Llegamos a la casa de Niel. Tal como pidió, dejé la motocicleta a la vuelta de la cuadra. El patio principal estaba lleno de hierbas altas y mal cuidadas, se podían ver enredaderas en las paredes. Lo único uniforme era el pasto que parecía recién cortado y pintado.
—¡Llegué! ¡Vine con un amigo! —alzó la voz apenas entramos.
Nadie respondió.
—Vamos, entra.
—Permiso.
Al pasar, una briza de lavanda me transportó a mis días de jardín. El piso flotante de madera blanca estaba increíblemente limpio. Las paredes de blanco con contrastes de negro en algunas zonas la hacían ver demasiado pura.
Pasamos al salón principal. Un sillón de poliuretano en forma de L lo separaba en dos sectores. Uno en donde reposaba una mesa para ocho personas, hecha de un vidrio tintado oscuro, rodeada de unas sillas notablemente elegantes. Por la otra zona, frente al sillón se encontraba un gran televisor colgado. Por debajo, un pequeño mueble en el que se podían ver revistas, juegos y una consola. A un costado de la habitación un ventanal que daba con parte del patio.
—¿Quieres jugar? —preguntó levantando el mando.
—Bueno.
Me senté a un lado y me cedió el otro control que estaba en una mesa baja a un costado del sillón, separándolo de la pared con el ventanal.
—Al parecer mis padres aun no llegan. Perdón que te trajera tan temprano.
—Tengo tiempo todavía.
Busqué mi celular para encontrar la hora. Eran las 4:13 P.M.
Pasamos jugando todo el rato.
—Sabes cuando Lie me habló de ti. Sentí que eras un nerd total, que se la pasaba únicamente estudiando —mencioné con el ambiente ya relajado.
—Creo que lo era. De hecho, si no fuera por él, luego de que rompí con Amandine probablemente seguiría pasando mi tiempo encerrado en mi habitación mirando series y películas.
—Ya veo. Gracias a Lie y a la chica que te dio su apoyo emocional —le di un sutil codazo—. Lograste salir.
—Jaja. Así es. Luego conocí a Elicia y cambié un montón.
—Con que se llama Elicia.
—Sí, creo que significa "quien atrae los rayos del cielo" o algo similar.
—Es buen nombre. Y, entonces cambiaste. ¿Para bien o para mejor?
—Es lo mismo. Pero diría que para bien. De repente aun me siento deprimido y pienso en qué pasaría si vuelvo a encontrarme con Amandine.
—¿Tan bueno fue lo de ustedes?
—Para mí lo fue. Aunque no sé si me quería. Era la primera vez que alguien me hizo sentir ese tipo de cosas. Desde entonces me volví adicto. Es como si fuera una droga.
Asentí con cierta curiosidad.
—¿Y tú? Cuéntame de tus novias. ¿Cuántas has tenido? Eh sabido que eres bien popular. Más en estos días, lamentablemente.
—Sí… Ahora que se supo lo de mi familia no quiero ni volver, siento que me llenarían de lamentos y no me gusta para nada la idea. Y sobre lo otro —me tardé en continuar. En mi mente solo una chica ocupó mi corazón—. Solo he tenido una relación. Con Linna.
—¿Solo una?
—¿Tan sorprendente es?
—No, no. Pero es que te imaginaba… Ya sabes. Un poco más don Juan.
—¿Don Juan? —reí tomándome el estómago—. Creo que nunca había escuchado a alguien decirlo así.
—Sabes a lo que me refiero.
—Se que significa esa frase, abuelo. Antes igual me han dicho que creían que era un mujeriego.
—¿Y no lo eres?
—No me considero. Nunca encontré la necesidad de buscar a alguien aparte de Linna. Con ella estaba cómodo y aunque no lo estuviera, la amaba igual. Creo que no hubiera sido de buscar a otra persona.
—Que buena sensación. Creo que también pude llegar a sentirme así.
—Es lo mejor. Aunque ahora, también estamos en las mismas.
Ambos reímos.
—No creo que sea… —nos interrumpió la puerta al abrirse.
El sonido de unos tacos resonó detrás de nosotros. La sonrisa de Niel se fue desvaneciendo. Era la mamá de Niel. Vestida con camisa, un blazer negro con cinturón y unos pantalones largos con una abertura al final. Acompañándola, venía entrando quien parecía ser el padre de Niel. Como un Gentleman Británico, llevaba un traje tweed vintage, un abrigo y una camisa de cuello redondo.
