejemplo:

—Ella no corrió utilizando sus músculos cómo mismos muchos otros. Eso es trampa.

Ehimus un tanto seria, más de lo normal, agregó:

—En este caso, hacer trampa no sería cumplir con las reglas establecidas. Dijiste, "quien llegara primero", no "quién corriera más rápido utilizando sus músculos…". Aun así, si de emplear sus músculos fuera el caso, yo diría que sería una carrera injusta porque no tengo permitido utilizar mis músculos si con mis ojos puedo ver a alguien del clan. Es peligroso…

Dante un tanto confundido: "Que esta pequeña verde no tenga permitido usar sus músculos… ¿Por qué?", se preguntó a sí mismo.

Ante la intrigada expresión del lobezno, Rey lanzó un comentario en respuesta:

—Los miembros del clan mantienen restringidas varias habilidades si están muy cerca los unos de los otros. Ella, en términos de fuerza bruta, es la más fuerte de todo el grupo, tanto que utilizando las yemas de sus dedos pudo desmembrar de raíz uno de los árboles del Bosque Siempre Cambiante.

Junto al comentario, el pequeño de ojos blancos no pudo evitar recordar cómo su barrera fue destruida en mil pedazos por tan solo un golpe que generó la pequeña elfa tras impulsar su dedo índice con el pulgar. Dante, como si hubiera sido ofendido y tomado como un estúpido grito encolerizado:

—¡¡¡Mientes!!! ¡¿Acaso me estás tomando el pelo?!

Wulfgang con la voz cálida de un rostro triste, agregó:

—No te preocupes por derrotas. A veces las victorias vienen vacías y se convierten en una verdadera pérdida.

Mirando a los ojos de Dante para reafirmar la credibilidad de sus palabras, continuó:

—Debes esforzarte aún más. Nada te impide dar lo mejor de ti hasta que llegues a ganar —habló, como si hablara de la experiencia.

Enfurecido, Dante encendió sus ojos como ascuas de carbón enrojecido, dio con su pie en el suelo y agregó:

—"Esforzarte aún más", ¿dices?... ¡Me rehusó a creer que alguno de mis hermanos se esforzara tanto como yo! ¡¡¡Ni que ella sea más fuerte que tú!!!

Wulfgang también encendió su mirada fulminante, una que hizo que los pies de su hijo más semejante temblarán:

—Necio, ¿cuándo dejarás de engañarte a ti mismo y darme razones para enfurecerme? ¿Aún piensas que la ira y rabia te darán la razón? Tal vez crees semejante mentira porque aún Miján no te ha enseñado lo que es el verdadero poder…

Dante quedó con la boca abierta. Las palabras de su padre le hirieron profundamente. El ego del pequeño lobezno era una burbuja bien grande, pero a la vez muy delicada. Que Miján no luchará seriamente contra él significaba que le había dejado ganar la prueba. Pero ¿acaso su padre tenía razón? Era fácil para Wulfgang decir y hablar por hablar, pero él no había estado en el entrenamiento o vencido a su maestro después de días y días de intentos fallidos.

El Gran Mago Sabio se vio obligado a intervenir y romper la atmósfera familiar:

—Como su intendente, trate de mantener la calma, pero en verdad el tiempo se nos acaba… Sosténganse. Habremos de teletransportarnos para poder llegar antes de que sea demasiado tarde.

Un círculo de conjuro a los pies de los presentes se dio lugar. Tanto Dante como Wulfgang se calmaron, por el suceso, ya que estaban obligados a dejar de lado sus diferencias y enfocarse en lo que estaba sucediendo en el presente. Los ocho individuos, más los tres pequeños guardianes del Paraíso, fueron envueltos en una luz blanca proveniente de un círculo de conjuros, el cual apareció en el suelo. Apenas dejaron de ver las planicies verdes, vieron desde la cima lo que era la montaña más alta del lugar. Wulfgang preguntó un poco más preocupado por la situación:

—¿A dónde nos has traído? ¿Cuál es el asunto de urgencia que necesitábamos saber?

Ehimus, repitió enojada:

—Sí, ¡viejo loco!… ¿A dónde nos has traído?

—Espero que Miján y Katherine estén al tanto —Lanzó Heroclades un comentario desinteresado.

El Gran Mago Sabio, como quien tenía todo bajo control, dijo:

—No se preocupen por ellos dos. Silvia fue a contactarlos y los trajo hasta aquí, aunque necesito de su atención antes de responder a la pregunta de por qué los traje.

Confirmando las palabras del anciano de piel negra y barba blanca, de entre los arbustos salió la pareja vistiendo sus cuerpos desnudos con las prendas que no tenían. Miján y Katherine caminaron a regañadientes mientras se arreglaban la ropa y observaban en dirección al anciano como quienes esperaban un motivo que justificara todos los inconvenientes causados.

Una vez todos prestaron atención, el Gran Mago Sabio habló:

—Estamos bajo ataque. Desde fuera, un sinnúmero de condenados más los cazarrecompensas que fueron teletransportados con ustedes se abrieron paso entre los círculos bajos del infierno. Siguiendo el rastro que Rey dejó, llegaron a las puertas de este sitio y, con la intención de evitar quedar atrapados en el Purgatorio, están utilizando a los gigantes para ir por encima de los árboles… Los traje hasta aquí porque, como su intendente, es mi deber protegerles. Esta montaña es el punto medio y más seguro de todo el lugar. Silvia estará protegiendo la casa. Debemos resistir hasta que se haga de noche…