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Capítulo 35: La sombra (corto)

Estoy en un tipo de castillo, una entrada a través de un telón rojo me hace pasar a una habitación oscura, no quise entrar, algo me atemorizaba. Estaba helado. Con alguien de mi familia que no podía diferenciar, jugué a las escondidas. Alguien más apareció, él las contaba. Nos ocultamos, me pareció buena idea entrar a la puerta detrás del telón rojo, la traspasé. Una vez dentro, para no perdernos, dejé esta abierta, cuidando que entrara un poco de luz a la inmensa habitación sin ventanas, ni iluminación artificial. Me oculté en uno de los múltiples pilares cuadrados que separaban la habitación en un patrón de pasillos paralelos. Antes de siquiera sentir la emoción de esconderme, la puerta se cerró de golpe, me asusté, acto seguido, un grito desgarrador me perturbó. Mi corazón se comenzó a acelerar. Una gran sombra, dentro de la casi total oscuridad, comenzó a pasar por entre los pilares. Me apresuré en correr hacía unas escaleras de caracol metálicas que encontré en la esquina contraria de la entrada. Subí, alguien venía de allá, me sujetó de la mano y me hizo correr en dirección contraria. Ambos bajamos. Había más gente, antes de quedarnos en uno de los pisos, otras personas aparecieron, iban en aumento. Algunos eran capturados. Alguien me empujó, la desesperación comenzó a actuar por ellos, por mí también. Descendí las escaleras tan rápido como se me permitía, quería bajar de inmediato, pero me veía obligado a bajar los escalones uno por uno. Llegamos a una pendiente enorme que descendía en espiral. Todos huían, yo también, una sombra con garras y colmillos comenzó a perseguirnos. Gente mala tiraba a los demás, para poder ganar tiempo, pero era inútil. La feroz sombra era imparable, teníamos que correr, solo correr, huir. La sombra estaba por atraparme, antes de que lo hiciera, intenté sujetarme de alguien para impulsarme, terminé dejándolo atrás. Y la sombra lo devoró. Pude ver exactamente lo que le sucedía. Un miedo comenzó a recorrerme con mayor gravedad. Me desvié en un intento de atajo, subí un muro que no pertenecía a la espiral y me lancé a una piscina. Esta no tenía fondo de agua. Caía en la habitación principal del castillo. Ahora era moderno, les dije que cerraran las cortinas, que algo venía, nadie me hizo caso, solo se reían y burlaban como si de un niño pequeño se tratara. Era gente que reconocía, pero ninguno me consideraba. Decidí que tenía que dejarlos si quería sobrevivir. Al salir. Me encontré al pastor. Este me creyó, sabía lo que ocultaba el edificio, me ayudó. Me dirigió a una sala supuestamente segura, en donde me hizo elegir entre quemar a alguien que no conocía o a mí, por miedo y arrepentido, elegí a toda la familia de otra persona. No lo podía creer. Lloraba como loco, como castigo, me hicieron comer de mi propia carne. No quería, le encendieron fuego a la habitación para obligarme. Tenía que hacerlo. No sabía a nada extraño; no sabía a mucho, no era eso, perdí el gusto. Una acidez difícil de reconocer brotaba. El calor me abrazaba. Intenté gritar, pero nadie me oía. Maldecía al pastor. Lo odiaba. Le deseaba el infierno que estaba viviendo. El calor era insoportable…

Cuando desperté. Esperé a que una sombra aparecería en cualquier momento. La oscuridad de la habitación no me dejaba tranquilo. Con miedo, me cubrí por completo con las sábanas. No me importaba que tuviera fiebre, no quería encontrarme la sombra.