—Hola mamá. Hola papá —dijo Niel volviendo a los juegos.
No respondieron de inmediato.
—Buenas tardes —saludó la madre.
—Buenas, hijo.
Me levanté del sillón, mientras ellos se acercaron, yo di unos cuantos pasos para saludarlos.
—Mucho gusto. Soy Absalon —me presenté.
—Un gusto Absalon —respondió el padre con un buen apretón de mano que respondí con exactamente la misma intención, sin ser agresivo. Al ver que su padre asintió al apretón quedé conforme.
—Mucho gusto hijo —respondió la madre con un beso cordial en la mejilla—. ¿Como están? ¿Ya comieron?
Al ver que Niel no tenía muchas intenciones de responder yo lo hice.
—Estamos bien. Nos quedamos con lo del almuerzo, pues almorzamos un poco tarde.
—De todas maneras, iré a preparar las onces. ¿Qué gustas Absalón?
—Un té estaría bien.
—¿Y tú? Hijo –preguntó el padre antes que la madre.
—Lo mismo.
—Okey, entonces, por mientras pueden continuar jugando. Nosotros les avisaremos cuando esté listo —dándose la vuelta se perdieron en una puerta que parecía ser de la cocina.
Me volví a sentar. Una vez en sentado miré la hora. Eran las 6:49 P.M. Debería estar yendo a la casa del señor Philip como me pidió Melaine. Veo difícil llegar a las 7:00 P.M. Primero tengo que convencer a sus padres de que no soy un delincuente rebelde que arruinará su familia. Niel, sonrió.
—¿Qué sucede? —pregunté ante su extraño comportamiento.
—Siempre hacen lo mismo —suspiró satisfecho, como si se hubiera quitado el primer peso de encima—. Te probaron todo el rato. Cada palabra y cada acción que hiciste.
—Lo sé.
—Creo que no te fue tan mal.
—Lo sé.
—Jaja. No te pongas engreído.
—Lo sé. Es mi don.
—No es necesario que lo digas. No vez que haces sentir inferior —reclamó satisfecho.
—Pero si somos casi iguales.
—Puede ser.
—Entonces, ¿seguimos jugando?
—¿Quieres que te vuelva a dar una paliza?
En apenas unos minutos, los arreglos en la mesa que se encontraba en la sala detrás de nosotros, estaban listos.
—Chicos, está servido —llamó la madre.
Niel apagó la consola y nos sentamos. Al rato llegó el padre con camisa y corbata en la parte superior y se sentó a un lado de su mujer. Dejándonos de frente a ellos, sin nadie de cabecera de mesa. La taza estaba vacía. Justo en medio. Había una tetera metálica eléctrica. Que apenas la dejabas en reposo sobre su hervidor esta se mantenía en la temperatura deseada que se podía manipular a un costado. Esperé que alguien se sirviera antes que yo. Comenzó Niel, quien tomó la tetera blanca y se sirvió. De esta salió el té ya preparado. Luego la madre. Se sirvió igual que Niel y la volvió a dejar en reposo. Viendo que el padre se estaba preparando un pan, extendí mi mano. Al estar a punto de llegar pude ver al padre realizando la misma acción.
—Perdón —dijo el padre.
—No se preocupe, puede servirse usted primero —le cedí.
—Gracias.
Se sirvió. Entonces yo aproveché de prepararme un pan con un cuchillo personal y un pan que saqué del centro de la mesa. Lo hice con mantequilla que raspé por arriba. Luego de que el padre la repuso, fue mi turno de servirme. Mientras me servía lentamente para no derramar nada, la madre rompió el silencio.
—Absalón, verdad. ¿Cuál es tu apellido?
—Es Salieri. Absalon Salieri Vitale.
—Que apellidos tan bonitos.
—Coincido, son bien llamativos. Supongo que tienes descendencia italiana —atinó el padre
—Algo así. El bisabuelo de mi madre era completamente chileno, pero llevaba apellido italiano. Y el abuelo mi padre nació en Italia, se vino a vivir a Chile antes de sus 13.
—Ya veo. ¿Y sabes algo de italiano?
—Demasiado poco, solo se lo básico.
—Sai parlare (¿Sabes cómo hablar?) —decidió probarme la madre.
—Algo recuerdo. É un piacere, bella fanciulla (Es un placer, bella joven).
—Grazie, cosi lusinghiero, ma sono una signora (Gracias, muy halagador, pero soy una dama).
—Sei ancora giovane e attraente (Todavía es joven y atractiva).
—Attento raggazzo, quella è mia signora (Cuidado chico, ella es mi señora) —interrumpió el padre sonriendo—. Tienes buen acento chico.
—Gracias, últimamente no lo práctico mucho, así que de repente me trabo o lo mezclo con el español.
—¿Te enseñaron tus padres o aprendiste por tu cuenta? —preguntó la madre.
—Mi padre y abuelo me enseñaron lo básico. Luego aprendí leyendo y en especial con música.
—Ya veo, es muy bonito el italiano, es un buen idioma para aprender.
—Deutsch its besser (el alemán es mejor) —interrumpió por primera vez Niel, con una sonrisa en su cara.
— Glaubst du das? (¿Eso crees?) —acepté su desafío.
—Auch deutsch? (¿alemán también?) —se sorprendió.
—La verdad, no sé qué dije.
Todos soltaron una carcajada, el ambiente pesado ya se había levantado. Me sentía con mucha menos presión.
—Oye Absalón. Y tus padres, ¿A que se dedican? —preguntó la madre con buenas intenciones.
Niel me observó de reojo con la vista bien ampliada. La habitación recobró una gran presión. Por suerte estaba preparado para algún tipo de pregunta así. Ahora tenía que decidir, decir la verdad o mentir ofreciéndoles decir a lo que se dedicaban.
—La verdad es que ellos fallecieron hace no mucho. En estos momentos me está cuidando mi abuelo.
El sonido que provoqué con mi garganta le dio poder de lamento a mis palabras. Estaba claro que sintieron un pesar por preguntarlo.
—Lo lamentamos. Perdón por haber preguntado algo tan insensible.
—No se preocupen. Sinceramente no me gusta hablar de eso, pero, estar aquí, comiendo en una mesa familiar, y charlar como lo hacía con mi familia, se me hace agradable —sin querer unas lágrimas escurrieron y terminaron cayendo en mis piernas—. Perdón. ¿Dónde está el baño?
—Está en frente de la puerta de cocina. A un lado de la escalera.
Dejándolos con un mal sabor en la boca me encerré en el baño. Una vez ahí, me observé al espejo. Otra vez, esa imagen mía, me desagradaba más que nada. No atiné a otra cosa que a sonreír. Con las lágrimas fingidas, una sonrisa se convirtió en verdadera. Presioné el lavamanos con fuerza, dañando mis dedos. Con eso estaba listo para volver. Sequé una última vez mis ojos, esta vez con el antebrazo. Salí. Al estar fuera, podía sentir como los padres de Niel se habían ablandado por completo. Como si un golpe de realidad les hubiera llegado. Me reincorporé a la mesa.
—Perdón por la escena.
—No te preocupes hijo. No somos capaces de reconocer lo malo que debió ser para ti.
—Así es, por eso, no tenemos problemas en que si alguna vez quieres quedarte en la casa. Tienes todo nuestro apoyo.
—De verdad se los agradezco, señor…
—Coft. Gerard Coft.
—Señor Coft y a usted también señora…
—Spooner.
—Señora Spooner. Es decir, que tú te llamas Niel Coft Spooner —me dirigí al propietario del nombre.
—Así es. No es tan cool como el tuyo, pero me gusta.
—Queda súper —lo halagué.
—La verdad es que sí.
Ambos reímos.
—Perdón por la pregunta, pero, ¿Es Niel un chico tan problemático en la casa, como lo es en el colegio?
—¿¡Cómo!? —se sorprendieron los padres al mismo tiempo
—¿Qué dices? Nunca eh sido problemático en el colegio —dijo golpeándome en el hombro sin ser notorio—. Es malo mentir.
—¿¡Es así!? —preguntó la madre a Niel.
—¡Que no! Solo está molestándome. ¿O no? ¿Absalon?
—Jaja. Sí, era una pequeña broma. La verdad, es que diría que es todo lo contrario. Siempre le pone demasiado empeño y cuidado a los estudios que me llega a dar miedo.
—Ya veo. Que gusto me da oír eso —suspiró la madre.
—No te preocupes Niel. Estudiar no lo es todo. También debe haber tiempo para divertirse y salir con amigos. Conocer alguna chica…
Todos quedaron sorprendidos. Dieron a entender que el padre no diría ese tipo de frases en cualquier circunstancia.
—¿Estás bien querido?
—¿Qué le hiciste a mi padre? —bromeó Niel.
Todos rieron, incluso yo, que no era parte del contexto.
—Es verdad que te has esforzado mucho, es por eso que no tenemos problemas con que salgas. De vez en cuando es bueno pegarse un respiro.
—¿Lo dices en serio?
Antes de que el padre pudiera responder, la madre respondió por él.
—Últimamente yo también eh pensado lo mismo. No sé si lo sabes, pero tu prima hace poco tuvo una enfermedad, que la dejó con algunos daños irreparables. El medico dijo que era causado por exceso de estrés y cansancio. Así que tienes permitido relajarte. Pero, sin ser abusivo.
—Lo entiendo. Muchas gracias. Eso significa que podré quedarme en la casa de Absalon.
—No —respondieron al unísono.
—¿¡Qué!? Pero no dijeron que…
Antes de terminar, soltaron unas carcajadas. Niel comprendió y se dirigió a mí, lanzando una señal de que conseguimos nuestro objetivo.
—Está bien hijo, puedes ir. Pero primero tenemos que entrevistar a Absalon. Para ver si es seguro que vayas.
Me convertí en el centro de la mesa, sus ojos estaban insertados en mí. Me sentía en peligro. Como si me hubieran acusado de cometer un asesinato.
—Entonces Absalon —comenzó la madre—. ¿Dónde vives?
—En este momento vivo con mi abuelo en Las Tacas
No creí que causaría tanta impresión nombrar un sector. Inclusive Niel quedó un algo pasmado. Trató de fingir que no, para no levantar sospechas, pero era demasiado notorio, al menos desde mi punto de vista.
—Ya veo. Y el nombre de tu abuelo, ¿es? —continuó el señor Coft.
—Su nombre es Philip Grey.
Tardaron en recepcionar su nombre. No era algo común escuchar que alguien tenga un familiar reconocido.
—¿El dueño del Puerto? —abrieron los ojos.
—Algo así.
—¡Wow! En ese caso, ¿Puedo confiar que mi hijo estará seguro dentro de tu casa?
No querían alargarlo, sabían que los contactos son valiosos, querían asegurar que su hijo fuera amigo o conocido de alguien conectado a un dueño de un puerto. Era una oportunidad que no querían deshacer.
—Así es. No se preocupen. Aparte de que no será una gran fiesta, es una junta con unos pocos compañeros. La idea es pasarla bien viendo películas. Comiendo palomitas y conversando hasta tarde.
—Van a estar en la casa o van a salir. Porque tengo entendido que cerca esta la playa y estos días ha habido fuertes vientos.
—No saldremos fuera del terreno.
—Una última pregunta. ¿Van a haber drogas o alcohol?
—Les dije a los demás que no llevaran nada. Pero le mentiría si le dijera que no va haber. Es probable es que lleven algo para beber, pero vamos a estar dentro. Y además de que no me gusta tomar; ni nunca he probado las drogas, voy a mantenerlos en los límites, para que no hagan nada imprudente.
—Veo que eres bien consientes —agregó el padre—. Me convenciste.
Me extendió su mano en señal de tregua.
La acepté. Noté mi taza de té vacío. Entendí que la madre aún dudaba. Así que recordé.
—Disculpe, pero tiene la hora.
El padre con la misma mano que me extendió, soltó su camisa, dejando a la vista el reloj plateado en su muñeca.
—Son las 19:58 P.M
—¿Tan tarde?
Vi hacia afuera y tal como dije, el cielo estaba en el crepúsculo.
—Disculpen la irrespetuosidad. Tengo un compromiso a las 8:30 y si llego tarde puede que no me dejen salir —dije con una sonrisa de agradecimiento en el rostro.
—No hay problema. Fue una conversación provechosa.
—Así es. Espero puedas venir más seguido —coincidió con su esposo.
—Eso trataré.
—Espera. Absalon —interrumpió el padre antes de salir de la silla— ¿A dónde vas? Puedo ir a dejarte si lo necesitas.
—No se preocupe señor Coft. Agradezco su amabilidad, pero le pedí al mayordomo de mi abuelo que viniera a buscarme. Es casi seguro que lleva esperándome buen rato y sería un poco irrespetuoso dejar que venga en vano.
—Entiendo. En ese caso, que te vaya bien —se levantó y me dio un fuerte apretón de mano para luego desaparecer en la cocina.
—Adiós Absalon. Que estés bien —se despidió la madre.
—Adiós señora Spooner.
Niel me llevó hacia el antejardín, la puerta se abrió y asegurando que fue un completo éxito, me despidió.